domingo, 12 de marzo de 2023

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1 VERSICULO 18

 


 

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1 VERSICULO 18

RV1960

NVI1999

BTX4

A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios  y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.

Nadie ha visto jamás a DIOS; el Unigénito DIOS (que está en el seno del Padre), Él lo explicó.

TR+

INA27+

VUL

θεονG2316 N-ASM ουδειςG3762 A-NSM-N εωρακενG3708 V-RAI-3S-ATT πωποτεG4455 ADV οG3588 T-NSM μονογενηςG3439 A-NSM υιοςG5207 N-NSM οG3588 T-NSM ωνG1510 V-PAP-NSM ειςG1519 PREP τονG3588 T-ASM κολπονG2859 N-ASM τουG3588 T-GSM πατροςG3962 N-GSM εκεινοςG1565 D-NSM εξηγησατοG1834 V-ADI-3S 

θεον G2316:N-ASM A Dios ουδεις G3762:A-NSM-N nadie εωρακεν G3708:V-RAI-3S-ATT ha visto πωποτε G4455:ADV en ningún tiempo μονογενης G3439:A-NSM unigénito θεος G2316:N-NSM dios ο G3588:T-NSM el ων G1510:V-PAP-NSM estando εις G1519:PREP hacia dentro τον G3588:T-ASM a el κολπον G2859:N-ASM seno του G3588:T-GSM de el πατρος G3962:N-GSM Padre εκεινος G1565:D-NSM aquél εξηγησατο G1834:V-ADI-3S explicó

Deum nemo vidit umquam unigenitus Filius qui est in sinu Patris ipse enarravit

KJV

No man hath seen God at any time; the only begotten Son, which is in the bosom of the Father, he hath declared him.

TCB

A Dios nadie le vió jamás. Jua_6:46; Éxo_33:20; Deu_4:12; Mat_11:27; Luc_10:22; Col_1:15; 1Ti_1:17; 1Ti_6:16; 1Jn_4:12, 1Jn_4:20.

 

El unigénito Hijo. Jua_1:14; Jua_3:16-18; 1Jn_4:9.

 

En el seno del Padre. Jua_13:23; Pro_8:30; Isa_40:11; Lam_2:12; Luc_16:22, Luc_16:23.

 

Él le ha dado a conocer. Jua_12:41; Jua_14:9; Jua_17:6, Jua_17:26; Gén_16:13; Gén_18:33; Gén_32:28-30; Gén_48:15, Gén_48:16; Éxo_3:4-6; Éxo_23:21; Éxo_33:18-23; Éxo_34:5-7; Núm_12:8; Jos_5:13-15; Jos_6:1, Jos_6:2; Jue_6:12-26; Jue_13:20-23; Isa_6:1-3; Eze_1:26-28; Ose_12:3-5; Mat_11:27; Luc_10:22; 1Jn_5:20.

 

COMENTARIOS:

ISAAC AMBROSE

“¡Oh, qué misterios son estos! Que este Dios-hombre sea nuestro Salvador, Redentor, Reconciliador, Padre, Amigo. No es de extrañar que cuando Cristo nació y vino al mundo, los apóstoles clamaran: "Vimos su gloria, como del unigénito Hijo de Dios"; observando que, a la primera vista de él, brotó de él tanta gloria que no podía surgir de nadie, sino de un Dios que caminaba por el mundo. ¡Oh! alma mía, que no se pierda semejante tesoro. Ponga fe en el trabajo de no perder esto, con una fuerza redoblada. Seguramente no viviremos como hombres bajo este gran designio, si nuestro ojo de la fe no se fija firme y fuertemente en esto. Oh, que estuviéramos familiarizados con estos descubrimientos animados!.”

JOHN OWEN

“Cristo en su filiación es el Hijo "unigénito" de Dios: y por lo tanto, es imposible que Dios tenga más hijos de la misma clase que él; porque si lo hubiera hecho, ciertamente el Señor Cristo no podría ser su Hijo "unigénito".

La única forma de filiación que comparten los creyentes es la adopción; en cualquier otro tipo de filiación no son partícipes. Somos por naturaleza hijos de la ira, y de allí trasplantados por adopción a la familia de Dios. De modo que tampoco los creyentes pueden ser hijos de Dios con la clase de filiación que es propia de Cristo, siendo él el unigénito del Padre; ni el Señor Cristo puede ser el Hijo de Dios con el mismo tipo de filiación que los creyentes, que es solo por adopción. De modo que exaltar a los creyentes en el mismo tipo de filiación con Cristo, o rebajarlo en el mismo rango que ellos, es totalmente inconsistente con la analogía de la fe y los principios del evangelio.”

JOHN FLAVEL

“Implica la divinidad de Cristo, y demuestra que es Dios verdadero, ya que ningún otro puede revelar al mundo, en todas las épocas, los secretos que yacen escondidos en el corazón de Dios, y con tanta evidencia y autoridad tan convincentes...  Toda su doctrina la sacó del seno de su Padre; Juan 1:18. "El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha revelado". Las mismas palabras que su Padre le dio nos las ha dado, Juan 17:8. Jesús nos habló lo que había visto de su Padre, Juan 8:38. ¿Qué hombre puede contar los consejos íntimos y los secretos de Dios? ¿Quién sino el que yace eternamente en ese seno puede exponerlos?.”

WARREN WIERSBE

“En su esencia Dios es invisible (1 Timoteo 1: 17; Hebreos 11:27). El hombre puede ver a Dios revelado en la naturaleza (Salmo 19:1-6; Romanos 1:20) y en sus obras poderosas en la historia; pero no puede ver a Dios mismo. Jesucristo nos revela a Dios, porque él "es la imagen del Dios invisible" (Colosenses 1: 15) y "la imagen misma de su sustancia" (Hebreos 1:3).

La frase que en Juan 1: 18 se traduce "dado a conocer" procede del vocablo griego de donde obtenemos el término exégesis, que quiere decir explicar, desdoblar, encaminar. Jesucristo nos explica a Dios y lo interpreta para nosotros. Nosotros simplemente no podemos comprender a Dios sin conocer a su Hijo, Jesucristo.”

SAN JUAN CRISOSTOMO

A Dios nadie lo ha visto nunca. ¿Cuáles son las premisas del evangelista para decir eso? Después de haber mostrado la inmensa grandeza de los dones que nos han sido procurados por Cristo, tras habernos hecho comprender el inmenso abismo que media entre esos dones y los que fueron dados por Moisés, quiere revelarnos ahora la causa de esa diferencia. Siendo el segundo un siervo, fue administrador de cosas más humildes. El primero, en cambio, siendo el Señor, el rey, el Hijo del rey del Universo, nos logró cosas mayores en la proporción correspondiente a quien siempre vive con el Padre y lo contempla por toda la eternidad. Por eso emplea como ilación la frase: A Dios nadie lo vio jamás.

¿Qué decir entonces del profeta Isaías, que proclama abiertamente: Vi al Señor sentado sobre un trono excelso y sublime? Y ¿qué diremos de san Juan, que testimonia de sí mismo que dijo esas palabras cuando vio su gloria? Y ¿qué de Ezequiel? Pues también lo vio sentado sobre querubines.

Y ¿qué de Daniel? También éste dice: El Anciano de días se sienta. ¿Qué diremos, entonces, de Moisés, quien dijo: Muéstrame tu gloria para que te vea claramente?. Y Jacob, por su parte, recibió su apelativo, el de Israel, precisamente por eso, pues Israel significa «el que ve a Dios». Y también otros lo vieron. Entonces, ¿por qué dice san Juan que a Dios nadie lo ha visto jamás? Para indicar que tales teofanías habían sido una adaptación a la debilidad humana, no la visión sin ningún velo de la misma sustancia divina. Y, efectivamente, si todos esos hubieran visto propiamente la sustancia divina, no la habría visto cada uno de modo diverso, pues esa sustancia es simple, sin figura ni composición. No puede estar acotada por ningún espacio, ni estar sentada o de pie, y no camina. Todas esas características convienen solamente a los cuerpos. Sólo Dios sabe cómo han podido tener lugar tales visiones.

Todo eso lo declaró el mismo Dios y Padre por boca de un profeta, que dijo: He multiplicado mis visiones y he sido representado por las manos de los profetas. O lo que es lo mismo: «al manifestarme, me he adaptado a la debilidad de los hombres y no he aparecido tal como soy». Puesto que su Hijo se disponía a venir entre nosotros con un cuerpo verdadero, ya desde entonces El preparaba a los hombres para que contemplaran la sustancia de Dios en la medida en que les era dado hacerlo. Es que no sólo los profetas, sino que ni siquiera los ángeles o los arcángeles, vieron a Dios nunca tal y como El es verdaderamente. Si les preguntáis, nada les oiréis decir respecto a la divina esencia, sino que se limitarán a cantar: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Y si queréis saber algo mediante los querubines y los serafines, escucharéis un místico himno de alabanza y de santificación: Los cielos y la tierra están llenos de su gloria. Si os dirigís a los espíritus celestiales sabréis que toda su ocupación estriba en cantar alabanzas a Dios. Dice la Escritura: Alabadlo, vosotras, sus potencias.

Por tanto, sólo el Hijo y el Espíritu Santo lo contemplan tal cual es. ¿Cómo podría una criatura cualquiera contemplar la sustancia increada? Si no nos es posible siquiera ver claramente ninguna sustancia incorpórea, aunque sea creada, menos todavía podremos ver la sustancia increada e incorpórea. Por eso dice también san Pablo: Aquél a quien ningún hombre vio nunca ni podrá ver jamás. ¿Es ésa una característica exclusiva del Padre y no del Hijo? Ciertamente no, también lo es del Hijo. Escuchad a san Pablo, que así lo enseña, cuando dice: El que es imagen del Dios invisible. Quien es imagen de alguien que es invisible es también él invisible. De lo contrario no sería su imagen. Y no os asombréis si en otro lugar dice san Pablo: Dios se ha manifestado en la carne. Pues la manifestación tuvo lugar gracias al cuerpo del que se revistió, y no en virtud de su sustancia.

San Pablo, además, enseña que Dios no es invisible sólo para los hombres, sino también para los espíritus celestes. Después de decir: se ha manifestado en la carne, añade: y ha sido visto por los ángeles.

Por consiguiente, fue visto por los ángeles sólo cuando se revistió de un cuerpo humano. Antes de eso ellos tampoco lo veían porque su sustancia les era invisible. Pero me preguntaréis por qué dice Cristo entonces: No despreciéis a uno de estos pequeñuelos, porque en los cielos, sus ángeles contemplan siempre el rostro de mi Padre.

¿Cómo? ¿Tiene Dios una cara y está circunscrito en el cielo, como si allí estuviera preso? Nadie caiga en la locura de decir tales aberraciones. ¿Qué significan esas palabras? Cuando dice: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios, habla Cristo de la visión que no es posible merced al entendimiento y al pensamiento que se representa a Dios. Lo mismo hay que decir de los ángeles: ellos, con su mente pura y siempre limpia, nada se representan sino a Dios.

Por tal razón, Cristo mismo dice: Nadie conoce al Padre sino el Hijo. ¿Cómo? ¿Estamos entonces todos en la ignorancia? No, ciertamente. Pero nadie conoce a Dios como lo conoce el Hijo. Por eso, igual que en épocas pasadas, muchos lo vieron en la proporción en que era posible a su capacidad, pero nadie vio jamás su sustancia, así también ahora todos conocemos a Dios, pero nadie conoce su sustancia, sino sólo el engendrado por El mismo. El llama aquí conocimiento a la visión y comprensión perfecta y completa, tal y como el Padre la tiene del Hijo: Como el Padre me conoce -dice Cristo-, así yo conozco al Padre.”

A.T ROBERTSON

“El unigénito Hijo (ho monogenës huios). Ésta es la lectura del Textus Receptus, y es inteligible después de hös monogenous para patros en el versículo 14. Pero los más antiguos y mejores Manuscritos griegos (Alef, B, C, L) leen monogenës theos (Dios unigénito), que es indudablemente el verdadero texto.

Es probable que algún escriba lo cambiara a ho monogenës huios para obviar la llana declaración de la deidad de Cristo y para hacerlo como 3:16. Pero existe una armonía interna en la lectura de los antiguos unciales. El Logos es claramente llamado theos en el versículo 1. La Encarnación es declarada en el versículo 14, donde también es llamado monogenës. Esto lo era antes de la Encarnación. Así, Él es «Dios unigénito», «la Generación Eterna del Hijo» de la frase de Orígenes.”

GARY BURGE

“La NVI indica la presencia de una interesante variante en 1:18: «A Dios nadie lo ha visto nunca; pero el unigénito Dios que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer». Algunos manuscritos insertan el término «Hijo» en referencia a «Dios», pero la afirmación más difícil y explícita de la divinidad de Cristo que propone la variante es posiblemente original.

Juan 1:18 se une, pues, a 1:1 como conclusión del prólogo, y nos ofrece una declaración que resume el origen divino del Hijo y su conocimiento exhaustivo. La revelación de Cristo es única por razones ontológicas: es su identidad, su ser, la esencia de su naturaleza lo que hace de sus palabras las palabras de Dios. Ciertamente, Cristo es plenamente Dios, quien en su encarnación se revela al mundo.”

CHARLES SPURGEON

No queremos ver a Dios sin Cristo. Estoy perfectamente satisfecho de ver la Luz Eterna a través de su propio medio elegido, Cristo Jesús. Aparte de ese medio, la luz podría cegar mis ojos. "A Dios nadie ha visto jamás". ¿Quién puede mirar al sol? ¿Qué mente puede mirar a Dios? Pero Cristo no esconde al Padre; lo manifiesta. "El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer".

JOHN WESLEY

“Nadie ha visto a Dios con ojos corporales; sin embargo, los creyentes lo ven con los ojos de la fe. ¿Quién está en el seno del Padre? La expresión denota la unidad más alta y el conocimiento más íntimo.”

LUIS PALAU

“Cristo no sólo vino para librarnos de la ley sino también para hacer visible al Dios invisible. ¿Cómo se puede conocer el carácter y la personalidad de Dios? De una sola manera, conociendo a Jesucristo. El mundo conoció el carácter, la salvación, la paciencia y todo lo que se refiere a Dios cuando vio a Jesucristo y él reveló a Su Padre.

Por otra parte, llegaremos a ver a Dios en toda su plenitud cuando estemos con él en gloria (Job 19:26–27; Sal. 17:15; Is. 33:17; 1 Co. 13:12). Ese día Dios estará totalmente visible a nuestros ojos.”

JUAN CALVINO

“Cuando dice que nadie ha visto a Dios, no debemos entenderlo para referirnos a la percepción externa del ojo corporal; porque generalmente quiere decir que como Dios habita en luz inaccesible (1 Timoteo 6:16), no puede ser conocido sino en Cristo, quien es su viva imagen. Este pasaje generalmente se explica así: que como la majestad desnuda de Dios está oculta dentro de él, nunca podría ser comprendido, excepto en la medida en que se reveló en Cristo; y, por tanto, que fue sólo en Cristo que Dios fue conocido anteriormente por los padres del Antiguo Testamento.

Pero pienso más bien que el evangelista se atiene aquí a la comparación ya enunciada, a saber, cuánto mejor es nuestra condición que la de los padres, porque Dios, que antes estaba oculto en su gloria secreta, ahora puede decirse que se ha hecho visible.

Porque ciertamente cuando Cristo es llamado la viva imagen de Dios (Hebreos 1:3), esto se refiere al privilegio peculiar del Nuevo Testamento. Asimismo, el evangelista describe, en este pasaje, algo nuevo y poco común, cuando dice que el Hijo unigénito, que estaba en el seno del Padre, nos ha dado a conocer lo que antes estaba oculto.

Por tanto, magnifica la manifestación de Dios que nos ha sido traída por el evangelio, en la que nos distingue de los padres y muestra que somos superiores a ellos; como también Pablo explica con más detalle en los capítulos tercero y cuarto de la Segunda Epístola a los Corintios. Porque sostiene que ya no existe ningún velo, como el que existia bajo la Ley, sino que Dios es contemplado abiertamente en el rostro de Cristo.

Si se considera irrazonable que los padres del A.T estén privados del conocimiento de Dios, que tienen a los profetas diariamente delante de ellos y sosteniendo la antorcha, les respondo que lo que se nos atribuye no se les niega simple o absolutamente, sino que se hace una comparación entre lo menor y lo mayor, como decimos; porque no tenían más que pequeñas chispas de la luz verdadera, cuyo brillo pleno brilla diariamente a nuestro alrededor.

Si se objeta que en ese tiempo también se veía a Dios cara a cara (Génesis 32:30; Deuteronomio 34:10), sostengo que esa vista no se puede comparar en absoluto con la nuestra; pero como Dios estaba acostumbrado en ese momento a exhibirse oscuramente, y, por así decirlo, desde la distancia, aquellos a quienes se le reveló más claramente dicen que lo vieron cara a cara. Lo dicen con referencia a su propio tiempo; pero no vieron a Dios de otra manera que envuelto en muchos pliegues de figuras y ceremonias.

La visión que obtuvo Moisés en la montaña fue notable y más excelente que casi todas las demás; y, sin embargo, Dios declara expresamente, no podrás ver mi rostro, solo verás mi espalda, (Éxodo 33:23;) con cuya metáfora muestra que aún no ha llegado el momento de una revelación completa y clara. Debe observarse también que, cuando los padres querían contemplar a Dios, siempre volvían los ojos hacia Cristo.

No solo quiero decir que vieron a Dios en su Palabra eterna, sino que también asistieron, con toda su mente y con todo su corazón, a la manifestación prometida de Cristo. Por esta razón encontraremos que Cristo dijo después, Abraham vio mi día (Juan 8:56); y lo que es subordinado no es contradictorio. Por tanto, es un principio fijo que Dios, que antes era invisible, ahora se ha hecho visible en Cristo.”

JOHN MACARTHUR

“Dios se hizo visible con una claridad nunca antes vista o conocida. Esto porque es Espíritu invisible (Col. 1:15; 1 Ti. 1:17; He. 11:27) y, más importante aún, porque haberlo visto habría traído la muerte instantánea (Éx. 33:20; cp. Gn. 32:30; Dt. 5:26; Jue. 13:22). A Dios nadie le vio jamás (Jn 6:46; 1 Ti. 6:16; 1 Jn. 4:12, 20). Es a través de Jesucristo, “la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15), que Dios se reveló.

La Biblia de las Américas (BLA) sigue la lectura más ajustada al manuscrito griego: “el unigénito Dios” (en lugar de la lectura alternativa el unigénito Hijo en algunas traducciones al español). Es una conclusión adecuada para el prólogo, en el cual se ha enfatizado la deidad de Cristo y la igualdad absoluta con el Padre. La expresión íntima que está en el seno del Padre recuerda la frase pros ton theon (“con Dios”) en el versículo 1. Expresa la participación de la naturaleza de Cristo con el Padre (cp. 17:24). Dios, quien no puede ser conocido si no se revela a sí mismo, pudimos llegar a conocerle mejor porque Jesús le ha dado a conocer.

Jesús es la explicación de Dios. Él es la respuesta a la pregunta “¿Cómo es Dios?”. En Juan 14:7-9, Jesús declaró esa verdad a sus discípulos obtusos:

Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

Dado a conocer traduce una forma del verbo exēgeomai, del cual se deriva la palabra española “exégesis” (el método o práctica de interpretar las Escrituras). Jesús es el único calificado para ser exégeta o interpretar a Dios para el hombre, pues “nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mt. 11:27).”

ALBERT BARNES

“Este pasaje no pretende negar que los hombres hubieran sido testigos de las manifestaciones de Dios, como cuando se apareció a Moisés y a los profetas (comp. Núm 12:8; Isaias. 6: 1-13); mas bien se quiere decir que nadie ha visto la esencia de Dios, o ha Dios plenamente conocido. Los profetas comunicaron lo que oyeron hablar a Dios; Jesús habla de Dios como su igual y comprendiendo plenamente su naturaleza.”

MATTHEW POOLE

El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre; Jesús, el Hijo unigénito y amado, tiene una comunión tan íntima con el Padre en su naturaleza, y una comunicación tan libre en todos sus consejos que se puede decir que está continuamente en su seno. Él lo ha declarado, no solo como un profeta declara la mente y la voluntad de Dios, sino como los cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento muestra su obra útil, Sal 19:1; siendo el resplandor de la gloria de su Padre, y la imagen expresa de su persona, Heb 1:3.”

CHARLES SIMEON

“Él nos ha dado a conocer al Padre, y declaró: Su naturaleza- La humanidad tenía concepciones burdas de la Deidad como un Ser material: pero Cristo nos ha asegurado su perfecta Espiritualidad [Jn 4:24]. Además, nos ha revelado una Trinidad de personas en la Deidad. Él ha afirmado en los términos más claros su propia Unidad con el Padre [Jn 10:30]. Ha hablado del Espíritu Santo como coexistente consigo mismo y con el Padre [Jn 15:26.], Y ha unido a los Tres como iguales en autoridad y honor [Mat 28:19.].

Así nos ha capacitado por fe para “ver al Invisible”. Declaro tambien sus perfecciones- Dios había proclamado desde hace mucho tiempo su propio nombre a Moisés [Éxodo 34: 6-7.]; pero Cristo nos ha proporcionado descubrimientos más abundantes de todos sus atributos. Él nos ha mostrado claramente que su bondad es ilimitada [Mat 5:45.], Su soberanía absoluta [Mat 11: 25-26.], Su poder irresistible [Mat 26:53.], Su justicia inflexible [Mateo 26:42.], su misericordia infinita [Juan 3: 16-17.], y su verdad inviolable [Lucas 16:17.]. No hay nada relacionado con su Padre, cuyo conocimiento pueda sernos útil en absoluto, que él no nos haya revelado [Jn 15:15].

Sin embargo, no se limitó a pronunciar estas cosas como los profetas de la antiguedad. Sino que declaró al Padre de una manera diferente: 1. Al exhibir un modelo perfecto de él- Él mismo era una semejanza exacta del Padre [Heb 1: 3.], y en su conducta exhibió toda perfección de la Deidad [Jn 8:29.]. Por lo tanto, verlo a él era, de hecho, una vista del Padre mismo [Jn 14: 7-9]

2. Al dar a conocer sus consejos- Muchos de los consejos del Padre habían permanecido ocultos desde el fundamento del mundo, o había sido revelado de manera muy imperfecta. Cristo los abrió los odios a sus oyentes tanto como pudieron soportarlo [Jn. 16:12]. Dio a conocer la intención de Dios de admitir a los gentiles en su Iglesia [Mateo 8:11-12.], Y nos aseguró que los más abandonados de la humanidad deberían ser recibidos cordialmente en el mismo instante en que regresara a Dios [Lucas 15:20.]; pero que nadie de cualquier carácter podría ser salvo, a menos que buscara la aceptación de Dios a través de su mediación [Jn 14:6]. Así, mediante estas declaraciones, nos ha capacitado para alcanzar un conocimiento más perfecto de la mente y la voluntad del Padre.

¡Cuán preciosas deben ser las Escrituras para nosotros! Job y David tenían solo una pequeña porción de las Escrituras en sus manos; sin embargo, las valoraban por encima de todo en el mundo [Job 23:12, Sal 119:72]. ¡Cuánto más deberíamos nosotros, que poseemos los sagrados oráculos enteros! En estos está registrado todo lo que Cristo ha declarado; y por ellos seremos sabios para la salvación [2 Timoteo 3:15].

Entonces, escudriñémoslos con diligencia y atesoremóslos en nuestro corazón; ni dejes pasar un día sin que excaves en esas minas invaluables [Pro 2: 4.] ¡Cuán imperdonables son los que ignoran a Dios! Es para nuestra vergüenza que muchos de nosotros todavía ignoramos a Dios [1 Corintios 15:34]: no tenemos ese conocimiento de él que a su vez producen los correspondientes afectos hacia él.

Pero, ¿qué excusa podemos ofrecer para atenuar nuestra culpa? ¿No ha declarado Cristo al Padre para que lo conozcamos? ¿Y no está dispuesto a revelarlo también en nosotros con su poderosa Espíritu en nuestras almas? Algunos, sin duda, son más culpables que otros en proporción a que hayan poseído medios de instrucción; pero todos verán las tremendas consecuencias de su ignorancia [2 Tesalonicenses 1: 8]. Entonces, que todos comiencen a preguntar por Dios con todo su corazón, y no descansen hasta que hayan alcanzado ese conocimiento de Él que es la vida eterna [Jn 17: 3].”

JOHN GILL

“Aunque se dice que Jacob, Moisés, los ancianos de Israel, Manoa y su esposa vieron a Dios, y Job esperaba verlo con sus ojos corporales, y que los santos lo verán tal como es, en lo cual residirá su gran felicidad, sin embargo, todo parece entenderse de la segunda persona, que se apareció con frecuencia a los santos del Antiguo Testamento, en forma humana, y será visto por los santos en el cielo, en su verdadera naturaleza humana glorificado: porque la esencia de Dios es invisible y no se puede ver con los ojos del cuerpo; ni siquiera con los ojos del entendimiento, para comprenderlo; ni tampoco inmediatamente, sino a través y por ciertos medios: Dios es visto en las obras de la creación y providencia, en las promesas y en sus ordenanzas; pero sobre todo, en Cristo el resplandor de su gloria, y la imagen expresa de su persona: esto puede significar principalmente que el hombre no conoce nada de Dios de manera espiritual y salvadora, sino en y por Cristo.”

GRANT OSBORNE

“Este versículo es una imagen especular del versículo 1, enmarcando el prólogo con declaraciones sobre la deidad de Cristo como la revelación de Dios. En 1:1, “el Verbo era Dios”, y aquí tenemos “el Hijo unigénito, que es Dios”. Aquí el énfasis está también en la relación íntima entre el Padre y el Hijo “[cara a cara] con Dios” en 1:1 y “en unión íntima con el Padre” aquí. En ambos versículos, el Hijo es llamado “Dios” y es “el Verbo”, la Palabra revelada y la voz tangible del Padre.

Juan comienza el versículo 18 con una referencia a Éxodo 33:18–23 (véase la mención de Moisés en el versículo anterior). En ese pasaje, Moisés pidió ver la gloria de Dios y se puso en una hendidura de la roca mientras Dios pasaba, cubriendo su cara no sea que Moisés la vea y muera. “Nadie ha visto a Dios jamás” no significa que nadie haya tenido nunca una verdadera visión de Dios (véase Éx 24:9–11; Is 6:1–13; Ez 1–3), sino que nadie ha estado nunca cara a cara con Dios, ver al Señor como realmente es, y vivir a través de ello. El punto es que ahora, por primera vez en la historia, la gente puede ver el mismo rostro de Dios en Jesús, “el Hijo unigénito, que es Dios mismo” (véase 1:14). Aquí nos encontramos en la misma esencia de la concepción de la Trinidad. Jesús es de una vez y el mismo tiempo plenamente Dios y plenamente humano y el representante de Dios como el Dios-hombre.

En la parte final de este versículo, “en unión íntima con el Padre” es literalmente “en el seno del Padre”, una metáfora de una relación sumamente íntima. El Padre y el Hijo son uno en el ser y uno en la intimidad amorosa. Esta intimidad se expande e incluye también a los discípulos de Jesús, porque el Verbo “lo ha dado a conocer”. En otras palabras, las profundidades íntimas del Padre son reveladas por el Verbo, y así la intimidad se extiende para incluir a todos los santos. Me encanta enseñar este versículo en el seminario, la palabra griega para “dado a conocer” aquí es exēgēsato. El término técnico para el estudio bíblico profundo es exégesis, por lo que puedo traducir este versículo, “el único y sin igual Hijo, quien es mismo Dios y está en unión íntima con el Padre, lo ha exagetado”.

Podría meditar en este pasaje durante horas y horas. Es imposible agotar sus riquezas. Cada una de las secciones está llena de ideas y de un incomparable y profundo significado no encontrado en ninguna otra lectura (incluso en otros pasajes de las Escrituras). En la parte inicial vemos dos maravillosas verdades: el Verbo era Dios mismo, y el Verbo en realidad creó este universo, Padre e Hijo actuando en acuerdo.

Estas dos realidades son los objetivos más altos de toda la Escritura, que nos dicen que no necesitamos preocuparnos excesivamente sobre el estado de este mundo. El mal está condenado, porque el pecado entró a este mundo y trajo la muerte junto con él (Ro 5:12–14) es una tragedia temporal determinada a ser destruida cuando el Señor divino regrese en gloria: la misma gloria con la que se presentó en este mundo.

El Verbo creó este mundo (v. 3), y él mismo ya ha presagiado el fin del mal al traer una nueva creación e introducir luz y vida espiritual, la antítesis del mal. Con esta luz sobrenatural, cada persona se encuentra, es convencida por el Espíritu y toma una decisión de fe de aceptar o rechazar la oferta divina de la salvación. Nada puede impedir que eso ocurra (v. 5). La inauguración de la nueva creación es la llegada de Juan el Bautista (vv. 6–8), creado para ser el antecesor, el testigo que introduce a Jesús el Verbo al mundo e inicia su ministerio mesiánico.

El Verbo no solamente trajo una nueva creación, sino que se convirtió en la “luz verdadera” que atrajo a la gente a ella y los convenció de sus pecados (v. 9). Sin embargo, la mayoría rechazó la luz, incluido “su propio” pueblo, los judíos, que se negaron a recibirlo. De esta forma los judíos dejaron de ser el pueblo del pacto y se convirtieron en parte del mundo (vv. 10–11). Sin embargo, aquellos que en el mundo y en Israel, creen, les es dada una nueva autoridad de ser la nueva realeza de la comunidad de la nueva creación, de ser parte de la familia de Dios (vv. 12–13).

Lo más significativo de todo, este Verbo divino tomó forma humana (v. 14) y se hizo carne, y en esto ejecutó la Shekinah, la gloria de Dios morando entre su pueblo, caminó en Galilea y Judea como el Dios-hombre, Jesús el Verbo de Dios. En él la amorosa gracia y la verdadera fidelidad del Dios del pacto se hizo humano y trajo la salvación de Dios a este mundo. A medida que meditamos en esta magnífica realidad, los problemas de este mundo se ponen en perspectiva y nos damos cuenta de que mientras confiemos totalmente en él, somos realmente parte de esta nueva creación y somos exaltados por encima del mal que nos rodea y podemos caminar en victoria y triunfo.

De hecho, este es el objetivo de la sección final (vv. 15–18). La plenitud de Dios ha venido en Jesús el Verbo, y nosotros somos parte de ella. La amable bondad de Dios y su verdadera fidelidad no son solo conceptos teológicos sino experiencias de vida, transforman nuestras presiones diarias y nos muestran una y otra vez que Dios está realmente en control, y que realmente podemos levantarnos por encima de estas presiones terrenales y confiar en Dios de una nueva manera. Cristo el Verbo “le ha dado a conocer” no solo teóricamente, sino por experiencia, dándonos una nueva perspectiva sobre la vida.”

J.C RYLE

“La palabra griega traducida como “dado a conocer” significa literalmente “exponer”. Es la raíz de dos palabras muy conocidas entre los estudiantes de la literatura bíblica: “exegesis” y “exegético”. La idea es la de que da una clara y especial explicación (Hechos 15:14). No está nada claro si el dar a conocer al Padre al que aquí se hace referencia hay que limitarlo a la enseñanza oral de Cristo acerca del Padre o se refiere también a que Cristo ha ofrecido en su persona una representación visible de muchos de los atributos del Padre. Quizá ambas ideas estén incluidas en la expresión.

Al dejar este pasaje debo decir algo acerca de la discutida cuestión de quién es el autor de las palabras de los tres versículos que comienzan con “de su plenitud”. ¿Son las palabras de Juan el Bautista y parte de su testimonio? ¿O son las palabras de Juan el autor del Evangelio y un comentario explicativo propio, como encontramos ocasionalmente en su Evangelio? Hay algo que decir por ambas partes.

(a) Unos creen que estos tres versículos son dichos por Juan el Bautista, a causa de la violencia y brusquedad con que concluye su testimonio si adoptamos la otra teoría, porque van en armonía con el versículo 15 y porque no hay nada en ellos que no pueda esperarse razonablemente que dijera Juan el Bautista.

Esta es la opinión de Orígenes, Atanasio, Basil, Cipriano, Agustín, Teofilacto, Ruperto, Melanchton, Calvino, Zuinglio, Erasmo, Chemnitio, Gualter, Musculus, Bucero, Flacius, Bullinger, Pellican, Toledo, Gomarus, Nifanius, Rollock, Poole, Burkitt, Hutcheson, Bengel y Cartwright.

(b) Otros creen que los tres versículos son el comentario de Juan el autor del Evangelio en cuanto al testimonio de Juan el Bautista acerca de la preexistencia de Cristo y de la expresión “gracia y verdad” que tenemos en el v. 14. Consideran los versículos como una exposición de la expresión “lleno de gracia y verdad”. Cuestionan si el lenguaje es el que habría usado Juan el Bautista, si él habría dicho “todos” después de decir “de mí”, si habría empleado la palabra “plenitud”, si habría contrastado —en un período tan temprano—la religión de Moisés con la de Cristo, y si habría declarado tan abiertamente a Cristo como el unigénito Hijo que está en el seno del Padre. Por último, creen que si estas fueran palabras de Juan el Bautista, el Evangelio no habría comenzado de nuevo en el versículo 19 diciendo: “Este es el testimonio de Juan”.

Esta es la opinión de Cirilo, Crisóstomo, Eutimio, Beda, Lyranus, Brentano, Beza, Ferus, Grocio, Aretius, Barradius, Maldonado, Cornelio à Lapide., Jansen, Lightfoot, Arrowsmith, Gill, Doddridge, Lampe, Pearce, Henry, Tittman, A. Clarke, Barnes, Olshausen, Alford y Wordsworth. Baxter y Scott declinan tomar partido en cuanto a este asunto, y Whitby no dice nada al respecto.

Los argumentos a favor de ambas partes están tan bien equilibrados y los nombres a ambos lados son de tanto peso que aventuro una opinión con gran timidez. Pero en general me inclino a pensar que los tres versículos no son las palabras de Juan el Bautista, sino de Juan el Evangelista. El notable estilo de los primeros dieciocho versículos de este capítulo hace que la brusquedad y brevedad del testimonio que da Juan el Bautista, según esta teoría, no me parezca extraño. Y la relación entre los tres versículos y las palabras “lleno de gracia y verdad” del versículo 14 me parece mucho más marcada y clara que la relación entre el testimonio de Jesús y las palabras “de su plenitud tomamos todos”. Felizmente, no se trata de algo vital y, por tanto, no importa que los cristianos difieran si no son capaces de convencerse unos a otros.”

LEON MORRIS

“Cuando el Verbo se hizo carne, sus actividades cósmicas no se paralizaron durante el tiempo que habitó en la Tierra. Ciertamente hay aquí muchos misterios que no vamos a comprender, pero debemos darnos cuenta de que la Encarnación supuso ‘añadir algo nuevo a lo que el Verbo ya estaba haciendo’, y no ‘el cese de la mayoría de las actividades que estaba realizando’.

El verbo que traducimos por “dar a conocer (la única vez que aparece en Juan) se suele usar para introducir una narración (cf. Lucas 24:35, donde se traduce por “contar”). Indica que Jesús ‘nos cuenta’ cómo es el Padre. Eso no quiere decir que no tengamos nada más que aprender de Él: el término no es lo suficientemente preciso como para que saquemos esa conclusión. Pero apunta a la validez de la revelación en Cristo. Podemos confiar en que Dios es como Cristo lo dio a conocer.”

NACAR – COLUNGA

“La expresión “en el seno del Padre”, en lenguaje bíblico, expresa la idea de afección e identidad. Así, el niño reposa en el seno de su madre (1 Re 3:20; cf. Núm 11:12). La mujer reposa por afección sobre el seno de su marido (Dt 28:54-56). Noemí toma al hijo de su nuera y lo pone con afección sobre su seno (Rut 4:16). El discípulo “amado de Jesús” estaba “recostado sobre el pecho de Jesús” (Jn 13:23). Por eso, con la expresión “el Unigénito del Padre”, que está perennemente en el “seno del Padre”, se está acusando la constante intimidad y afección entre ambos, por lo que, estando en sus secretos, puede comunicarlos.

Estando así el Verbo en la intimidad de conocimiento y afección eternas con el Padre, en el seno de la divinidad, como lo exige la “inclusio semítica” de los v.1-2 con el 18, al tomar carne es, naturalmente, el que puede “explicar” a Dios (Lc 24:35; Act 10:18; 15:15; 21:19): el misterio de la intimidad trinitaria. También se propone que pudiera significar este verbo “conducir”: sería “conducirnos” al seno del Padre.”

SAMUEL P. MILLOS

“Hay algunas variantes de lectura que pueden apreciarse en el apartado de Crítica Textual del versículo, pero, fundamentalmente se reducen a dos: a) El Unigénito Hijo; b) El Unigénito Dios. Esta segunda, que es la más firme, equivale a Dios, el Hijo Unigénito. Cuenta con el apoyo de los principales códices, así como por Ireneo, Clemente, Orígenes, etc.

Además, muy probablemente Juan quiere cerrar este párrafo con la misma idea con que lo inició. El Verbo es Dios, dijo antes (v. 1), ahora vuelve a reiterar que el Unigénito es también Dios, que como Verbo puede revelar todo lo que Dios es. Hablar del Unigénito Dios, es referirse a la eternidad del Verbo, y con ella a la filiación en el Seno Trinitario. Ningún otro tipo de filiación podría corresponder a esta, al tiempo que es irreconciliable con la realidad de la deidad del Hijo de Dios.”

MATTHEW HENRY

“Otra cosa importante que hemos recibido de Cristo es una clara revelación de Dios (v. Jua_1:18): Jesús nos ha hecho la exégesis de Dios, a quien nadie ha visto jamás. Notemos:

(A) La insuficiencia de todos los demás descubrimientos: «A Dios nadie le ha visto jamás» (comp. con Deu_4:12; Mat_11:27; Luc_10:22; Jua_5:37; Jua_6:46; 1Ti_6:16; 1Jn_4:12, 1Jn_4:20). Esto indica:

(a) Que, al ser espiritual la naturaleza de Dios, es invisible a los ojos del cuerpo; sólo por fe podemos ver al Invisible (Heb_11:27);

(b) Que la revelación que de Sí mismo hizo Dios en el Antiguo Pacto era muy pequeña e imperfecta en comparación con la que nos ha hecho por medio de Jesucristo. La grandeza del cristianismo se echa de ver en que ha sido fundado por Alguien que ha visto a Dios y conoce de la mente de Dios infinitamente más de lo que cualquier ser angélico o humano podría conocer.

(B) La completa suficiencia de la revelación que de Dios nos ha hecho Jesús: «El unigénito Hijo (bastantes e importantes Manuscritos dicen: «El unigénito Dios»), que está en el seno (lit. Hacia el seno) del Padre, Él le ha dado a conocer (lit. Él lo explicó o hizo la exégesis de Él)». Obsérvese qué bien cualificado estaba Jesús para hacernos la exégesis del Padre, puesto que:

(a) Es el Hijo único del Padre, su Verbo o Expresión infinita, exhaustiva. Nadie conoce exhaustivamente al Padre, y en nadie es conocido exhaustivamente el Padre, sino el Hijo y en el Hijo (Mat_11:27) y el Espíritu Santo (v. 1Co_2:10-11);

(b) sólo el Hijo está en el seno del Padre, como el escogido Bienamado en quien el Padre tiene todas sus complacencias, y como Aquel a quien Dios confía todos sus secretos (Jua_15:15; Jua_17:26);

(c) al hacerse hombre, el Verbo de Dios nos hizo la perfecta traducción de Dios al lenguaje humano, no sólo en Sus palabras, sino en Su propia persona, pues en Él habitaba toda la plenitud de la Deidad (Col_2:9), y quien le ve a Él, ve al Padre (Jua_14:9). Si se pudiese ver del Padre algo que no se ve en Cristo Jesús habría engañado a Felipe. No cabe otra visión de Dios que la que se refleja en la lumbrera que es el Cordero (Apo_21:23). El que se sienta triste por no poder ver al Padre en Sí, es que no está satisfecho con el Señor Jesucristo o no lo conoce como es necesario. Sólo cuando se manifieste, lo veremos tal como es en Sí (1Jn_3:2).

(C) Este versículo (lo mismo que Jua_15:15), no ha de entenderse como si Jesús nos hiciese partícipes del conocimiento exhaustivo que las tres personas divinas tienen de Sí mismas (lo cual es imposible, ya que nunca podemos ser iguales a Dios), sino que expresa la íntima familiaridad con que nuestro Padre nos ha comunicado los secretos de la salvación que nos afectan en lo más vivo de nuestra existencia y de nuestro destino eterno.”

MARTIN LUTERO

“¿De dónde viene el conocimiento del Dios de la gracia y la verdad? Es dado por el Hijo unigénito de Dios. Por eso es indispensable el Hijo de Dios que está en Dios y que El mismo es Dios. Viene del Padre y conoce la Verdad. No hay otro doctor, maestro o predicador que resida en la divinidad y se halle en el seno del Padre, sino el único Doctor, Cristo. Humanamente hablando, el Padre enlaza a su Hijo entre sus brazos y le acaricia. El, que es de esencia divina, desciende de los cielos hacia nosotros y se convierte en hombre.

¿Cuál otro podía habernos revelado a Dios? Consultad todos los libros de juristas, de filósofos y de los paganos. Hallaréis que no exceden del conocimiento de Dios contenido en la Ley de Moisés que nos recomienda no robar, no cometer perjurio y obedecer a los padres y al gobierno. Conocer a Dios en base a la Ley con su dorso vuelto hacia nosotros, constituye un conocimiento defectuoso o de la mano izquierda. Por tanto, permaneced en Dios y contemplad su semblante y su plan. A Dios sólo se le ve en Cristo. Sabemos que quien desee ser salvado debe confesar que es un pecador condenado y debe confiar sólo en Él que es lleno de gracia y verdad. Así, se obtiene la gracia y la verdad; esta es la verdadera mente de Dios. Dependemos de Cristo, este es el verdadero conocimiento de Dios.

Fijaos en las Sagradas Escrituras. Desde los días de Adán, Cristo no  ha dejado nunca de revelarse a la humanidad. Nunca cesó de proclamar que a través de El obtenemos la gracia y la verdad, esto es, la vida eterna. Fue a la pobre y caída humanidad a quien Cristo deseó predicar, no a las vacas ni a los cerdos. Por tanto, nadie puede alardear de dicho conocimiento, ya sea cartujo, fraile descalzo, turco, judío o tártaro. Ni Moisés mismo pudo contemplar a Dios. Cuando quiso verle diciendo: «Te ruego que me muestres tu gloria», Dios dijo: «No podrás ver mi rostro, porque no me verá hombre y vivirá. Y verás mis espaldas pero no se verá mi rostro» (Exo_33:18-20). Así, Moisés percibió la misericordia de Dios de espaldas tal como dice la divina Palabra. En cuanto al resto, Moisés supo lo que tenía que hacer, aunque fue incapaz de ver los planes y el propósito de Dios.

A través del Hijo unigénito y del Evangelio se aprende a mirar directamente a la faz de Dios. Y cuando esto ocurre, el hombre muere; el hombre debe confesar que es un pecador ciego e ignorante que, de inmediato, debe acudir a Dios. Cuando un monje advierte que una justicia ajena a su corazón, la justicia acordada a nosotros por Cristo, debe salvarle, se preguntará: «¿Qué he de hacer con mi hábito, mi orden monástica y mi regla?» Hábito y regla tienen que dejarse de lado. Todo cuanto entonces consideraba estimable y sagrado, ahora lo considera basura, muerto. Su propia justicia y santidad originada en el humano poder, debe morir, ir destinada a la tumba y enterrada. El hombre ya no desea formar parte de ello. El conocimiento del Evangelio constituye la faz de Dios, el mensaje de que poseemos la gracia y la verdad por Cristo; quien no lo posea no será salvado, sea este Moisés, papa, cardenal, la misa, el purgatorio, las vigilias y el réquiem; todo esto no es nada, sino muerte, el diablo mismo. Dios ha puesto su gracia sólo en su único Hijo.”

SAN AGUSTIN

“Estando escrito: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mat_5:8), y en otro lugar: "Cuando aparezca seremos semejantes a El, porque le veremos tal y como es" (1Jn_3:2). ¿Cómo es que aquí se dice: "Ninguno ha visto a Dios nunca"? ¿No podría responderse que aquellos testimonios se refieren a ver a Dios y no a haberle visto? Porque lo que se ha dicho es que ellos verán a Dios, y no que le vieron. No que le hemos visto sino que le veremos tal y como es. En este sentido se dice: "Que ninguno ha visto a Dios nunca". Esto es, en esta vida no puede verse tal y como es -ni en la vida de los ángeles- según esta vida visible, como se ven las cosas sensibles, por medio de los ojos de la carne.

De modo que si alguno no muere a las cosas de esta vida, bien desnudándose de las cosas corporales, bien alejándose y despojándose de los sentidos exteriores -hasta el punto de que no pueda saber perfectamente, como dice el Apóstol (2Co_12:2), si está en el cuerpo o fuera del cuerpo- no será arrebatado por aquella visión ni jamás la alcanzará.

En el seno del Padre, esto es, en el secreto del Padre, porque el Padre no tiene seno como nosotros lo tenemos en los vestidos, ni debe pensarse que se sienta como nosotros nos sentamos. De modo que no está ceñido para tener seno, sino que así como nuestro seno es interior, al secreto del Padre se le llama seno del Padre. Y el que conoce al Padre en su secreto es el que contó lo que vio.”

WILLIAM BARCLAY

“¿Cómo es posible que Jesús pueda hacer lo que ningún otro ha podido? ¿De qué depende Su poder para revelar a Dios a la humanidad? Juan dice tres cosas acerca de Él.

(1) Jesús es único. La palabra griega es monoguenés, que la versión Reina-Valera traduce como unigénito. Es verdad que eso es lo que quiere decir monoguenés literalmente; pero hacía mucho tiempo que había perdido ese sentido puramente físico, y se había decantado hacia dos sentidos especiales: único y especialmente amado. Es obvio que un hijo único tiene un lugar exclusivo y un amor exclusivo en el corazón de su padre, así es que esta palabra llegó a expresar la unicidad más que ninguna otra cosa. Es la convicción del Nuevo Testamento que, no hay nadie como Jesús. Sólo Él puede traer a Dios a la humanidad, y a la humanidad a Dios.

(2) Jesús es Dios. Aquí tenemos la misma forma de expresión que encontramos en el versículo primero de este capítulo. No quiere decir que Jesús es idéntico a Dios, sino que es uno con Dios en mente y carácter y ser. En este caso tal vez sería mejor que pensáramos que significa que Jesús es divino, en el primer sentido de esta palabra, no en el de meramente primoroso, que es ahora tan corriente. Verle a Él es ver cómo es Dios.

(3) Jesús está en el seno del Padre. Esta es una expresión hebrea que quiere decir en la más íntima relación que puede darse. Hace referencia al niño con su madre; también se usa entre marido y mujer; un hombre habla de su esposa como la mujer de su seno (Num. 11:12; Deu. 13:6 ); se usa de dos amigos que están en plena comunión mutua. Cuando Juan usa esta frase aquí quiere decir que entre Jesús y el Padre existe la más completa e ininterrumpida intimidad. Precisamente porque Jesús tiene y mantiene esa intimidad con Dios, que Le hace ser Uno con Dios, es por lo que puede revelar a Dios a la humanidad.

El Dios distante, incognoscible, invisible e inasequible ha venido al mundo en Jesucristo, y ya no puede ser un extraño para nosotros.”


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