CAPITULO 4 DEL EVANGELIO DE JUAN
Hay dos secciones en este capítulo: (1) El ministerio de Cristo a la samaritana (4:1-42), y (2) el milagro de Cristo al noble (4:43-54). En cierto sentido, ambas experiencias involucraron milagros; porque la transformación de esta pecadora fue tan maravillosa como la sanidad «a distancia» del hijo del noble.
I.
El ministerio de Cristo a la samaritana (4:1-43)
Los
samaritanos eran «mestizos», parte judíos y parte gentiles. Como tales, los
judíos los consideraban proscritos y los despreciaban. Tenían su propio sistema
religioso en Samaria que competía con las demandas de los judíos (véase
4:20-24) y creían en la venida del Mesías (4:25). A Jesús «le era necesario
pasar por Samaria» (v. 4) debido a que Dios había planeado que esta mujer
pecadora se encontrara con Él y hallara el agua de vida. En la entrevista que
se registra vemos las diferentes etapas que la mujer atravesó para llegar a
creer en Cristo.
A.
«Tú, siendo judío» (vv. 1-9).
Que
un rabí judío le pidiera un favor a una mujer, especialmente una samaritana, la
sorprendió. Ella veía en Jesús nada más que a un judío con sed. El pecador está
ciego a Cristo y se interesa más en los asuntos de la vida (como sacar agua)
que en las cosas de la eternidad.
B.
«¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob?» (vv. 10-15).
En
el versículo 10 Jesús le dice que ignoraba dos cosas: el don de Dios (la
salvación) y la identidad del Salvador en su presencia. Jesús le habla del agua
viva, agua de vida, pero ella lo entiende literalmente. ¡Qué típico del pecador
que confunde lo físico y lo espiritual! Nicodemo pensó que Jesús hablaba del
nacimiento físico (3:4), e incluso los discípulos pensaron que Él hablaba del
alimento literal más tarde (4:31-34). Jesús destaca que las cosas del mundo no
satisfacen y los hombres sin Cristo siempre «volverán a tener sed». La parábola
en Luk_16:19-31 lo deja bien en claro: el rico que bebía sediento los placeres
físicos de esta vida tuvo sed de nuevo cuando se halló en el Hades. Jesús
promete que el agua de vida brotará dentro del corazón y siempre nos refrescará
y mantendrá satisfechos: y la mujer, todavía confundida, pidió de esa agua. Fue
una respuesta emocional y superficial.
C.
«Tú eres profeta» (vv. 16-24).
Después
que manifestó su interés en el agua viva (a pesar de su confusión), la mujer se
vio enfrentando sus pecados. La orden de Cristo: «Ve, llama a tu marido», tenía
el propósito de despertar su conciencia y obligarla a que afrontara sus
pecados. Nadie que esconda sus pecados se puede salvar jamás (véase Pro_28:13).
Nótese cómo la mujer trató de cambiar el tema de la conversación. ¡Como los
pecadores de hoy que se sienten culpables, empezó a argüir respecto a las
diferencias religiosas! «¿Dónde debemos adorar?» «¿Cuál es la verdadera
religión?» Jesús destacó que lo importante es conocer al Padre y esto
únicamente se puede hacer mediante la salvación, y la salvación viene de los
judíos. Ahora Jesús la llevó frente a frente a sus pecados, su deseo de
satisfacción y al vacío de su propia vida religiosa.
D.
«Este es el Salvador del mundo, el Cristo» (vv. 25-42).
Sus
ojos se abrieron a la Persona de Cristo y sobre la autoridad de su Palabra
creyó en Él y recibió la salvación. Demostró su fe al dar testimonio público a
la gente del pueblo (y ciertamente conocían su carácter); y ellos también
llegaron a confiar en Él. Nótese el testimonio final de estos creyentes: «Este
es el Salvador del mundo, el Cristo».
Es
interesante notar la conducta de los discípulos en este capítulo. Están más
preocupados respecto al alimento físico que al espiritual. Cristo estaba
cansado (v. 6) y con sed, y seguro que con hambre; pero Él puso las cuestiones
espirituales por encima de la comodidad física. Mientras los discípulos fueron
a comprar qué comer (algo bueno), Cristo estaba ganando almas (algo mucho
mejor). Los discípulos al llegar a Samaria tal vez dijeron: «Nunca podremos
ganar a nadie aquí. Esta gente es dura de corazón y enemiga de nuestro pueblo».
Pero Cristo les dijo que miraran los campos que ya estaban blancos para la
siega. Les recordó que todo el pueblo de Dios debe trabajar unido en el campo,
algunos para sembrar, otros para cosechar. Es Dios el que da el crecimiento
(1Co_3:5-9).
Pudiéramos
notar el ejemplo que Cristo dio como ganador de almas. No permitió que los
prejuicios personales o las necesidades físicas le estorbaran. Trató a la mujer
en forma amistosa y no la forzó a ninguna decisión. Guió la conversación con
sabiduría y permitió que la Palabra hiciera efecto en su corazón. Se relacionó
con ella en forma privada y con cariño le presentó el camino de salvación.
Captó su atención al hablarle de algo común y a la mano como el agua y la usó a
fin de ilustrar la vida eterna. (De la misma manera, en el fresco de la noche,
a Nicodemo le habló del viento.) No evadió hablar del pecado, sino que la
enfrentó a su necesidad.
II.
El milagro de Cristo para el noble (4:43-54)
Este
es la segunda de las siete señales en Juan. Esta señal muestra cómo se salva la
persona y los resultados que siguen (véanse las notas introductorias a Juan).
Las primeras dos señales ocurrieron en Caná de Galilea. Convertir el agua en
vino ilustra que la salvación es por medio de la Palabra. La curación del hijo
en este capítulo muestra que la salvación es por fe.
El
hijo iba a morir y estaba en Capernaum, como a treinta kilómetros de Caná. El
hombre quería que Cristo fuera con él, porque no creía que podría curar al
muchacho a la distancia (véase una reacción similar en Marta, en 11:21). Jesús
no fue con el hombre, sino que en lugar de eso pronunció las palabras: «Ve, tu
hijo vive» (v. 50). ¡El hombre creyó a la Palabra!
Al
hombre le hubiera llevado solamente dos o tres horas regresar a su casa, sin
embargo el versículo 52 («ayer») indica que se quedó en Caná un día entero. El
muchacho sanó a la una de la tarde y el padre llegó a su casa al día siguiente.
Esto demuestra que tuvo fe real en la palabra de Cristo, porque no se apresuró
a regresar a su casa para ver lo que había pasado. De esta manera nos salvamos:
al poner nuestra fe en la Palabra de Dios. «Cristo lo dijo, yo lo creo; ¡y eso
lo resuelve!» Es evidente que el noble se quedó en Caná, atendió algunos de sus
asuntos y luego regresó a su casa al día siguiente. Tuvo «gozo y paz en el
creer» (Rom_15:13), porque su confianza estaba solamente en la palabra de
Cristo. No se sorprendió cuando sus criados le dijeron: «Tu hijo vive».
Simplemente les preguntó cuándo sucedió la curación y verificó que fue a la
hora en que Cristo había dicho la palabra. El resultado: toda su familia confió
en Cristo. «La fe viene por el oír; y el oír por la Palabra de Dios
(Rom_10:17).
En
el versículo 48 Jesús da la razón básica por la cual las personas no creen:
quieren ver señales y experimentar maravillas. Tenga presente que Satanás es
capaz de realizar señales y milagros para engañar (2Th_2:9-10). Si su salvación
se basa en sensaciones, sentimientos, sueños, visiones, voces o cualquier otra
evidencia carnal, usted se halla en terreno peligroso. Es la fe en la sola
Palabra de Dios que nos da la seguridad de la vida eterna (véase 1Jn_5:9-13).
REFERENCIAS
TCB PARA ESTE CAPITULO |
Juan 4:1-54 Jesús habla con una mujer de
Samaria, y se revela a ella, Jua_4:1-26. Sus discípulos se maravillan, Jua_4:27-30. El les declara su celo por Dios, Jua_4:31-38. Muchos samaritanos creen en él, Jua_4:39-42. Jesús sale para Galilea, y sana al
oficial del rey enfermo en Capernaum, Jua_4:43-54. |
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