EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1
VERSICULO 49 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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Respondió
Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. |
Rabí,
¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! declaró Natanael. |
Le
respondió Natanael: ¡Rabbí, Tú eres el Hijo de DIOS! ¡Tú eres el Rey de
Israel! |
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TR+ |
INA27+ |
VUL |
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απεκριθηG611
V-ADI-3S ναθαναηλG3482 N-PRI καιG2532 CONJ λεγειG3004 V-PAI-3S αυτωG846 P-DSM
ραββιG4461 HEB συG4771 P-2NS ειG1510 V-PAI-2S οG3588 T-NSM υιοςG5207 N-NSM
τουG3588 T-GSM θεουG2316 N-GSM συG4771 P-2NS ειG1510 V-PAI-2S οG3588 T-NSM
βασιλευςG935 N-NSM τουG3588 T-GSM ισραηλG2474 N-PRI |
απεκριθη G611:V-ADI-3S Respondió αυτω
G846:P-DSM a él ναθαναηλ G3482:N-PRI Natanael ραββι G4461:HEB Rabí συ
G4771:P-2NS tú ει G1510:V-PAI-2S estás siendo ο G3588:T-NSM el υιος
G5207:N-NSM Hijo του G3588:T-GSM de el θεου G2316:N-GSM Dios συ G4771:P-2NS
tú βασιλευς G935:N-NSM rey ει G1510:V-PAI-2S estás siendo του G3588:T-GSM de
el ισραηλ G2474:N-PRI Israel |
respondit
ei Nathanahel et ait rabbi tu es Filius Dei tu es rex Israhel |
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KJV |
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Nathanael answered and
saith unto him, Rabbi, thou art the Son of God; thou art the King of Israel. |
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TCB |
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Rabí.
Jua_1:38. Tú
eres el Hijo de Dios. Jua_1:18, Jua_1:34;
Jua_20:28, Jua_20:29; Mat_14:33. El
Rey de Israel. Jua_12:13-15; Jua_18:37;
Jua_19:19-22; Sal_2:6; Sal_110:1; Isa_9:7; Jer_23:5, Jer_23:6; Eze_37:21-25; Dan_9:25;
Ose_3:5; Miq_5:2; Sof_3:15; Zac_6:12, Zac_6:13; Zac_9:9; Mat_2:2; Mat_21:5;
Mat_27:11, Mat_27:42; Luc_19:38. |
COMENTARIOS:
JOHN OWEN
“Esta
misma confesión que hizo Natanael aquí en Juan 1:49, "Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Y la
confesión de Pedro, en Matt. 16:16, Juan 6:69, "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente", no era más que
una aplicación debida de la fe de la iglesia judía a la persona de nuestro Salvador;
que fue todo lo que pidió entonces. "A
menos que," dice él, "creáis
que yo soy, moriréis en vuestros pecados". Y esta fe de la iglesia se
basa principalmente en este testimonio, donde Dios llama expresamente al Mesías
su Hijo, y eso a causa de su generación eterna.”
WARREN WIERSBE
“Cuando
Jesús reveló que sabía esto de Natanael, dónde había estado y lo que había
estado haciendo, fue suficiente para convencer al hombre de que Jesús era
verdaderamente el Hijo de Dios, el Rey de Israel. Su experiencia fue como la de
la samaritana junto al pozo. "Cuando él [el Mesías] venga nos declarará
todas las cosas... Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he
hecho" (Juan 4:25,29). La revelación del corazón humano debería tener
lugar también en el ministerio de las iglesias locales (1 Corintios 14:23-35).
Cuando
Felipe le testificó a Natanael, la evidencia que le dio fue la de Moisés y los
profetas (Juan 1 :45). Tal vez Jesús le dio a Felipe una explicación de las
profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, como lo hizo con los discípulos
que iban a Emaús (Lucas 24:13 en adelante). Siempre es bueno ligar nuestro
testimonio personal con la Palabra de Dios.
"Rey
de Israel" sería un título similar al Mesías, Ungido, porque los reyes
siempre eran los ungidos de Dios (ver Salmo 2, especialmente los vv. 2,6,7). En
cierto punto del ministerio de Jesús las multitudes querían hacerle rey, y él
rehusó (Juan 6: 15 en adelante), pero ante Pilato afirmó que había nacido Rey
(Juan 18:33-37).”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“¿Qué
hizo entonces Natanael? Como había recibido una prueba patente de su
presciencia, llegó a la pública confesión de su fe, luego de haber mostrado su
prudencia mediante la incertidumbre que al principio tuvo, dando muestras de su
sabiduría merced al reconocimiento que hizo.
Pues
narra el evangelista que respondió con estas palabras: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel. ¿Veis como
de pronto su alma se llenó de gozo y qué apego a Cristo revelan sus palabras?
Dice: Tú eres el que esperábamos y buscábamos. ¿Advertís su sorpresa y
maravilla, su exultación y la plenitud de su felicidad?
También
nosotros debemos alegrarnos así, pues hemos sido considerados dignos de conocer al Hijo de Dios. Digo que
nos alegremos, y no sólo con la mente, sino que es además menester que llevemos nuestra alegría a nuestras acciones.
¿Qué debemos hacer quienes participamos en esta alegría?
Creer en Aquel a quien hemos conocido. Deber de quien cree es hacer lo que El quiere, pues si
hacemos lo que le desagrada, ¿cómo podremos probar que es sincero nuestro gozo?
¿No veis cómo, cuando alguien recibe en su casa a un amigo suyo, todo lo hace
con alegría, corriendo de un lado a otro, sin cuidarse de economizar, dispuesto
a acabar con sus provisiones con tal de dar gusto a su huésped? Suponed, por el
contrario, que este tal no es de su agrado y que, por ello, no haga todo lo
posible por agradarle. Por mucho que hubiera manifestado alegría por su venida,
no lograría ganarse la confianza de su huésped. Y con razón, porque a las palabras han de seguir los
hechos.
Por
eso, manifestemos nuestra alegría por haber venido Cristo hasta nosotros y no
cometamos acciones que puedan desagradarle. Adornemos
la casa a la que ha venido. Eso mostrará nuestra alegría. Preparémosle los alimentos mejores y así
demostraremos nuestra satisfacción.
¿Cuáles
son esos alimentos mejores? El mismo nos lo dice: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado. Si lo vemos
hambriento, alimentémoslo. Si sediento, démosle de beber. Aunque sólo le des un
vaso de agua fresca, movido por el cariño que siente por ti, lo aceptará gustoso.
Entre personas que se quieren, incluso los más pequeños regalos, por causa del
afecto que se profesan, parecen grandes a quien los recibe. No seas, por tanto,
perezoso: aunque pongas en sus manos sólo dos moneditas, no las rechazará, sino
que las estimará como si fueran un gran tesoro.
El
nada necesita, no acepta esas ofrendas porque las necesite, y por eso medirá
las cosas no por sus dimensiones, sino
según el cariño de quien se las ofrezca. Basta con que muestres que lo
quieres cuando se entretiene contigo, que tienes para con Él toda suerte de
cuidados y que te alegras con su presencia. Mira lo bien dispuesto que está
hacia ti: por ti vino, por ti dio su vida
y, además, no cesa de exhortarte continuamente. Dice el Apóstol: Nosotros somos los mensajeros de Cristo,
como si Dios no dejara de exhortarnos por medio de nosotros.”
A.T ROBERTSON
“No
sabemos si Natanael había oído al Bautista decir esto de Jesús (1:34),
aparentemente no, pero Natanael era un estudioso del Antiguo Testamento, como
Felipe había implicado (1:45), y pudo rápidamente encajar su conocimiento, la
declaración de Felipe y el manifiesto conocimiento sobrenatural de Jesús
acabado de manifestarse. No hay razón alguna para diluir la noble confesión de
Natanael, a la luz de la declaración de Cristo en el versículo 51. Cf. la
confesión de Pedro en 6:69 y Mateo 16:16, y la de Marta en Juan 11:27. Natanael
va más allá. Tú eres el Rey de Israel
(Basileus ei tou Israël). Para
nosotros esto nos parece un anticlímax, pero no para Natanael, porque ambos
títulos son de carácter mesiánico, provenientes del Salmo 2, y Jesús es
saludado en la Entrada Triunfal como el Rey
de Israel (Jn. 12:13).”
GARY BURGE
“De
repente, Natanael, que ahora ha tenido su propia experiencia personal con Jesús,
se dirige a él con una letanía de títulos: «¡Rabí! […] Hijo de Dios […]
Rey de Israel». «¡Rabí!» es un título de respeto para un
maestro judío (1:38). «Hijo de Dios»
es un inesperado reconocimiento de la deidad de Jesús, un título que se
utilizaba con una enorme reserva en el Antiguo Testamento. «Rey de Israel» se utiliza en pasajes
como la entrada triunfal (12:13) y cuando Jesús está en la cruz (Mt 27:42);
aquí es sin duda una expresión de la identidad de Jesús como Mesías. Juntos,
estos tres nombres completan el retrato que Juan ha estado trazando a lo largo
de este capítulo. Natanael es el perfecto
israelita, el hombre en quien Dios encuentra favor, que reconoce las cosas de
Dios de manera instintiva e inmediata. Este es el tipo de hombre que reconoce la
verdadera identidad de Jesús.”
A.W PINK
“Esta
fue una prueba segura de que se había realizado una obra divina en el alma de
Natanael. Los ojos de su entendimiento se abrieron para contemplar la gloria
divina del Salvador, al confesarle como "el Hijo de Dios". Es significativo que en este cuarto
Evangelio encontramos que hay sólo siete que dan testimonio de la Deidad de
Cristo. Primero, Juan el Bautista (Juan 1:34); Segundo, Natanael (Juan 1:49);
Tercero, Pedro (Juan 6:69); Cuarto, el Señor mismo (Juan 10:36); Quinto, Marta
(Juan 11:27); Sexto, Tomás (Juan 20:28); Séptimo, el escritor de este evangelio
(Juan 20:31).”
COMENTARIO BIBLICO MUNDO HISPANO
“El
título rey de Israel es muy raro en
el NT, encontrándose sólo aquí, (1:49) también en 12:13, Mateo 27:42 y Marcos 15:32.
Este título encerraba la esperanza de un libertador
nacional quien volvería a reinar con la gloria y poder de David, un
concepto popular durante el ministerio público de Jesús. Al usar este título,
Natanael estaba reconociendo a Jesús como su propio rey y señor.”
BRIAN BAILEY
“Natanael llama a Jesús por dos de Sus grandes nombres: “Hijo de Dios” y “Rey de Israel”. Hay siete títulos de Cristo en el primer capítulo de Juan.”
LOS SIETE TÍTULOS DE CRISTO EN EL CAPÍTULO 1 DE JUAN
1. El Verbo (1:1-2).
2. La Luz (1:9).
3. El Cordero de Dios (1:29).
4. El Hijo de Dios (1:34).
5. El Mesías: Cristo (1:41).
6. El Rey de Israel (1:49).
7. El Hijo del Hombre (1:51).
JUAN CALVINO
“No
es maravilloso que reconozca que es el Hijo de Dios por su poder divino; pero ¿por qué lo llama Rey de Israel? pues las dos cosas no parecen estar necesariamente
conectadas. Pero Natanael tiene una
visión más elevada. Ya había escuchado que él es el Mesías, y a esta doctrina agrega la confirmación que le había
sido dada. También sostiene otro principio, que el Hijo de Dios no vendrá sin
ejercer el oficio de Rey sobre el pueblo
de Dios. Por tanto, con justicia, reconoce que el que es el Hijo de Dios es también Rey de Israel.
Y,
de hecho, la fe no debe fijarse únicamente en
la esencia de Cristo (por así decirlo), sino que debe prestar atención a su poder y oficio; pues de poco serviría
saber quién es Cristo, si no se agrega este segundo punto, qué quiere ser para
con nosotros y con qué propósito lo envió el Padre. La razón por la que los
papistas no tienen más que una sombra de Cristo es que han tenido cuidado de
mirar su mera esencia, pero han ignorado su reino, que consiste en el poder de salvar.
De
nuevo, cuando Natanael lo llama Rey de Israel, aunque su reino se extiende
hasta los confines más remotos de la tierra, la confesión se limita a la medida
de la fe. Porque aún no había llegado a saber que Cristo fue designado Rey sobre todo el mundo, o más bien, que
de todas partes serían recogidos los hijos de Abraham, para que el mundo entero fuera el Israel de Dios.
Nosotros,
a quienes se ha revelado la amplia extensión del reino de Cristo, debemos ir
más allá de esos estrechos límites. Sin embargo, siguiendo el ejemplo de
Natanael, ejerzamos nuestra fe en el oído de la palabra y fortalezcámosla por todos
los medios que estén a nuestro alcance; y que no permanezca sepultado, sino estallemos
en confesión.”
JOHN MACARTHUR
“El
propósito de Juan al escribir este Evangelio era que las personas creyeran “que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios”
(20:31), quien participa con Dios de la misma naturaleza (1:1). Juan añadió el
testimonio de Natanael al de Juan el Bautista con respecto a que Jesús es el
Hijo de Dios (1:34). El uso del artículo definido indica aquí que el título se usa
en el sentido más completo, afirmando la
igualdad absoluta de Jesús con Dios. A través del ministerio terrenal de
Jesús, sus seguidores reconocieron en repetidas ocasiones que Él era el Hijo de Dios (cp. 6:69; 11:27;
Mt. 14:33; 16:16; cp. Lc. 1:32, 35), cada vez con mayor comprensión de las
riquezas de esta verdad maravillosa.
El
Antiguo Testamento describía al Mesías como el Rey de Israel en pasajes tales
como Sofonías 3:15 (“El SEÑOR te ha
levantado el castigo, ha puesto en retirada a tus enemigos. El SEÑOR, rey de
Israel, está en medio de ti: nunca más temerás mal alguno” [NVI]), Zacarías
9:9 (“Alégrate mucho, hija de Sión; da
voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y
salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”)
y Miqueas 5:2 (“Pero tú, Belén Efrata,
pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será
Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la
eternidad”). En la entrada triunfal la multitud comenzó a gritar: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor, el Rey de Israel!” (12:13). Cuando Natanael llamó a Jesús
“Rey de Israel”, lo reconoció como su
Rey personal.”
MARTIN BUCER
“Esta
fue una confesión de un corazón ardiendo de
fe y saltando de alegría. Porque aunque todos los santos son hijos de Dios,
a cuya imagen fueron formados por su Espíritu (y por eso Dios llama a Israel su
hijo), el Señor Jesús es, sin embargo, de una manera singular, el unigénito Hijo de Dios predicho en el
Escrituras porque en él está la única
imagen expresa del Padre. Está lleno de sabiduría, justicia y poder. En 2
Samuel 7 [: 14] y 1 Crónicas 17 [: 13] tenemos la promesa de este Señor Cristo
bajo la figura de Salomón. . . . Y el salmista declara: Me invocará: Tú eres mi
Padre, la roca de mi salvación. Lo haré el primogénito, supremo sobre los reyes
de la tierra. Asimismo, el Señor me ha dicho: Mi hijo eres tú, yo te he
engendrado hoy.
Aprendido
en estas y otras profecías similares, Natanael aclamó al Señor Jesús con un
título más majestuoso, llamándolo Hijo de
Dios y rey de Israel, mientras que era habitual que la gente común llamara
al Mesías el Hijo de David. Y de allí, los que reconocieron a Jesús como el
ungido del Señor lo aclamaron como el Hijo de David. Además, entre los hebreos,
el Hijo de Dios tiene el mismo significado que Dios, así como el Hijo del
Hombre tiene el mismo significado que el hombre. Por tanto, los hijos de Dios
se postulan como dioses. Está claro, entonces, que Natanael reconoció que el
Señor era más grande que un ser humano cuando confesó que era el Hijo de Dios.
Finalmente, parece que Natanael llamó a Jesús el Hijo de Dios como un contraargumento
al mensaje de Felipe. Es como si dijera: De
ninguna manera eres hijo de José de Nazaret, como te llamó Felipe, sino que
eres el Hijo de Dios del cielo.”
ALEXANDER MACLAREN
“El
testimonio de Juan tuvo eco en la confesión de Natanael. Para él, 'Hijo de
Dios' no podría haber significado todo lo que debería significar para nosotros,
pero significó algo que él vio claramente, y mucho más allá de lo que vio, pero
de manera oscura. Significaba que Dios había enviado, y era en un sentido
especial el Padre de este Jesús de Nazaret. "Tú eres el Rey de
Israel", había estado predicando Juan, "El Reino de los Cielos se ha acercado". El Mesías iba a ser el
Rey teocrático, el Rey, no de 'Judá' ni de 'los judíos', sino de 'Israel', la
nación que había entrado en pacto con Dios.
De
modo que la esencia de la confesión era el Mesianismo de Jesús, que descansaba
sobre Su relación divina especial y conducía a Su dominio real. Note también el
entusiasmo de la confesión; el oído de uno escucha claramente un tono de éxtasis
en él. Las campanas de alegría del corazón del hombre están sonando. No es un
mero reconocimiento intelectual de Cristo como Mesías. La diferencia entre la
mera creencia mental y la fe del corazón reside precisamente en la presencia de
estos elementos de confianza, de lealtad entusiasta y sumisión absoluta.
Entonces,
la gran pregunta para cada uno de nosotros no es: ¿Creo, como parte de mi credo
intelectual, que Cristo es 'el Mesías, el Hijo de Dios, el Rey de Israel'? Supongo
que casi todos mis oyentes aquí ahora hacen eso. Eso no te convertirá en cristiano, amigo mío. Eso no salvará tu
alma ni aquietará tu corazón, ni te traerá paz y fuerza en la vida, ni te
abrirá las puertas del Reino de los Cielos. Un hombre puede ser miserable,
hundido por completo en toda clase de iniquidad y maldad, morir como un perro y
ser castigado en el más allá, aunque crea que Jesucristo es el Hijo de Dios y
el Rey de Israel.
Necesitas
algo más que eso. Requieres de este elemento de reconocimiento entusiasta, de
sumisión leal, obediencia absoluta, de confianza inquebrantable. Mire a estos
primeros discípulos, seis hombres valientes que le tenían toda esa lealtad y
amor; aunque no había un alma en el mundo sino ellos mismos para compartir sus
convicciones. ¿No te avergüenzan? Cuando viene a ustedes, como viene, con esta
pregunta: "¿Quién decís que soy yo?" que Dios les dé la gracia de
responder: 'Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente', y no solo para
responder con tus labios, sino para confiar en Él completamente con tu corazón,
y con devoción entusiasta para inclinar todo tu ser en adoración maravillosa y
gozosa sumisión a sus pies. Si somos 'israelitas
de verdad', nuestro corazón lo coronará como el “Rey de Israel.”
GRANT OSBORNE
“Natanael
demuestra la verdad de Jesús al dar un salto asombroso de fe y comprensión de
la verdadera naturaleza e importancia de Jesús. Él llama a Jesús “Rabí”, como
lo hicieron los otros dos en 1:38, pero luego llega más lejos de lo que
cualquiera podría soñar con llamar a un rabino. Cuando él llama a Jesús “Hijo
de Dios” y “rey de Israel”, incluso va más allá que Andrés y Felipe, quienes
reconocieron a Jesús como el Mesías (1:41, 45). La descripción de
Juan
de estos primeros seguidores es notable. En los sinópticos, los discípulos
nunca muestran ningún entendimiento de la verdadera naturaleza de Jesús hasta
la confesión de Pedro en Marcos 8:27–30 y paralelos, y luego para él como el
Mesías. Aquí, desde el comienzo, ellos lo confirman no solo como el Mesías sino
también como el Hijo de Dios y el Rey de Israel.
Esta
sección (1:35–49) contiene un conjunto extraordinario de títulos cristológicos
atribuidos a Jesús por sus seguidores: Cordero de Dios, Elegido de Dios,
Mesías, profeta como Moisés, Hijo de Dios, rey de Israel. Muchos críticos
consideran que el cuarto evangelio no es histórico en este punto, considerando
que esto proviene de la iglesia primitiva y no de los incidentes registrados
aquí. Sin embargo, nada aquí está más allá de la plausibilidad histórica. Las
afirmaciones de los discípulos explican por qué dejan al Bautista para seguir a
Jesús, y todos los títulos tienen que ver con las expectativas mesiánicas, el
mismo tema del que el comité de Jerusalén interroga a Juan en 1:19–25. Estos
títulos ejemplifican el florecimiento de la fe y la comprensión en estos
discípulos, y la escena toma sentido de esta manera.
Al
mismo tiempo, cuando Natanael llamó a Jesús “Hijo de Dios” difícilmente quiso
decir todo lo que el título llegó a significar para la iglesia primitiva. Él lo
expresó en términos del Mesías real, como cuando David es llamado un “hijo” de
Dios en 2 Samuel 7:14; Salmo 2:7; 89:27, o cuando Israel fue etiquetado como un
“hijo” de Dios en Deuteronomio 1:31 y Jeremías 31:9. Las dimensiones teológicas
adicionales: la unidad con el Padre, la singularidad del Hijo unigénito: se
encuentran en el prólogo y son abordados por Juan, pero no forman parte de la
comprensión original de Natanael. “Rey de Israel” se encuentra en Isaías 44:6 y
Sofonías 3:15 pero no era un título mesiánico. Junto con su expresión hermana,
“Rey de los judíos”, también se encuentra en Juan 12:13; 18:33, 39; 19:3.
Natanael probablemente lo uso en el sentido de un rey conquistador derrotando a
los enemigos de Israel.”
J.C RYLE
“[Tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de
Israel]. Estas palabras son la explosión de un corazón convencido de
inmediato de que Jesús era el Mesías. Fueron una noble confesión de que nuestro
Señor era aquella persona divina que se había prometido que vendría al mundo a
redimir a los pecadores y aquel Rey que estaba profetizado como el que reuniría
y gobernaría en el futuro a las tribus de Israel. Es razonable poner en duda
que Natanael comprendiera claramente la naturaleza del Reino de nuestro Señor
en aquel momento. Pero sin duda entendió, como Pedro, que Él era el Cristo, el
Hijo del Bendito. La restauración del reino a Israel era un asunto que, por lo
que sabemos de otros pasajes de la Escritura, fue uno de los últimos que los
primeros discípulos fueron capaces de comprender correctamente (cf. Hechos
1:6).
La
historia del llamamiento de Natanael en este momento se debe comparar con la de
la mujer samaritana que tenemos en el capítulo 4 de Juan. Resulta sorprendente
observar que un descubrimiento y una convicción del conocimiento perfecto de
las cosas más secretas por parte de nuestro Señor era en ambos casos la clave.
No
se debe olvidar que nuestro Señor nunca rehusó el título “Rey de Israel”
durante su ministerio, aunque Él mismo nunca empleó su gran poder ni reinó en
realidad. El ángel Gabriel anunció que “el Señor Dios le dará el trono de David
su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá
fin” (Lucas 1:32–33). Cuando llegaron los sabios de Oriente, preguntaron por
Aquel que había nacido llamándole “rey de los judíos” (Mateo 2:2). Cuando
nuestro Señor fue crucificado, el título sobre su cabeza fue: “rey de los
judíos”. Todo esto será no obstante literalmente cierto. Cristo aún será Rey en
Sion y reinará sobre las tribus reunidas y restauradas de Israel en su Segunda Venida.
Y entonces las palabras de Natanael se cumplirán por completo. Será reconocido
por todos como Hijo de Dios y Rey de Israel.”
LEON MORRIS
“Al
recoger este episodio, Juan añade una evidencia más de que Jesús es el Mesías.
Natanael expresa esta verdad de forma diferente a como los demás lo hacen, pero
el significado básico es el mismo (ver el comentario del v. 41). Tampoco
deberíamos obviar que a Natanael se le llama “israelita”. Al decir que Jesús es
el “Rey de Israel”, está reconociendo que Jesús es su propio Rey: se está
sometiendo a él. Juan usa el término “Rey”
16 veces y en casi todas las ocasiones se refiere a Jesús (Juan utiliza esta
palabra para referirse a Jesús más del doble de lo que lo hacen los otros
evangelistas), excepto cuando Pilato y los líderes judíos lo usan en el juicio;
pero incluso en esa ocasión, se usa debido a la declaración que Jesús hace
sobre sí mismo. La realeza de Jesús es importante, aunque esté velada por su
vida humilde y su muerte.”
WILLIAM HENDRIKSEN
“Como
hemos dicho, el contexto nos impide opacar el significado de esta confesión. No
pretendemos afirmar que la conciencia de Natanael sobre el glorioso carácter de
Cristo continuó en aquel alto nivel. Lo que sí afirmamos es que esta confesión
se debe leer a la luz de la revelación del conocimiento sobrenatural, que
descubrimos en el contexto inmediato. Para Natanael, en el momento de pronunciar
esta exclamación, Jesús era nada menos que el mismo Hijo de Dios.”
WILLIAM MACDONALD
“Quizá
fue el poder del Señor Jesús de verle cuando estaba oculto a los demás lo que
convenció a Natanael, o quizá este conocimiento le fue dado de una manera
sobrenatural. En todo caso, ahora sabía que Jesús era el Hijo de Dios y el Rey
de Israel.”
MATTHEW HENRY – FRANCISCO LACUEVA
“«Respondió
Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el rey de Israel»
(v. Jua_1:49); en otras palabras: «Tú eres el Mesías». Ante la firme y segura
declaración de Jesús, Natanael queda tremendamente impresionado, y se percata
inmediatamente de que Jesús es el Mesías prometido. Aun cuando comentaristas de
la talla de W. Hendriksen (nota del traductor F. Lacueva) opinan que la
profesión de Natanael ha de tomarse en sentido trinitario, opino que, lo mismo
que en Mat_4:3; Luc_4:3, aquí sólo puede deducirse el sentido mesiánico, que
comportaba el don profético en el grado extraordinario de vidente especial. Lo
confirman dos detalles:
(a)
El título siguiente («el rey de Israel»), título claramente mesiánico para un
judío, como referido a un heredero del trono de David (v. Gén_49:10, comp. con
Luc_1:31-33). La misma gradación de las frases («el Hijo de Dios… el rey de
Israel») perdería su fuerza ascendente (sería un «anticlímax»), si la primera
hubiese de ser tomada en sentido trinitario;
(b)
la diferencia con Mat_16:16 es notoria ya que allí Jesús declara a Pedro que
sólo una revelación del Padre ha podido indicarle el carácter realmente divino
de Jesús, mientras que aquí bastaba una inspiración profética. Nótese con qué
firmeza confiesa ahora Natanael la mesianidad de Jesús. Lo cree de todo
corazón, y lo confiesa entusiasmado con la boca (v. Rom_10:9-10); confiesa el
carácter profético de Jesús, al llamarle «Rabí»; Su misión divina, al llamarle
«Hijo de Dios»; y Su realeza mesiánica, al llamarle «rey de Israel».”
MARTIN LUTERO
“Es
lo mismo que decir: ¡Verdaderamente, debes ser un profeta! ¿Por qué no te
encaminas a Jerusalén? ¿O es posible que seas más que un profeta en cuyo caso,
eres el Hijo de Dios? Si me viste bajo la higuera, debes ser más que un
profeta. No podemos determinar por estas palabras si Natanael creyó que Cristo
era el Hijo de Dios por naturaleza porque en aquel tiempo el Señor aún no había
sido glorificado como tal ni los apóstoles habían extendido este conocimiento
por el mundo. Más bien me inclino a pensar que Natanael le llamó «hijo de Dios»
en el mismo sentido que a un hombre piadoso se le dice «hombre de Dios», en
especial porque también se refiere a El como profeta. Es como si dijera: «Es
posible que esto sea de Dios, en cuyo caso seguro que eres capaz de cosas aún
más grandes. Ahora me convenzo de que algo bueno ha salido de Nazaret y en lo
que Felipe me ha dicho».
«¡Tú
eres el rey de Israel!» es como decir eres el Mesías!» A los hombres que eran
sacerdotes y reyes a la vez, se les llamaba «Mesías»; una misma persona solía
desempeñar los dos oficios especialmente antes de Moisés, pero éste los separó
atribuyendo el gobierno a la tribu de Judá y el sacerdocio a la de Leví. Con
Cristo volvieron a unirse porque era profeta y rey aunque no un monarca a la
forma secular, sino espiritual. La palabra «Mesías» también designa un rey y
salvador, un ungido, no con el óleo del barbero, sino con el agua aromática y
un bálsamo más precioso que el agua de rosas o la lavanda. En aquel tiempo, a
los reyes se les ungía con substancias fragantes, de ahí que las palabras de
Natanael surgieran de un corazón sencillo al decir: «Veo que eres el Hijo de
Dios y el Mesías». Parecen las palabras sencillas e ingenuas de un niño, sin
embargo aciertan y dan el título que pertenece justamente a Cristo. Por ello,
constituye una confesión veraz relativa a la verdadera divinidad y humanidad de
Cristo: el Hijo de Dios de acuerdo con su divina naturaleza y el Rey de Israel de acuerdo con
su naturaleza humana. Es como decir: «Eres el Hijo de Dios, el verdadero Cristo
de los hijos de Israel. Todos los profetas anunciaron su venida y que sería
llamado Hijo de Dios y Rey de todo el mundo». Sin duda, este hombre piadoso lo
había oído de boca de algún profeta o predicador y ahora utiliza los mismos
términos empleados por los profetas.”
JAMIESON – FAUSSET – BROWN
“Hijo de Dios… Rey de Israel… lo uno significando su persona, lo otro su puesto oficial. ¡Cuánto más sublime es esto que cualquiera cosa que le había dicho Felipe! Pero precisamente así como los poderes vitales de la tierra, cuanto más tiempo están congelados por el frío, más se mueven, una vez soltados, así las almas, como Natanael y Tomás (véase la nota acerca del cap. 20:28), las salidas de cuya fe son estorbadas por un tiempo, toman la delantera a sus hermanos más serenos, una vez sueltos.”
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