EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1
VERSICULO 42 |
|||
RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
|
Y
le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú
serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro). |
Luego
lo llevó a Jesús, quien mirándolo fijamente, le dijo: Tú eres Simón, hijo de
Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro). |
Y
lo llevó a JESÚS. Mirándolo fijamente, JESÚS dijo: Tú eres Simón, el hijo de
Juan, tú serás llamado Cefas (que traducido es Pedro). |
|
TR+ |
INA27+ |
VUL |
|
καιG2532
CONJ ηγαγενG71 V-2AAI-3S αυτονG846 P-ASM προςG4314 PREP τονG3588 T-ASM
ιησουνG2424 N-ASM εμβλεψαςG1689 V-AAP-NSM δεG1161 CONJ αυτωG846 P-DSM οG3588
T-NSM ιησουςG2424 N-NSM ειπενG3004 V-2AAI-3S συG4771 P-2NS ειG1510 V-PAI-2S
σιμωνG4613 N-NSM οG3588 T-NSM υιοςG5207 N-NSM ιωναG2495 N-GSM συG4771 P-2NS
κληθησηG2564 V-FPI-2S κηφαςG2786 N-NSM οG3739 R-NSN ερμηνευεταιG2059 V-PPI-3S
πετροςG4074 N-NSM |
ηγαγεν G71:V-2AAI-3S Condujo αυτον
G846:P-ASM a él προς G4314:PREP hacia τον G3588:T-ASM a el ιησουν G2424:N-ASM
Jesús εμβλεψας G1689:V-AAP-NSM habiendo mirado atentamente αυτω G846:P-DSM a
él ο G3588:T-NSM el ιησους G2424:N-NSM Jesús ειπεν G3004:V-2AAI-3S dijo συ
G4771:P-2NS Tú ει G1510:V-PAI-2S estás siendo σιμων G4613:N-NSM Simón ο
G3588:T-NSM el υιος G5207:N-NSM hijo ιωαννου G2491:N-GSM de Juan συ
G4771:P-2NS tú κληθηση G2564:V-FPI-2S serás llamado κηφας G2786:N-NSM Cefas ο
G3739:R-NSN cual ερμηνευεται G2059:V-PPI-3S está siendo traducido πετρος
G4074:N-NSM Pedro |
et
adduxit eum ad Iesum intuitus autem eum Iesus dixit tu es Simon filius
Iohanna tu vocaberis Cephas quod interpretatur Petrus |
|
KJV |
|||
And he brought him to
Jesus. And when Jesus beheld him, he said, Thou art Simon the son of Jona: thou
shalt be called Cephas, which is by interpretation, A stone. |
|||
TCB |
|||
Tú
eres Simón. Jua_1:47, Jua_1:48;
Jua_2:24, Jua_2:25; Jua_6:70, Jua_6:71; Jua_13:18. Hijo
de Jonás. Jua_21:15-17; Mat_16:17. Serás
llamado. 1Co_1:12; 1Co_3:22; 1Co_9:5;
1Co_15:5; Gál_2:9. Pedro,
o piedra. Jua_21:2; Mat_10:2; Mat_16:18;
Mar_3:16; Luc_5:8; Luc_6:14. |
COMENTARIOS:
CHARLES SPURGEON
“Y le trajo a Jesús… Pero algunos dirán:
"Podemos entender muy claramente cómo Andrés llevó a Pedro al Señor,
porque Jesús estaba aquí entre los hombres y podían caminar juntos hasta
encontrarlo". Sí, pero Jesús no está muerto y es un error suponer que no
es fácil alcanzarlo. La oración es un mensajero que puede encontrar a Jesús a
cualquier hora. Jesús ha subido a lo alto en cuanto a Su cuerpo, pero Su Presencia
espiritual permanece con nosotros.
Y
el Espíritu Santo, como Cabeza de esta dispensación, está siempre cerca de todo
creyente. ¡Intercede, entonces, por tus amigos! ¡Suplica a Cristo por ellos! ¡Mencione
sus nombres en sus constantes oraciones! Aparta momentos especiales en los que suplicas
a Dios por ellos. Deje que el caso de su querida hermana resuene en los oídos
del Mediador. Deje que el nombre de su querido hijo se repita una y otra vez en
sus intercesiones.
Así
como Abraham suplicó por Ismael, que se eleve tu clamor por los que te rodean,
para que el Señor se complazca en visitarlos en Su misericordia. La intercesión
es un verdadero traer almas a Cristo y este medio prevalecerá cuando se le
excluya de emplear cualquier otro. Si sus seres queridos están en Australia, en
la cabaña de algún colono donde ni siquiera una carta puede llegar a ellos, ¡la
oración puede encontrarlos! Ningún océano puede ser demasiado ancho para que la
oración se extienda, ninguna distancia demasiado grande para que la oración
pueda viajar. Lejos como están, puedes tomarlos en los brazos de la oración
creyente y llevárselos a Jesús y decir: "Maestro, ten piedad de
ellos". Aquí hay un arma valiosa para aquellos que no pueden predicar o
enseñar: pueden blandir la espada de la oración total.
Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás
llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)…
Algo
más sólido que el hijo de una paloma; algo más estable que el hijo de una
paloma. Cristo cambia los nombres de los hombres y también cambia su
naturaleza. Él puede hacer que los más volubles de nosotros seamos firmes y
resueltos. ¡Oh, que obrara así por su gracia sobre nosotros!.”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“Narra el evangelista que
Jesús le miró y le dijo: Tú eres Simón,
el hijo de Jonás, pero te llamarás Pedro, que significa piedra. Y desde ese
momento comenzó a hacer revelaciones a propósito de su divinidad y a
manifestarla poco a poco mediante profecías. Lo mismo hizo con Natanael y con
la mujer samaritana.
Ciertamente,
las profecías tienen el mismo poder de conmover que los milagros, pero son
menos espectaculares. Los milagros, a veces, pueden ser malinterpretados por
personas insensatas: En nombre de Belcebú arroja los demonios, decían algunos
de ellos. Nada semejante, en cambio, se oyó decir nunca a propósito de las
profecías.
Por
eso, el Señor recurrió a este último medio para instruir a Pedro y a Natanael.
No hizo, sin embargo, lo mismo con Felipe y Andrés. ¿Por qué? Porque ellos habían escuchado el testimonio
del Bautista y con ello tenían ya una iniciación suficiente. A Felipe le
bastó con ver a las personas que estaban en torno al Salvador para recibir una
prueba segura para creer en Él sin vacilaciones. Tú eres Simón, el hijo de Jonás, pero te llamarás Pedro, que significa
piedra. Hace creíble el futuro, garantizándolo con lo que al presente
sucede. Quien tan bien conoce el nombre del padre de Pedro demuestra claramente
que conoce también el futuro.
Además,
aquí acompaña a la profecía un elogio, que no proviene del deseo de adular,
sino que tiene por objeto subrayar lo que había de venir, cosa que en este
pasaje aparece con evidencia. Recordad con cuanta energía corrige el Señor a la
samaritana dándole a entender que, en virtud de su poder profético, conoce toda
su vida pasada. Has tenido cinco maridos
y el que ahora tienes no es tu marido. Nada respondió Pedro a lo que se le
dijo. Como aún no conocía bien esta doctrina, se contentaba con aprenderla.
Reparad,
además, en que todavía no se dice la profecía completa. No dijo Cristo: «Te llamaré Pedro y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia», sino: te llamarás Pedro.
La primera frase deja entender una autoridad y un poder mayores. Pero Cristo no
quiere revelar desde el primer momento todo su poder y, por ahora, habla con
gran humildad. Sólo cuando haya demostrado su divinidad asumirá un tono de
mayor autoridad y dirá: Bienaventurado
tú, Simón, porque mi Padre te lo ha revelado; y Yo te digo: tú eres Pedro y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. A él le dio ese nombre. A Santiago
y a su hermano, el de hijos del trueno.
¿Por qué hizo eso? Para demostrar que Él es el mismo Dios que estableció la
Antigua Alianza y cambió muchísimos nombres, pues llamó Abraham a Abram, a Saray,
Sara y a Jacob, Israel.
A
otros muchos les impuso sus nombres ya desde el nacimiento, como a Isaac, a
Sansón y a aquéllos de que nos hablan Isaías y Oseas. Otros hubo también a
quienes les cambió el nombre que habían recibido de sus padres, como sucedió
con esos de quienes hemos hablado antes.
Era
costumbre de los antiguos imponer los nombres atendiendo a los acontecimientos,
como vemos por Isaías. Lo cual no se hacía sin motivo, sino pretendiendo que
los así llamados guardaran memoria del beneficio de Dios y para que también
quienes los oían llamar con esos nombres conservaran en su memoria las
profecías en ellos contenidas.
Ahora,
en cambio, todos tenemos un único nombre, el mayor de todos, pues nos llamamos cristianos, hijos de Dios, sus amigos
y partes de su cuerpo místico.
Ese nombre, más que cualquier otro, ha de incitarnos y hacernos más despiertos
para el ejercicio de la virtud. No cometamos acciones indignas del honor de ese
nombre, sino que demos a entender cuánta es la estima en que tenemos ser llamados
los de Cristo. Así nos llamó Pablo.
Meditemos y reverenciemos la majestad de este título.
Si
quien es conocido por formar parte del séquito de un general famoso, o de
cualquier otro personaje ilustre, se siente importante cuando oye que uno u
otro hablan de él, y tiene por gran honor disfrutar de esa fama, y pone cuanto
está de su parte para que no quede deshonrado por su culpa el nombre del personaje
a cuyo séquito pertenece, nosotros, que no nos titulamos sólo siervos de un
general o de cualquier otro poderoso de la tierra, ni tampoco de un ángel, un
arcángel o uno de los serafines, sino del mismo rey de todos ellos, ¿no deberemos
poner en peligro nuestra vida antes que permitir que sea ofendido quien así nos
ha honrado? ¿Desconocéis, acaso, cuan alto honor es considerado por las
unidades de escuderos o lanceros imperiales el hecho de formar parte de la
guardia personal del emperador? También nosotros, que hemos sido considerados
dignos de estar al lado de nuestro rey y mucho más próximos a El que esos de quienes
hemos hablado, pues estamos tan cercanos como lo están el cuerpo y la cabeza, hagámoslo todo por imitar a Cristo.”
A.W PINK
“Aquí
encontramos al Señor dándole a Simón una bendita promesa, cuya fuerza debe
buscarse en lo que él era por naturaleza. Por temperamento natural, Simón era
fogoso e impetuoso, temerario e inestable. ¿Cuáles serían los pensamientos de
ese hombre cuando escuchó por primera vez a Andrés? Cuando supo que Cristo
estaba allí, y recibió la invitación para ir a Él, cuando supo que el Maestro
estaba buscando sirvientes leales y devotos, ¿no diría él: Eso está bien para
el firme y confiable Andrés, pero no para los que son como yo? Sería un
obstáculo para la causa de Cristo: mi temperamento impetuoso y mi lengua
apresurada solo obstaculizarán, y no ayudarán? Si tales pensamientos pasaron
por su mente, como creemos muy probablemente, entonces, ¿cómo estas palabras de
Cristo que ahora caen sobre sus oídos debieron tranquilizar su corazón?:
"Cuando Jesús lo miró, dijo: Tú eres Simón,
el hijo de Juan". El Señor nos mostró que ya conocía a fondo a Simón.
Pero, agrega, "Serás llamado Piedra".
"Cefas" era arameo y significa "una roca".
"Petros"
es el griego y significa "una piedra". Peter es la forma inglesa de
Cephas y Petros. ¡Cuán bendita, entonces, fue esta promesa de nuestro Señor!
"Tú eres Simón" (su nombre natural), vacilante e inestable. Sí, lo sé todo acerca de ti, "pero
serás llamado Cefas" (su nuevo nombre), "una roca", fija y estable. Cristo, por tanto, prometió
emprender por él. ¡Qué bendito cumplimiento recibió esta promesa después de la
resurrección del Salvador!
Creemos,
sin embargo, que hay un significado más
profundo en este versículo, y uno que tiene una aplicación más amplia, una
aplicación para todos los creyentes. En estos versículos que tratan del tercer
"día", tenemos lo que pertenece, estrictamente, a la dispensación
cristiana. Pedro debe verse como un personaje representativo. Visto así, aquí
todo gira en torno al significado de los
nombres propios.
Simón
significa "escuchar". Hijo
de Jonás es, correctamente traducido creemos, en la RV "hijo de Juan", y Juan significa
"don de Dios". Nos
convertimos en cristianos al escuchar la
Palabra de Dios (Rom. 10:17), y este escuchar espiritual es un regalo de Dios, y todo creyente se convierte en piedra; comp. "Vosotros también, como piedras vivas, sois
edificados como casa espiritual" (1 Ped. 2: 5).”
LUIS PALAU
“Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo
de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).
Descubrimos
en estas palabras que la inmediata revelación del propósito divino en la vida
de un hombre que se encuentra con Cristo es convertirlo en una nueva persona.
El Señor está decidido y comprometido a cambiarnos. Alguien lo explicó de la
siguiente manera: “Dios te ama tal como eres, pero te ama demasiado para
dejarte tal como eres.”
El
cambio que quería efectuar el Señor era doble. Por un lado doctrinal (pues si
no conocemos la doctrina no puede haber un cambio práctico), pero a eso se
agregaba un cambio real de conducta, de carácter y de propósito en la vida.
Jesús
declara:
1)
Tú eres Simón.
2)
Tú serás Pedro, una piedra (Mt. 16:18), un pedazo de la roca viviente. (Eso era
señal de que se convertiría en un hombre nuevo en Jesucristo.)
Lo
que en realidad Jesús estaba diciendo era: “Tú eres un pecador, pero te haré un
gran vencedor; eres egoísta, pero te convertiré en altruista; estás perdido,
pero te voy a salvar; eres inquieto, pero te transformaré en sereno y firme;
eres cobarde, pero te haré valiente. Eres Simón; pero serás llamado Pedro.”
Los
capítulos 5 y 8 de Romanos revelan a grandes rasgos los variados propósitos de
Dios al redimir al ser humano.”
COMENTARIO BIBLICO MUNDO HISPANO
“Al
verlo (v. 42) es el participio del verbo gr. Emblepo G1689, usado también en el v. 36, que indica una mirada fija y penetrante. Jesús no
solo miraba la apariencia exterior del hombre, sino que su mirada penetraba
hasta el mismo corazón, lo cual es evidente por lo que sigue. Quizás Andrés ya
le había hablado a Jesús acerca de su hermano antes de presentárselo. Jesús
emplea la costumbre judía de identificar a una persona por el nombre de su
padre.
Desde
la antigüedad, el nombre de una persona representaba todo su ser, la suma de su
personalidad. Morris comenta que el que cambiaba el nombre de otro, o le daba
un nuevo nombre a otro, indicaba su autoridad sobre éste (2 Rey. 23:34; 24:17),
pero, cuando Dios lo hacía, significaba un nuevo carácter en esa persona a
partir de ese momento (Gén. 32:28). Cefas es un término arameo, usado en el NT
sólo aquí y en los escritos de Pablo (1 Cor. 1:12; 3:22; 9:5; 15:5; Gál. 1:18;
2:9, 11, 14). En cambio, el término griego petros
G4074 significa a una piedra separada de una roca grande y maciza (petra G4073). Este nuevo nombre sería
algo como un sobrenombre que se le da a una persona hoy día.”
BRIAN BAILEY
“Cuando
Simón Pedro vino a Jesús, el Señor le dijo que desde ese momento sería llamado
Cefas, que significa “una piedra”. Cuando nosotros venimos a Jesús, nuestro carácter será cambiado. La meta
total del cristianismo es ser transformado (Ro.12:2). Por naturaleza, Pedro era
gobernado por sus emociones y era muy temperamental. Un día, él podía sentirse
en la cima de una montaña, y al siguiente, estaba sumido en un pozo de desesperación.
La
escena en el huerto es típica del carácter de Pedro. Primero, en un intento por
mostrar su celo por el Señor, Pedro le corta la oreja al siervo del Sumo
Sacerdote, y más tarde, esa misma noche, él niega a Jesús cuando fue
cuestionado por las criadas. Estas tendencias no pertenecen a un santo, y por
lo tanto, el Señor busca animarnos (Is. 54:11-12), para que nos volvamos tan
estables como una roca.”
JUAN CALVINO
“Tú eres Simón. Cristo le da un nombre a
Simón, no como los hombres comúnmente lo hacen, por algún evento pasado, o por
lo que ahora se percibe en ellos, sino porque lo haría Pedro, (una piedra).
Primero, él dice: Tú eres Simón, el hijo
de Jonás. Repite el nombre de su padre en forma abreviada; que es bastante
común cuando los nombres se traducen a otros idiomas; porque se verá claramente
en el último capítulo que él era el hijo de Juana o Juan. Pero todo esto
equivale a nada más que él será una
persona muy diferente de lo que es ahora.
Porque
no es por honor que menciona a su padre; pero como descendía de una familia
oscura y que no era estimada entre los hombres, Cristo declara que esto no le
impedirá hacer de Simón un hombre de valor inquebrantable. El evangelista, por
tanto, menciona esto como una predicción, que Simón recibió un nuevo nombre. Lo
veo como una predicción, no solo porque Cristo previó la firmeza futura de la
fe en Pedro, sino porque predijo lo que le daría. Ahora magnifica la gracia que
después decidió conferirle; y por lo tanto no dice que este es ahora su nombre,
sino que lo retrasa para un tiempo futuro.
Serás llamado Cefas. Todos los piadosos, en verdad, pueden ser justamente
llamados Pedros (piedras) que, habiendo sido fundidos en Cristo, son aptos para construir el templo de Dios;
pero sólo él es llamado así debido a su singular excelencia. Sin embargo, los
papistas actúan de manera ridícula cuando lo sustituyen en el lugar de Cristo;
para ser el fundamento de la Iglesia, como si él tampoco estuviera fundado en
Cristo junto con los demás discípulos; y son doblemente ridículos cuando de una
piedra le hacen cabeza.
Porque
entre las rapsodias de Graciano hay un canon necio con el nombre de Anacleto,
quien, cambiando una palabra hebrea por una griega, y sin distinguir la palabra
griega κεφαλὴ (kephale) de la palabra
hebrea Cefas, piensa que por este
nombre Pedro fue nombrado Jefe de la Iglesia. Cefas es más una palabra caldaica
que hebrea; pero esa era la pronunciación habitual después del cautiverio en
Babilonia. Entonces, no hay ambigüedad en las palabras de Cristo; porque él
promete lo que Pedro no había esperado en absoluto, y así magnifica su propia
gracia a todas las edades, para que su condición anterior no nos lleve a pensar
menos en él, ya que esta notable denominación nos informa que fue hecho un hombre nuevo.”
JOHN MACARTHUR
“La
mirada penetrante y omnisciente de Jesús no solo vio a Simón, también vio al
hombre que Él habría de formar. Por lo tanto, Jesús lo llamó Cefas, la palabra
aramea para “piedra”, que, como volvió
a aclarar Juan a sus lectores gentiles, quiere decir Pedro en griego.
Simón
era un nombre muy común. Solo en los Evangelios se registran al menos siete
Simones. Entre los doce había dos llamados Simón (Simón Pedro y Simón Zelote).
En Mateo 13:55 se enumeran los medio hermanos de Jesús, uno de ellos se llamaba
Simón. El padre de Judas Iscariote también se llamaba Simón (Jn. 6:71). Mateo
26:6 menciona que Jesús tuvo una comida en casa de un hombre de Betania llamado
Simón el leproso. Otro Simón, un fariseo, fue anfitrión de Jesús en una comida
similar (Lc. 7:36-40). Y un hombre reclutado para cargar la cruz de Jesús en
parte del camino hacia el Calvario era Simón de Cirene (Mt. 27:32).
El
nombre de pila completo para nuestro Simón era Simón Bar-Jonás (Mt. 16:17),
cuyo significado es “Simón, hijo de Jonás” (Jn. 21:15-17). El padre de Simón
Pedro, pues, se llamaba Juan (traducido a veces como Jonás). No sabemos nada
más sobre sus padres.
Pero
note que el Señor le dio otro nombre. Lucas lo presenta de esta manera: “Simón,
a quien también llamó Pedro” (Lc. 6:14). Aquí es importante la elección que
hace Lucas de las palabras. Jesús no solo le dio un nombre nuevo para
reemplazar el viejo. Él “también” lo llamó Pedro. Este discípulo era conocido a
veces como Simón, otras como Pedro y otras tantas como Simón Pedro.
Pedro
era una especie de sobrenombre. Quiere decir “piedra” (Petros es la palabra
griega para “un pedazo de piedra o roca”).
El equivalente en arameo era Cefas
(cp. 1 Co. 1:12; 3:22; 9:5; 15:5; Gá. 2:9). Juan 1:42 describe el primer
encuentro que Simón Pedro y Jesús tuvieron cara a cara: “Tú eres Simón, hijo de
Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro)”. Al parecer, esas fueron las
primeras palabras que Jesús le dijo a Pedro. Y de ahí en adelante, su sobrenombre
fue “Piedra”.
Sin
embargo, a veces el Señor se refería a él
como Simón. Cuando eso se ve en las Escrituras, suele ser una señal de que
Pedro hizo algo en lo cual necesitaba reprensión o corrección.
El
sobrenombre era importante y el Señor tenía una razón específica para
escogerlo. Simón era impetuoso por naturaleza, vacilante e indigno de
confianza. Tendía a hacer grandes promesas que no podía cumplir. Era una de
esas personas que pareciera sumergirse completamente en algo pero después se
salía sin terminarlo. Pedro siempre era el primero en participar, y por lo
general era el primero en salirse. Cuando Jesús lo conoció, se ajustaba a la
descripción que Santiago hace de una persona de doble ánimo, inestable en todos
sus caminos (Stg. 1:8). Parece que Jesús le cambió el nombre a Simón porque Él
quería que el sobrenombre le recordara perpetuamente quién debería ser Pedro. Y
desde ese momento en adelante, fuera cual fuera el nombre que Jesús le diera,
le enviaba un mensaje sutil. Si lo llamaba Simón, le indicaba que estaba
actuando como el de antes. Si lo llamaba Piedra, lo estaba elogiando por actuar
como era debido…
Este
hombre joven llamado Simón, que se convertiría en Pedro, era impetuoso,
impulsivo y muy vehemente. Necesitaba volverse como una piedra, de modo que
Jesús le puso ese nombre. Desde entonces, el Señor podría regañarlo o elogiarlo
tan solo usando uno u otro nombre.
Después
del primer encuentro de Cristo con Simón Pedro, encontramos dos contextos
diferentes en los cuales se le aplica regularmente el nombre Simón. Uno es el
contexto secular. Por ejemplo, cuando las Escrituras se refieren a su casa, por
lo general dice la “casa de Simón” (Mr. 1:29; Lc. 4:38). Cuando habla de su
suegra, lo hace en términos semejantes: “La suegra de Simón” (Mr. 1:30; Lc.
4:38).
Lucas
5, donde se describe el negocio de pesca, menciona que “una de aquellas barcas…
era de Simón” (v. 3) y Lucas dice que Santiago y Juan eran “compañeros de
Simón” (v. 10). Todas estas expresiones
se refieren a Simón por su nombre de pila en contextos puramente seculares.
Cuando en tal contexto se le llama Simón, el uso del nombre antiguo no suele
tener que ver con su espiritualidad o su carácter.
Simplemente
esa es la forma normal de hablar sobre lo que le pertenecía a él como hombre
natural: su trabajo, su casa o su vida familiar. Estas son las cosas “de
Simón”.
La
segunda categoría de referencias en que se le llama Simón es cuando Pedro
muestra características no regeneradas: cuando
él pecaba de palabra, actitud o acción.
Toda
vez que él comienza a actuar como su viejo yo, Jesús y los evangelistas lo
llaman Simón. Por ejemplo, Lucas 5:5 dice: “Respondiendo
Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos
pescado; mas en tu palabra echaré la red”. Ese es el joven Simón pescador hablando.
Es escéptico y reacio. Pero en cuanto obedece y sus ojos se abren a quien Jesús
es en realidad, Lucas comienza a referirse a él por su nuevo nombre. El
versículo 8 dice: “Al ver esto, Simón
Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: ‘¡Apártate de mí, Señor; soy
un pecador!’”.
Vemos
que Jesús lo llama Simón con referencia a los fracasos clave de su carrera. En
Lucas 22:31, cuando predice la traición de Pedro, Jesús dijo: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido
para zarandearos como a trigo”.
Después,
en el huerto de Getsemaní, cuando Pedro debiera haber estado velando y orando
con Cristo, se quedó dormido. Marcos escribe: “‘Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No
has podido velar una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el
espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mr.
14:37-38). Entonces, cuando Pedro necesitaba reprensión o amonestación, Jesús se refería a él como Simón.
Debió
de haber llegado un punto en el cual Pedro se encogiera cada vez que Jesús le
decía “Simón”. Debía de estar pensando ¡Por favor, llámame Piedra! Y el Señor podría
haber respondido: “Te llamaré Piedra cuando actúes como una piedra”.
De
la narración en los Evangelios es obvio que el apóstol Juan conocía a Pedro
muy, muy bien. Habían sido amigos de toda la vida, socios de negocios y
vecinos. Es interesante que en el Evangelio de Juan, el apóstol se refiera a su
amigo quince veces como “Simón Pedro”. Al parecer Juan no pudo decidirse por
cuál nombre usar porque veía los dos lados de Pedro constantemente. De modo que
simplemente puso los dos nombres de Pedro juntos. De hecho, “Simón Pedro” es el
nombre que Pedro se da cuando escribe en su segunda epístola: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo”
(2 P. 1:1). En efecto, él tomó para sí el sobrenombre de Jesús y lo hizo su
apellido (cp. Hch. 10:32).
Después
de la resurrección, Jesús instruyó a sus discípulos a regresar a Galilea, donde
Él planeaba aparecérseles (Mt. 28:7). Al parecer, Simón, impaciente, se cansó
de esperar y anunció que se volvía a pescar (Jn. 21:3).
Como
es usual, los otros discípulos, cumpliendo su deber, siguieron a su líder. Se
subieron a la barca, trabajaron toda la noche y no pescaron nada.
Pero
Jesús los esperaba a la mañana siguiente a la orilla del lago, donde les había
preparado un desayuno. El propósito principal de ese desayuno parecía ser la restauración
de Pedro (quien había pecado notoriamente negando a Cristo con maldiciones en
la noche en que el Señor fue entregado). Fueron tres las veces que Jesús se dirigió
a Simón para preguntarle “Simón, hijo de
Jonás, ¿me amas?” (Jn. 21:15-17). Y tres veces Pedro afirmó su amor.
Esa
fue la última vez que Jesús lo llamaría Simón. Pocas semanas después, en
Pentecostés, Pedro y el resto de los apóstoles estaban llenos del Espíritu
Santo. Fue Pedro, la Piedra, quien se puso en pie y predicó ese día.
Pedro
era exactamente como la mayoría de los cristianos: carnal y espiritual. En ocasiones sucumbía a los hábitos de la carne;
otras veces funcionaba en el Espíritu. A veces pecaba, pero otras veces actuaba
como deben actuar los justos. Este personaje vacilante—a veces Simón, a veces
Pedro—era el líder de los doce.”
BENEDICTO ARETIUS
“De una manera amable y amistosa, el Señor Cristo comienza a revelarse aquí, dando pruebas de su divinidad. Primero, pronuncia el nombre de una persona desconocida para él, una persona que nunca había visto, diciendo: Tú eres Simón. En segundo lugar, agrega el nombre de su padre, el hijo de Jonás, es decir, de Juan, que significa misericordioso o paloma. En tercer lugar, le promete otro nombre: te llamarán Cefas, es decir, piedra. No cambia su nombre, pero promete que se cambiará un poco más tarde. Tras su confesión, se confirma este cambio de nombre. Considere aquí por qué Cristo asume la autoridad para cambiar un nombre. En el Antiguo Testamento, el mismo Dios de alguna manera cambia un nombre a Abraham y Sara. Y claramente le asigna un nuevo nombre a Jacob. Cristo imita esta práctica y le revela a Pedro que él es Dios y Señor. Porque los nombres cambian en los siervos humanos del Señor. Por lo tanto, Cristo se declara el Señor.”
ALEXANDER MACLAREN
“Tú eres Simón, el hijo de Jonás".
Cristo puede, sin duda, haber aprendido el nombre y el linaje del Apóstol de su
hermano, o de alguna otra manera ordinaria. Pero si observa el incidente
similar que sigue en la conversación con Nicodemo, y la declaración enfática
del próximo capítulo de que Jesús conocía tanto a 'todos los hombres' como 'lo
que había en el hombre', tanto la naturaleza humana como un todo, y cada
individuo. -Es más natural ver aquí conocimientos
sobrehumanos.
Entonces,
el primer punto en la autorrevelación de nuestro Señor aquí es que Él se muestra
poseedor de un conocimiento completo y sobrenatural. Uno recuerda los muchos
casos en los que nuestro Señor leyó los corazones de los hombres, y la oración
que probablemente le dirigió Pedro, 'Tú,
Señor, que conoces los corazones de todos los hombres', y la visión que vio
Juan de 'ojos como una llama de fuego',
y el séptuple' Yo conozco tus obras'.
Puede
ser un pensamiento muy espantoso: 'Tú,
Dios, me ves'. Es un pensamiento muy desagradable para muchos hombres, y lo
será para nosotros a menos que podamos darle la modificación que recibe de la fe
en la divinidad de Jesucristo, y estemos seguros de que los ojos que
resplandecen con la divinidad la omnisciencia está cubierta de amor divino y
humano. ¿Tú lo crees? ¿Sientes que Cristo te está mirando y buscándote por
completo? ¿Te regocijas en ello? ¿Lo llevas contigo como consuelo y fortaleza
en momentos de debilidad y en tiempos de tentación? ¿Es una bendición para ti
sentir ``Cristo me mira ahora '',
como lo es para un niño sentir que, cuando está jugando en el jardín, su madre
está sentada en la ventana mirándolo, y que ningún daño puede ¿venir?
Ha
habido hombres enloquecidos en las cárceles porque sabían que en algún lugar de
la pared había un pequeño orificio a través del cual el ojo de un carcelero
siempre los miraba. Y la idea de una omnisciencia absoluta allá arriba, que me
escudriña en las profundidades de mi naturaleza, puede convertirse en un terror
que haga que el pecador retroceda estremeciéndose, y no será del todo bendita a
menos que me llegue en esta forma: - 'Mi
Cristo sabe por completo y me ama más de lo que Él sabe. Y entonces me
extenderé ante Él, y aunque siento que hay mucho en mí que no me atrevo a decirles
a los hombres, me regocijaré que no hay nada que necesite decirle. Él me conoce
de principio a fin. Me conoció cuando murió por mí. Él me conoció cuando me
perdonó. Él me conoció cuando se comprometió a limpiarme. Como este mismo
Pedro, diré: "Señor, tú sabes todas
las cosas", y, como él, me aferraré más a Sus pies, porque conozco, y
Él sabe, mi debilidad y mi pecado.
'Tú eres Simón, serás Pedro'. El proceso será largo. Será doloroso. Habrá mucha carne
recortada. El escultor crea la imagen de mármol quitando el mármol superfluo.
¡Ah! y cuando tienes que picar la carne y la sangre superfluas, es un trabajo
amargo, y el cincel a menudo está profundamente teñido de sangre y el mazo
parece ser muy cruel. Simón no sabía todo lo que había que hacer para
convertirlo en Pedro.
Tenemos
que agradecer a la providencia de Dios que no conocemos todos los dolores y
pruebas del proceso de convertirnos en lo que Él quiere que seamos. Pero
podemos estar seguros de esto, que si tan solo nos mantenemos cerca de nuestro
Maestro, y dejamos que Él se salga con la suya con nosotros, y haga Su voluntad
sobre nosotros, y si tan solo no nos estremecemos por los golpes del cincel del
Gran Artista, entonces del bloque más tosco tallará la estatua más hermosa; y
Él cumplirá por fin para nosotros Su gran promesa: "Le daré una piedra blanca, y en la piedra un nombre nuevo escrito, que
nadie conoce sino el que lo recibe.”
GRANT OSBORNE
“Otra
escena increíble tiene lugar cuando Jesús se encuentra por primera vez con uno
de los grandes futuros líderes de la iglesia. El verbo detrás de “mirándolo”
(emblepō) significa “mirar atentamente” o “directamente” y podemos imaginar a
Jesús mirando profundamente a Pedro y discerniendo quien es realmente No se le
llamaba “Pedro” sino “Simón bar-Jonás” o “Simón, hijo de Juan”. En el judaísmo,
el nombre del Padre se convertía en una especie de apellido para una persona.
Sin embargo, Jesús es omnisciente (Otro tema de Juan que veremos nuevamente en
1:47 y 4:16–19) y le da a Simón un segundo nombre que tipificará su verdadero
lugar en la iglesia: Cefas (de la forma aramea) o Pedro (el equivalente
griego), la “roca”.
Cuando
los Padres nombraban a un niño, elegían un nombre que pudiera representar lo
que ellos anhelaban para su hijo. Jesús con base en su conocimiento previo le
dio a Simón su verdadero nombre que presagió su destino como la roca de la
iglesia. Esto señala hacia atrás al episodio en Génesis cuando Dios le dio a
Jacob el nuevo nombre de Israel (Gn 32:28). Es la segunda ocasión de una
intervención divina para renombrar a una persona que cambiaría el destino del
pueblo de Dios.
En
realidad, esto habló no solo del futuro de Simón como Pedro sino también de la
autoridad mesiánica que Jesús poseía al darle ese nuevo nombre. Esto fue
verdaderamente profético, porque durante todo el ministerio de Jesús Pedro no
era una roca, sino arena movediza, siempre decía o hacía lo incorrecto. Sin
embargo, Dios estaba trabajando, y después del Pentecostés cuando vino el
Espíritu, en verdad se convirtió en “la roca de la iglesia” (también
profetizado en Mateo 16:18).”
J.C RYLE
“[Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón].
Nuestro Señor manifiesta aquí su conocimiento perfecto de todas las personas,
todos los nombres y todas las cosas. No necesitó que nadie le dijera quién era
una persona y qué era. Este conocimiento era considerado por los judíos como un
atributo especial del Mesías, cuando quiera que viniera. Sería de entendimiento
“diligente” (Isaías 11:3). Bástenos
con saber que es un atributo especial de
Dios. Solo Él conoce los corazones de los hombres.
El
conocimiento perfecto de nuestro Señor de todos los corazones era una de las
muchas pruebas de su divinidad. El mismo conocimiento aparece de nuevo cuando
se dirige a Natanael en este capítulo (cf. versículo 47) y en su conversación
con la samaritana (cf. Juan 4:18, etc.). Merece la pena advertir el efecto
producido en ambos casos.
Observemos
al dejar este pasaje que la selección de unos humildes hombres ignorantes como
los aquí descritos para ser los primeros apóstoles y predicadores del Evangelio
es una fuerte evidencia de la verdad del cristianismo. Una religión que fue
propagada por instrumentos tan débiles, frente a la persecución y oposición de
los grandes y eruditos, tiene que ser una religión procedente de Dios. Que
semejantes instrumentos produjeran esos resultados no puede explicarse por
principios naturales.”
ALFRED WIKENHAUSER
“Jesús
observa a Simón con mirada escrutadora; nunca lo ha visto, pero, valiéndose de
la ciencia sobrehumana que posee en virtud de su unión con el Padre, le da (o
le promete) un nuevo nombre: Cefas (kefá),
vocablo arameo que significa «roca». La imposición de este nombre equivale a la
declaración de que Jesús lo juzga idóneo para ser, algún día, el pastor del
rebaño que él, como Mesías, habrá de reunir (cf. 21,15-17). Las palabras de Jesús
pueden significar que Simón recibe el nombre de Cefas, bien sea en este mismo
momento, o bien en otra ocasión, posteriormente.
No
se puede excluir la posibilidad de que Jesús le haya dado el nuevo nombre ya
desde el primer encuentro, pero el verbo en futuro sugiere que la imposición se
hará efectiva más tarde. El nombre de Cefas
no aparece en ninguna otra parte de los Evangelios; Pablo, en cambio, lo emplea
habitualmente en 1 Cor. y casi siempre en la carta a los Gálatas.”
MATTHEW HENRY
“«Y le trajo a Jesús» (v. Jua_1:42); Andrés
le trajo a la fuente. Esto fue una prueba del amor que le tenía a su hermano.
También nosotros deberíamos tener un interés especial en el bienestar
espiritual de nuestros parientes más próximos, puesto que este parentesco nos
ofrece no sólo una mayor obligación, sino también una mejor oportunidad, para hacer
el bien a sus almas. La conversación de aquel día con Jesús hizo este efecto
espontáneo en Andrés. Así mostró que había estado con Jesús (comp. con
Hch_4:13), pues estaba tan lleno de Él. Sabía ya que en Cristo había suficiente
para todos y, habiendo gustado la bondad del Señor (v. Sal_34:8; 1Pe_2:3), no
paró hasta que sus más amados parientes la gustasen también. La gracia genuina
odia el monopolio y no le agrada comer a solas sus manjares.
Las
palabras de Jesús a Simón Pedro (v. Jua_1:42):
(A)
Cristo lo llamó por su nombre, después de mirarle fijamente por unos momentos,
como indica el verbo original: «Tú eres Simón, hijo de Juan (o Barjonás, que,
probablemente, no significa «hijo de Jonás», sino algo parecido a «Zelote»).
(B)
A continuación, Jesús impuso a Simón un nuevo nombre: «Tú serás llamado Cefas
(que quiere decir, Pedro)». Este nuevo nombre era un privilegio para Pedro,
pues con él apuntaba Jesús proféticamente al día aquel que, en Cesarea de
Filipo, el impulsivo Apóstol, por revelación del Padre había de confesar a
Jesús como «el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mat_16:16. V. el comentario
a este lugar). De las seis veces que el Nuevo Testamento nombra a Pedro como
«Cefas», cinco están en las Epístolas de Pablo; la última en Gál_2:9, cuando precisamente
en el contexto posterior se narra el incidente de Antioquía en que Pablo tuvo
que reprender severamente a esta «piedra» porque se tambaleaba, «no andaba
rectamente», como dice el original. A la oración de Jesús (Luc_22:32) se debió
el que la fe de Pedro no fallase del todo, cuando vino la prueba, y, con lo que
aprendió en su dolorosa experiencia, quedó capacitado para fortalecer mejor a
sus hermanos. La firmeza de su fe como la nuestra, no era una cualidad propia
suya, sino una gracia especial del Señor.”
BEDA (EL VENERABLE)
“Jesús
le miró, no sólo con los ojos exteriores sino con la mirada interior de la
divinidad, viendo la sencillez de su corazón y la elevación de su alma, en
razón de cuyas prendas merecía el primer lugar en toda su Iglesia. Y no debemos
buscar en la palabra Pedro otra interpretación, ni en hebreo, ni en sirio,
porque lo mismo significa en griego y en latín Pedro, que Cephas en sirio, y en
una y otra lengua esta palabra se deriva de piedra. Y se le llama Pedro por la
firmeza de su fe con la cual se adhirió a aquella piedra de quien dice el
Apóstol: "Mas la piedra era Cristo" (1Co_10:4), que robustece contra
las asechanzas de sus enemigos los que esperan en El, y les concede abundancia
de bienes espirituales.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario