domingo, 28 de mayo de 2023

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 3 VERSICULO 36


 

 

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 3 VERSICULO 36

RV1960

NVI1999

BTX4

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo, no verá vida, sino que la ira de DIOS permanece sobre él.

TR+

INA27+

VUL

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qui credit in Filium habet vitam aeternam qui autem incredulus est Filio non videbit vitam sed ira Dei manet super eum

KJV

He that believeth on the Son hath everlasting life: and he that believeth not the Son shall not see life; but the wrath of God abideth on him.

TCB

El que cree en el Hijo. Jua_3:15, Jua_3:16; Jua_1:12; Jua_5:24; Jua_6:47-54; Jua_10:28; Hab_2:4; Rom_1:17; Rom_8:1; 1Jn_3:14, 1Jn_3:15; 1Jn_5:10-13.

 

No verá la vida. Jua_3:3; Jua_8:51; Núm_32:11; Job_33:28; Sal_36:9; Sal_49:19; Sal_106:4, Sal_106:5; Luc_2:30; Luc_3:6; Rom_8:24, Rom_8:25; Apo_21:8.

 

La ira de Dios está sobre él. Sal_2:12; Rom_1:18; Rom_4:15; Rom_5:9; Gál_3:10; Efe_5:6; 1Ts_1:10; 1Ts_5:9; Heb_2:3; Heb_10:29; Apo_6:16, Apo_6:17.


COMENTARIOS:

EDWARD PAYSON

“Consideren todas estas cosas, ustedes que ahora se olvidan de Dios, no sea que él los haga pedazos como a un león, y no haya quien los libre; y deja que esta consideración te saque de tu letargo para aferrarte a la esperanza que se te ha presentado. No te quedes demorado y rezagado como lo hizo Lot en Sodoma, sino permíteme que te apresure como lo hicieron los ángeles; porque la ira de Dios está sobre el estado en el que se encuentran ahora, y la tormenta de fuego de la venganza divina está lista a cada momento para estallar sobre sus cabezas.

Oh, entonces vuela, vuela rápido, vuela inmediatamente; escapen por vuestras vidas; no mires detrás de ti, sino apresúrate a las montañas señaladas, sí, a Cristo, la Roca eterna de los siglos, para que no mueras. Tan seguro, oh pecador, como vive tu alma, tan seguro como vive Dios, no hay más que un paso entre ti y la muerte. Pero huye ahora a Cristo, y tu alma vivirá.

Aquí, amigos míos, tenía la intención de terminar; pero no sé cómo dejarte; No sé desistir. ¿Quién puede contemplar a sus semejantes, compañeros inmortales, precipitándose por el camino ancho hacia la destrucción? ¿Cómo dejarlos a la destrucción eterna, irrecuperables, sin intentar detener su avance y arrancarlos como tizones de las llamas? Si no estás firmemente resuelto a perecer, si no estás inclinado a la muerte, si no estás enamorado del infierno; Les suplico, les ruego, les imploro, por el bien de sus propias almas inmortales y por todas sus esperanzas de felicidad futura, que me escuchen. Y, sin embargo, ¿Qué más puedo decir? Si las alegrías del cielo no te pueden seducir, ni los tormentos del infierno te atemorizan; si el amor agonizante del Señor Jesús no te derrite; ni el temor de su ira somete vuestros corazones, ¿cómo podemos esperar que otros motivos tengan más éxito?”

CHARLES SPURGEON

“Las personas de las que se habla aquí son las que no creen en el Hijo de Dios. Jesucristo, por infinita misericordia, ha venido al mundo, ha tomado sobre sí nuestra naturaleza, y en esa naturaleza ha sufrido el justo por el injusto, para llevarnos a Dios. A causa de sus sufrimientos, el mensaje del Evangelio se proclama ahora a todos los hombres, y se les asegura honestamente que "todo aquel que en él cree, no se perderá, mas tendrá vida eterna". Las personas infelices en este texto no creerán en Jesucristo, rechazan el camino de la misericordia de Dios; escuchan el evangelio, pero rehúsan obedecer su mandato.

No se imagine que estos individuos son necesariamente escépticos declarados, ya que muchos de ellos creen en gran parte de la verdad revelada. Creen que la Biblia es la palabra de Dios; creen que hay un Dios; creen que Jesucristo vino al mundo como Salvador; creen en la mayoría de las doctrinas que se agrupan en torno a la cruz. ¡Pobre de mí! pueden hacer esto, pero la ira de Dios permanece sobre ellos, si no creen en el Hijo de Dios. Puede que le sorprenda saber que muchas de estas personas están muy interesadas en la ortodoxia. Creen que han descubierto la verdad y valoran sobremanera esos descubrimientos, de modo que con frecuencia se enfadan mucho con quienes difieren de ellos. Han leído mucho y son materia de argumentación en la defensa de lo que consideran sana doctrina.

No pueden soportar la herejía y, sin embargo, es triste el hecho de que, creyendo lo que hacen y sabiendo tanto, no han creído al Hijo de Dios. Creen en la doctrina de la elección, pero no tienen la fe de los elegidos de Dios: juran por la perseverancia final, pero perseveran en la incredulidad. Confiesan los cinco puntos del calvinismo, pero no han llegado al punto más necesario de mirar a Jesús para ser salvos. Aceptan en credo las verdades que sin duda creemos entre nosotros, pero no han recibido esa palabra fiel, digna de ser recibida por todos, de que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores; en todo caso, no lo han recibido personal y prácticamente para la salvación de sus almas.

En muchos casos, estas personas son, además de su moralidad, personas religiosas en cierto modo. No se ausentaban del servicio habitual del lugar de culto. Son más cuidadosos en respetar el sábado, veneran el Libro de Dios, usan una forma de oración, se unen a los cantos del Santuario, se sientan como el pueblo de Dios se sienta, y se paran como el pueblo de Dios está de pie, pero, ay, hay un gusano en el centro de esa hermosa fruta, se han perdido la única cosa esencial que, omitida, trae cierta ruina; no han creído en el Hijo de Dios.

Ah, cuán lejos puede llegar un hombre, y sin embargo, a falta de esto, la ira de Dios aún puede permanecer sobre él. Amado por los padres que tienen la esperanza de la conversión de su hijo, estimado por los cristianos que no pueden dejar de admirar su conversación externa, sin embargo, a pesar de todo, el joven puede estar bajo el ceño de Dios, porque “Dios está enojado con los impíos todos los días." La ira de Dios permanece sobre el hombre, quienquiera que sea, que no ha creído en Jesús.

Ahora, si nuestro texto mostrara que la ira de Dios descansa sobre los culpables en nuestras cárceles, la mayoría de las personas estarían de acuerdo con la declaración y nadie se sorprendería de ello. Si nuestro texto declarara que la ira de Dios recae sobre personas que viven en la falta de castidad habitual y en la constante violación de todas las leyes del orden y la respetabilidad, la mayoría de los hombres dirían "Amén"; pero el texto está dirigido a otro personaje. Es cierto que la ira de Dios descansa sobre los pecadores abiertos; pero, oh señores, esto también es árbol, la ira de Dios permanece sobre aquellos que se jactan de sus virtudes pero no han creído en Jesús su Hijo.

Pueden morar en palacios; pero, si no son creyentes, la ira de Dios permanece sobre ellos. Pueden sentarse en el Senado y disfrutar de las aclamaciones de la nación; pero si no creen en el Hijo, la ira de Dios permanece sobre ellos. Sus nombres pueden estar inscritos en la nobleza, todos ellos pueden poseer innumerables riquezas, pero la ira de Dios permanece sobre ellos. Pueden ser habituales en sus obras de caridad y abundantes en actos externos de devoción; pero, si no han aceptado al Salvador designado, la palabra de Dios da testimonio de que “la ira de Dios permanece sobre ellos”.

¿Cuál es este pecado peculiar que conlleva la ira de Dios sobre esta gente? Es que no le han creído al Hijo de Dios. ¿A qué equivale eso? A esto equivale, en primer lugar, que se niegan a aceptar la misericordia de Dios. Dios hizo una ley, y sus criaturas estaban obligadas a respetarla y obedecerla.

Lo rechazamos y nos apartamos de él. Fue una gran muestra del odio del corazón, pero en algunos aspectos no fue una manifestación tan completa e intensamente perversa de enemistad hacia Dios como cuando rechazamos el evangelio de la gracia. Dios ahora nos ha presentado no la ley, sino el evangelio, y ha dicho: “Criaturas mías, habéis quebrantado mi ley, habéis obrado muy vilmente conmigo. Debo castigar por el pecado, de lo contrario no sería Dios, y no puedo dejar de lado mi justicia; pero he ideado una manera por la cual, sin dañar ninguno de mis atributos, puedo tener misericordia de ti.

Estoy listo para perdonar el pasado y restaurarlos a algo más que su posición perdida, para que sean mis hijos y mis hijas. Mi único mandamiento para ti es que creas en mi Hijo.

Si se obedece este mandamiento, todas las bendiciones de mi nuevo pacto serán suyas. Confía en él y síguelo; porque he aquí, lo doy como líder y comandante del pueblo. Acéptalo como quien hace expiación por su sustitución, y obedécelo”.

Ahora, rechazar la ley de Dios muestra un corazón malvado de incredulidad; pero ¿quién dirá qué profundidad de rebelión debe morar en ese corazón que rechaza no sólo el yugo de Dios, sino incluso el don de Dios? La provisión de un Salvador para los hombres perdidos es el regalo gratuito de Dios, por medio de ella se satisfacen todas nuestras necesidades, se eliminan todos nuestros males, se nos asegura la paz en la tierra y la gloria para siempre con Dios: el rechazo de este regalo no puede ser un pequeño pecado.

El que todo lo ve, cuando ve a los hombres despreciando el supremo don de su amor, no puede dejar de considerar ese rechazo como la peor prueba del odio de sus corazones contra sí mismo. Cuando el Espíritu Santo viene a convencer a los hombres de pecado, el pecado especial que saca a la luz se describe así:

"Del pecado, porque no creyeron en mí". No porque los paganos fueran licenciosos en sus hábitos, bárbaros en sus caminos y sanguinarios en su espíritu. No: "Del pecado, porque no creen en mí". La condenación ha venido sobre los hombres, pero ¿cuál es la condenación? "Esa luz ha venido al mundo, y los hombres aman las tinieblas más que la luz, porque sus obras son malas". Recuerde, también, ese texto expresivo: "El que no cree, ya ha sido condenado"; ¡y por qué es condenado! "Porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios".

WARREN WIERSBE

Vida eterna" no significa simplemente eternidad en el cielo. ¡El creyente posee esa vida ya! Lo opuesto de la vida eterna es la muerte eterna, la ira de Dios. Una persona no tiene que morir e ir al infierno para estar bajo la ira de Dios. "El que no cree, ya ha sido condenado" (Juan 3: 18). El veredicto ya ha sido dictado, pero la sentencia todavía no se ha ejecutado.

¿Por qué? Porque Dios es paciente y continúa llamando a los pecadores al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).

Al repasar el capítulo tres de Juan se puede ver que el apóstol Juan está recalcando una relación personal con Jesucristo.

Es una relación viva que empieza con el nuevo nacimiento, el nacimiento de arriba. Cuando recibimos a Jesucristo en nuestras vidas participamos de su misma vida y llegamos a ser hijos en la familia de Dios.

También es una relación de amor, porque él es el Esposo y nosotros somos parte de la esposa. Como Juan el Bautista, deseamos que Jesucristo crezca y que nosotros mengüemos. El debe recibir todo el honor y gloria.

Es una relación de aprendizaje, porque él es el Testigo fiel que nos proclama la verdad de Dios. Qué deleite recibir su palabra, meditar en ella, y hacerla parte de nuestra vida.

Pero no debemos olvidar el costo de estas bendiciones. Para que nosotros naciéramos en la familia de Dios, Jesucristo tuvo que morir. El tuvo que sufrir el odio y la condenación de los hombres. Tuvo que ser levantado en la cruz para que nosotros pudiéramos tener perdón y vida eterna.

Que nunca demos esto por sentado.

"Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3:30).”

JUAN CRISOSTOMO

“Una vez más, relaciona el argumento del castigo con el Padre. No dice «la ira del Hijo», aunque él es el juez, sino que, deseoso de infundir mayor temor, los enfrenta al Padre. ¿Es suficiente -dice- creer en el Hijo para obtener la vida eterna? De ningún modo. Escucha cómo lo revela Cristo cuando dice que una sola blasfemia contra el Espíritu Santo es suficiente para precipitar en la gehenna.

¿Qué diré a propósito de las verdades de fe? Aunque uno crea de forma perfectamente ortodoxa en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, si no lleva una vida recta, la fe no le será de ninguna utilidad en orden a la salvación.

Cuando dice: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, no pensemos que lo señalado es suficiente para nuestra salvación. Necesitamos además, sin duda, la rectitud de vida y costumbres. Es verdad que ha dicho: El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero, a continuación, añade una afirmación mucho más fuerte. Construye el discurso no sólo con promesas, sino también con expresiones totalmente contrarias. Observa cómo añadió: El que no cree en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.

No decimos, por consiguiente, que la sola fe sea suficiente para la salvación. Así, y de formas distintas, lo prueban afirmaciones contenidas en los Evangelios referidas a la rectitud de vida. Por este motivo no dijo: «Esto solo es la vida eterna». Ni: «Basta con creer en el Hijo para tener vida eterna». Enseña que la vida depende de ambas cosas. Si no se siguen las buenas obras, sobrevendrá un gran castigo. Y no dijo: «Le aguarda», sino: Permanece sobre él, manifestando que jamás se apartará de él.

Para que no creas que con las palabras no verá la vida se refiere a una muerte temporal y aprendas que el castigo es eterno, ha utilizado esta expresión para indicar que el castigo se aplica perpetuamente. Lo hizo con estas palabras para llevarlos a Cristo. Por eso no les amonestó privadamente sino en público, de forma que también pudiera atraer al mayor número posible de personas. No dijo «si creyerais » o «si no creyerais». Habló en general, para que sus palabras no resultaran sospechosas, y lo hizo con expresiones más duras que Cristo.”

NOTA: (“J. Crisostomo afianza su sermón sobre Jn 3:36 exponiendo que las obras en nuestras vidas son fruto de esa fe que profesamos decir y sentir. En pocas palabras, es como si dijera: “Si crees en Cristo, debes vivir como Cristo, comportarte como Cristo, hablar y pensar como Cristo”. Es muy bueno cotejar el sermón completo de Crisostomo y la carta de Santiago, ya que siguen la misma línea”. Edwing P)

GARY BURGE

“Este versículo no indica que Dios esté indignado porque le hayan rechazado a él, sino más bien que el mundo, sumido como está en la oscuridad e incredulidad, se encuentra bajo su juicio (Ro 1:18 y ss.), y que aquellos que rechazan la luz, quienes resisten a Jesús, siguen estando en tinieblas y viviendo, por ello, bajo el juicio de Dios.”

COMENTARIO BIBLICO MUNDO HISPANO

El que cree en el Hijo traduce un participio en el tiempo presente y habla de una actitud de confianza que perdura (ver 1:12). Hijo se usa en el sentido absoluto y único. Dios tiene muchos “hijos”, o más bien niños (teknon G5043), pero un solo Hijo (juios G5207). El verbo tiene en el tiempo presente habla de una posesión o experiencia actual, ahora (ver 3:15). Las versiones que lo traducen “tendrá vida eterna” pervierten el sentido el verbo y crean confusión.

La vida eterna comienza cuando uno mira a Cristo con fe, que incluye compromiso, y continúa para la eternidad. Es una vivencia con larga duración, trascendiendo la muerte física, y extendiéndose en el futuro para siempre. Sin embargo, el énfasis bíblico no está en la duración de vida, sino en la calidad espiritual que se adquiere al nacer de nuevo, incluyendo paz y comunión íntima con Dios.”

BRIAN BAILEY

“Es muy importante predicar ambas realidades, la del cielo y la del infierno. Hay muchos cristianos que no creen en el infierno. Jesús predicó acerca del cielo, pero también predicó acerca del infierno y sus tormentos eternos. Si hay una vida eterna, debe existir también un castigo eterno; uno no puede existir sin el otro. Tiene que haber un balance. Si aquellos que son salvos habitan eternamente en el cielo, entonces procede que los que son malditos habiten en el infierno por toda la eternidad. Por esto, por medio de la gracia de Dios, queremos volver a las personas hacia la justicia (Dn. 12:3).”

JUAN CALVINO

El que cree en el Hijo. Esto se agregó, no solo para informarnos de que debemos pedirle a Cristo todo lo bueno, sino también para familiarizarnos con la manera en que se disfruta. Muestra que el gozo consiste en la fe; y no sin razón, ya que por medio de ella poseemos a Cristo, quien trae consigo tanto la justicia como la vida, que es el fruto de la justicia. Cuando se declara que la fe en Cristo es la causa de la vida, aprendemos de ella que la vida se encuentra solo en Cristo, y que de ninguna otra manera nos convertimos en participantes de ella que por la gracia de Cristo mismo.

Pero no todos están de acuerdo en la forma en que nos llega la vida de Cristo. Algunos lo entienden así: "así como al creer recibimos el Espíritu, que nos regenera para la justificación, por esa misma regeneración obtenemos la salvación". Por mi parte, aunque reconozco que somos renovados por la fe, para que el Espíritu de Cristo nos gobierne, digo que primero debemos tener en cuenta el perdón gratuito de los pecados, mediante el cual somos aceptados por Dios. Nuevamente digo que en esto se funda toda nuestra confianza de salvación, y en esto consiste; porque la justificación ante Dios no puede sernos contada de otra manera que cuando no nos imputa nuestros pecados.

Pero el que no cree en el Hijo. Así como ofreció la vida en Cristo, por cuya dulzura podría seducirnos, así ahora adjudica la muerte eterna a todos los que no creen en Cristo. Y, de esta manera, magnifica la bondad de Dios, cuando nos advierte, que no hay otra forma de escapar de la muerte, a menos que Cristo nos libere; porque esta sentencia depende del hecho de que todos somos malditos en Adán. Ahora bien, si el oficio de Cristo es salvar lo que se perdió, los que rechazan la salvación ofrecida en él, con justicia se les permite permanecer en la muerte.

Acabamos de decir que esto pertenece peculiarmente a aquellos que rechazan el evangelio que les ha sido revelado; porque aunque toda la humanidad está involucrada en la misma destrucción, sin embargo, una venganza doble y más pesada aguarda a los que se niegan a tener al Hijo de Dios como su libertador.”

JOHN MACARTHUR

“La verdad bendita de la salvación es que el que cree en el Hijo tiene vida eterna como una posesión presente, no solo como una esperanza futura. Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (5:24; cp. 1:12; 3:15-16; 6:47; 1 Jn. 5:10- 13).

Pero, por otra parte, el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida. La yuxtaposición de la creencia y la desobediencia es un recordatorio de que el Nuevo Testamento describe la creencia en el evangelio como obediencia a Dios, un elemento esencial de la fe salvadora (cp. Hch. 6:7; Ro. 1:5; 15:18; 16:26; 2 Ts. 1:8; He. 5:9; 1 P. 1:2; 4:17). La aterradora realidad es que la ira de Dios (su desagrado establecido por el pecado) está sobre los pecadores desobedientes que se niegan a creer en Jesucristo.

Tal como la vida eterna es la posesión presente de los creyentes, la condenación es la condición presente de los incrédulos. Aquí la idea no es que Dios condenará un día a los pecadores por su incredulidad desobediente; ellos ya están en estado de condenación (3:18; 2 P. 2:9) y solo la fe en Jesucristo los puede librar de ella. La consecuencia final por negarse a creer será experimentar la ira de Dios por la eternidad en el lago de fuego (Ap. 20:10-15). Pero fue para eso que Dios envió a su Hijo como Salvador del mundo: para salvar de este destino aterrador a los pecadores indefensos y perdidos (1:29; 3:17; 4:42; Mt. 1:21; Ro. 5:9; 1 Ts. 1:10; 1 Jn. 4:14).

De esta manera, Juan el Bautista declaró sin ambages la soberanía y supremacía de Jesucristo, recalcando que solo Él es capaz de salvar a los pecadores de las consecuencias de la desobediencia. Y lo que Juan proclamó con sus labios, lo mostró en su vida, promocionando activamente el ministerio de Jesús, aun a expensas del suyo. Así, el peso del testimonio de Juan se puede sentir aún hoy; es una advertencia para que los incrédulos se arrepientan y sigan a Cristo, y un ejemplo para que los creyentes busquen la gloria del Salvador en vez de la suya propia.”

JOHN TRAPP

El que no cree… Hay una doble incredulidad, una en el entendimiento, y se opone a la fe; el otro en la voluntad y la vida, y se opone a la obediencia, Vea, Heb 8:10. Para la curación de ambos, Dios ha prometido escribir sus leyes tanto en la mente de su pueblo como en su corazón.”

CHARLES SIMEON

El que cree en el Hijo tiene vida eterna… No hay título alguno para una herencia terrenal tan segura como la que el creyente tiene para el cielo. Tiene la promesa de Jehová. Tiene un pacto sellado con la sangre de Emmanuel, y confirmado con el juramento de Dios mismo, y siempre que pueda apelar a Dios con respecto a su confianza sincera en el Señor Jesucristo, puede presentar su reclamo incluso ante el tribunal del juicio, y Exija, si podemos hablar así, toda la gloria del cielo como su herencia inalienable.

Dios ha dicho: "El que creyere, será salvo"; y si solo probamos nuestro cumplimiento de la condición, nunca necesitamos dudar del cumplimiento de la promesa de Dios.

El comienzo de la vida eterna y la seriedad de ella en su alma… La vida que un creyente tiene en su alma es del mismo tipo que lo que poseerá para siempre. Tiene la misma reconciliación con Dios, el mismo deleite en él y el mismo sentido de su favor. El Espíritu de Dios que está dentro de él a menudo se llama "las arras" de su herencia; porque ese Espíritu, en sus influencias iluminadoras, santificadoras y consoladoras, es un anticipo del cielo y una garantía de que el alma que lo posea disfrutará a su debido tiempo de toda la gloria y felicidad del mundo celestial. Sólo tiene que esperar la hora señalada, y su morada estará en la presencia de su Dios, donde jamás entrará nada que pueda perturbarlo o contaminarlo. Díganme, hermanos, ¿podría un ángel del cielo anunciarles noticias más gozosas que estas? Pero no es así con todos.

Muy diferente es, el estado de quienes no lo cumplen. Aquí podemos observar la misma fuerza de afirmación que en el primer caso. El texto afirma positivamente que No entrarán en el cielo.

Los incrédulos a menudo parecen tan seguros de obtener la felicidad eterna como si todas las promesas de Dios se les hubieran hecho a ellos en particular. Pero se sentirán terriblemente decepcionados tan pronto como entren al mundo invisible. "Llamarán a la puerta del cielo, clamando: Señor, Señor, ábrenos; pero él les responderá: Apártate de mí, nunca te conocí". Una espada de fuego prohibirá su entrada al Paraíso y se fijará un abismo infranqueable entre ellos y los espíritus celestiales. Esta es la declaración de Dios, y nunca podrá ser revertida.

Serán hechos monumentos eternos de la ira de Dios… No se les persuadirá de que Dios está enojado con ellos; y como ahora no sienten sus juicios, piensan que nunca lo harán. Pero Dios incluso ahora está lleno de ira contra ellos; y se conservan sólo como criminales condenados en un calabozo, hasta que llegue la hora señalada para su ejecución. El ojo de Dios está siempre sobre ellos, no para bien, sino para mal.

Él los ve como culpables de la desobediencia más flagrante. Los considera despreciadores tanto de su majestad como de su misericordia. Él está indignado contra ellos por "pisotear a su amado Hijo y despreciar su Espíritu". Y pronto la ira, que incluso ahora "permanece sobre ellos", "vendrá sobre ellos hasta lo último".

Aplicación: Que todos pregunten seriamente si en verdad creen… Que aquellos que hasta ahora no han venido a Cristo como pecadores perdidos y que perecen, guardaos de esas obras de justicia propia que los alejarían de él… Y que “los que han creído tengan cuidado de mantener buenas obras.”

GRANT OSBORNE

“Solo hay dos respuestas a Cristo (como en 3:19–21): incredulidad (amar la oscuridad) o fe (viniendo a la luz). Este versículo, enfatizando la respuesta a Cristo, proporciona un clímax apropiado para toda la porción 1:19–3:35, especialmente al capítulo 3. El resto del libro continuará este tema, y en la “máxima” al final del cuarto evangelio se nos dirá, “Pero estas se han escrito para que ustedes crean” (20:30–31). Este es un encuentro evangélico que exige una decisión de fe como la única respuesta posible a las verdades reveladas, una decisión que determinará el destino eterno del lector.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna” como posesión presente. (Juan usa el tiempo presente a lo largo de este versículo). La cual les pertenece a ellos ahora, así como en la resurrección final. Por otra parte, “el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida”, tanto en el presente como en el futuro eterno, porque “permanecerá bajo el castigo de Dios”.

En 3:18 vimos que el incrédulo “ya está condenado”. Su condena no les espera en el juicio final; la ira de Dios ya descansa sobre ellos debido a sus repetidos rechazos a Cristo prácticamente todos los días de sus vidas. Nuestro santo Dios es caracterizado por dos aspectos interdependientes de su ser: la justicia y el amor. Rechazar su amor es caer bajo su justicia, y el mismo Dios debe responder con ira a aquellos que rechazan a su Hijo. Como el amor divino y el otorgamiento de la vida son realidades presentes, también lo son la justicia divina y la ira.”

J.C RYLE

“[El que cree en el Hijo tiene vida eterna]. En este versículo, Juan el Bautista concluye su testimonio de Cristo con una declaración solemne de la indescriptible importancia de creer en Él. Ya lo aceptaran sus discípulos o no, les dice que la vida o la muerte, el Infierno o el Cielo, todo dependía de creer en este Jesús que había estado con él “al otro lado del Jordán”.

Debiera advertirse aquí la excelencia de la fe. Como su Maestro divino, Juan enseña que “creer en el Hijo” es el elemento principal de la religión salvadora. Creer es el camino al Cielo, y no creer es el camino al Infierno.

Debe advertirse que la salvación en Cristo es presente. Nuevamente, como su Maestro divino, Juan enseña que el creyente “tiene” vida eterna. El hombre posee de inmediato el perdón, la paz y el derecho al Cielo en el mismísimo momento en que deposita su confianza en Él.

[El que rehúsa creer […] no verá la vida]. La palabra griega que se traduce como “rehúsa creer” es completamente distinta de la que se traduce como “creer” al comienzo del versículo. Significa algo mucho más intenso que “no confiar”. Su equivalencia literal sería: “El que no obedece, o es desobediente”. Esta misma palabra se traduce así en Romanos 2:8; 10:21; 1 Pedro 2:8; 3:1–20.

La expresión “no verá la vida” significa, por supuesto: “No verá la vida si se mantiene impenitente e incrédulo y muere en ese estado”. La frase “ver la vida” probablemente significa “probar, entrar, disfrutar, poseer la vida”, y no debe interpretarse literalmente como ver, ya sea con ojos corporales o mentales.

[La ira de Dios está sobre él]. Esta última frase del testimonio de Juan el Bautista es por otro lado muy parecida a la enseñanza de su Maestro: “El que no cree, ya ha sido condenado”. El significado de esta frase es que, mientras un hombre no sea creyente en Cristo, la ira justa de Dios está sobre Él y se encuentra bajo la maldición de la Ley quebrantada de Dios. Todos nacemos por naturaleza en pecado y somos hijos de la ira; y todos nuestros pecados permanecen sobre nosotros sin perdonar hasta el día en que creemos en el Hijo de Dios y somos hechos hijos de la gracia.

La frase es muy instructiva, especialmente en la actualidad. Creo que en ella se contiene una respuesta incontestable para algunos perniciosos errores que prevalecen en ciertos sectores.

a) Condena la idea que sostienen algunos de que bajo el Evangelio ya no hay ira de Dios y que Él es únicamente amor, misericordia, compasión y nada más. Aquí se nos habla claramente de “la ira de Dios”. Es claro que Dios odia el pecado. Hay un Infierno. Dios puede airarse. Los pecadores deben temer.

b) Condena la idea que sostienen algunos de que los elegidos están justificados desde toda la eternidad o justificados antes de creer. Aquí se nos dice claramente que, si un hombre no cree en el Hijo, la ira de Dios está sobre él. No sabemos nada de la justificación de alguien hasta que cree. Aquellos a los que Dios predestina, Dios los llama y justifica a su debido tiempo. Pero no hay justificación hasta que hay fe.

c) Condena la idea moderna de que, por medio de su muerte, Cristo justificó a toda la Humanidad y sustrajo la ira de Dios de toda la semilla de Adán; y que todos los hombres y las mujeres en realidad están justificados aunque no lo sepan, y al final se salvarán. La idea suena muy atractiva, pero se opone frontalmente al texto que tenemos ante nosotros. Aquí se nos dice claramente que, hasta que un hombre “cree en el Hijo […] la ira de Dios está sobre él”.

d) Finalmente, condena el débil y falso amor de aquellos que dicen que los predicadores del Evangelio nunca debieran hablar de la ira de Dios y no debieran mencionar nunca el Infierno. Aquí vemos que las últimas palabras de uno de los mejores siervos de Cristo consisten en una solemne declaración del peligro de la incredulidad. “La ira de Dios” es el último pensamiento de Juan.

Advertir a los hombres de la ira de Dios y del peligro del Infierno no es severidad, sino verdadero amor. Muchos irán al Infierno porque sus ministros jamás les hablaron de él.

Como conclusión de este pasaje, es digna de atención la variedad de expresiones que utiliza Juan el Bautista con respecto a nuestro Señor Jesucristo. Le llama el Cristo, el Esposo, el que viene de arriba, el que da testimonio de lo que vio y oyó, Aquel a quien Dios ha enviado, Aquel a quien Dios no da el Espíritu por medida, Aquel a quien el Padre ama, Aquel en cuyas manos se han entregado todas las cosas, Aquel en quien creyendo tenemos vida eterna.

Hablar de que el conocimiento que tiene Juan el Bautista de las cosas divinas es escaso y limitado ante un pasaje como este demuestra, como mínimo, poca sabiduría y escasa familiaridad con la Escritura. Suponer, como hacen algunos, que el hombre que tenía ideas tan claras acerca de la naturaleza y el oficio de nuestro Señor pudiera dudar después de que Jesús fuera el Cristo es suponer algo muy improbable. El mensaje que envió Juan a Jesús cuando se encontraba en prisión fue por amor a sus discípulos, y no para su satisfacción propia (cf. Mateo 11:3, etc.).”

LEON MORRIS

“Cuando la gente pone su confianza en Cristo, nace de nuevo de arriba, y entra en la nueva vida. No ocurrirá en el futuro, sino que ya ha ocurrido. En breve, pasarán por el umbral de la muerte, pero eso no quiere decir que no tengan vida eterna. En cuestiones importantes están vivos eternamente. El participio presente indica una confianza continuada. “El Hijo” se usa de forma absoluta, como ocurre con frecuencia en este evangelio.

En un sentido, la gente se convierte en hijos de Dios (1:12), pero Cristo es el Hijo por excelencia. Este uso absoluto enfatiza la singularidad de Jesús. En el estilo propio de Juan, vemos que esta aseveración va seguida de una declaración negativa. Lo normal sería encontrar el opuesto exacto: “pero el que no cree” y, de hecho, algunos sostienen que esa es la traducción correcta. Pero la mayoría aboga por la siguiente versión: “el que no obedece”, que no es tan diferente, ya que los que creen obedecen al Hijo, y los que no creen no le obedecen.

El verbo es un participio presente que refleja una actitud continuada. Este versículo es importante en relación con la idea que algunos sostienen de que para Juan, la fe es un concepto intelectual, la aprobación de algunas verdades. Este versículo muestra que para Juan la fe y la conducta están estrechamente relacionadas. La fe se materializa en las acciones. Es la misma idea que encontramos en el versículo 18s., donde los que no son salvos son los que eligen las tinieblas en vez de la luz, los que odian la luz y no entran en ella. Ahora, se nos dice que ese tipo de gente “no verá la vida”. La desobediencia impide que la gente entre en la vida verdadera. Lejos de poder ver la vida (“sino que” es la traducción de una expresión fuertemente adversativa), lo único que les espera es la ira de Dios.”

SAMUEL P. MILLOS

“Es notable apreciar que todos los verbos griegos que están en este versículo, aparecen en presente, de modo que es necesario entender que la fe no es un acto pasajero, sino una actitud permanente. La fe no es puntual para justificación, perdón de pecados y vida eterna en el momento de ejercerla depositándola en el Salvador, sino una constante en la vida cristiana. El creyente que es salvo por fe, vive luego en la fe del Hijo de Dios (Gá. 2:20).”

WILLIAM HENDRIKSEN

“Este pasaje nos hace retroceder a unas palabras muy parecidas del propio Jesús en 3:16–18. (Véase el comentario de 3:16–18.) La culminación de Cristo es también la de Juan.

La vida eterna se da a los que tienen una fe permanente en el Hijo. No es para los que buscan emociones (que “creen” en él como obrador de milagros; cf. 2:23) sino para los que confían.

En contraste con el destino de los creyentes, Jesús habló del destino de los incrédulos (compárese 3:16 con 3:18). El Bautista hace lo mismo al terminar sus observaciones diciendo que el que desobedece al Hijo no verá la vida, y que la ira de Dios permanece sobre él.

Téngase en cuenta que lo contrario de una fe permanente es la desobediencia; esto es, la negativa a aceptar a Cristo con una fe verdadera y permanente. Este vil rechazo del Hijo de Dios (sobre este término véase Com. Hendriksen orig.1:14), quien se presenta ante los pecadores con la invitación y con la demanda de “confiar y obedecer”, tiene como resultado el castigo descrito en la última cláusula: “… no verá la vida”, es decir, no experimentará sus goces y deleites.

Además, la ira de Dios permanece sobre tales personas. El Bautista ya había hablado sobre la ira de Dios en otro sentido (Mt. 3:7; cf. Lc. 3:7). Lucas habla de la ira de Dios en su Evangelio (21:23). Pablo habla de ella una y otra vez (Ro. 1:18; 2:5, 8; 3:5; 4:15; 5:9; 9:22; 12:19; 13:4, 5; Ef. 2:3; 5:6; Col. 3:6; 1 Ts. 1:10; 2:16; 5:9). El mismo concepto se encuentra también en Hebreos (3:11; 4:3), y en el libro de Apocalipsis (19:15; cf. 6:16, 17; 11:18; 14:10; 16:19). En una ocasión esta actitud le es atribuida a Cristo (Mr. 3:5), que en la enseñanza por medio de parábolas no vacila en atribuirla al Rey, Señor, o Dueño en los cielos (Mt. 18:34; 22:7; Lc. 14:21).

Aunque a la luz de Ro. 1:18 y Ef. 2:3 es ciertamente erróneo limitar excesivamente esta actitud divina definiéndola como el desagrado de Dios hacia los que rechazan el evangelio (pues también se manifiesta hacia los que nunca lo han oído) es, no obstante, cierto que el corazón impenitente del hombre, su dureza y su siniestra rebelión a aceptar a Cristo con una fe viva, constituye con frecuencia el marco de estos pasajes sobre la ira de Dios. Esto es lo que sucede también en el pasaje que ahora nos ocupa (3:36). Esta es la única vez que se emplea la palabra ira (ὀργή) en el cuarto Evangelio. Indica una indignación permanente o fija (a veces en contraste con furor, θuμός, que se puede definir como una conmoción turbulenta, que estalla de repente y se extingue rápidamente, como el fuego en la paja, pero cuando lo aplicamos especialmente a Dios, sería equivocado insistir en la diferencia entre las dos palabras).

La mención de la desobediencia del hombre y su vil negativa a aceptar el evangelio, hace volver nuestros pensamientos a la historia de la caída en el Paraíso. Como resultado de esta caída se les negó a Adán y a Eva el acceso al árbol de la vida (Gn. 3:24), y la ira de Dios descendió sobre la humanidad. Juan 3:36 nos enseña que esa ira continúa sobre los que desobedecen al Hijo.

La conclusión del testimonio del Bautista es realmente hermosa a causa de su clara implicación: Recibe al Hijo de Dios con una fe viva y permanente, y tendrás vida eterna. Cf. 3:21.”

SAN AGUSTIN

“Tampoco dijo: "la ira de Dios viene a él", sino: "permanece sobre él", porque todos los mortales que nacen traen consigo la ira de Dios, la que recibió el primer Adán. Vino el Hijo de Dios sin tener pecado alguno, y se vistió de nuestra mortalidad. Murió para que tú vivas. Por lo tanto, el que no quiere creer en el Hijo, tiene sobre sí la ira de Dios, de la que dice el Apóstol "que éramos hijos de ira por naturaleza" (Efe_2:3).”

W. PARTAIN – B. REEVES

“Este texto muestra claramente que el creer en Cristo equivale a obedecerle. Además, los verbos pisteuon (cree) y apeithon (no obedece) son gerundios y, por eso, no expresan un solo acto, sino una manera de vida. La traducción de La Biblia de las Américas de la palabra apeithön es la correcta. Literalmente significa no persuasible. Compárese Luc_16:31. Pablo y Bernabé, "hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios" (Hch_13:43; Hch_19:8). Muchos judíos estaban "persuadidos de que Juan era profeta" (Luc_20:6).

            Aun el bautista A.T. Robertson dice: "El que rehúsa creer (ho apeithön). 'El que es desobediente al Hijo'. ¿Qué significa creer en el Hijo? Para entenderlo pregúntese ¿cuál es lo opuesto de creer? Ser desobediente. Obviamente, pues, creer equivale a obedecer.

            En Hch_14:2 este verbo se traduce no creían (desobedecieron, LBLA, margen); Hch_19:9, no creyendo (desobedientes, LBLA); 1Pe_2:7, no creen; Rom_2:8, no obedecer; 11:30, 31, desobedientes; 1Pe_2:8; 1Pe_3:20, desobedientes; 1Pe_4:17, no obedecen; Heb_3:18, desobedientes (el ver. 19 habla de su incredulidad, es decir, los incrédulos -- los que no creen -- son desobedientes.

            Cuando el pueblo de Israel se rebeló contra Dios, El dijo, "¿Hasta cuándo no me creerán?" Núm_14:11. "Me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz" (ver. 22). "No verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado (desdeñaron, LBLA) la verá" (ver. 23). Este texto claramente demuestra que la frase "no creer" significa no obedecer.

            Otro ejemplo de lo mismo es Núm_20:8-13. Dios dio tres mandamientos a Moisés y Aarón: tomar la vara, reunir el pueblo, y hablar a la peña, pero Moisés tomó la vara, reunieron al pueblo y dijeron al pueblo, "¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? y entonces Moisés alzó la mano y golpeó la peña con su vara dos veces". Por su desobediencia Dios les dijo, "Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado". Véase Deu_32:48-52, "Sube... mira la tierra de Canaán... verás... la tierra; mas no entrarás allá". Ante los ojos de Dios el desobedecer equivale a no creer, y también significa no santificar a Dios, porque al golpear la peña dos veces (Dios había dicho, "hablad a la peña") y dejaron la impresión de que ellos mismos habían sacado el agua de la peña. Moisés "habló precipitadamente con sus labios" (Sal_106:33). ¿Cómo describe Dios su pecado? "No creísteis en mí" (Núm_20:12), "fuisteis rebeldes a mi mandamiento" (ver. 24); "pecasteis contra mí... no me santificasteis en medio de los hijos de Israel" (Deu_32:51).

            Oramos, "Santificado sea tu nombre" (Mat_6:9), pero santificamos su nombre cuando escuchamos y obedecemos su palabra.

            Compárese también la palabra hupekousan que aparece en Rom_10:16. Literalmente, esta palabra significa "no hacer caso, no tener en cuenta" (LBLA), pero se traduce (correctamente) no obedecer. El evangelio fue predicado al pueblo de Israel (véase Gál_3:8), pero no obedecieron al evangelio (no escucharon, no hicieron caso al evangelio, no prestaron atención al mensaje); eran rebeldes (ver. 21, la misma palabra; otra vez en 15:31); Heb_11:31, desobedientes.

            En Hch_12:13, se traduce simplemente escuchar (así es su sentido radical); Mat_8:27, "aun los vientos y el mar le obedecen" (le escuchan, le hacen caso); Mar_1:27, "con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen" (le escuchan, le hacen caso); Hch_6:7; Hch_7:39; Rom_6:17; Efe_6:1; 2Ts_1:8.

            Recuérdese el ejemplo de Abraham quien " creyó a Dios y le fue contada a (para) justicia" (Gén_15:6, VM). La palabra creer abarca la aceptación de la autoridad del Señor y la obediencia. 

            -- sino que la ira de Dios está (permanece, LBLA) sobre él. -- Rom_2:8; Apo_6:16; Apo_19:15. La ira de Dios permanece sobre los que no obedecen al evangelio de Cristo, simplemente porque "él es la propiciación por nuestros pecados" (1Jn_2:2). El evangelio es la misericordia de Dios, pero los que rechazan el evangelio rechazan también la misericordia de Dios y "la ira de Dios permanece sobre él".

            Este texto suena como las palabras de Juan el bautista en Mat_3:10-12.

            En cuanto a seguir a Cristo no hay término medio. Hay solamente dos categorías de gente: los que creen en Cristo (le obedecen) y los desobedientes. Hay solamente dos caminos (Mat_3:13-14), dos maneras de construir la casa de la vida (Mat_7:24-27) y dos destinos (Mat_25:31-46).”

WILLIAM BARCLAY

“Juan nos presenta otra vez la alternativa eterna, la vida o la muerte. A lo largo de toda su historia, Dios le había presentado al pueblo de Israel esta gran elección. Deuteronomio conserva las palabras de Moisés: " Mira: yo te he puesto delante hoy la vida y el bien, la muerte y el mal... A los cielos y a la Tierra invoco por testigos contra vosotros hoy de que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; por tanto, escoge la vida, para que viváis tú y tu descendencia» (Deu_30:15-20).

Y Josué reiteró el desafío: "Escogeos hoy a quién sirváis” (Jos_24:15). Se ha dicho que toda la vida se concentra en las encrucijadas. Una vez más, Juan vuelve a su tema favorito: lo que importa es nuestra reacción a Cristo. Si esa reacción es amor y anhelo, esa persona conocerá la vida. Si es indiferencia u hostilidad, esa persona no cosechará más que la muerte. No es que Dios descargue Su ira sobre ella; es que ella se la atrae sobre sí misma.”

UN SORPRENDENTE CONTRASTE ENTRE LOS CAPITULOS 3 Y 4 DE JUAN (A.W PINK)

 

“Hay una antítesis manifiesta entre lo que tenemos en la primera mitad de Juan 3 y la primera mitad de Juan 4. Al estudiar juntos Juan 3 y 4, descubrimos una serie de sorprendentes contrastes.”

 

 Echemos un vistazo a ellos:

 

CAPITULO 3

CAPITULO 4

Primero, en Juan 3 tenemos "un hombre de los fariseos llamado Nicodemo"

En Juan 4 es una mujer sin nombre que está ante nosotros.

Era un hombre de rango, un “Maestro de Israel”.

Era una mujer de los rangos inferiores, ella vino "a sacar agua".

Era un judío favorecido.

Era una samaritana despreciada.

Nicodemo era un hombre de gran reputación, miembro del Sanedrín.

Era una mujer de hábitos disolutos.

Nicodemo buscó a Cristo.

Cristo busca a la mujer.

Nicodemo vino a Cristo "de noche".

Cristo le habla a la mujer al mediodía.

 

Cristo le dijo al fariseo: "Os es necesario nacer de nuevo".

 

Cristo, a esta pecadora de los gentiles le habla del "don de Dios".

 

“¡Cuánto nos perdemos al no comparar y contrastar lo que el Espíritu Santo ha puesto uno al lado del otro en esta maravillosa revelación de Dios! Que el Señor nos impulse a todos a un estudio más diligente de Su Palabra.”