EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1
VERSICULO 12 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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Mas
a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios; |
Mas
a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de
ser hijos de Dios. |
pero
a todos los que lo recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio potestad
de llegar a ser hijos de DIOS, |
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TR+ |
INA27+ |
VUL |
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οσοιG3745
K-NPM δεG1161 CONJ ελαβονG2983 V-2AAI-3P αυτονG846 P-ASM εδωκενG1325 V-AAI-3S
αυτοιςG846 P-DPM εξουσιανG1849 N-ASF τεκναG5043 N-NPN θεουG2316 N-GSM
γενεσθαιG1096 V-2ADN τοιςG3588 T-DPM πιστευουσινG4100 V-PAP-DPM ειςG1519 PREP
τοG3588 T-ASN ονομαG3686 N-ASN αυτουG846 P-GSM |
οσοι G3745:K-NPM Tantos como δε
G1161:CONJ pero ελαβον G2983:V-2AAI-3P recibieron αυτον G846:P-ASM a él
εδωκεν G1325:V-AAI-3S dio αυτοις G846:P-DPM a ellos εξουσιαν G1849:N-ASF
autoridad τεκνα G5043:N-NPN hijos θεου G2316:N-GSM de Dios γενεσθαι
G1096:V-2ADN llegar a ser τοις G3588:T-DPM a los πιστευουσιν G4100:V-PAP-DPM
confiando εις G1519:PREP hacia dentro το G3588:T-ASN el ονομα G3686:N-ASN
nombre αυτου G846:P-GSM de él |
quotquot autem
receperunt eum dedit eis potestatem filios Dei fieri his qui credunt in nomine
eius |
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KJV |
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But as many as received
him, to them gave he power to become the sons of God, even to them that
believe on his name: |
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TCB |
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Los
que le recibieron. Mat_10:40; Mat_18:5;
Col_2:6. A
los que creen. Isa_56:5; Jer_3:19;
Ose_1:10; Rom_8:14; 2Co_6:17, 2Co_6:18; Gál_3:26; Gál_4:6; 2Pe_1:4; 1Jn_3:1. Les
dio potestad, o el derecho.
Jua_2:23; Jua_3:18; Jua_20:31; Mat_12:21; Hch_3:16; 1Jn_3:23; 1Jn_5:12. |
COMENTARIOS:
DANIEL WILCOX
“¿Me
siento rodeado de tinieblas y el temor que me atenaza me dice que jamás
encontraré el camino? ¡Abre bien tus ojos, oh alma mía, mira hacia arriba, al
“Padre de las luces”: El Señor es “sol”, y sus rayos esplendorosos iluminarán y
dirigirán tus pasos en todo momento. ¿Sientes que hay en el interior de tu
mente un velo opaco y sombrío que hace aún más tenebrosa la propia oscuridad
del camino, y que precisa ser levantado? No te inquietes, pues el Dios “que
mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz”, es suficiente para iluminar
ambas cosas: tu mente y tu camino; y hará que esa misma luz “resplandezca en tu
corazón, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo”, pues es poderoso para hacer que “alumbre en un lugar oscuro, hasta
que despunte el día y el lucero de la mañana alboree en vuestros corazones”,
guiando de ese modo “nuestros pies hacia un camino de paz”.
¿Será
lo que te inquieta esa misma luz que alumbra tu camino, que descubre la
oposición y los peligros con los que tendrás que enfrentarte al recorrerlo?
Atiende bien, oh alma mía, pues el mismo Señor que es sol, es también escudo. Luz
y fuerza van unidas, para que nadie pueda descarriarse bajo su guía, ni tenga
motivo alguno para desanimarse. Con este pensamiento consoló y reconfortó a
Abraham cuando le dijo: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será
sobremanera grande”. ¿Gimes bajo el temor de no sentirte apto para el reino
celestial? Que sirva de consuelo a tu alma saber que: “gracia dará Jehová”.
¿Te
sientes indigno de alcanzar tan sublime galardón? Debe bastarte con recordar
que “gloria dará el Señor” de forma incondicional, brotando libremente de su
propio amor. ¿Te sientes abrumado por mil carencias que precisan remedio
urgente? ¡Qué más puedes exigirle cuando te prometió que: “No quitará el bien a
los que andan en integridad”. No puedes desear nada que implique algún mal; y nada
que signifique un bien te será negado. Contempla, pues, oh alma mía, el
manantial que fluye en abundancia; en él podrás saciar en plenitud tu sed más
ardiente y acuciosa; colmará tus mayores deseos; y tu mente reposara tranquila.”
JOHN FLAVEL
(Comentario al Salmo 45:7 “Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo Con óleo de alegría más que a
tus compañeros”)
“La
dignidad de los santos consiste en ser asociados o “compañeros” de Cristo. El
término hebreo mêḥăḇêreḵā de chaber es muy amplio en su significado y en todos los
casos expresa la idea de unión; se traduce por consortes, copartícipes,
consocios; o como en la mayoría de nuestras versiones por “compañeros”, es
decir, aquellos que participan juntamente con Cristo de la unción del Espíritu,
y que, en su propia medida, reciben el mismo Espíritu, pues a cada cristiano le
es asignada de manera proporcionada la misma gracia y dignidad y los mismos
títulos: “Y en cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de él permanece en
vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; sino que así como la
unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, así también,
según ella os ha enseñado, permaneced en él”; “e hizo de nosotros un reino,
sacerdotes para su Dios y Padre; a él sea la gloria y el dominio por los siglos
de los siglos”.
Cristo
y los santos están en constante comunión unos con otros. ¿El Espíritu de
santidad habita en él? Así habita también en ellos también. ¿Es Cristo Rey y
Sacerdote? También ellos lo son por la gracia de su unión con él; pues él nos
ha hecho reyes y sacerdotes para su Dios y Padre. Esta es la dignidad de los
santos, ser compañeros de Cristo, consortes o copartícipes con él; de tal modo
que miren la gracia o excelencia que hay en Cristo no como algo improcedente o
inapropiado para ellos, sino algo que comparten con él. Pues ciertamente, él
fue llenado con la plenitud del Espíritu por causa de ellos y para ellos; como
el sol está lleno de luz no para alumbrarse a sí mismo, sino a otros, así
también Cristo con la gracia. Por eso algunos, como Rivetus, traducen el texto
no como prae consortibus, “más que tus compañeros”, sino propter consortes,
“para tus compañeros”; haciendo de Cristo el receptáculo primario de toda
gracia que se llena en primer lugar de la fuente de la Deidad, pero solo para
derivarla de inmediato a su pueblo que es quien la recibe en su debida
proporción y medida. Y esta es una gran verdad: la dignidad de los santos
radica básicamente en su asociación con Cristo, aunque seguimos pensando que
nuestra traducción “por encima de tus compañeros” encaja mejor tanto con la
importancia de la palabra como con el enfoque de lugar.”
SAN BERNARDO DE CLARAVAL
“Pero
soy pecador, y aún me queda un largo camino, porque la salvación está lejos de
los pecadores. Mas no murmuraré; de momento me consolaré con su perfume. El
honrado se alegra con el Señor, experimentando
con el sabor lo que yo percibo por el olor. Aquel a quien contempla el
justo, lo espera el pecador, y esta expectación es ya un buen olor. La
humanidad aguarda a que se revele lo que
es ser hijos de Dios. Por eso contemplar es gustar y ver qué bueno es el
Señor. ¡Qué bondad la de Dios, que quiso ser el Padre de los hombres! ¡Qué
gloria la de los hombres, que son hijos de Dios y herederos de Dios! Porque
somos hijos y también herederos. La
esperanza no defrauda, porque el amor que Dios nos tiene inunda nuestros
corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Y no defrauda porque el
amor infunde certeza. Por ella el mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu que
somos hijos de Dios. ¿Podría lograr toda nuestra ciencia algo que no sea
inferior a esta gloria, por la que nos contarnos entre los hijos de Dios? Me he
quedado corto: no se puede comparar ni con la tierra entera y todo cuanto la
llena, aun cuando todo llegase a ser propiedad de cada uno de nosotros.”
ISAAC AMBROSE
“La
mejor manera de conocer nuestro interés en el Hijo de Dios es saber que somos
hijos de Dios por gracia, como Cristo fue el Hijo de Dios por naturaleza. Los
cristianos, a quienes Cristo es dado, son coherederos
con Cristo; sólo Cristo es el primogénito y tiene la preeminencia en todas
las cosas. Nuestra filiación es un efecto de la filiación de Cristo, y una
señal segura de que se nos ha dado un hijo. Di, pues, alma mía, ¿eres tú hijo
de Dios? ¿Te pareces a Dios según tu capacidad, "siendo santo, como él es santo"? Entonces, Cristo se encarnó
por ti.
Si
tu filiación no es lo suficientemente clara, según estas reglas siguientes,
puedes examinarte más a fondo:
(1.)
Los hijos de Dios temen a Dios:
"Si yo soy Padre, ¿dónde está mi honra?" dice Dios; "si soy un maestro,
¿dónde está mi temor reverente?"
Si soy un hijo de Dios, habrá un temor santo y temblor sobre mí en todos mis
acercamientos a Dios.
(2.)
Los hijos de Dios aman a Dios y obedecen
a Dios por un principio de amor. Supongamos que no hubiera cielo para
otorgar a una persona regenerada, pero ¿obedecería a Dios por un principio de amor?
No es que sea ilícito que el hijo de Dios tenga ojo en la recompensa celestial:
La razón de Moisés de estimar el oprobio de Cristo más que las riquezas de los
tesoros de Egipto, fue porque tuvo respeto por Dios; en el original, tenía un ojo fijo en Dios: había en él
amor por Dios. Un hijo de Dios tiene tal principio de amor dentro de sí, que
por amor obedecería a su Dios aún si no hubiera recompensa.
(3.)
Los hijos de Dios imitan a Dios en su
amor y bondad para con todos los hombres. Nuestro Salvador amplifica esta
excelente propiedad de Dios: "hace que su sol brille sobre buenos y
malos". Y de allí concluye: "Sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto".
Cristo,
el Hijo del hombre, es por naturaleza el hijo de Dios; así que nosotros, pobres
hijos de los hombres, debemos, por gracia, llegar a ser hijos de Dios, sí, del
mismo Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo: "Para este fin, Dios envió
a su propio Hijo, nacido de mujer, para que pudiéramos recibir la adopción de
hijos". - "Por tanto, ya no
eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo".
Esto da a entender que la relación que Cristo tiene con el Padre por
naturaleza, nosotros deberíamos tenerla por gracia: por naturaleza, "él es el unigénito Hijo del Padre";
"y tantos como recibidos a él,
dice el apóstol Juan,"les dio poder
para llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.”
JOHN OWEN
“Toda
la obra de salvar a los hijos de Dios, desde el principio hasta el final, así
como su guía y conducta a través de los pecados y sufrimientos hasta la gloria,
está encomendada al Señor Jesús. Y siendo
el Señor Jesucristo sacerdote, sacrificio y altar él mismo, la ofrenda por la
cual fue consagrado a la perfección y complemento de su oficio, debía ser
necesariamente parte de esa obra que, como nuestro sacerdote y mediador, debía
someterse y realizar.
El
Señor Cristo, consagrado y perfeccionado en los sufrimientos, ha consagrado el
camino de sufrimientos, para que todos los que le siguen pasen a la gloria. Tal
es el desierto del pecado, y tal es la inmutabilidad de la justicia de Dios,
que no había forma posible de llevar a los pecadores a la gloria sino mediante
los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios, quien se comprometió a ser el capitán de su salvación.
Él
confirió privilegios espirituales a los que creyeron en él; porque la cosa más
grande, y la fuente de todas las demás, es la adopción: "y a todos los que
lo recibieron les dio poder para llegar a ser hijos de Dios.”
JOHN BUNYAN
“Siendo
trasladados de ser esclavos de Satanás a ser hijos de Dios, Dios aún se reserva
la libertad para castigarnos si le ofendemos, como un padre castiga a su hijo.
(Deut 8:5) Pero este castigo no es por ira legal, sino por afecto paternal; no para destruirnos, sino para que, aun
así, podamos sacar provecho de ello, incluso hacernos partícipes de su
santidad. Esto es, para que 'no seamos
condenados con el mundo'. (Heb 12: 5 11, 1 Cor 11:32).”
A.W PINK
“Pero
si el mundo "no le conoció"
e Israel "no le recibió",
¿Sería el Propósito de Dios derrotado? No, porque de hecho eso jamás podría
ser. El consejo del Señor "permanecerá”:
(Prov. 19:21). La maravillosa condescendencia del Hijo no pudo ser en vano.
Así, leemos, "pero a todos los que
lo recibieron, les dio poder para convertirse en el hijos de Dios, incluso para
los que creen en su nombre".
Esto
nos habla del lado humano de la salvación, lo que se requiere de los pecadores.
La salvación llega al pecador al "recibir"
a Cristo, es decir, por "creer en su
nombre." Hay una leve distinción entre estas dos cosas, aunque en
esencia son una.
Creer, es respetar a Cristo tal como lo muestra el testimonio
del Evangelio: es la aceptación personal
como verdad de lo que Dios ha dicho acerca de Su Hijo.
Recibir, es ver a Cristo como un regalo de Dios presentado a nosotros,
para nuestra aceptación. Y "tantos",
sin importar si son judíos o gentiles, ricos o pobres, analfabetos o eruditos,
reciben a Cristo como su propio Salvador personal, a ellos se les da el poder o
el derecho de convertirse en hijos de
Dios.”
CHARLES SPURGEON
“Para
recibir a Cristo, el hombre debe nacer de
Dios. Es la cosa más sencilla de todo el mundo, uno pensaría, abro la
puerta del corazón y lo dejo entrar; pero nadie deja que Cristo entre en su corazón
hasta que primero Dios lo haya hecho nacer de nuevo, nacer de arriba.”
JOHN WESLEY
“En
el momento en que creen, son hijos; y por ser hijos, Dios envía el Espíritu de su Hijo a sus corazones,
clamando: Abba, Padre.”
DAVID GUZIK
“La
idea de “recibir a Jesús” es bíblicamente válida. Necesitamos aceptarlo y
recibirlo en nosotros. Mas a todos los
que le recibieron… solo es otra forma de decir a los que creen en su nombre.
“La fe es descrita como ‘recibir’ a Jesús. Es la taza vacía colocada bajo la
corriente que fluye; la mano pobre tendida por limosnas del cielo.” (Spurgeon)
Potestad de ser hechos hijos de Dios: “La palabra hijos (tekna)
es paralela a la escocesa bairns ‘nacidos.’
Hace énfasis en el origen vital, es usada como una expresión de cariño (cf.
Lucas 15:31). Los creyentes son los ‘pequeñitos,’
de Dios emparentados con él por nacimiento.” (Tenney).
LUIS PALAU
“No
todos son hijos de Dios; sólo los que recibieron a Cristo en su corazón. A los
tales Dios les dio el poder de ser sus hijos. Hay una marcada diferencia entre
la posición de los cristianos, que son hijos
de Dios, y la posición de la humanidad toda, que son criaturas de Dios. Todos pueden ser hechos hijos de Dios siempre y cuando
cumplan con las condiciones impuestas por él.”
COMENTARIO BIBLICO MUNDO HISPANO
“Les dio derecho de ser hechos hijos de Dios…
encierra tres términos importantes en la cristología juanina. El Verbo de Dios
les dió, a los que creen en su nombre, la gracia o dádiva de aceptarle. La
salvación es una dádiva, o gracia, de Dios de principio a fin. Derecho de ser: se entiende como “autoridad” o “privilegio” más bien que “poder”.
Además, el verbo ser traduce un término griego que significa “llegar a ser”.
Las
personas que reciben a Jesús, reciben a la vez la autoridad de ese enorme
privilegio de llamarse “niños de Dios”. El tercer término, hijos, en griego tekna, es lit. “niños”. El NT presenta a
Dios como Padre de todos los seres humanos, pues es su Creador, pero sólo son
hijos, o niños, de Dios los que nacen espiritualmente por fe en Jesús.”
BRIAN BAILEY
“No
hay otro nombre por medio del cual podamos ser salvos, sino por el nombre de
Jesús (Hch. 4:12). Cuando nosotros recibimos a Cristo, Él nos da poder para ser
hijos de Dios. En la frase: “a los que
creen en su nombre”, vemos que si nosotros creemos en Su nombre, somos
llamados a tener vida eterna.”
JUAN CALVINO
“Que creen en su nombre. Expresa
brevemente la manera de recibir a Cristo, es decir, creer en él. Habiendo sido
injertados en Cristo por la fe, obtenemos el derecho de adopción, para ser
hijos de Dios. Y, de hecho, como él es el Hijo unigénito de Dios, sólo en la
medida en que seamos miembros de él, este honor nos pertenece. Aquí nuevamente
se refuta la noción de los papistas sobre la palabra poder. El evangelista declara
que este poder se le da a los que ya
creen. Ahora bien, es cierto que esas personas son en realidad hijos de
Dios. Quieren demasiado del valor de la fe quienes dicen que, al creer, un
hombre no obtiene nada más que llegar a ser hijo de Dios, si así lo desea;
porque en lugar de efecto presente ponen un poder que se mantiene en incertidumbre
y suspenso.
La
contradicción parece aún más evidente a partir de lo que sigue inmediatamente.
El evangelista dice que los que creen ya son nacidos de Dios. No es, por tanto,
una mera libertad de elección lo que se ofrece, ya que obtienen el privilegio
mismo que se trata. Aunque la palabra hebrea, שם (Nombre) se
usa a veces para denotar poder, aquí denota una relación con la doctrina del
Evangelio; porque cuando Cristo nos es predicado, entonces creemos en él.
Hablo
del método ordinario por el cual el Señor nos conduce a la fe; y esto debe ser
observado cuidadosamente, porque hay muchos que se inventan tontamente una fe
confusa, sin ningún entendimiento de la doctrina, ya que nada es más común
entre los papistas que la palabra creer, aunque no hay entre ellos ningún conocimiento
de Cristo de escuchar el evangelio. Cristo, por tanto, se ofrece a nosotros por
el Evangelio y nosotros lo recibimos por
la fe.”
JOHN MACARTHUR
“Quienes
Dios había deseado salvar antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4; 2 Ti. 1:9)
abrazarían por fe a Cristo. Como Él lo declaró en Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y
al que a mí viene, no le echo fuera”.
Lambanō (recibieron) podría traducirse como “agarrar”, “obtener” o “asir”.
Recibir a Cristo requiere más que el mero reconocimiento intelectual de sus
afirmaciones. La última cláusula del versículo 12 se refiere a los que lo
recibieron como los que creen en su nombre. El concepto de creer en Cristo,
otro tema importante para Juan, se desarrollará en varios pasajes de su
Evangelio (6:29; 8:30; 9:35-36; 12:36; 44, 14:1; 16:9; 17:20; cp. 1 Jn. 3:23;
5:13). Su nombre se refiere a la totalidad de Cristo como ser, todo lo que es y
hace. De este modo, no es posible separar su deidad de su humanidad, su ser
Salvador de su ser Señor, su persona de su obra redentora. La fe salvadora
acepta a Jesucristo en todo lo que las Escrituras revelan de él.
Aunque
las personas no se pueden salvar hasta que reciban y crean en Jesucristo, la
salvación es una obra soberana de Dios sobre el pecador ciego y muerto. Juan
declara simplemente que nadie llegaría a Jesús a menos que Él les diera la
potestad de ser hechos hijos de Dios. Estos se salvan completamente por
“gracia… por medio de la fe; y esto no de [ellos], pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9), porque “Dios [los ha] escogido
desde el principio para salvación” (2 Ts. 2:13).”
JOHANNES BRENZ
“Cristo
no fue beneficioso, sino perjudicial para
los incrédulos. Pero a los que lo recibieron, sea gentil o judío, siervo o
señor, varón o mujer, joven o anciano, rey o ciudadano particular, les dio
autoridad para que fueran hijos de Dios.
Ahora, recibir a Cristo, como Juan entiende el término, es creer en el nombre
de Cristo. El nombre de Cristo es sabiduría,
justicia, santificación y redención.
Por
tanto, para aquellos que confían en la justicia de Cristo o en su redención,
los pecados no permanecerán, la muerte desaparecerá y el infierno se
extinguirá. Porque los seres humanos llegarán a ser como Cristo si confían
plenamente en él y se entregan a él. Cristo es Hijo de Dios, por lo que quienes
confían en él se convierten en hijos de Dios. ¿Qué mayor beneficio puede
otorgar Dios a una persona que ser recibido como hijo de Dios? Porque si somos
hijos, todos los bienes del Padre serán nuestros. Y si Dios entregó a su Hijo
completamente por nosotros, ¿cómo puede suceder que no nos dé, junto con él, todas
las cosas? Por lo tanto, primero debemos buscar ser hijos de Dios, algo que
sucede por la fe, y luego todas estas otras cosas nos serán agregadas.”
ALBERT BARNES
“Los
cristianos son llamados hijos de Dios:
1º.
Porque son adoptados por él, 1 Juan 3:1.
2do.
Porque son como él; se parecen a él y tienen su espíritu.
3er.
Están unidos al Señor Jesús, el Hijo de Dios es considerado por él como sus
hermanos (Mt 25:40) y, por tanto, es considerado como hijo del Altísimo.
En su nombre. Esta es otra forma de decir que cree en él. El nombre de una persona a menudo se pone para la
persona misma, Jn 2:23 Juan 2:18; 1 Juan 5:13.
De
este versículo aprendemos,
1ro.
Que ser hijo de Dios es un privilegio, mucho más que ser hijo de cualquier
hombre, aunque sea el más alto grado de riqueza, o culto u honrado. Por tanto,
los cristianos son más honrados que cualquier otro hombre.
2do.
Dios les dio este privilegio. No es por sus propias obras; es porque Dios
eligió impartir esta bendición a ellos, Efesios 2:8; Juan 15:16.
3er.
Esta gracia se otorga solo a aquellos que creen en él. Todos los demás son
hijos del malvado, y nadie que no tiene confianza en Dios puede considerarse su
hija o hijo. Ningún padre reconocería a uno por su niño, o aprobarlo, viendo que
no tenía confianza en él, que dudaba o negó todo lo que dijo, y despreció su
carácter. Sin embargo, el pecador hace esto constantemente contra Dios, y por
tanto no puede ser llamado su hijo.”
JOHN TRAPP
“A
ellos les dio poder, preferencia, o
privilegio, prerrogativa real, honor celestial. Porque si hijos, también
herederos, Ro 8:17. Los reyes pueden hacer herederos únicos a sus primogénitos,
como Josafat, 2Cr 21:3; pero aquí todos
son herederos de Dios y coherederos con Cristo para los que creen en su nombre.”
JOHN GILL
“El
Padre predestinó a los hombres para la adopción de hijos, y les asegura esta
bendición en el pacto de su gracia, los pone entre sus hijos y les asigna una gran
herencia: el Espíritu, y que por eso es llamado espíritu de adopción, descubre
y les aplica esta bendición, y da testimonio a sus espíritus de que son hijos
de Dios: y Cristo, la Palabra, o el Hijo de Dios, no sólo desposó sus personas,
y en el tiempo asumió su naturaleza, y por la redención de ellos abrió un
camino para su recepción de la adopción de niños; sino que les concede el poder, como se llama aquí, de llegar a ser hijos de Dios: con lo
cual se quiere decir, no un poder de libre albedrío para hacerse hijos de Dios,
si quieren hacer uso de él; sino que significa el honor y la dignidad
conferidos a tales personas: así lo llama Nonnus, el honor celestial; como de hecho, ¿qué puede ser mayor a esto?.”
GRANT OSBORNE
“Aquí
vemos el resultado de la revelación del Verbo y la nueva creación que se
efectúa. Los primeros once versículos guían a este momento, y ahora
comprendemos nuestra parte en esta representación. “Dar el derecho de” quiere
decir que el Verbo otorgó “autoridad” (exousia) a los creyentes como “hijos de
Dios.” Tienen el derecho a pertenecer a una nueva familia, y su estado cambia
de campesino a príncipe. El nuevo nacimiento los hace parte de la realeza en el
hogar celestial. En la nueva creación, los creyentes pertenecen a la realeza.”
JOSE VILCHEZ
“Es
decir, una persona que se hace discípulo de él, una persona que nace de Dios,
una persona que Dios adopta como hizo, como su Hijo, dice que no es nacido de
carne ni de sangre, lo que quiere decir que no es voluntad de un ser humano,
sino es voluntad de Dios.
Si
Dios te llama a través de éste escrito, si tú sientes el llamado de Dios
mientras estudiamos juntos éste evangelio, y si tú sientes en tu corazón un
anhelo de seguirle, ten por seguro, que quien te está engendrando y quien está
engendrando en ti ése deseo de seguirle, no eres tú mismo ni nadie más, no soy
yo, no es un ser humano, es Dios.”
J.C RYLE
“[Les dio potestad de ser hechos hijos de Dios].
Esta expresión significa: “Les dio el privilegio de la adopción en la familia
de Dios”. Llegaron a ser hijos de Dios
“por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26). “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1
Juan 5:1). No hay filiación a Dios sin fe
viva en Cristo. Nunca olvidemos esto. Hablar de que Dios es el Padre de los
hombres y de que los hombres son los hijos de Dios aunque no crean en el Hijo
de Dios es contrario a la Escritura. No
son hijos de Dios aquellos que no tienen fe en Jesús.
La
palabra “potestad” en esta frase
requiere que tengamos mucho cuidado para no malinterpretarla. Significa “derecho o privilegio”. No significa
fuerza o capacidad. No significa que Cristo confiera a aquellos que le reciben
una fuerza espiritual y moral por la cual se convierten a sí mismos, cambian
sus propios corazones y se hacen hijos de Dios. Sin duda, Cristo le otorga a
todo su pueblo toda la gracia necesaria para suplir todas las necesidades de
sus corazones y las necesidades de su posición. Sin duda les da fuerza para
llevar su cruz, luchar la buena batalla y vencer al mundo.
Pero
esa no es la verdad que se enseña en las palabras que tenemos delante, y se
debe buscar en otros lugares. Estas palabras solo significan que Cristo
confiere el privilegio de la adopción a todos los creyentes, y así fue
especialmente en el caso de sus primeros discípulos. Mientras que sus
incrédulos compatriotas presumían de ser hijos de Abraham, Cristo les otorgó a
sus discípulos el privilegio mucho mayor de ser hijos de Dios.
La
palabra griega traducida como “potestad”
se emplea 102 veces en el Nuevo Testamento y en ninguna ocasión en el sentido
de poder físico, moral o espiritual para hacer algo. Se traduce generalmente
como “autoridad, derecho, poder, libertad, competencia”.
[A los que creen en su nombre]. Estas
palabras se añaden para dejar más claro, si es posible, el carácter de aquellos
que tienen el privilegio de ser hijos de Dios. Son ellos quienes reciben a
Cristo y creen en su nombre. Comenta Arrowsmith:
“La
palabra ‘nombre’ se emplea en la
Escritura a menudo para decir ‘persona’. De los que reciben a Cristo se dice
que creen en su nombre porque el objeto directo de su fe es la persona de Cristo.
Lo que salva no es creer que Cristo murió por todos, por mí o por los elegidos,
o ciertas afirmaciones parecidas. Es creer en Cristo. La persona, o el nombre
de Cristo, es el objeto de la fe”.
La
expresión “creen en su nombre” no se
debe pasar por alto. Arrowsmith comenta que ya se sabe que los teólogos
diferencian entre creer en Dios en el sentido de que existe ese Ser, creer en
Dios en el sentido de que lo que dice es cierto, y creer en Dios en el sentido
de tener fe y confianza en Él como Dios nuestro.
Y
él observa que, efectivamente, existe exactamente la misma diferencia entre la fe
en que hay un Salvador como Cristo, la fe en que lo que Cristo dice es cierto y
la fe de dependencia de Cristo como nuestro Salvador. Creer en el nombre de
Cristo es exactamente esta fe de dependencia, y es la fe que salva y justifica.”
J. WALVOORD – R. ZUCK
“Algunos
recibieron la invitación ilimitada de Jesús. A todos los que aceptaron a Jesús
como revelador de la voluntad del Padre y como sacrificio por el pecado, les
dio potestad de ser hechos hijos de Dios. La palabra “potestad” (exousian) es mejor que el término “poder” que se utiliza en algunas
versiones de la Biblia. Lo mismo sucede con “niños” (tekna), que es
más literal que el término “hijos” que aparece en la RVR60. Las personas no son
por naturaleza hijos de Dios, sino que pueden llegar a serlo recibiendo el
regalo del nuevo nacimiento.”
GARY BAUMLER
“Algunos
dicen que recibir a Jesús significa saber de él, después aceptarlo, y que una
vez que hemos tomado esta decisión, recibimos el privilegio de ser hijos de
Dios. Sin embargo, Juan hace énfasis en que cuando nos convertimos en hijos de
Dios, somos hijos que “no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por
voluntad de varón, sino de Dios”. Los creyentes no tienen ningún lazo de sangre
directo con Dios. Nada que produzca estos hijos.
Estos
vástagos tampoco reciben su existencia porque algún ser humano, incluyéndolos a
ellos mismos, haya decidido que se conviertan en hijos de Dios. Ellos nacen “de
Dios”. Así como no elegimos a nuestros padres terrenales, tampoco de ninguna
manera elegimos a Dios como nuestro Padre; él nos eligió a nosotros. Cuando
creemos en Jesús, nuestro nacimiento espiritual está completo. Como dice
Santiago: “Nos hizo nacer por la palabra de la verdad” (1:18).”
XAVIER LEON DUFOUR
“«Les
dio poder hacerse hijos de Dios» En griego la expresión es compleja Hubiera
sido más sencillo decir «les concedió ser hijos de Dios», tal como nos parece
que es su sentido Pero aquí todos los términos tienen importancia En primer
lugar «dio» es cuestión de un don del Logos al hombre ¿Y cuál es el poder
(exousia) que da a los que creen.
Evidentemente,
no puede tratarse aquí de una facultad autónoma, como si el creyente fuera
capaz de concederse a sí mismo el estado de hijo de Dios Por otra parte, se
puede pensar que el giro «dar la exusía
de» equivale en este versículo a «dar (hacerse)» en un pasaje del
Apocalipsis las dos expresiones («dar la exousía de » y «dar el ») se suceden
con un sentido totalmente paralelo. (Ap. 13:5-7)
Lo
cierto es que el término exousía
tiene un peso propio En el griego del Nuevo Testamento encierra dos matices
connota una idea de autoridad, en virtud de la cual se ejerce una función
elevada con pleno derecho, pero se trata siempre de un «poder» recibido de Dios
o de alguna persona de rango superior, que puede por tanto conferirlo o
investir de él Supone por tanto la idea de una dignidad, de un cambio hacia un
estatuto más elevado, no tiene el sentido vulgar de «poder hacer» tal o cual
cosa.
De
hecho, el verbo ginésthai que viene a
continuación significa, según su empleo constante en el prólogo, el paso a una
situación nueva significa no simplemente que uno «se hace» hijo de Dios (como
no lo era ciertamente antes), sino que se «llega» a esa dignidad por el don del
Logos.
Si
tenemos en cuenta el acento que el versículo pone en un don que consiste en el
cambio operado en la condición del creyente, me he permitido en la traducción
suprimir la preposición «de» y traducir el texto no por «les dio poder de
hacerse», sino «les dio poder hacerse».
En
este caso, ciertamente, el substantivo exousía desempeña realmente la función
de verbo, pero el matiz implícito de «dignidad» que supone queda salvaguardado
en la expresión «hacerse hijo de Dios» Es un suceso que supone también una
realización el Logos concede acceder a la filiación divina.”
LEON MORRIS
“Juan
no quiere dar la impresión de que nadie respondió al Verbo positivamente
(impresión que a uno le podría quedar después de leer el v. 11). La mayoría de
gente le rechazó, pero algunos le recibieron, y ahora se dispone a escribir
sobre ellos. En griego tenemos una construcción gramatical muy poco habitual,
lo que hace que “todos los que le recibieron” no encaje perfectamente en la
frase. El efecto que se consigue es crear un contraste entre los que reciben al
Verbo y los que le rechazan, para acabar resaltando a los que le aceptan. Es a
ellos a quienes les ha sido dado “el derecho” o “potestad” de llegar a ser hijos
de Dios. Encontramos aquí tres palabras importantes.
(1)
“Dio”. El final de la historia no es la gravedad del rechazo, sino la gracia de
la aceptación. A algunos les dio el don de que quisieran recibir al Verbo y así
ser hijos de Dios.
(2)
“El derecho”. Juan no habla de poder, en el sentido de “poder sobre el pecado”
(aunque, de hecho, es algo que también reciben). Juan está hablando del estatus
de hijos. Han recibido la plena autoridad de disfrutar de todo lo que ese
título comporta.
No
dice “ser”, sino “llegar a ser” o “ser hechos”. No solo se está hablando de un
estatus, sino de un cambio de estatus. Es lo que Jesús llama “pasar de vida a
muerte” (5:24).
(3)
“Hijos”. Juan los llama “hijos”, y no “criaturas” de Dios. El término que usa
denota una comunidad de gente con la misma naturaleza (cf. 2 P. 1:4, «a fin de
que (...) lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina»), en vez de
centrarse en los derechos y los privilegios del estatus de hijo.
Aunque
el Nuevo Testamento presenta a Dios como el Padre de todos, paradójicamente no
dice que todos sean hijos de Dios. La actitud de Dios hacia todo el mundo es la
de un Padre. Todos son sus criaturas porque Él ha creado a todo el mundo y es
su proveedor. Pero solo serán hijos en el pleno sentido de la palabra cuando
respondan a lo que Cristo ha hecho por ellos. Cuando reciben al Verbo, nacen de
nuevo (cap. 3) como parte de la familia celestial. Solo en este sentido podemos
decir que son “hijos” de Dios”.
Creer
en el nombre del verbo significa confiar en la persona del Verbo. Se trata de
creer en Él tal y como es. Creer que Dios es el Dios revelado en el Verbo y
poner nuestra confianza en ese Dios. Así que es mucho más que una simple
creencia. No se trata solo de creer que lo que dice es verdad, sino confiar en
Él. La expresión griega que aquí se usa se ha encontrado en los papiros en
contextos donde está relacionada con la idea de posesión. Si el Nuevo
Testamento también recogiese este uso, entonces tendríamos el matiz adicional
de que cuando creemos, pasamos a ser posesión de aquel en quien hemos creído.”
NACAR – COLUNGA
“hubo
un sector que “le recibieron”. ¿Cómo?
“Creyendo en su nombre” (12; cf. Jn
3:11-12; 12:46-50; 5:43-44). Esta expresión es característica de Juan. Treinta
y cuatro veces la usa en su evangelio y tres en su primera epístola, mientras
que en el resto de todo el Nuevo Testamento sólo sale nueve veces. Nombre, según el modo semita,
está por persona. “El que cree a alguien, recibe su testimonio; pero el que
cree en alguien se entrega totalmente a él.” En el vocabulario de Juan, “creer
en El” es entregársele plenamente. El
uso judío de llamar a Yahvé por circunloquio, “El Nombre”, parece haberse
imitado por un “procedimiento de traslación” aplicado a Cristo (cf. Mc 9:38).
A
estos que así “creen”, que así se entregan al Verbo, en esta perspectiva de Juan,
les confiere el mismo Verbo, sujeto de todo el desarrollo oracional, un gran
don: el poder ser hijos de Dios.”
FRANCIS MOLONEY
“Los
resultados de la fe en el nombre de la Palabra se describen en pasado: les dio
(aoristo: edóken autois) poder para ser hijos
de Dios. Este poder dado no es una promesa, sino un hecho logrado para
quienes la reciben y creen. Por primera vez, sale a colación la comprensión
joánica de la vida y de la vida eterna. No hay que esperar al final para ser
hijos de Dios. La elección del infinitivo aoristo «llegar a ser» (genesthai)
indica que la fe joánica y la, así llamada, escatología realizada exigen un
compromiso constante. En una escatología tradicional, el creyente aguarda la
resurrección y el final del tiempo para recibir los dones últimos de la vida y
la vida eterna. En el cuarto evangelio se anticipan estos dones. Están
disponibles para el creyente ahora,
y, en consecuencia, se encuentran ya «realizados».”
SAMUEL P. MILLOS
“En
contraste con quienes no recibieron al Verbo, otros lo hicieron. Sin embargo no
se está refiriendo tanto al hecho en sí, sino a la potencialidad de su alcance.
La frase se inicia con el uso del pronombre relativo, los que, que puede traducirse también como cuantos, expresión indefinida de número. No importa si son muchos o
pocos, simplemente la vinculación entre todos ellos y el contraste con los del
versículo anterior es que le recibieron.
No
hay condiciones ni de nación, ni de condición social, pueden ser judíos o gentiles.
No cabe duda que los judíos acostumbrados a la enseñanza histórica de sus
privilegios, les resultaría difícil entender que los gentiles a quienes
llamaban despectivamente perros en
tiempos de Jesús, pudieran ser hechos hijos
de Dios, miembros de su casa y familia, del mismo modo que ellos. La condición
para alcanzar el privilegio del que habla el versículo consiste en recibir a Jesús, que es sinónimo de creer en Su nombre.
Jesús promete dar vida eterna a cuantos crean en Él (3: 16), esta vida es necesaria para llegar a la verdadera condición de hijo de Dios, de ahí que cuando el hombre deposita la fe en Cnsto se produce la regeneración por la acción del Espíritu Santo que une vitalmente al creyente con el Salvador, de modo que la vida de Dios, vida eterna, en lo que puede ser comunicable al hombre, Su naturaleza, ya que las perfecciones de la esencia son incomunicables, se hace realidad en el creyente por identificación con el único Mediador entre Dios y los hombres que es el Hijo mismo, por el que fluye la vida divina y se comunica al salvo. Esa es la razón por la que el apóstol Pedro dice que el creyente ha venido a ser participante, esto es comunicante, en la divina naturaleza (2 P. 1:4).”
SAN AGUSTIN
“Causa
admiración el exceso de su bondad y misericordia. Era Hijo único y no consintió
quedarse solo. Muchos hombres que no tienen hijos, pasada la edad de tenerlos, adoptan
a otros, y así es como logra el amor lo que les rehusó la naturaleza. Los
hombres obran así. Quien, por el contrario, tiene un hijo único, concentra en
él su alegría, porque sólo él será el heredero de todo, sin necesidad de
dividir con otro la herencia, lo que le haría vivir más pobremente. Dios no
obra así.
A
su mismo único Hijo, de El engendrado y por quien todo lo creó, envió a este
mundo, para que no fuese solo, sino que tuviera otros hermanos por adopción. No
nacemos nosotros de Dios como el Unigénito. Hemos sido adoptados por su gracia.
Vino el Unigénito a desligar los vínculos de los pecados, que nos tenían sojuzgados,
verdadero obstáculo de nuestra adopción.
Es
el mismo Unigénito quien rompe las cadenas de quienes quiere sean hermanos
suyos y coherederos. Es lo que dice el Apóstol: Si es hijo, es heredero por la gracia de Dios. Y otra vez: Somos herederos de Dios y coherederos con
Cristo. No teme tener coherederos. No disminuye su herencia con los muchos
poseedores.
Dueño
El, pasan ellos mismos a ser herencia suya, y, a su vez, El es herencia de
ellos. Oye el modo de ser ellos herencia suya: El Señor me dijo: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy; pídeme y yo
te daré por herencia; las naciones. ¿Y cómo es El herencia nuestra?
El
salmo lo dice: El Señor es toda mi
herencia y toda mi suerte. ¡Ojalá sea Dios nuestra posesión, y nosotros
seamos la suya! Que El nos posea como Señor y que le poseamos nosotros a El
como salud y luz nuestra. ¿Qué dio a quienes lo recibieron? A quienes creen en El les dio el poder de
llegar a ser hijos de Dios. Esto es, abrazarse
al madero para pasar el mar.”
ALFRED WIKENHAUSER
“Se
cumple aquí, una vez más, la experiencia tantas veces repetida, de que los
dispuestos a conocer debidamente a Dios y a aceptar la salvación que viene de
él, no representan sino una fracción de
la humanidad.
Pero
a los que por la fe acogieron al Logos encarnado, éste los obsequió con el don
más preciado que podía hacerse al hombre, la
filiación divina. Cuantas veces se menciona la filiación divina en el Nuevo
Testamento, se presenta como un bien relacionado con la salvación, como un don
de orden escatológico. Comprende el paso a un nuevo tipo de existencia y la
comunicación de una vida nueva.”
WILLIAM HENDRIKSEN
“A
todos los que lo aceptaron; es decir, a todos los que recibieron, reconocieron
y dieron la bienvenida a la luz (versículos 5, 10, 11), a todos los que siguen
unidos a él por medio de una fe viva en su nombre (esto es, en su
autorrevelación en la esfera de la redención), a éstos les dio, siempre será un
don de la gracia soberana de Dios, el derecho, (cf. 5:27; 10:18; 19:10, 11; la
autoridad, cf. 17:2) de llegar a ser hijos de Dios.
¿No
es cierto que los judíos se jactaban de sus derechos hereditarios, y que se
llamaban a sí mismos hijos de Abraham? Pues bien, los creyentes reciben el
derecho de llegar a ser realmente hijos (comparación típicamente juanina, 1 Jn.
3:1); e hijos no sólo de Abraham sino de Dios.
Pero
¿cómo hemos de interpretar el que los creyentes lleguen a ser hijos de Dios?
¿Acaso no es cierto que son hijos de Dios tan pronto (y, en un sentido, incluso
antes) aceptan conscientemente a Cristo? No creemos que la solución de este
problema esté en leer la oración como si dijera: “Mas a todos los que le
aceptaron les había dado previamente el derecho de llegar a ser hijos de Dios,
pues de otro modo no le podrían haber aceptado”. Los dos aoristos (ἔλαβον y ἔδωκεν) son simultáneos: cuando alguien acepta a Cristo, en ese mismo
instante recibe el derecho de llegar a ser hijo de Dios. Y tampoco se puede
hallar la solución debilitando el sentido del verbo llegar a ser (γενέσθαι) como si simplemente significara
ser llamado (o tenerse uno mismo por) hijo de Dios.
A
nuestro parecer, para llegar a una interpretación correcta de esta cláusula,
debemos tener en cuenta el significado especial que Juan da a la expresión hijos de Dios. Ni en el Evangelio ni en
las epístolas usa el evangelista la palabra υἱοί
para referirse a los creyentes.
Uno
llega a ser υἱός por adopción, pero
se llega a ser τέκνον por
regeneración y transformación. Pablo hace uso de ambos términos para describir
a los creyentes como hijos de Dios. El substantivo que Juan usa para este
propósito proviene de τίκτω,
engendrar. Para él la salvación es la comunicación de vida, el ser engendrado
de Dios, de forma que se llegue a ser hijo suyo (1 Jn. 2:29; 3:9). A causa del
hecho de ser nacido de Dios el hombre es transformado según la semejanza de
Dios. Y puesto que Dios es amor, el ser nacido de Dios se manifiesta en amar a
los hermanos (1 Jn. 4:7, 8). Juan, en consecuencia, se refiere continuamente al
amor considerándolo como la gran característica del cristiano: el amor es luz,
pero el odio es oscuridad, y el que odia anda en tinieblas (1 Jn. 2:10, 11). El
amor que se requiere de nosotros es de una naturaleza abnegada (1 Jn. 3:16).
Pero
esta transformación, aunque empieza con un acto instantáneo de Dios, es, no obstante,
un proceso gradual. En principio, uno llega a ser hijo de Dios en el mismo momento
en que la vida de lo alto entra en el alma. Ahora somos hijos de Dios. Pero la
suprema realización de este ideal ha sido reservada para el futuro en que,
libres de toda impureza, la vida de Dios, su santidad y amor, se hará
completamente manifiesta en nosotros. Si se entiende esto, será claro por qué
Juan dice en 1:12: “… les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.”
COMENTARIO BIBLICO BEACON
“Aunque
fueron muchos los que rechazaron la refulgente Luz, la revelación personal de
Dios, muchos la recibieron. La palabra traducida potestad, (que sería mejor
traducir “derecho”) “no describe una mera capacidad, sino una autoridad
legítima por derecho, derivada de un principio suficiente que incluye la idea
de poder” [[Westcott, op. cit., p. 9.]] (cf. Jua_5:27; Jua_10:18; Jua_17:2;
Jua_19:10-11). En la encarnación, Dios hizo la provisión adecuada para que los
hombres tuvieran el derecho de ser “hijos de Dios” basados en la debida
autoridad y poder. Este derecho de ser hijos de Dios no es una inherente
capacidad humana aparte de la gracia divina. Es una concesión de Dios. Sólo los
hombres que le reciben, es decir, aquellos que tienen fe, son los hijos de
Dios. La propia autorrevelación de Dios es universal, para todos los hombres
(Jua_1:9), pero la respuesta del hombre no lo es. No todos tienen fe.
Sólo
hay una manera de ser hijo de Dios; es la de ser engendrado “de Dios”. Aun la
más religiosa e ilustre ascendencia humana no es suficiente para pertenecer a
la sociedad de la familia de Dios. La mujer samaritana (Jua_4:12) apeló a Jacob
como comprobante de la posición religiosa de ella, y los judíos muchas veces se
referían a su padre Abraham al hablar con Jesús (Jua_8:33, Jua_8:39, Jua_8:53,
Jua_8:57) como una razón suficiente para su relación con Dios. La enseñanza de
Jesús a Nicodemo, quien era un maestro de Israel, se centró en este hecho
(Jua_3:3, Jua_3:5). Sólo Dios puede conceder vida espiritual.”
MATTHEW HENRY
“Pero
a todos los que le recibieron». Hubo, pues, algunos que fueron atraídos a
someterse a Cristo, y muchos más que no eran de aquel redil (Jua_10:16).
(A)
Vemos primero la descripción del verdadero cristiano: Es alguien que recibe a Cristo
creyendo en Su nombre, pues creer en Él es recibirle como el inefable don de
Dios. Hemos de recibir Su doctrina como verdadera y buena; y hemos de recibir
el favor de Su gracia y el impacto de Su amor, como norma que gobierne nuestros
actos y nuestros afectos.
(B)
Vemos después la verdadera dignidad y el excelso privilegio del cristiano. Este
privilegio es doble:
(a)
El privilegio de la adopción: Les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (v.
Jua_1:12). Hasta entonces, la adopción había pertenecido exclusivamente a los
judíos pero ahora, mediante la fe en Cristo, también los gentiles son hijos de
Dios. Este privilegio comporta un derecho, una potestad o autoridad a ser
adoptados por hijos de Dios. Todos los creyentes disfrutan de este derecho.
Por
eso leemos en 1Jn_3:1: «Mirad qué amor tan sublime nos ha dado el Padre, para
que seamos llamados hijos de Dios». Dios les llama hijos; y ellos le llaman
Padre. Este privilegio de adopción se debe enteramente a Jesucristo, pues Él
les dio esta potestad a todos cuantos creen en Su nombre. El hijo de Dios vino
a ser Hijo del Hombre, a fin de que los hijos y las hijas de los hombres
viniesen a ser hijos e hijas de Dios Altísimo.”
(Nota:
el segundo privilegio lo da M. Henry en el siguiente verso)
MARTIN LUTERO
“En
Hech_2:41, Lucas nos dice que después del primer sermón de Pedro en Jerusalén,
el día de Pentecostés, la multitud acogió gozosa su palabra una vez que se les
dio el Espíritu Santo y «alrededor de trescientas almas se bautizaron». Más
tarde, con la predicación de los apóstoles en Jerusalén, se convirtieron muchos
más, sin mencionar los convertidos fuera de Jerusalén, en el imperio romano,
Persia y a todo lo largo y ancho del mundo impulsados por los sermones de los
apóstoles y sus discípulos. Así, en nuestros días, también asistimos a la
conversión de muchos que siguen el ejemplo de los seguidores de Cristo, le
aceptan y creen que murió por nosotros y que vertió su sangre para redimirnos
del poder de la muerte, del diablo y del infierno, tornándose auténticos hijos
y herederos de Dios. Previamente habían sido hijos de la ira (Efes_2:3) y
posesión del diablo. Pero con la aceptación de Cristo, se convierten en hijos
de Dios a condición de que permanezcan constantes en la fe".
Pero
a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios. Aquí aprendemos la gloria y el inefable tesoro
eterno derivado del advenimiento del Hijo de Dios y que trajo para los que le
aceptan, creen en Él y le consideran como al Hombre enviado por Dios para
ayudar al mundo, creyendo, además, para todos los que creen en su nombre en que
es el medio y la vía para recibir el poder y la prerrogativa de ser hijos de
Dios.
Si
creemos que es la Palabra eterna del Padre por medio del cual se hicieron todas
las cosas (Jua_1:3); y si creemos que es la Luz y la Vida del hombre (Jua_1:4)
y el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Jua_1:29) y los arroja a
las profundidades del mar como dijo el profeta Miqueas (Miq_7:19), si acudimos
a Él en cada necesidad y le agradecemos su inexpresable gracia y beneficios,
poseeremos el singular privilegio, libertad y derecho de ser los amados hijos
de un bondadoso Padre de los cielos, y de ser los herederos de sus eternos y
celestiales bienes y, como dice Pablo en Rom_8:17, seremos hermanos y herederos
de Cristo y tenemos la salvación y la vida eterna.”
TEOFILACTO
“Y
como en el día de la resurrección conseguiremos ser hijos perfectísimos de
Dios, según lo que dice el Apóstol: "Esperando la adopción de los hijos de
Dios, la redención de nuestro cuerpo" (Rom_8:23). Nos concedió, pues, el
poder de ser hechos hijos de Dios, esto es, de obtener esta gracia en la vida
futura.”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“Y
como en estos mismos bienes inefables es propio de Dios dar la gracia y del
hombre prestar su fe, añade: "A los que creen en su nombre". Y ¿por
qué no nos dices a nosotros ¡oh Juan! qué castigo tendrán aquellos que no le
recibieron? ¿Acaso será mayor para ellos por haber podido hacerse hijos de Dios
y haberse privado voluntariamente a sí mismos de tan grande honor? Un fuego
inextinguible se apoderará de ellos, como más adelante dice claramente.”
W. PARTAIN – B. REEVES
“Los
que reciben a Cristo creen en Cristo; los que creen en Cristo son los que lo
reciben. ¿Qué significa la frase creen en su nombre? "En ti confiarán los
que conocen tu nombre" (Sal_9:10), es decir, los que conocen la verdadera
naturaleza de Dios. "Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas
nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria" (Sal_20:7).
Confiamos
en Dios porque sabemos quién es y cómo es.
Creer en el nombre de Cristo significa creer en su naturaleza, aceptar que El es Dios y someternos a su divina
voluntad. Creer o creer en su nombre no significa que el hombre es justificado
por la fe sola; más bien, equivale a nacer del agua y del Espíritu (3:3-5).
Significa obedecer al evangelio (como se ve claramente a través del libro de
Hechos). "Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque
todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos" (Gál_3:26-27).
¿Qué dirán los que no creen en El?
¿Que solamente era un buen hombre? Si no es Dios, no es buen hombre porque dice
que es Dios. Los que no creen en Cristo están obligados a explicar la evidencia
presentada por Juan y los otros escritores que claramente prueba la deidad de
Jesús.
-- les dio potestad (derecho, LBLA) -- Potestad, autoridad legítima,
libertad de acción; por eso, derecho.
-- de ser hechos hijos de Dios; -- "Mirad cuál amor nos ha dado
el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios", 1Jn_3:1. Todos los
hombres son "linaje de Dios" (Hch_17:28), pero Juan se refiere a los que
son hijos por haber nacido otra vez (1:13; 3:3, 5;). Al nacer otra vez imitamos
a Dios (Mat_5:45; Efe_5:1). El hijo pródigo entendía que no era digno de ser
llamado hijo, pero el padre le perdonó y lo recibió como hijo; de esta manera
el Padre nos da el derecho de ser hijos si recibimos a Cristo.
Desde luego, esto es por la gracia
de Dios, pues el hombre no lo merece.
Dios nos da el derecho de ser sus hijos, como nos da la oportunidad para creer
(Hch_14:27), nos da el privilegio de arrepentirnos (Hch_11:18), etc. Dios no
está obligado a recibirnos como sus hijos. "Porque por gracia sois
salvos" (Efe_2:8).”
WILLIAM BARCLAY
“Hay
un sentido en el que una persona no es hija de Dios por naturaleza, sino que
tiene que llegar a serlo. Tenemos que pensarlo en términos humanos porque son
los únicos de que disponemos.
Hay
dos clases de hijos. Están los que jamás hacen nada más que aprovecharse de su
hogar. A lo largo de su juventud se apropian de todo lo que el hogar les ofrece
sin dar nada a cambio. Puede que sus padres trabajen y se sacrifiquen para
darles la mejor oportunidad posible en la vida, y lo toman todo como un
derecho, sin darse cuenta nunca de lo que están recibiendo, y sin hacer el
menor esfuerzo por merecerlo o compensarlo. Cuando se marchan de la casa
paterna no hacen el menor esfuerzo para mantenerse en contacto. El hogar ha
cumplido su misión, y ahí termina la cosa. No reconocen ningún lazo que tengan
que mantener, ni ninguna deuda que tengan que pagar. Son los hijos de sus
padres, y a ellos les deben la existencia y lo que son; pero no reconocen
ningún vínculo de amor b intimidad. Sus padres se lo han dado todo por amor,
pero los hijos no les han dado nada a cambio.
Por
otra parte hay hijos que siempre son conscientes de lo que sus padres han hecho
y hacen por ellos, y aprovechan todas las oportunidades que se les presentan
para demostrarles su agradecimiento y tratar de ser la clase de hijos que sus
padres querían que fueran. A medida que pasan los años están cada vez más cerca
de sus padres, con los que desarrollan una relación de confianza y amistad.
Hasta cuando salen del hogar el vínculo permanece, y son conscientes de una
deuda que nunca podrán pagar.
En
el primer caso, los hijos cada vez están más lejos de los padres; en el
segundo, cada vez más cerca. Todos son hijos, pero de manera diferente. Los del
segundo grupo llegan a ser hijos de una manera que los otros no alcanzan.
Podemos
ilustrar esta clase de relación desde otro punto de vista, distinto pero
parecido. A un famoso profesor le mencionaron el nombre de un joven que se
presentaba como discípulo suyo. Este dijo: «Puede que asistiera a mis clases,
pero no era uno de mis estudiantes.» Hay un mundo de diferencia entre asistir a
las clases de un profesor y ser uno de sus estudiantes. Puede haber contacto
sin comunión; puede- haber relación sin comunicación. «Todos somos hijos de
Dios», se oye decir con frecuencia, y con razón si nos referimos a que todos Le
debemos a Dios que nos haya creado y nos conserve la vida; pero sólo algunos
llegan a ser hijos de Dios con la profundidad e intimidad de la verdadera
relación entre Padre e hijos.”
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