EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1
VERSICULO 18 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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A
Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él
le ha dado a conocer. |
A
Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre,
nos lo ha dado a conocer. |
Nadie
ha visto jamás a DIOS; el Unigénito DIOS (que está en el seno del Padre), Él
lo explicó. |
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TR+ |
INA27+ |
VUL |
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θεονG2316
N-ASM ουδειςG3762 A-NSM-N εωρακενG3708 V-RAI-3S-ATT πωποτεG4455 ADV οG3588
T-NSM μονογενηςG3439 A-NSM υιοςG5207 N-NSM οG3588 T-NSM ωνG1510 V-PAP-NSM
ειςG1519 PREP τονG3588 T-ASM κολπονG2859 N-ASM τουG3588 T-GSM πατροςG3962
N-GSM εκεινοςG1565 D-NSM εξηγησατοG1834 V-ADI-3S |
θεον G2316:N-ASM A Dios ουδεις
G3762:A-NSM-N nadie εωρακεν G3708:V-RAI-3S-ATT ha visto πωποτε G4455:ADV en
ningún tiempo μονογενης G3439:A-NSM unigénito θεος G2316:N-NSM dios ο
G3588:T-NSM el ων G1510:V-PAP-NSM estando εις G1519:PREP hacia dentro τον
G3588:T-ASM a el κολπον G2859:N-ASM seno του G3588:T-GSM de el πατρος
G3962:N-GSM Padre εκεινος G1565:D-NSM aquél εξηγησατο G1834:V-ADI-3S explicó |
Deum nemo vidit umquam
unigenitus Filius qui est in sinu Patris ipse enarravit |
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KJV |
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No man hath seen God at
any time; the only begotten Son, which is in the bosom of the Father, he hath
declared him. |
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TCB |
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A
Dios nadie le vió jamás.
Jua_6:46; Éxo_33:20; Deu_4:12; Mat_11:27; Luc_10:22; Col_1:15; 1Ti_1:17;
1Ti_6:16; 1Jn_4:12, 1Jn_4:20. El
unigénito Hijo. Jua_1:14; Jua_3:16-18;
1Jn_4:9. En
el seno del Padre. Jua_13:23; Pro_8:30;
Isa_40:11; Lam_2:12; Luc_16:22, Luc_16:23. Él
le ha dado a conocer. Jua_12:41; Jua_14:9;
Jua_17:6, Jua_17:26; Gén_16:13; Gén_18:33; Gén_32:28-30; Gén_48:15,
Gén_48:16; Éxo_3:4-6; Éxo_23:21; Éxo_33:18-23; Éxo_34:5-7; Núm_12:8; Jos_5:13-15;
Jos_6:1, Jos_6:2; Jue_6:12-26; Jue_13:20-23; Isa_6:1-3; Eze_1:26-28;
Ose_12:3-5; Mat_11:27; Luc_10:22; 1Jn_5:20. |
COMENTARIOS:
ISAAC AMBROSE
“¡Oh,
qué misterios son estos! Que este Dios-hombre sea nuestro Salvador, Redentor,
Reconciliador, Padre, Amigo. No es de extrañar que cuando Cristo nació y vino
al mundo, los apóstoles clamaran: "Vimos
su gloria, como del unigénito Hijo de Dios"; observando que, a la primera
vista de él, brotó de él tanta gloria que no podía surgir de nadie, sino de un Dios
que caminaba por el mundo. ¡Oh! alma mía, que no se pierda semejante tesoro.
Ponga fe en el trabajo de no perder esto, con una fuerza redoblada. Seguramente
no viviremos como hombres bajo este gran designio, si nuestro ojo de la fe no
se fija firme y fuertemente en esto. Oh, que estuviéramos familiarizados con
estos descubrimientos animados!.”
JOHN OWEN
“Cristo
en su filiación es el Hijo "unigénito"
de Dios: y por lo tanto, es imposible que Dios tenga más hijos de la misma clase que él; porque si lo
hubiera hecho, ciertamente el Señor Cristo no podría ser su Hijo
"unigénito".
La
única forma de filiación que comparten los creyentes es la adopción; en cualquier otro tipo de filiación no son
partícipes. Somos por naturaleza hijos de la ira, y de allí trasplantados por
adopción a la familia de Dios. De modo que tampoco los creyentes pueden ser
hijos de Dios con la clase de filiación que es propia de Cristo, siendo él el unigénito del Padre; ni el Señor
Cristo puede ser el Hijo de Dios con el mismo tipo de filiación que los
creyentes, que es solo por adopción.
De modo que exaltar a los creyentes en el mismo tipo de filiación con Cristo, o
rebajarlo en el mismo rango que ellos, es totalmente inconsistente con la
analogía de la fe y los principios del evangelio.”
JOHN FLAVEL
“Implica
la divinidad de Cristo, y demuestra que es Dios verdadero, ya que ningún otro puede
revelar al mundo, en todas las épocas, los secretos que yacen escondidos en el corazón
de Dios, y con tanta evidencia y autoridad tan convincentes... Toda su doctrina la sacó del seno de su Padre;
Juan 1:18. "El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha revelado". Las mismas
palabras que su Padre le dio nos las ha dado, Juan 17:8. Jesús nos habló lo que
había visto de su Padre, Juan 8:38. ¿Qué hombre puede contar los consejos
íntimos y los secretos de Dios? ¿Quién sino el que yace eternamente en ese seno
puede exponerlos?.”
WARREN WIERSBE
“En
su esencia Dios es invisible (1 Timoteo 1: 17; Hebreos 11:27). El hombre puede
ver a Dios revelado en la naturaleza (Salmo 19:1-6; Romanos 1:20) y en sus
obras poderosas en la historia; pero no puede ver a Dios mismo. Jesucristo nos
revela a Dios, porque él "es la imagen del Dios invisible"
(Colosenses 1: 15) y "la imagen misma de su sustancia" (Hebreos 1:3).
La
frase que en Juan 1: 18 se traduce "dado
a conocer" procede del vocablo griego de donde obtenemos el término exégesis, que quiere decir explicar,
desdoblar, encaminar. Jesucristo nos explica a Dios y lo interpreta para nosotros.
Nosotros simplemente no podemos comprender a Dios sin conocer a su Hijo, Jesucristo.”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“A Dios nadie lo ha visto nunca. ¿Cuáles son las premisas del evangelista para decir eso? Después de haber mostrado la inmensa grandeza de los dones que nos han sido procurados por Cristo, tras habernos hecho comprender el inmenso abismo que media entre esos dones y los que fueron dados por Moisés, quiere revelarnos ahora la causa de esa diferencia. Siendo el segundo un siervo, fue administrador de cosas más humildes. El primero, en cambio, siendo el Señor, el rey, el Hijo del rey del Universo, nos logró cosas mayores en la proporción correspondiente a quien siempre vive con el Padre y lo contempla por toda la eternidad. Por eso emplea como ilación la frase: A Dios nadie lo vio jamás.
¿Qué
decir entonces del profeta Isaías, que proclama abiertamente: Vi al Señor sentado sobre un trono excelso y
sublime? Y ¿qué diremos de san Juan, que testimonia de sí mismo que dijo
esas palabras cuando vio su gloria? Y
¿qué de Ezequiel? Pues también lo vio sentado
sobre querubines.
Y
¿qué de Daniel? También éste dice: El
Anciano de días se sienta. ¿Qué diremos, entonces, de Moisés, quien dijo: Muéstrame tu gloria para que te vea
claramente?. Y Jacob, por su parte, recibió su apelativo, el de Israel, precisamente por eso, pues
Israel significa «el que ve a Dios».
Y también otros lo vieron. Entonces, ¿por qué dice san Juan que a Dios nadie lo ha visto jamás? Para
indicar que tales teofanías habían sido una adaptación a la debilidad humana,
no la visión sin ningún velo de la misma sustancia divina. Y, efectivamente, si
todos esos hubieran visto propiamente la sustancia divina, no la habría visto
cada uno de modo diverso, pues esa sustancia es simple, sin figura ni composición.
No puede estar acotada por ningún espacio, ni estar sentada o de pie, y no
camina. Todas esas características convienen solamente a los cuerpos. Sólo Dios
sabe cómo han podido tener lugar tales visiones.
Todo
eso lo declaró el mismo Dios y Padre por boca de un profeta, que dijo: He multiplicado mis visiones y he sido representado
por las manos de los profetas. O lo que es lo mismo: «al manifestarme, me he adaptado a la debilidad de los hombres y no he
aparecido tal como soy». Puesto que su Hijo se disponía a venir entre
nosotros con un cuerpo verdadero, ya desde entonces El preparaba a los hombres para
que contemplaran la sustancia de Dios en la medida en que les era dado hacerlo.
Es que no sólo los profetas, sino que ni siquiera los ángeles o los arcángeles,
vieron a Dios nunca tal y como El es verdaderamente. Si les preguntáis, nada
les oiréis decir respecto a la divina esencia, sino que se limitarán a cantar: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad. Y si queréis saber algo mediante los
querubines y los serafines, escucharéis un místico himno de alabanza y de
santificación: Los cielos y la tierra
están llenos de su gloria. Si os dirigís a los espíritus celestiales
sabréis que toda su ocupación estriba en cantar alabanzas a Dios. Dice la
Escritura: Alabadlo, vosotras, sus
potencias.
Por
tanto, sólo el Hijo y el Espíritu Santo lo contemplan tal cual es. ¿Cómo podría
una criatura cualquiera contemplar la sustancia increada? Si no nos es posible siquiera ver claramente ninguna sustancia
incorpórea, aunque sea creada, menos todavía podremos ver la sustancia increada
e incorpórea. Por eso dice también san Pablo: Aquél a quien ningún hombre vio nunca ni podrá ver jamás. ¿Es ésa
una característica exclusiva del Padre y no del Hijo? Ciertamente no, también
lo es del Hijo. Escuchad a san Pablo, que así lo enseña, cuando dice: El que es imagen del Dios invisible.
Quien es imagen de alguien que es invisible es también él invisible. De lo
contrario no sería su imagen. Y no os asombréis si en otro lugar dice san
Pablo: Dios se ha manifestado en la carne.
Pues la manifestación tuvo lugar gracias al cuerpo del que se revistió, y no en
virtud de su sustancia.
San
Pablo, además, enseña que Dios no es invisible sólo para los hombres, sino
también para los espíritus celestes. Después de decir: se ha manifestado en la carne, añade: y ha sido visto por los ángeles.
Por
consiguiente, fue visto por los ángeles sólo cuando se revistió de un cuerpo
humano. Antes de eso ellos tampoco lo veían porque su sustancia les era
invisible. Pero me preguntaréis por qué dice Cristo entonces: No despreciéis a uno de estos pequeñuelos,
porque en los cielos, sus ángeles contemplan siempre el rostro de mi Padre.
¿Cómo?
¿Tiene Dios una cara y está circunscrito en el cielo, como si allí estuviera preso?
Nadie caiga en la locura de decir tales aberraciones. ¿Qué significan esas
palabras? Cuando dice: Bienaventurados
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios, habla Cristo de la
visión que no es posible merced al entendimiento y al pensamiento que se
representa a Dios. Lo mismo hay que decir de los ángeles: ellos, con su mente pura
y siempre limpia, nada se representan sino a Dios.
Por
tal razón, Cristo mismo dice: Nadie
conoce al Padre sino el Hijo. ¿Cómo? ¿Estamos entonces todos en la
ignorancia? No, ciertamente. Pero nadie conoce a Dios como lo conoce el Hijo. Por eso, igual que en épocas pasadas,
muchos lo vieron en la proporción en que era posible a su capacidad, pero nadie
vio jamás su sustancia, así también ahora todos conocemos a Dios, pero nadie
conoce su sustancia, sino sólo el
engendrado por El mismo. El llama aquí conocimiento a la visión y
comprensión perfecta y completa, tal y como el Padre la tiene del Hijo: Como el Padre me conoce -dice Cristo-, así yo conozco al Padre.”
A.T ROBERTSON
“El
unigénito Hijo (ho monogenës huios).
Ésta es la lectura del Textus Receptus, y es inteligible después de hös monogenous para patros en el
versículo 14. Pero los más antiguos y mejores Manuscritos griegos (Alef, B, C,
L) leen monogenës theos (Dios unigénito), que es indudablemente
el verdadero texto.
Es
probable que algún escriba lo cambiara a ho
monogenës huios para obviar la llana declaración de la deidad de Cristo y
para hacerlo como 3:16. Pero existe una armonía interna en la lectura de los
antiguos unciales. El Logos es claramente llamado theos en el versículo 1. La Encarnación
es declarada en el versículo 14, donde también es llamado monogenës. Esto lo era antes de la Encarnación. Así, Él es «Dios unigénito», «la Generación Eterna del Hijo» de la frase
de Orígenes.”
GARY BURGE
“La
NVI indica la presencia de una interesante variante en 1:18: «A Dios nadie lo ha visto nunca; pero el
unigénito Dios que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer».
Algunos manuscritos insertan el término «Hijo» en referencia a «Dios», pero la
afirmación más difícil y explícita de la divinidad de Cristo que propone la
variante es posiblemente original.
Juan
1:18 se une, pues, a 1:1 como conclusión del prólogo, y nos ofrece una declaración
que resume el origen divino del Hijo y su conocimiento exhaustivo. La
revelación de Cristo es única por razones ontológicas: es su identidad, su ser,
la esencia de su naturaleza lo que hace de sus palabras las palabras de Dios.
Ciertamente, Cristo es plenamente Dios, quien en su encarnación se revela al
mundo.”
CHARLES SPURGEON
“No queremos ver a Dios sin Cristo. Estoy perfectamente
satisfecho de ver la Luz Eterna a través de su propio medio elegido, Cristo
Jesús. Aparte de ese medio, la luz podría cegar mis ojos. "A Dios nadie ha visto jamás".
¿Quién puede mirar al sol? ¿Qué mente puede mirar a Dios? Pero Cristo no
esconde al Padre; lo manifiesta. "El
Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer".
JOHN WESLEY
“Nadie
ha visto a Dios con ojos corporales; sin embargo, los creyentes lo ven con los ojos de la fe. ¿Quién está en el seno del Padre? La expresión denota
la unidad más alta y el conocimiento más íntimo.”
LUIS PALAU
“Cristo
no sólo vino para librarnos de la ley sino también para hacer visible al Dios
invisible. ¿Cómo se puede conocer el carácter y la personalidad de Dios? De una
sola manera, conociendo a Jesucristo. El mundo conoció el carácter, la
salvación, la paciencia y todo lo que se refiere a Dios cuando vio a Jesucristo
y él reveló a Su Padre.
Por
otra parte, llegaremos a ver a Dios en toda su plenitud cuando estemos con él
en gloria (Job 19:26–27; Sal. 17:15; Is. 33:17; 1 Co. 13:12). Ese día Dios
estará totalmente visible a nuestros ojos.”
JUAN CALVINO
“Cuando
dice que nadie ha visto a Dios, no
debemos entenderlo para referirnos a la percepción externa del ojo corporal;
porque generalmente quiere decir que como Dios habita en luz inaccesible (1
Timoteo 6:16), no puede ser conocido sino en Cristo, quien es su viva imagen. Este pasaje generalmente se explica así:
que como la majestad desnuda de Dios está oculta dentro de él, nunca podría ser
comprendido, excepto en la medida en que se reveló en Cristo; y, por tanto, que
fue sólo en Cristo que Dios fue conocido anteriormente por los padres del
Antiguo Testamento.
Pero
pienso más bien que el evangelista se atiene aquí a la comparación ya
enunciada, a saber, cuánto mejor es nuestra condición que la de los padres,
porque Dios, que antes estaba oculto en su gloria secreta, ahora puede decirse
que se ha hecho visible.
Porque
ciertamente cuando Cristo es llamado la viva imagen de Dios (Hebreos 1:3), esto
se refiere al privilegio peculiar del Nuevo Testamento. Asimismo, el
evangelista describe, en este pasaje, algo nuevo y poco común, cuando dice que
el Hijo unigénito, que estaba en el seno del Padre, nos ha dado a conocer lo que antes estaba oculto.
Por
tanto, magnifica la manifestación de Dios que nos ha sido traída por el
evangelio, en la que nos distingue de los padres y muestra que somos superiores
a ellos; como también Pablo explica con más detalle en los capítulos tercero y
cuarto de la Segunda Epístola a los Corintios. Porque sostiene que ya no existe
ningún velo, como el que existia bajo la Ley, sino que Dios es contemplado
abiertamente en el rostro de Cristo.
Si
se considera irrazonable que los padres del A.T estén privados del conocimiento
de Dios, que tienen a los profetas diariamente delante de ellos y sosteniendo
la antorcha, les respondo que lo que se nos atribuye no se les niega simple o
absolutamente, sino que se hace una comparación entre lo menor y lo mayor, como
decimos; porque no tenían más que pequeñas chispas de la luz verdadera, cuyo
brillo pleno brilla diariamente a nuestro alrededor.
Si
se objeta que en ese tiempo también se veía a Dios cara a cara (Génesis 32:30;
Deuteronomio 34:10), sostengo que esa vista no se puede comparar en absoluto con
la nuestra; pero como Dios estaba acostumbrado en ese momento a exhibirse oscuramente,
y, por así decirlo, desde la distancia, aquellos a quienes se le reveló más claramente
dicen que lo vieron cara a cara. Lo dicen con referencia a su propio tiempo; pero
no vieron a Dios de otra manera que envuelto en muchos pliegues de figuras y ceremonias.
La
visión que obtuvo Moisés en la montaña fue notable y más excelente que casi
todas las demás; y, sin embargo, Dios declara expresamente, no podrás ver mi rostro, solo verás mi
espalda, (Éxodo 33:23;) con cuya metáfora muestra que aún no ha llegado el
momento de una revelación completa y clara. Debe observarse también que, cuando
los padres querían contemplar a Dios, siempre volvían los ojos hacia Cristo.
No
solo quiero decir que vieron a Dios en su Palabra eterna, sino que también asistieron,
con toda su mente y con todo su corazón, a la manifestación prometida de
Cristo. Por esta razón encontraremos que Cristo dijo después, Abraham vio mi día (Juan 8:56); y lo que
es subordinado no es contradictorio. Por tanto, es un principio fijo que Dios,
que antes era invisible, ahora se ha hecho visible
en Cristo.”
JOHN MACARTHUR
“Dios
se hizo visible con una claridad nunca antes vista o conocida. Esto porque es Espíritu invisible (Col. 1:15; 1 Ti.
1:17; He. 11:27) y, más importante
aún, porque haberlo visto habría traído la muerte
instantánea (Éx. 33:20; cp. Gn. 32:30; Dt. 5:26; Jue. 13:22). A Dios nadie le vio jamás (Jn 6:46; 1
Ti. 6:16; 1 Jn. 4:12, 20). Es a través de Jesucristo, “la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15), que Dios se reveló.
La
Biblia de las Américas (BLA) sigue la lectura más ajustada al manuscrito
griego: “el unigénito Dios” (en lugar
de la lectura alternativa el unigénito Hijo en algunas traducciones al español).
Es una conclusión adecuada para el prólogo, en el cual se ha enfatizado la
deidad de Cristo y la igualdad absoluta con el Padre. La expresión íntima que
está en el seno del Padre recuerda la frase pros
ton theon (“con Dios”) en el
versículo 1. Expresa la participación de la naturaleza de Cristo con el Padre
(cp. 17:24). Dios, quien no puede ser conocido si no se revela a sí mismo, pudimos
llegar a conocerle mejor porque Jesús le
ha dado a conocer.
Jesús
es la explicación de Dios. Él es la respuesta a la pregunta “¿Cómo es Dios?”.
En Juan 14:7-9, Jesús declaró esa verdad a sus discípulos obtusos:
Si me conocieseis, también a mi Padre
conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo:
Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que
estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?
Dado a conocer traduce una forma del verbo exēgeomai, del cual se deriva la palabra española “exégesis” (el
método o práctica de interpretar las Escrituras). Jesús es el único calificado
para ser exégeta o interpretar a Dios para el hombre, pues “nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al
Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”
(Mt. 11:27).”
ALBERT BARNES
“Este
pasaje no pretende negar que los hombres hubieran sido testigos de las
manifestaciones de Dios, como cuando se apareció a Moisés y a los profetas
(comp. Núm 12:8; Isaias. 6: 1-13); mas bien se quiere decir que nadie ha visto la esencia de Dios, o ha Dios plenamente conocido. Los profetas
comunicaron lo que oyeron hablar a Dios; Jesús habla de Dios como su igual y
comprendiendo plenamente su naturaleza.”
MATTHEW POOLE
“El Hijo unigénito, que está en el seno del
Padre; Jesús, el Hijo unigénito y amado, tiene una comunión tan íntima con
el Padre en su naturaleza, y una comunicación tan libre en todos sus consejos
que se puede decir que está continuamente en su seno. Él lo ha declarado, no
solo como un profeta declara la mente y la voluntad de Dios, sino como los
cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento muestra su obra útil, Sal
19:1; siendo el resplandor de la gloria de su Padre, y la imagen expresa de su
persona, Heb 1:3.”
CHARLES SIMEON
“Él
nos ha dado a conocer al Padre, y declaró: Su
naturaleza- La humanidad tenía concepciones burdas de la Deidad como un Ser
material: pero Cristo nos ha asegurado su perfecta Espiritualidad [Jn 4:24].
Además, nos ha revelado una Trinidad
de personas en la Deidad. Él ha afirmado en los términos más claros su propia
Unidad con el Padre [Jn 10:30]. Ha hablado del Espíritu Santo como coexistente consigo mismo y con el Padre [Jn
15:26.], Y ha unido a los Tres como iguales en autoridad y honor [Mat 28:19.].
Así
nos ha capacitado por fe para “ver al Invisible”. Declaro tambien sus perfecciones- Dios había proclamado
desde hace mucho tiempo su propio nombre a Moisés [Éxodo 34: 6-7.]; pero Cristo
nos ha proporcionado descubrimientos más abundantes de todos sus atributos. Él
nos ha mostrado claramente que su bondad es ilimitada [Mat 5:45.], Su soberanía
absoluta [Mat 11: 25-26.], Su poder irresistible [Mat 26:53.], Su justicia inflexible
[Mateo 26:42.], su misericordia infinita [Juan 3: 16-17.], y su verdad
inviolable [Lucas 16:17.]. No hay nada relacionado con su Padre, cuyo
conocimiento pueda sernos útil en absoluto, que él no nos haya revelado [Jn
15:15].
Sin
embargo, no se limitó a pronunciar estas cosas como los profetas de la
antiguedad. Sino que declaró al Padre de una manera diferente: 1. Al exhibir un modelo perfecto de él- Él
mismo era una semejanza exacta del Padre [Heb 1: 3.], y en su conducta exhibió
toda perfección de la Deidad [Jn 8:29.]. Por lo tanto, verlo a él era, de
hecho, una vista del Padre mismo [Jn 14: 7-9]
2.
Al dar a conocer sus consejos- Muchos
de los consejos del Padre habían permanecido ocultos desde el fundamento del
mundo, o había sido revelado de manera muy imperfecta. Cristo los abrió los
odios a sus oyentes tanto como pudieron soportarlo [Jn. 16:12]. Dio a conocer
la intención de Dios de admitir a los gentiles en su Iglesia [Mateo 8:11-12.],
Y nos aseguró que los más abandonados de la humanidad deberían ser recibidos cordialmente
en el mismo instante en que regresara a Dios [Lucas 15:20.]; pero que nadie de cualquier
carácter podría ser salvo, a menos que buscara la aceptación de Dios a través
de su mediación [Jn 14:6]. Así, mediante estas declaraciones, nos ha capacitado
para alcanzar un conocimiento más perfecto de la mente y la voluntad del Padre.
¡Cuán
preciosas deben ser las Escrituras para nosotros! Job y David tenían solo una
pequeña porción de las Escrituras en sus manos; sin embargo, las valoraban por
encima de todo en el mundo [Job 23:12, Sal 119:72]. ¡Cuánto más deberíamos
nosotros, que poseemos los sagrados oráculos enteros! En estos está registrado
todo lo que Cristo ha declarado; y por ellos seremos sabios para la salvación [2
Timoteo 3:15].
Entonces,
escudriñémoslos con diligencia y atesoremóslos en nuestro corazón; ni dejes
pasar un día sin que excaves en esas minas invaluables [Pro 2: 4.] ¡Cuán
imperdonables son los que ignoran a Dios! Es para nuestra vergüenza que muchos
de nosotros todavía ignoramos a Dios [1 Corintios 15:34]: no tenemos ese conocimiento
de él que a su vez producen los correspondientes afectos hacia él.
Pero,
¿qué excusa podemos ofrecer para atenuar nuestra culpa? ¿No ha declarado Cristo
al Padre para que lo conozcamos? ¿Y no está dispuesto a revelarlo también en nosotros
con su poderosa Espíritu en nuestras almas? Algunos, sin duda, son más
culpables que otros en proporción a que hayan poseído medios de instrucción; pero
todos verán las tremendas consecuencias de su ignorancia [2 Tesalonicenses 1:
8]. Entonces, que todos comiencen a preguntar por Dios con todo su corazón, y
no descansen hasta que hayan alcanzado ese conocimiento de Él que es la vida
eterna [Jn 17: 3].”
JOHN GILL
“Aunque
se dice que Jacob, Moisés, los ancianos de Israel, Manoa y su esposa vieron a
Dios, y Job esperaba verlo con sus ojos corporales, y que los santos lo verán
tal como es, en lo cual residirá su gran felicidad, sin embargo, todo parece
entenderse de la segunda persona, que se apareció con frecuencia a los santos
del Antiguo Testamento, en forma humana, y será visto por los santos en el cielo,
en su verdadera naturaleza humana glorificado: porque la esencia de Dios es
invisible y no se puede ver con los ojos del cuerpo; ni siquiera con los ojos
del entendimiento, para comprenderlo; ni tampoco inmediatamente, sino a través
y por ciertos medios: Dios es visto en las obras de la creación y providencia,
en las promesas y en sus ordenanzas; pero sobre todo, en Cristo el resplandor de su gloria, y la imagen expresa de su persona: esto puede significar principalmente
que el hombre no conoce nada de Dios de manera espiritual y salvadora, sino en y por Cristo.”
GRANT OSBORNE
“Este
versículo es una imagen especular del versículo 1, enmarcando el prólogo con
declaraciones sobre la deidad de Cristo como la revelación de Dios. En 1:1, “el
Verbo era Dios”, y aquí tenemos “el Hijo unigénito, que es Dios”. Aquí el
énfasis está también en la relación íntima entre el Padre y el Hijo “[cara a
cara] con Dios” en 1:1 y “en unión íntima con el Padre” aquí. En ambos versículos,
el Hijo es llamado “Dios” y es “el Verbo”, la Palabra revelada y la voz
tangible del Padre.
Juan
comienza el versículo 18 con una referencia a Éxodo 33:18–23 (véase la mención
de Moisés en el versículo anterior). En ese pasaje, Moisés pidió ver la gloria
de Dios y se puso en una hendidura de la roca mientras Dios pasaba, cubriendo
su cara no sea que Moisés la vea y muera. “Nadie ha visto a Dios jamás” no
significa que nadie haya tenido nunca una verdadera visión de Dios (véase Éx
24:9–11; Is 6:1–13; Ez 1–3), sino que nadie ha estado nunca cara a cara con
Dios, ver al Señor como realmente es, y vivir a través de ello. El punto es que
ahora, por primera vez en la historia, la gente puede ver el mismo rostro de
Dios en Jesús, “el Hijo unigénito, que es Dios mismo” (véase 1:14). Aquí nos
encontramos en la misma esencia de la concepción de la Trinidad. Jesús es de
una vez y el mismo tiempo plenamente Dios y plenamente humano y el
representante de Dios como el Dios-hombre.
En
la parte final de este versículo, “en unión íntima con el Padre” es
literalmente “en el seno del Padre”, una metáfora de una relación sumamente
íntima. El Padre y el Hijo son uno en el ser y uno en la intimidad amorosa.
Esta intimidad se expande e incluye también a los discípulos de Jesús, porque
el Verbo “lo ha dado a conocer”. En otras palabras, las profundidades íntimas
del Padre son reveladas por el Verbo, y así la intimidad se extiende para
incluir a todos los santos. Me encanta enseñar este versículo en el seminario,
la palabra griega para “dado a conocer” aquí es exēgēsato. El término técnico
para el estudio bíblico profundo es exégesis, por lo que puedo traducir este
versículo, “el único y sin igual Hijo, quien es mismo Dios y está en unión
íntima con el Padre, lo ha exagetado”.
Podría
meditar en este pasaje durante horas y horas. Es imposible agotar sus riquezas.
Cada una de las secciones está llena de ideas y de un incomparable y profundo
significado no encontrado en ninguna otra lectura (incluso en otros pasajes de
las Escrituras). En la parte inicial vemos dos maravillosas verdades: el Verbo
era Dios mismo, y el Verbo en realidad creó este universo, Padre e Hijo
actuando en acuerdo.
Estas
dos realidades son los objetivos más altos de toda la Escritura, que nos dicen
que no necesitamos preocuparnos excesivamente sobre el estado de este mundo. El
mal está condenado, porque el pecado entró a este mundo y trajo la muerte junto
con él (Ro 5:12–14) es una tragedia temporal determinada a ser destruida cuando
el Señor divino regrese en gloria: la misma gloria con la que se presentó en
este mundo.
El
Verbo creó este mundo (v. 3), y él mismo ya ha presagiado el fin del mal al
traer una nueva creación e introducir luz y vida espiritual, la antítesis del
mal. Con esta luz sobrenatural, cada persona se encuentra, es convencida por el
Espíritu y toma una decisión de fe de aceptar o rechazar la oferta divina de la
salvación. Nada puede impedir que eso ocurra (v. 5). La inauguración de la
nueva creación es la llegada de Juan el Bautista (vv. 6–8), creado para ser el
antecesor, el testigo que introduce a Jesús el Verbo al mundo e inicia su ministerio
mesiánico.
El
Verbo no solamente trajo una nueva creación, sino que se convirtió en la “luz
verdadera” que atrajo a la gente a ella y los convenció de sus pecados (v. 9).
Sin embargo, la mayoría rechazó la luz, incluido “su propio” pueblo, los judíos,
que se negaron a recibirlo. De esta forma los judíos dejaron de ser el pueblo
del pacto y se convirtieron en parte del mundo (vv. 10–11). Sin embargo,
aquellos que en el mundo y en Israel, creen, les es dada una nueva autoridad de
ser la nueva realeza de la comunidad de la nueva creación, de ser parte de la
familia de Dios (vv. 12–13).
Lo
más significativo de todo, este Verbo divino tomó forma humana (v. 14) y se
hizo carne, y en esto ejecutó la Shekinah, la gloria de Dios morando entre su
pueblo, caminó en Galilea y Judea como el Dios-hombre, Jesús el Verbo de Dios.
En él la amorosa gracia y la verdadera fidelidad del Dios del pacto se hizo
humano y trajo la salvación de Dios a este mundo. A medida que meditamos en
esta magnífica realidad, los problemas de este mundo se ponen en perspectiva y
nos damos cuenta de que mientras confiemos totalmente en él, somos realmente
parte de esta nueva creación y somos exaltados por encima del mal que nos rodea
y podemos caminar en victoria y triunfo.
De hecho, este es el objetivo de la sección final (vv. 15–18). La plenitud de Dios ha venido en Jesús el Verbo, y nosotros somos parte de ella. La amable bondad de Dios y su verdadera fidelidad no son solo conceptos teológicos sino experiencias de vida, transforman nuestras presiones diarias y nos muestran una y otra vez que Dios está realmente en control, y que realmente podemos levantarnos por encima de estas presiones terrenales y confiar en Dios de una nueva manera. Cristo el Verbo “le ha dado a conocer” no solo teóricamente, sino por experiencia, dándonos una nueva perspectiva sobre la vida.”
J.C RYLE
“La
palabra griega traducida como “dado a
conocer” significa literalmente “exponer”.
Es la raíz de dos palabras muy conocidas entre los estudiantes de la literatura
bíblica: “exegesis” y “exegético”. La idea es la de que da una
clara y especial explicación (Hechos 15:14). No está nada claro si el dar a conocer
al Padre al que aquí se hace referencia hay que limitarlo a la enseñanza oral
de Cristo acerca del Padre o se refiere también a que Cristo ha ofrecido en su
persona una representación visible de muchos de los atributos del Padre. Quizá
ambas ideas estén incluidas en la expresión.
Al
dejar este pasaje debo decir algo acerca de la discutida cuestión de quién es
el autor de las palabras de los tres versículos que comienzan con “de su
plenitud”. ¿Son las palabras de Juan el Bautista y parte de su testimonio? ¿O
son las palabras de Juan el autor del Evangelio y un comentario explicativo
propio, como encontramos ocasionalmente en su Evangelio? Hay algo que decir por
ambas partes.
(a)
Unos creen que estos tres versículos son dichos por Juan el Bautista, a causa
de la violencia y brusquedad con que concluye su testimonio si adoptamos la
otra teoría, porque van en armonía con el versículo 15 y porque no hay nada en
ellos que no pueda esperarse razonablemente que dijera Juan el Bautista.
Esta
es la opinión de Orígenes, Atanasio, Basil, Cipriano, Agustín, Teofilacto,
Ruperto, Melanchton, Calvino, Zuinglio, Erasmo, Chemnitio, Gualter, Musculus,
Bucero, Flacius, Bullinger, Pellican, Toledo, Gomarus, Nifanius, Rollock,
Poole, Burkitt, Hutcheson, Bengel y Cartwright.
(b)
Otros creen que los tres versículos son el comentario de Juan el autor del
Evangelio en cuanto al testimonio de Juan el Bautista acerca de la
preexistencia de Cristo y de la expresión “gracia y verdad” que tenemos en el
v. 14. Consideran los versículos como una exposición de la expresión “lleno de
gracia y verdad”. Cuestionan si el lenguaje es el que habría usado Juan el
Bautista, si él habría dicho “todos” después de decir “de mí”, si habría
empleado la palabra “plenitud”, si habría contrastado —en un período tan
temprano—la religión de Moisés con la de Cristo, y si habría declarado tan
abiertamente a Cristo como el unigénito Hijo que está en el seno del Padre. Por
último, creen que si estas fueran palabras de Juan el Bautista, el Evangelio no
habría comenzado de nuevo en el versículo 19 diciendo: “Este es el testimonio
de Juan”.
Esta
es la opinión de Cirilo, Crisóstomo, Eutimio, Beda, Lyranus, Brentano, Beza,
Ferus, Grocio, Aretius, Barradius, Maldonado, Cornelio à Lapide., Jansen,
Lightfoot, Arrowsmith, Gill, Doddridge, Lampe, Pearce, Henry, Tittman, A.
Clarke, Barnes, Olshausen, Alford y Wordsworth. Baxter y Scott declinan tomar
partido en cuanto a este asunto, y Whitby no dice nada al respecto.
Los
argumentos a favor de ambas partes están tan bien equilibrados y los nombres a
ambos lados son de tanto peso que aventuro una opinión con gran timidez. Pero
en general me inclino a pensar que los tres versículos no son las palabras de
Juan el Bautista, sino de Juan el Evangelista. El notable estilo de los
primeros dieciocho versículos de este capítulo hace que la brusquedad y
brevedad del testimonio que da Juan el Bautista, según esta teoría, no me
parezca extraño. Y la relación entre los tres versículos y las palabras “lleno
de gracia y verdad” del versículo 14 me parece mucho más marcada y clara que la
relación entre el testimonio de Jesús y las palabras “de su plenitud tomamos todos”.
Felizmente, no se trata de algo vital y, por tanto, no importa que los
cristianos difieran si no son capaces de convencerse unos a otros.”
LEON MORRIS
“Cuando
el Verbo se hizo carne, sus actividades cósmicas no se paralizaron durante el
tiempo que habitó en la Tierra. Ciertamente hay aquí muchos misterios que no vamos a comprender,
pero debemos darnos cuenta de que la Encarnación supuso ‘añadir algo nuevo a lo que el Verbo ya estaba haciendo’, y no ‘el cese de la mayoría de las actividades que
estaba realizando’.
El
verbo que traducimos por “dar a conocer”
(la única vez que aparece en Juan) se
suele usar para introducir una narración (cf. Lucas 24:35, donde se traduce por
“contar”). Indica que Jesús ‘nos cuenta’ cómo es el Padre. Eso no quiere
decir que no tengamos nada más que aprender de Él: el término no es lo
suficientemente preciso como para que saquemos esa conclusión. Pero apunta a la
validez de la revelación en Cristo. Podemos confiar en que Dios es como Cristo
lo dio a conocer.”
NACAR – COLUNGA
“La
expresión “en el seno del Padre”, en lenguaje bíblico, expresa la idea de
afección e identidad. Así, el niño reposa en el seno de su madre (1 Re 3:20; cf. Núm 11:12). La mujer reposa por
afección sobre el seno de su marido
(Dt 28:54-56). Noemí toma al hijo de su nuera y lo pone con afección sobre su seno (Rut 4:16). El discípulo “amado de Jesús” estaba “recostado sobre el pecho de Jesús” (Jn
13:23). Por eso, con la expresión “el Unigénito
del Padre”, que está perennemente en el “seno del Padre”, se está acusando la constante intimidad y afección
entre ambos, por lo que, estando en sus secretos, puede comunicarlos.
Estando
así el Verbo en la intimidad de conocimiento y afección eternas con el Padre,
en el seno de la divinidad, como lo exige la “inclusio semítica” de los v.1-2 con el 18, al tomar carne es,
naturalmente, el que puede “explicar”
a Dios (Lc 24:35; Act 10:18; 15:15; 21:19): el misterio de la intimidad trinitaria.
También se propone que pudiera significar este verbo “conducir”: sería “conducirnos” al seno del Padre.”
SAMUEL P. MILLOS
“Hay
algunas variantes de lectura que pueden apreciarse en el apartado de Crítica Textual
del versículo, pero, fundamentalmente se reducen a dos: a) El Unigénito Hijo;
b) El Unigénito Dios. Esta segunda, que es la más firme, equivale a Dios, el
Hijo Unigénito. Cuenta con el apoyo de los principales códices, así como por
Ireneo, Clemente, Orígenes, etc.
Además,
muy probablemente Juan quiere cerrar este párrafo con la misma idea con que lo
inició. El Verbo es Dios, dijo antes (v. 1), ahora vuelve a reiterar que el
Unigénito es también Dios, que como Verbo puede revelar todo lo que Dios es.
Hablar del Unigénito Dios, es referirse a la eternidad del Verbo, y con ella a
la filiación en el Seno Trinitario. Ningún otro tipo de filiación podría
corresponder a esta, al tiempo que es irreconciliable con la realidad de la
deidad del Hijo de Dios.”
MATTHEW HENRY
“Otra
cosa importante que hemos recibido de Cristo es una clara revelación de Dios (v. Jua_1:18): Jesús nos ha hecho la exégesis de Dios, a quien nadie ha visto
jamás. Notemos:
(A)
La insuficiencia de todos los demás
descubrimientos: «A Dios nadie le ha visto jamás» (comp. con Deu_4:12;
Mat_11:27; Luc_10:22; Jua_5:37; Jua_6:46; 1Ti_6:16; 1Jn_4:12, 1Jn_4:20). Esto
indica:
(a)
Que, al ser espiritual la naturaleza de Dios, es invisible a los ojos del
cuerpo; sólo por fe podemos ver al
Invisible (Heb_11:27);
(b)
Que la revelación que de Sí mismo hizo
Dios en el Antiguo Pacto era muy pequeña e imperfecta en comparación con la que
nos ha hecho por medio de Jesucristo. La grandeza del cristianismo se echa
de ver en que ha sido fundado por Alguien que ha visto a Dios y conoce de la
mente de Dios infinitamente más de lo que cualquier ser angélico o humano
podría conocer.
(B)
La completa suficiencia de la revelación
que de Dios nos ha hecho Jesús: «El unigénito Hijo (bastantes e importantes
Manuscritos dicen: «El unigénito Dios»),
que está en el seno (lit. Hacia el seno) del Padre, Él le ha dado a conocer
(lit. Él lo explicó o hizo la exégesis de Él)». Obsérvese qué bien cualificado
estaba Jesús para hacernos la exégesis del Padre, puesto que:
(a)
Es el Hijo único del Padre, su Verbo o
Expresión infinita, exhaustiva. Nadie conoce exhaustivamente al Padre, y en
nadie es conocido exhaustivamente el Padre, sino el Hijo y en el Hijo
(Mat_11:27) y el Espíritu Santo (v. 1Co_2:10-11);
(b)
sólo el Hijo está en el seno del Padre,
como el escogido Bienamado en quien el Padre tiene todas sus complacencias, y
como Aquel a quien Dios confía todos sus secretos (Jua_15:15; Jua_17:26);
(c)
al hacerse hombre, el Verbo de Dios nos
hizo la perfecta traducción de Dios al lenguaje humano, no sólo en Sus
palabras, sino en Su propia persona, pues en Él habitaba toda la plenitud de la
Deidad (Col_2:9), y quien le ve a Él, ve al Padre (Jua_14:9). Si se pudiese
ver del Padre algo que no se ve en Cristo Jesús habría engañado a Felipe. No
cabe otra visión de Dios que la que se refleja en la lumbrera que es el Cordero
(Apo_21:23). El que se sienta triste por no poder ver al Padre en Sí, es que no
está satisfecho con el Señor Jesucristo o no lo conoce como es necesario. Sólo
cuando se manifieste, lo veremos tal como es en Sí (1Jn_3:2).
(C)
Este versículo (lo mismo que Jua_15:15), no ha de entenderse como si Jesús nos
hiciese partícipes del conocimiento exhaustivo que las tres personas divinas
tienen de Sí mismas (lo cual es imposible, ya que nunca podemos ser iguales a
Dios), sino que expresa la íntima
familiaridad con que nuestro Padre nos ha comunicado los secretos de la
salvación que nos afectan en lo más vivo de nuestra existencia y de nuestro
destino eterno.”
MARTIN LUTERO
“¿De
dónde viene el conocimiento del Dios de la gracia y la verdad? Es dado por el
Hijo unigénito de Dios. Por eso es indispensable el Hijo de Dios que está en
Dios y que El mismo es Dios. Viene del Padre y conoce la Verdad. No hay otro
doctor, maestro o predicador que resida en la divinidad y se halle en el seno
del Padre, sino el único Doctor, Cristo. Humanamente hablando, el Padre enlaza
a su Hijo entre sus brazos y le acaricia. El, que es de esencia divina,
desciende de los cielos hacia nosotros y se convierte en hombre.
¿Cuál
otro podía habernos revelado a Dios? Consultad todos los libros de juristas, de
filósofos y de los paganos. Hallaréis que no exceden del conocimiento de Dios
contenido en la Ley de Moisés que nos recomienda no robar, no cometer perjurio
y obedecer a los padres y al gobierno. Conocer a Dios en base a la Ley con su
dorso vuelto hacia nosotros, constituye un conocimiento defectuoso o de la mano
izquierda. Por tanto, permaneced en Dios y contemplad su semblante y su plan. A
Dios sólo se le ve en Cristo. Sabemos que quien desee ser salvado debe confesar
que es un pecador condenado y debe confiar sólo en Él que es lleno de gracia y
verdad. Así, se obtiene la gracia y la verdad; esta es la verdadera mente de
Dios. Dependemos de Cristo, este es el verdadero conocimiento de Dios.
Fijaos
en las Sagradas Escrituras. Desde los días de Adán, Cristo no ha dejado nunca de revelarse a la humanidad.
Nunca cesó de proclamar que a través de El obtenemos la gracia y la verdad,
esto es, la vida eterna. Fue a la pobre y caída humanidad a quien Cristo deseó
predicar, no a las vacas ni a los cerdos. Por tanto, nadie puede alardear de
dicho conocimiento, ya sea cartujo, fraile descalzo, turco, judío o tártaro. Ni
Moisés mismo pudo contemplar a Dios. Cuando quiso verle diciendo: «Te ruego que
me muestres tu gloria», Dios dijo: «No podrás ver mi rostro, porque no me verá
hombre y vivirá. Y verás mis espaldas pero no se verá mi rostro»
(Exo_33:18-20). Así, Moisés percibió la misericordia de Dios de espaldas tal como
dice la divina Palabra. En cuanto al resto, Moisés supo lo que tenía que hacer,
aunque fue incapaz de ver los planes y el propósito de Dios.
A
través del Hijo unigénito y del Evangelio se aprende a mirar directamente a la
faz de Dios. Y cuando esto ocurre, el hombre muere; el hombre debe confesar que
es un pecador ciego e ignorante que, de inmediato, debe acudir a Dios. Cuando
un monje advierte que una justicia ajena a su corazón, la justicia acordada a
nosotros por Cristo, debe salvarle, se preguntará: «¿Qué he de hacer con mi
hábito, mi orden monástica y mi regla?» Hábito y regla tienen que dejarse de
lado. Todo cuanto entonces consideraba estimable y sagrado, ahora lo considera
basura, muerto. Su propia justicia y santidad originada en el humano poder,
debe morir, ir destinada a la tumba y enterrada. El hombre ya no desea formar
parte de ello. El conocimiento del Evangelio constituye la faz de Dios, el
mensaje de que poseemos la gracia y la verdad por Cristo; quien no lo posea no
será salvado, sea este Moisés, papa, cardenal, la misa, el purgatorio, las
vigilias y el réquiem; todo esto no es nada, sino muerte, el diablo mismo. Dios
ha puesto su gracia sólo en su único Hijo.”
SAN AGUSTIN
“Estando
escrito: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios" (Mat_5:8), y en otro lugar: "Cuando aparezca seremos semejantes
a El, porque le veremos tal y como es" (1Jn_3:2). ¿Cómo es que aquí se
dice: "Ninguno ha visto a Dios nunca"? ¿No podría responderse que
aquellos testimonios se refieren a ver a Dios y no a haberle visto? Porque lo
que se ha dicho es que ellos verán a Dios, y no que le vieron. No que le hemos
visto sino que le veremos tal y como es. En este sentido se dice: "Que ninguno ha visto a Dios nunca".
Esto es, en esta vida no puede verse tal y como es -ni en la vida de los
ángeles- según esta vida visible, como se ven las cosas sensibles, por medio de
los ojos de la carne.
De
modo que si alguno no muere a las cosas de esta vida, bien desnudándose de las
cosas corporales, bien alejándose y despojándose de los sentidos exteriores
-hasta el punto de que no pueda saber perfectamente, como dice el Apóstol
(2Co_12:2), si está en el cuerpo o fuera del cuerpo- no será arrebatado por
aquella visión ni jamás la alcanzará.
En el seno del Padre, esto es, en el secreto del Padre, porque el Padre no
tiene seno como nosotros lo tenemos en los vestidos, ni debe pensarse que se
sienta como nosotros nos sentamos. De modo que no está ceñido para tener seno,
sino que así como nuestro seno es interior, al secreto del Padre se le llama
seno del Padre. Y el que conoce al Padre en su secreto es el que contó lo que
vio.”
WILLIAM BARCLAY
“¿Cómo
es posible que Jesús pueda hacer lo que ningún otro ha podido? ¿De qué depende
Su poder para revelar a Dios a la humanidad? Juan dice tres cosas acerca de Él.
(1)
Jesús es único. La palabra griega es monoguenés, que la versión Reina-Valera
traduce como unigénito. Es verdad que
eso es lo que quiere decir monoguenés literalmente; pero hacía mucho tiempo que
había perdido ese sentido puramente físico, y se había decantado hacia dos
sentidos especiales: único y especialmente amado. Es obvio que un hijo único
tiene un lugar exclusivo y un amor exclusivo en el corazón de su padre, así es
que esta palabra llegó a expresar la unicidad más que ninguna otra cosa. Es la
convicción del Nuevo Testamento que, no hay nadie como Jesús. Sólo Él puede traer a Dios a la humanidad, y
a la humanidad a Dios.
(2)
Jesús es Dios. Aquí tenemos la misma
forma de expresión que encontramos en el versículo primero de este capítulo. No
quiere decir que Jesús es idéntico a Dios, sino que es uno con Dios en mente y
carácter y ser. En este caso tal vez sería mejor que pensáramos que significa
que Jesús es divino, en el primer sentido de esta palabra, no en el de
meramente primoroso, que es ahora tan corriente. Verle a Él es ver cómo es Dios.
(3)
Jesús está en el seno del Padre. Esta
es una expresión hebrea que quiere decir en la más íntima relación que puede
darse. Hace referencia al niño con su madre; también se usa entre marido y
mujer; un hombre habla de su esposa como la mujer de su seno (Num. 11:12; Deu. 13:6
); se usa de dos amigos que están en plena comunión mutua. Cuando Juan usa esta
frase aquí quiere decir que entre Jesús y el Padre existe la más completa e
ininterrumpida intimidad. Precisamente porque Jesús tiene y mantiene esa
intimidad con Dios, que Le hace ser Uno con Dios, es por lo que puede revelar a
Dios a la humanidad.
El
Dios distante, incognoscible, invisible e inasequible ha venido al mundo en
Jesucristo, y ya no puede ser un extraño para nosotros.”
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