viernes, 10 de marzo de 2023

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1 VERSICULO 12

 



 

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1 VERSICULO 12

RV1960

NVI1999

BTX4

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.

pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de DIOS,

TR+

INA27+

VUL

οσοιG3745 K-NPM δεG1161 CONJ ελαβονG2983 V-2AAI-3P αυτονG846 P-ASM εδωκενG1325 V-AAI-3S αυτοιςG846 P-DPM εξουσιανG1849 N-ASF τεκναG5043 N-NPN θεουG2316 N-GSM γενεσθαιG1096 V-2ADN τοιςG3588 T-DPM πιστευουσινG4100 V-PAP-DPM ειςG1519 PREP τοG3588 T-ASN ονομαG3686 N-ASN αυτουG846 P-GSM 

οσοι G3745:K-NPM Tantos como δε G1161:CONJ pero ελαβον G2983:V-2AAI-3P recibieron αυτον G846:P-ASM a él εδωκεν G1325:V-AAI-3S dio αυτοις G846:P-DPM a ellos εξουσιαν G1849:N-ASF autoridad τεκνα G5043:N-NPN hijos θεου G2316:N-GSM de Dios γενεσθαι G1096:V-2ADN llegar a ser τοις G3588:T-DPM a los πιστευουσιν G4100:V-PAP-DPM confiando εις G1519:PREP hacia dentro το G3588:T-ASN el ονομα G3686:N-ASN nombre αυτου G846:P-GSM de él

quotquot autem receperunt eum dedit eis potestatem filios Dei fieri his qui credunt in nomine eius

KJV

But as many as received him, to them gave he power to become the sons of God, even to them that believe on his name:

TCB

Los que le recibieron. Mat_10:40; Mat_18:5; Col_2:6.

 

A los que creen. Isa_56:5; Jer_3:19; Ose_1:10; Rom_8:14; 2Co_6:17, 2Co_6:18; Gál_3:26; Gál_4:6; 2Pe_1:4; 1Jn_3:1.

 

Les dio potestad, o el derecho. Jua_2:23; Jua_3:18; Jua_20:31; Mat_12:21; Hch_3:16; 1Jn_3:23; 1Jn_5:12.

 

COMENTARIOS:

DANIEL WILCOX

“¿Me siento rodeado de tinieblas y el temor que me atenaza me dice que jamás encontraré el camino? ¡Abre bien tus ojos, oh alma mía, mira hacia arriba, al “Padre de las luces”: El Señor es “sol”, y sus rayos esplendorosos iluminarán y dirigirán tus pasos en todo momento. ¿Sientes que hay en el interior de tu mente un velo opaco y sombrío que hace aún más tenebrosa la propia oscuridad del camino, y que precisa ser levantado? No te inquietes, pues el Dios “que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz”, es suficiente para iluminar ambas cosas: tu mente y tu camino; y hará que esa misma luz “resplandezca en tu corazón, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”, pues es poderoso para hacer que “alumbre en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana alboree en vuestros corazones”, guiando de ese modo “nuestros pies hacia un camino de paz”.

¿Será lo que te inquieta esa misma luz que alumbra tu camino, que descubre la oposición y los peligros con los que tendrás que enfrentarte al recorrerlo? Atiende bien, oh alma mía, pues el mismo Señor que es sol, es también escudo. Luz y fuerza van unidas, para que nadie pueda descarriarse bajo su guía, ni tenga motivo alguno para desanimarse. Con este pensamiento consoló y reconfortó a Abraham cuando le dijo: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”. ¿Gimes bajo el temor de no sentirte apto para el reino celestial? Que sirva de consuelo a tu alma saber que: “gracia dará Jehová”.

¿Te sientes indigno de alcanzar tan sublime galardón? Debe bastarte con recordar que “gloria dará el Señor” de forma incondicional, brotando libremente de su propio amor. ¿Te sientes abrumado por mil carencias que precisan remedio urgente? ¡Qué más puedes exigirle cuando te prometió que: “No quitará el bien a los que andan en integridad”. No puedes desear nada que implique algún mal; y nada que signifique un bien te será negado. Contempla, pues, oh alma mía, el manantial que fluye en abundancia; en él podrás saciar en plenitud tu sed más ardiente y acuciosa; colmará tus mayores deseos; y tu mente reposara tranquila.”

JOHN FLAVEL

(Comentario al Salmo 45:7 “Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo Con óleo de alegría más que a tus compañeros”)

“La dignidad de los santos consiste en ser asociados o “compañeros” de Cristo. El término hebreo  mêḥăḇêreḵā de chaber es muy amplio en su significado y en todos los casos expresa la idea de unión; se traduce por consortes, copartícipes, consocios; o como en la mayoría de nuestras versiones por “compañeros”, es decir, aquellos que participan juntamente con Cristo de la unción del Espíritu, y que, en su propia medida, reciben el mismo Espíritu, pues a cada cristiano le es asignada de manera proporcionada la misma gracia y dignidad y los mismos títulos: “Y en cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; sino que así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, así también, según ella os ha enseñado, permaneced en él”; “e hizo de nosotros un reino, sacerdotes para su Dios y Padre; a él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos”.

Cristo y los santos están en constante comunión unos con otros. ¿El Espíritu de santidad habita en él? Así habita también en ellos también. ¿Es Cristo Rey y Sacerdote? También ellos lo son por la gracia de su unión con él; pues él nos ha hecho reyes y sacerdotes para su Dios y Padre. Esta es la dignidad de los santos, ser compañeros de Cristo, consortes o copartícipes con él; de tal modo que miren la gracia o excelencia que hay en Cristo no como algo improcedente o inapropiado para ellos, sino algo que comparten con él. Pues ciertamente, él fue llenado con la plenitud del Espíritu por causa de ellos y para ellos; como el sol está lleno de luz no para alumbrarse a sí mismo, sino a otros, así también Cristo con la gracia. Por eso algunos, como Rivetus, traducen el texto no como prae consortibus, “más que tus compañeros”, sino propter consortes, “para tus compañeros”; haciendo de Cristo el receptáculo primario de toda gracia que se llena en primer lugar de la fuente de la Deidad, pero solo para derivarla de inmediato a su pueblo que es quien la recibe en su debida proporción y medida. Y esta es una gran verdad: la dignidad de los santos radica básicamente en su asociación con Cristo, aunque seguimos pensando que nuestra traducción “por encima de tus compañeros” encaja mejor tanto con la importancia de la palabra como con el enfoque de lugar.”

SAN BERNARDO DE CLARAVAL

“Pero soy pecador, y aún me queda un largo camino, porque la salvación está lejos de los pecadores. Mas no murmuraré; de momento me consolaré con su perfume. El honrado se alegra con el Señor, experimentando con el sabor lo que yo percibo por el olor. Aquel a quien contempla el justo, lo espera el pecador, y esta expectación es ya un buen olor. La humanidad aguarda a que se revele lo que es ser hijos de Dios. Por eso contemplar es gustar y ver qué bueno es el Señor. ¡Qué bondad la de Dios, que quiso ser el Padre de los hombres! ¡Qué gloria la de los hombres, que son hijos de Dios y herederos de Dios! Porque somos hijos y también herederos. La esperanza no defrauda, porque el amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Y no defrauda porque el amor infunde certeza. Por ella el mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. ¿Podría lograr toda nuestra ciencia algo que no sea inferior a esta gloria, por la que nos contarnos entre los hijos de Dios? Me he quedado corto: no se puede comparar ni con la tierra entera y todo cuanto la llena, aun cuando todo llegase a ser propiedad de cada uno de nosotros.”

ISAAC AMBROSE

“La mejor manera de conocer nuestro interés en el Hijo de Dios es saber que somos hijos de Dios por gracia, como Cristo fue el Hijo de Dios por naturaleza. Los cristianos, a quienes Cristo es dado, son coherederos con Cristo; sólo Cristo es el primogénito y tiene la preeminencia en todas las cosas. Nuestra filiación es un efecto de la filiación de Cristo, y una señal segura de que se nos ha dado un hijo. Di, pues, alma mía, ¿eres tú hijo de Dios? ¿Te pareces a Dios según tu capacidad, "siendo santo, como él es santo"? Entonces, Cristo se encarnó por ti.

Si tu filiación no es lo suficientemente clara, según estas reglas siguientes, puedes examinarte más a fondo:

(1.) Los hijos de Dios temen a Dios: "Si yo soy Padre, ¿dónde está mi honra?" dice Dios; "si soy un maestro, ¿dónde está mi temor reverente?" Si soy un hijo de Dios, habrá un temor santo y temblor sobre mí en todos mis acercamientos a Dios.

(2.) Los hijos de Dios aman a Dios y obedecen a Dios por un principio de amor. Supongamos que no hubiera cielo para otorgar a una persona regenerada, pero ¿obedecería a Dios por un principio de amor? No es que sea ilícito que el hijo de Dios tenga ojo en la recompensa celestial: La razón de Moisés de estimar el oprobio de Cristo más que las riquezas de los tesoros de Egipto, fue porque tuvo respeto por Dios; en el original, tenía un ojo fijo en Dios: había en él amor por Dios. Un hijo de Dios tiene tal principio de amor dentro de sí, que por amor obedecería a su Dios aún si no hubiera recompensa.

(3.) Los hijos de Dios imitan a Dios en su amor y bondad para con todos los hombres. Nuestro Salvador amplifica esta excelente propiedad de Dios: "hace que su sol brille sobre buenos y malos". Y de allí concluye: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".

Cristo, el Hijo del hombre, es por naturaleza el hijo de Dios; así que nosotros, pobres hijos de los hombres, debemos, por gracia, llegar a ser hijos de Dios, sí, del mismo Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo: "Para este fin, Dios envió a su propio Hijo, nacido de mujer, para que pudiéramos recibir la adopción de hijos". - "Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo". Esto da a entender que la relación que Cristo tiene con el Padre por naturaleza, nosotros deberíamos tenerla por gracia: por naturaleza, "él es el unigénito Hijo del Padre"; "y tantos como recibidos a él, dice el apóstol Juan,"les dio poder para llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.”

JOHN OWEN

“Toda la obra de salvar a los hijos de Dios, desde el principio hasta el final, así como su guía y conducta a través de los pecados y sufrimientos hasta la gloria, está encomendada al Señor Jesús.  Y siendo el Señor Jesucristo sacerdote, sacrificio y altar él mismo, la ofrenda por la cual fue consagrado a la perfección y complemento de su oficio, debía ser necesariamente parte de esa obra que, como nuestro sacerdote y mediador, debía someterse y realizar.

El Señor Cristo, consagrado y perfeccionado en los sufrimientos, ha consagrado el camino de sufrimientos, para que todos los que le siguen pasen a la gloria. Tal es el desierto del pecado, y tal es la inmutabilidad de la justicia de Dios, que no había forma posible de llevar a los pecadores a la gloria sino mediante los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios, quien se comprometió a ser el capitán de su salvación.

Él confirió privilegios espirituales a los que creyeron en él; porque la cosa más grande, y la fuente de todas las demás, es la adopción: "y a todos los que lo recibieron les dio poder para llegar a ser hijos de Dios.”

JOHN BUNYAN

“Siendo trasladados de ser esclavos de Satanás a ser hijos de Dios, Dios aún se reserva la libertad para castigarnos si le ofendemos, como un padre castiga a su hijo. (Deut 8:5) Pero este castigo no es por ira legal, sino por afecto paternal; no para destruirnos, sino para que, aun así, podamos sacar provecho de ello, incluso hacernos partícipes de su santidad. Esto es, para que 'no seamos condenados con el mundo'. (Heb 12: 5 11, 1 Cor 11:32).”

A.W PINK

“Pero si el mundo "no le conoció" e Israel "no le recibió", ¿Sería el Propósito de Dios derrotado? No, porque de hecho eso jamás podría ser. El consejo del Señor "permanecerá”: (Prov. 19:21). La maravillosa condescendencia del Hijo no pudo ser en vano. Así, leemos, "pero a todos los que lo recibieron, les dio poder para convertirse en el hijos de Dios, incluso para los que creen en su nombre".

Esto nos habla del lado humano de la salvación, lo que se requiere de los pecadores. La salvación llega al pecador al "recibir" a Cristo, es decir, por "creer en su nombre." Hay una leve distinción entre estas dos cosas, aunque en esencia son una.

Creer, es respetar a Cristo tal como lo muestra el testimonio del Evangelio: es la aceptación personal como verdad de lo que Dios ha dicho acerca de Su Hijo.

Recibir, es ver a Cristo como un regalo de Dios presentado a nosotros, para nuestra aceptación. Y "tantos", sin importar si son judíos o gentiles, ricos o pobres, analfabetos o eruditos, reciben a Cristo como su propio Salvador personal, a ellos se les da el poder o el derecho de convertirse en hijos de Dios.”

CHARLES SPURGEON

“Para recibir a Cristo, el hombre debe nacer de Dios. Es la cosa más sencilla de todo el mundo, uno pensaría, abro la puerta del corazón y lo dejo entrar; pero nadie deja que Cristo entre en su corazón hasta que primero Dios lo haya hecho nacer de nuevo, nacer de arriba.”

JOHN WESLEY

“En el momento en que creen, son hijos; y por ser hijos, Dios envía el Espíritu de su Hijo a sus corazones, clamando: Abba, Padre.”

DAVID GUZIK

“La idea de “recibir a Jesús” es bíblicamente válida. Necesitamos aceptarlo y recibirlo en nosotros. Mas a todos los que le recibieron… solo es otra forma de decir a los que creen en su nombre. “La fe es descrita como ‘recibir’ a Jesús. Es la taza vacía colocada bajo la corriente que fluye; la mano pobre tendida por limosnas del cielo.” (Spurgeon)

Potestad de ser hechos hijos de Dios: “La palabra hijos (tekna) es paralela a la escocesa bairns ‘nacidos.’ Hace énfasis en el origen vital, es usada como una expresión de cariño (cf. Lucas 15:31). Los creyentes son los ‘pequeñitos,’ de Dios emparentados con él por nacimiento.” (Tenney).

LUIS PALAU

“No todos son hijos de Dios; sólo los que recibieron a Cristo en su corazón. A los tales Dios les dio el poder de ser sus hijos. Hay una marcada diferencia entre la posición de los cristianos, que son hijos de Dios, y la posición de la humanidad toda, que son criaturas de Dios. Todos pueden ser hechos hijos de Dios siempre y cuando cumplan con las condiciones impuestas por él.”

COMENTARIO BIBLICO MUNDO HISPANO

Les dio derecho de ser hechos hijos de Dios… encierra tres términos importantes en la cristología juanina. El Verbo de Dios les dió, a los que creen en su nombre, la gracia o dádiva de aceptarle. La salvación es una dádiva, o gracia, de Dios de principio a fin. Derecho de ser: se entiende como “autoridad” o “privilegio” más bien que “poder”. Además, el verbo ser traduce un término griego que significa “llegar a ser”.

Las personas que reciben a Jesús, reciben a la vez la autoridad de ese enorme privilegio de llamarse “niños de Dios”. El tercer término, hijos, en griego tekna, es lit. “niños”. El NT presenta a Dios como Padre de todos los seres humanos, pues es su Creador, pero sólo son hijos, o niños, de Dios los que nacen espiritualmente por fe en Jesús.”

BRIAN BAILEY

“No hay otro nombre por medio del cual podamos ser salvos, sino por el nombre de Jesús (Hch. 4:12). Cuando nosotros recibimos a Cristo, Él nos da poder para ser hijos de Dios. En la frase: “a los que creen en su nombre”, vemos que si nosotros creemos en Su nombre, somos llamados a tener vida eterna.”

JUAN CALVINO

Que creen en su nombre. Expresa brevemente la manera de recibir a Cristo, es decir, creer en él. Habiendo sido injertados en Cristo por la fe, obtenemos el derecho de adopción, para ser hijos de Dios. Y, de hecho, como él es el Hijo unigénito de Dios, sólo en la medida en que seamos miembros de él, este honor nos pertenece. Aquí nuevamente se refuta la noción de los papistas sobre la palabra poder. El evangelista declara que este poder se le da a los que ya creen. Ahora bien, es cierto que esas personas son en realidad hijos de Dios. Quieren demasiado del valor de la fe quienes dicen que, al creer, un hombre no obtiene nada más que llegar a ser hijo de Dios, si así lo desea; porque en lugar de efecto presente ponen un poder que se mantiene en incertidumbre y suspenso.

La contradicción parece aún más evidente a partir de lo que sigue inmediatamente. El evangelista dice que los que creen ya son nacidos de Dios. No es, por tanto, una mera libertad de elección lo que se ofrece, ya que obtienen el privilegio mismo que se trata. Aunque la palabra hebrea, שם (Nombre) se usa a veces para denotar poder, aquí denota una relación con la doctrina del Evangelio; porque cuando Cristo nos es predicado, entonces creemos en él.

Hablo del método ordinario por el cual el Señor nos conduce a la fe; y esto debe ser observado cuidadosamente, porque hay muchos que se inventan tontamente una fe confusa, sin ningún entendimiento de la doctrina, ya que nada es más común entre los papistas que la palabra creer, aunque no hay entre ellos ningún conocimiento de Cristo de escuchar el evangelio. Cristo, por tanto, se ofrece a nosotros por el Evangelio y nosotros lo recibimos por la fe.”

JOHN MACARTHUR

“Quienes Dios había deseado salvar antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4; 2 Ti. 1:9) abrazarían por fe a Cristo. Como Él lo declaró en Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”.

Lambanō (recibieron) podría traducirse como “agarrar”, “obtener” o “asir”. Recibir a Cristo requiere más que el mero reconocimiento intelectual de sus afirmaciones. La última cláusula del versículo 12 se refiere a los que lo recibieron como los que creen en su nombre. El concepto de creer en Cristo, otro tema importante para Juan, se desarrollará en varios pasajes de su Evangelio (6:29; 8:30; 9:35-36; 12:36; 44, 14:1; 16:9; 17:20; cp. 1 Jn. 3:23; 5:13). Su nombre se refiere a la totalidad de Cristo como ser, todo lo que es y hace. De este modo, no es posible separar su deidad de su humanidad, su ser Salvador de su ser Señor, su persona de su obra redentora. La fe salvadora acepta a Jesucristo en todo lo que las Escrituras revelan de él.

Aunque las personas no se pueden salvar hasta que reciban y crean en Jesucristo, la salvación es una obra soberana de Dios sobre el pecador ciego y muerto. Juan declara simplemente que nadie llegaría a Jesús a menos que Él les diera la potestad de ser hechos hijos de Dios. Estos se salvan completamente por “gracia… por medio de la fe; y esto no de [ellos], pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9), porque “Dios [los ha] escogido desde el principio para salvación” (2 Ts. 2:13).”

JOHANNES BRENZ

“Cristo no fue beneficioso, sino perjudicial para los incrédulos. Pero a los que lo recibieron, sea gentil o judío, siervo o señor, varón o mujer, joven o anciano, rey o ciudadano particular, les dio autoridad para que fueran hijos de Dios. Ahora, recibir a Cristo, como Juan entiende el término, es creer en el nombre de Cristo. El nombre de Cristo es sabiduría, justicia, santificación y redención.

Por tanto, para aquellos que confían en la justicia de Cristo o en su redención, los pecados no permanecerán, la muerte desaparecerá y el infierno se extinguirá. Porque los seres humanos llegarán a ser como Cristo si confían plenamente en él y se entregan a él. Cristo es Hijo de Dios, por lo que quienes confían en él se convierten en hijos de Dios. ¿Qué mayor beneficio puede otorgar Dios a una persona que ser recibido como hijo de Dios? Porque si somos hijos, todos los bienes del Padre serán nuestros. Y si Dios entregó a su Hijo completamente por nosotros, ¿cómo puede suceder que no nos dé, junto con él, todas las cosas? Por lo tanto, primero debemos buscar ser hijos de Dios, algo que sucede por la fe, y luego todas estas otras cosas nos serán agregadas.”

ALBERT BARNES

“Los cristianos son llamados hijos de Dios:

1º. Porque son adoptados por él, 1 Juan 3:1.

2do. Porque son como él; se parecen a él y tienen su espíritu.

3er. Están unidos al Señor Jesús, el Hijo de Dios es considerado por él como sus hermanos (Mt 25:40) y, por tanto, es considerado como hijo del Altísimo.

En su nombre. Esta es otra forma de decir que cree en él. El nombre de una persona a menudo se pone para la persona misma, Jn 2:23 Juan 2:18; 1 Juan 5:13.

De este versículo aprendemos,

1ro. Que ser hijo de Dios es un privilegio, mucho más que ser hijo de cualquier hombre, aunque sea el más alto grado de riqueza, o culto u honrado. Por tanto, los cristianos son más honrados que cualquier otro hombre.

2do. Dios les dio este privilegio. No es por sus propias obras; es porque Dios eligió impartir esta bendición a ellos, Efesios 2:8; Juan 15:16.

3er. Esta gracia se otorga solo a aquellos que creen en él. Todos los demás son hijos del malvado, y nadie que no tiene confianza en Dios puede considerarse su hija o hijo. Ningún padre reconocería a uno por su niño, o aprobarlo, viendo que no tenía confianza en él, que dudaba o negó todo lo que dijo, y despreció su carácter. Sin embargo, el pecador hace esto constantemente contra Dios, y por tanto no puede ser llamado su hijo.”

JOHN TRAPP

“A ellos les dio poder, preferencia, o privilegio, prerrogativa real, honor celestial. Porque si hijos, también herederos, Ro 8:17. Los reyes pueden hacer herederos únicos a sus primogénitos, como Josafat,  2Cr 21:3; pero aquí todos son herederos de Dios y coherederos con Cristo para los que creen en su nombre.”

JOHN GILL

“El Padre predestinó a los hombres para la adopción de hijos, y les asegura esta bendición en el pacto de su gracia, los pone entre sus hijos y les asigna una gran herencia: el Espíritu, y que por eso es llamado espíritu de adopción, descubre y les aplica esta bendición, y da testimonio a sus espíritus de que son hijos de Dios: y Cristo, la Palabra, o el Hijo de Dios, no sólo desposó sus personas, y en el tiempo asumió su naturaleza, y por la redención de ellos abrió un camino para su recepción de la adopción de niños; sino que les concede el poder, como se llama aquí, de llegar a ser hijos de Dios: con lo cual se quiere decir, no un poder de libre albedrío para hacerse hijos de Dios, si quieren hacer uso de él; sino que significa el honor y la dignidad conferidos a tales personas: así lo llama Nonnus, el honor celestial; como de hecho, ¿qué puede ser mayor a esto?.”

GRANT OSBORNE

“Aquí vemos el resultado de la revelación del Verbo y la nueva creación que se efectúa. Los primeros once versículos guían a este momento, y ahora comprendemos nuestra parte en esta representación. “Dar el derecho de” quiere decir que el Verbo otorgó “autoridad” (exousia) a los creyentes como “hijos de Dios.” Tienen el derecho a pertenecer a una nueva familia, y su estado cambia de campesino a príncipe. El nuevo nacimiento los hace parte de la realeza en el hogar celestial. En la nueva creación, los creyentes pertenecen a la realeza.”

JOSE VILCHEZ

“Es decir, una persona que se hace discípulo de él, una persona que nace de Dios, una persona que Dios adopta como hizo, como su Hijo, dice que no es nacido de carne ni de sangre, lo que quiere decir que no es voluntad de un ser humano, sino es voluntad de Dios.

Si Dios te llama a través de éste escrito, si tú sientes el llamado de Dios mientras estudiamos juntos éste evangelio, y si tú sientes en tu corazón un anhelo de seguirle, ten por seguro, que quien te está engendrando y quien está engendrando en ti ése deseo de seguirle, no eres tú mismo ni nadie más, no soy yo, no es un ser humano, es Dios.”

J.C RYLE

“[Les dio potestad de ser hechos hijos de Dios]. Esta expresión significa: “Les dio el privilegio de la adopción en la familia de Dios”. Llegaron a ser hijos de Dios “por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26). “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5:1). No hay filiación a Dios sin fe viva en Cristo. Nunca olvidemos esto. Hablar de que Dios es el Padre de los hombres y de que los hombres son los hijos de Dios aunque no crean en el Hijo de Dios es contrario a la Escritura. No son hijos de Dios aquellos que no tienen fe en Jesús.

La palabra “potestad” en esta frase requiere que tengamos mucho cuidado para no malinterpretarla. Significa “derecho o privilegio”. No significa fuerza o capacidad. No significa que Cristo confiera a aquellos que le reciben una fuerza espiritual y moral por la cual se convierten a sí mismos, cambian sus propios corazones y se hacen hijos de Dios. Sin duda, Cristo le otorga a todo su pueblo toda la gracia necesaria para suplir todas las necesidades de sus corazones y las necesidades de su posición. Sin duda les da fuerza para llevar su cruz, luchar la buena batalla y vencer al mundo.

Pero esa no es la verdad que se enseña en las palabras que tenemos delante, y se debe buscar en otros lugares. Estas palabras solo significan que Cristo confiere el privilegio de la adopción a todos los creyentes, y así fue especialmente en el caso de sus primeros discípulos. Mientras que sus incrédulos compatriotas presumían de ser hijos de Abraham, Cristo les otorgó a sus discípulos el privilegio mucho mayor de ser hijos de Dios.

La palabra griega traducida como “potestad” se emplea 102 veces en el Nuevo Testamento y en ninguna ocasión en el sentido de poder físico, moral o espiritual para hacer algo. Se traduce generalmente como “autoridad, derecho, poder, libertad, competencia”.

[A los que creen en su nombre]. Estas palabras se añaden para dejar más claro, si es posible, el carácter de aquellos que tienen el privilegio de ser hijos de Dios. Son ellos quienes reciben a Cristo y creen en su nombre. Comenta Arrowsmith:

“La palabra ‘nombre’ se emplea en la Escritura a menudo para decir ‘persona’. De los que reciben a Cristo se dice que creen en su nombre porque el objeto directo de su fe es la persona de Cristo. Lo que salva no es creer que Cristo murió por todos, por mí o por los elegidos, o ciertas afirmaciones parecidas. Es creer en Cristo. La persona, o el nombre de Cristo, es el objeto de la fe”.

La expresión “creen en su nombre” no se debe pasar por alto. Arrowsmith comenta que ya se sabe que los teólogos diferencian entre creer en Dios en el sentido de que existe ese Ser, creer en Dios en el sentido de que lo que dice es cierto, y creer en Dios en el sentido de tener fe y confianza en Él como Dios nuestro.

Y él observa que, efectivamente, existe exactamente la misma diferencia entre la fe en que hay un Salvador como Cristo, la fe en que lo que Cristo dice es cierto y la fe de dependencia de Cristo como nuestro Salvador. Creer en el nombre de Cristo es exactamente esta fe de dependencia, y es la fe que salva y justifica.”

J. WALVOORD – R. ZUCK

“Algunos recibieron la invitación ilimitada de Jesús. A todos los que aceptaron a Jesús como revelador de la voluntad del Padre y como sacrificio por el pecado, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. La palabra “potestad” (exousian) es mejor que el término “poder” que se utiliza en algunas versiones de la Biblia. Lo mismo sucede con “niños” (tekna), que es más literal que el término “hijos” que aparece en la RVR60. Las personas no son por naturaleza hijos de Dios, sino que pueden llegar a serlo recibiendo el regalo del nuevo nacimiento.”

GARY BAUMLER

“Algunos dicen que recibir a Jesús significa saber de él, después aceptarlo, y que una vez que hemos tomado esta decisión, recibimos el privilegio de ser hijos de Dios. Sin embargo, Juan hace énfasis en que cuando nos convertimos en hijos de Dios, somos hijos que “no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios”. Los creyentes no tienen ningún lazo de sangre directo con Dios. Nada que produzca estos hijos.

Estos vástagos tampoco reciben su existencia porque algún ser humano, incluyéndolos a ellos mismos, haya decidido que se conviertan en hijos de Dios. Ellos nacen “de Dios”. Así como no elegimos a nuestros padres terrenales, tampoco de ninguna manera elegimos a Dios como nuestro Padre; él nos eligió a nosotros. Cuando creemos en Jesús, nuestro nacimiento espiritual está completo. Como dice Santiago: “Nos hizo nacer por la palabra de la verdad” (1:18).”

XAVIER LEON DUFOUR

“«Les dio poder hacerse hijos de Dios» En griego la expresión es compleja Hubiera sido más sencillo decir «les concedió ser hijos de Dios», tal como nos parece que es su sentido Pero aquí todos los términos tienen importancia En primer lugar «dio» es cuestión de un don del Logos al hombre ¿Y cuál es el poder (exousia) que da a los que creen.

Evidentemente, no puede tratarse aquí de una facultad autónoma, como si el creyente fuera capaz de concederse a sí mismo el estado de hijo de Dios Por otra parte, se puede pensar que el giro «dar la exusía de» equivale en este versículo a «dar (hacerse)» en un pasaje del Apocalipsis las dos expresiones («dar la exousía de » y «dar el ») se suceden con un sentido totalmente paralelo. (Ap. 13:5-7)

Lo cierto es que el término exousía tiene un peso propio En el griego del Nuevo Testamento encierra dos matices connota una idea de autoridad, en virtud de la cual se ejerce una función elevada con pleno derecho, pero se trata siempre de un «poder» recibido de Dios o de alguna persona de rango superior, que puede por tanto conferirlo o investir de él Supone por tanto la idea de una dignidad, de un cambio hacia un estatuto más elevado, no tiene el sentido vulgar de «poder hacer» tal o cual cosa.

De hecho, el verbo ginésthai que viene a continuación significa, según su empleo constante en el prólogo, el paso a una situación nueva significa no simplemente que uno «se hace» hijo de Dios (como no lo era ciertamente antes), sino que se «llega» a esa dignidad por el don del Logos.

Si tenemos en cuenta el acento que el versículo pone en un don que consiste en el cambio operado en la condición del creyente, me he permitido en la traducción suprimir la preposición «de» y traducir el texto no por «les dio poder de hacerse», sino «les dio poder hacerse».

En este caso, ciertamente, el substantivo exousía desempeña realmente la función de verbo, pero el matiz implícito de «dignidad» que supone queda salvaguardado en la expresión «hacerse hijo de Dios» Es un suceso que supone también una realización el Logos concede acceder a la filiación divina.”

LEON MORRIS

“Juan no quiere dar la impresión de que nadie respondió al Verbo positivamente (impresión que a uno le podría quedar después de leer el v. 11). La mayoría de gente le rechazó, pero algunos le recibieron, y ahora se dispone a escribir sobre ellos. En griego tenemos una construcción gramatical muy poco habitual, lo que hace que “todos los que le recibieron” no encaje perfectamente en la frase. El efecto que se consigue es crear un contraste entre los que reciben al Verbo y los que le rechazan, para acabar resaltando a los que le aceptan. Es a ellos a quienes les ha sido dado “el derecho” o “potestad” de llegar a ser hijos de Dios. Encontramos aquí tres palabras importantes.

(1) “Dio”. El final de la historia no es la gravedad del rechazo, sino la gracia de la aceptación. A algunos les dio el don de que quisieran recibir al Verbo y así ser hijos de Dios.

(2) “El derecho”. Juan no habla de poder, en el sentido de “poder sobre el pecado” (aunque, de hecho, es algo que también reciben). Juan está hablando del estatus de hijos. Han recibido la plena autoridad de disfrutar de todo lo que ese título comporta.

No dice “ser”, sino “llegar a ser” o “ser hechos”. No solo se está hablando de un estatus, sino de un cambio de estatus. Es lo que Jesús llama “pasar de vida a muerte” (5:24).

(3) “Hijos”. Juan los llama “hijos”, y no “criaturas” de Dios. El término que usa denota una comunidad de gente con la misma naturaleza (cf. 2 P. 1:4, «a fin de que (...) lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina»), en vez de centrarse en los derechos y los privilegios del estatus de hijo.

Aunque el Nuevo Testamento presenta a Dios como el Padre de todos, paradójicamente no dice que todos sean hijos de Dios. La actitud de Dios hacia todo el mundo es la de un Padre. Todos son sus criaturas porque Él ha creado a todo el mundo y es su proveedor. Pero solo serán hijos en el pleno sentido de la palabra cuando respondan a lo que Cristo ha hecho por ellos. Cuando reciben al Verbo, nacen de nuevo (cap. 3) como parte de la familia celestial. Solo en este sentido podemos decir que son “hijos” de Dios”.

Creer en el nombre del verbo significa confiar en la persona del Verbo. Se trata de creer en Él tal y como es. Creer que Dios es el Dios revelado en el Verbo y poner nuestra confianza en ese Dios. Así que es mucho más que una simple creencia. No se trata solo de creer que lo que dice es verdad, sino confiar en Él. La expresión griega que aquí se usa se ha encontrado en los papiros en contextos donde está relacionada con la idea de posesión. Si el Nuevo Testamento también recogiese este uso, entonces tendríamos el matiz adicional de que cuando creemos, pasamos a ser posesión de aquel en quien hemos creído.”

NACAR – COLUNGA

“hubo un sector que “le recibieron”. ¿Cómo? “Creyendo en su nombre” (12; cf. Jn 3:11-12; 12:46-50; 5:43-44). Esta expresión es característica de Juan. Treinta y cuatro veces la usa en su evangelio y tres en su primera epístola, mientras que en el resto de todo el Nuevo Testamento sólo sale nueve veces. Nombre, según el modo semita, está por persona. “El que cree a alguien, recibe su testimonio; pero el que cree en alguien se entrega totalmente a él.” En el vocabulario de Juan, “creer en El” es entregársele plenamente. El uso judío de llamar a Yahvé por circunloquio, “El Nombre”, parece haberse imitado por un “procedimiento de traslación” aplicado a Cristo (cf. Mc 9:38).

A estos que así “creen”, que así se entregan al Verbo, en esta perspectiva de Juan, les confiere el mismo Verbo, sujeto de todo el desarrollo oracional, un gran don: el poder ser hijos de Dios.”

FRANCIS MOLONEY

“Los resultados de la fe en el nombre de la Palabra se describen en pasado: les dio (aoristo: edóken autois) poder para ser hijos de Dios. Este poder dado no es una promesa, sino un hecho logrado para quienes la reciben y creen. Por primera vez, sale a colación la comprensión joánica de la vida y de la vida eterna. No hay que esperar al final para ser hijos de Dios. La elección del infinitivo aoristo «llegar a ser» (genesthai) indica que la fe joánica y la, así llamada, escatología realizada exigen un compromiso constante. En una escatología tradicional, el creyente aguarda la resurrección y el final del tiempo para recibir los dones últimos de la vida y la vida eterna. En el cuarto evangelio se anticipan estos dones. Están disponibles para el creyente ahora, y, en consecuencia, se encuentran ya «realizados».”

SAMUEL P. MILLOS

“En contraste con quienes no recibieron al Verbo, otros lo hicieron. Sin embargo no se está refiriendo tanto al hecho en sí, sino a la potencialidad de su alcance. La frase se inicia con el uso del pronombre relativo, los que, que puede traducirse también como cuantos, expresión indefinida de número. No importa si son muchos o pocos, simplemente la vinculación entre todos ellos y el contraste con los del versículo anterior es que le recibieron.

No hay condiciones ni de nación, ni de condición social, pueden ser judíos o gentiles. No cabe duda que los judíos acostumbrados a la enseñanza histórica de sus privilegios, les resultaría difícil entender que los gentiles a quienes llamaban despectivamente perros en tiempos de Jesús, pudieran ser hechos hijos de Dios, miembros de su casa y familia, del mismo modo que ellos. La condición para alcanzar el privilegio del que habla el versículo consiste en recibir a Jesús, que es sinónimo de creer en Su nombre.

Jesús promete dar vida eterna a cuantos crean en Él (3: 16), esta vida es necesaria para llegar a la verdadera condición de hijo de Dios, de ahí que cuando el hombre deposita la fe en Cnsto se produce la regeneración por la acción del Espíritu Santo que une vitalmente al creyente con el Salvador, de modo que la vida de Dios, vida eterna, en lo que puede ser comunicable al hombre, Su naturaleza, ya que las perfecciones de la esencia son incomunicables, se hace realidad en el creyente por identificación con el único Mediador entre Dios y los hombres que es el Hijo mismo, por el que fluye la vida divina y se comunica al salvo. Esa es la razón por la que el apóstol Pedro dice que el creyente ha venido a ser participante, esto es comunicante, en la divina naturaleza (2 P. 1:4).”

SAN AGUSTIN

“Causa admiración el exceso de su bondad y misericordia. Era Hijo único y no consintió quedarse solo. Muchos hombres que no tienen hijos, pasada la edad de tenerlos, adoptan a otros, y así es como logra el amor lo que les rehusó la naturaleza. Los hombres obran así. Quien, por el contrario, tiene un hijo único, concentra en él su alegría, porque sólo él será el heredero de todo, sin necesidad de dividir con otro la herencia, lo que le haría vivir más pobremente. Dios no obra así.

A su mismo único Hijo, de El engendrado y por quien todo lo creó, envió a este mundo, para que no fuese solo, sino que tuviera otros hermanos por adopción. No nacemos nosotros de Dios como el Unigénito. Hemos sido adoptados por su gracia. Vino el Unigénito a desligar los vínculos de los pecados, que nos tenían sojuzgados, verdadero obstáculo de nuestra adopción.

Es el mismo Unigénito quien rompe las cadenas de quienes quiere sean hermanos suyos y coherederos. Es lo que dice el Apóstol: Si es hijo, es heredero por la gracia de Dios. Y otra vez: Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. No teme tener coherederos. No disminuye su herencia con los muchos poseedores.

Dueño El, pasan ellos mismos a ser herencia suya, y, a su vez, El es herencia de ellos. Oye el modo de ser ellos herencia suya: El Señor me dijo: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy; pídeme y yo te daré por herencia; las naciones. ¿Y cómo es El herencia nuestra?

El salmo lo dice: El Señor es toda mi herencia y toda mi suerte. ¡Ojalá sea Dios nuestra posesión, y nosotros seamos la suya! Que El nos posea como Señor y que le poseamos nosotros a El como salud y luz nuestra. ¿Qué dio a quienes lo recibieron? A quienes creen en El les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Esto es, abrazarse al madero para pasar el mar.”

ALFRED  WIKENHAUSER

“Se cumple aquí, una vez más, la experiencia tantas veces repetida, de que los dispuestos a conocer debidamente a Dios y a aceptar la salvación que viene de él, no representan sino una fracción de la humanidad.

Pero a los que por la fe acogieron al Logos encarnado, éste los obsequió con el don más preciado que podía hacerse al hombre, la filiación divina. Cuantas veces se menciona la filiación divina en el Nuevo Testamento, se presenta como un bien relacionado con la salvación, como un don de orden escatológico. Comprende el paso a un nuevo tipo de existencia y la comunicación de una vida nueva.”

WILLIAM HENDRIKSEN

“A todos los que lo aceptaron; es decir, a todos los que recibieron, reconocieron y dieron la bienvenida a la luz (versículos 5, 10, 11), a todos los que siguen unidos a él por medio de una fe viva en su nombre (esto es, en su autorrevelación en la esfera de la redención), a éstos les dio, siempre será un don de la gracia soberana de Dios, el derecho, (cf. 5:27; 10:18; 19:10, 11; la autoridad, cf. 17:2) de llegar a ser hijos de Dios.

¿No es cierto que los judíos se jactaban de sus derechos hereditarios, y que se llamaban a sí mismos hijos de Abraham? Pues bien, los creyentes reciben el derecho de llegar a ser realmente hijos (comparación típicamente juanina, 1 Jn. 3:1); e hijos no sólo de Abraham sino de Dios.

Pero ¿cómo hemos de interpretar el que los creyentes lleguen a ser hijos de Dios? ¿Acaso no es cierto que son hijos de Dios tan pronto (y, en un sentido, incluso antes) aceptan conscientemente a Cristo? No creemos que la solución de este problema esté en leer la oración como si dijera: “Mas a todos los que le aceptaron les había dado previamente el derecho de llegar a ser hijos de Dios, pues de otro modo no le podrían haber aceptado”. Los dos aoristos (ἔλαβον y ἔδωκεν) son simultáneos: cuando alguien acepta a Cristo, en ese mismo instante recibe el derecho de llegar a ser hijo de Dios. Y tampoco se puede hallar la solución debilitando el sentido del verbo llegar a ser (γενέσθαι) como si simplemente significara ser llamado (o tenerse uno mismo por) hijo de Dios.

A nuestro parecer, para llegar a una interpretación correcta de esta cláusula, debemos tener en cuenta el significado especial que Juan da a la expresión hijos de Dios. Ni en el Evangelio ni en las epístolas usa el evangelista la palabra υἱοί para referirse a los creyentes.

Uno llega a ser υἱός por adopción, pero se llega a ser τέκνον por regeneración y transformación. Pablo hace uso de ambos términos para describir a los creyentes como hijos de Dios. El substantivo que Juan usa para este propósito proviene de τίκτω, engendrar. Para él la salvación es la comunicación de vida, el ser engendrado de Dios, de forma que se llegue a ser hijo suyo (1 Jn. 2:29; 3:9). A causa del hecho de ser nacido de Dios el hombre es transformado según la semejanza de Dios. Y puesto que Dios es amor, el ser nacido de Dios se manifiesta en amar a los hermanos (1 Jn. 4:7, 8). Juan, en consecuencia, se refiere continuamente al amor considerándolo como la gran característica del cristiano: el amor es luz, pero el odio es oscuridad, y el que odia anda en tinieblas (1 Jn. 2:10, 11). El amor que se requiere de nosotros es de una naturaleza abnegada (1 Jn. 3:16).

Pero esta transformación, aunque empieza con un acto instantáneo de Dios, es, no obstante, un proceso gradual. En principio, uno llega a ser hijo de Dios en el mismo momento en que la vida de lo alto entra en el alma. Ahora somos hijos de Dios. Pero la suprema realización de este ideal ha sido reservada para el futuro en que, libres de toda impureza, la vida de Dios, su santidad y amor, se hará completamente manifiesta en nosotros. Si se entiende esto, será claro por qué Juan dice en 1:12: “… les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.”

COMENTARIO BIBLICO BEACON

“Aunque fueron muchos los que rechazaron la refulgente Luz, la revelación personal de Dios, muchos la recibieron. La palabra traducida potestad, (que sería mejor traducir “derecho”) “no describe una mera capacidad, sino una autoridad legítima por derecho, derivada de un principio suficiente que incluye la idea de poder” [[Westcott, op. cit., p. 9.]] (cf. Jua_5:27; Jua_10:18; Jua_17:2; Jua_19:10-11). En la encarnación, Dios hizo la provisión adecuada para que los hombres tuvieran el derecho de ser “hijos de Dios” basados en la debida autoridad y poder. Este derecho de ser hijos de Dios no es una inherente capacidad humana aparte de la gracia divina. Es una concesión de Dios. Sólo los hombres que le reciben, es decir, aquellos que tienen fe, son los hijos de Dios. La propia autorrevelación de Dios es universal, para todos los hombres (Jua_1:9), pero la respuesta del hombre no lo es. No todos tienen fe.

Sólo hay una manera de ser hijo de Dios; es la de ser engendrado “de Dios”. Aun la más religiosa e ilustre ascendencia humana no es suficiente para pertenecer a la sociedad de la familia de Dios. La mujer samaritana (Jua_4:12) apeló a Jacob como comprobante de la posición religiosa de ella, y los judíos muchas veces se referían a su padre Abraham al hablar con Jesús (Jua_8:33, Jua_8:39, Jua_8:53, Jua_8:57) como una razón suficiente para su relación con Dios. La enseñanza de Jesús a Nicodemo, quien era un maestro de Israel, se centró en este hecho (Jua_3:3, Jua_3:5). Sólo Dios puede conceder vida espiritual.”

MATTHEW HENRY

“Pero a todos los que le recibieron». Hubo, pues, algunos que fueron atraídos a someterse a Cristo, y muchos más que no eran de aquel redil (Jua_10:16).

(A) Vemos primero la descripción del verdadero cristiano: Es alguien que recibe a Cristo creyendo en Su nombre, pues creer en Él es recibirle como el inefable don de Dios. Hemos de recibir Su doctrina como verdadera y buena; y hemos de recibir el favor de Su gracia y el impacto de Su amor, como norma que gobierne nuestros actos y nuestros afectos.

(B) Vemos después la verdadera dignidad y el excelso privilegio del cristiano. Este privilegio es doble:

(a) El privilegio de la adopción: Les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (v. Jua_1:12). Hasta entonces, la adopción había pertenecido exclusivamente a los judíos pero ahora, mediante la fe en Cristo, también los gentiles son hijos de Dios. Este privilegio comporta un derecho, una potestad o autoridad a ser adoptados por hijos de Dios. Todos los creyentes disfrutan de este derecho.

Por eso leemos en 1Jn_3:1: «Mirad qué amor tan sublime nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios». Dios les llama hijos; y ellos le llaman Padre. Este privilegio de adopción se debe enteramente a Jesucristo, pues Él les dio esta potestad a todos cuantos creen en Su nombre. El hijo de Dios vino a ser Hijo del Hombre, a fin de que los hijos y las hijas de los hombres viniesen a ser hijos e hijas de Dios Altísimo.”

(Nota: el segundo privilegio lo da M. Henry en el siguiente verso)

MARTIN LUTERO

“En Hech_2:41, Lucas nos dice que después del primer sermón de Pedro en Jerusalén, el día de Pentecostés, la multitud acogió gozosa su palabra una vez que se les dio el Espíritu Santo y «alrededor de trescientas almas se bautizaron». Más tarde, con la predicación de los apóstoles en Jerusalén, se convirtieron muchos más, sin mencionar los convertidos fuera de Jerusalén, en el imperio romano, Persia y a todo lo largo y ancho del mundo impulsados por los sermones de los apóstoles y sus discípulos. Así, en nuestros días, también asistimos a la conversión de muchos que siguen el ejemplo de los seguidores de Cristo, le aceptan y creen que murió por nosotros y que vertió su sangre para redimirnos del poder de la muerte, del diablo y del infierno, tornándose auténticos hijos y herederos de Dios. Previamente habían sido hijos de la ira (Efes_2:3) y posesión del diablo. Pero con la aceptación de Cristo, se convierten en hijos de Dios a condición de que permanezcan constantes en la fe".

Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Aquí aprendemos la gloria y el inefable tesoro eterno derivado del advenimiento del Hijo de Dios y que trajo para los que le aceptan, creen en Él y le consideran como al Hombre enviado por Dios para ayudar al mundo, creyendo, además, para todos los que creen en su nombre en que es el medio y la vía para recibir el poder y la prerrogativa de ser hijos de Dios.

Si creemos que es la Palabra eterna del Padre por medio del cual se hicieron todas las cosas (Jua_1:3); y si creemos que es la Luz y la Vida del hombre (Jua_1:4) y el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Jua_1:29) y los arroja a las profundidades del mar como dijo el profeta Miqueas (Miq_7:19), si acudimos a Él en cada necesidad y le agradecemos su inexpresable gracia y beneficios, poseeremos el singular privilegio, libertad y derecho de ser los amados hijos de un bondadoso Padre de los cielos, y de ser los herederos de sus eternos y celestiales bienes y, como dice Pablo en Rom_8:17, seremos hermanos y herederos de Cristo y tenemos la salvación y la vida eterna.”

TEOFILACTO

“Y como en el día de la resurrección conseguiremos ser hijos perfectísimos de Dios, según lo que dice el Apóstol: "Esperando la adopción de los hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo" (Rom_8:23). Nos concedió, pues, el poder de ser hechos hijos de Dios, esto es, de obtener esta gracia en la vida futura.”

SAN  JUAN CRISOSTOMO

“Y como en estos mismos bienes inefables es propio de Dios dar la gracia y del hombre prestar su fe, añade: "A los que creen en su nombre". Y ¿por qué no nos dices a nosotros ¡oh Juan! qué castigo tendrán aquellos que no le recibieron? ¿Acaso será mayor para ellos por haber podido hacerse hijos de Dios y haberse privado voluntariamente a sí mismos de tan grande honor? Un fuego inextinguible se apoderará de ellos, como más adelante dice claramente.”

W. PARTAIN – B. REEVES

“Los que reciben a Cristo creen en Cristo; los que creen en Cristo son los que lo reciben. ¿Qué significa la frase creen en su nombre? "En ti confiarán los que conocen tu nombre" (Sal_9:10), es decir, los que conocen la verdadera naturaleza de Dios. "Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria" (Sal_20:7).

Confiamos en Dios porque sabemos quién es y cómo es. Creer en el nombre de Cristo significa creer en su naturaleza, aceptar que El es Dios y someternos a su divina voluntad. Creer o creer en su nombre no significa que el hombre es justificado por la fe sola; más bien, equivale a nacer del agua y del Espíritu (3:3-5). Significa obedecer al evangelio (como se ve claramente a través del libro de Hechos). "Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (Gál_3:26-27).

            ¿Qué dirán los que no creen en El? ¿Que solamente era un buen hombre? Si no es Dios, no es buen hombre porque dice que es Dios. Los que no creen en Cristo están obligados a explicar la evidencia presentada por Juan y los otros escritores que claramente prueba la deidad de Jesús.

            -- les dio potestad (derecho, LBLA) -- Potestad, autoridad legítima, libertad de acción; por eso, derecho.

            -- de ser hechos hijos de Dios; -- "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios", 1Jn_3:1. Todos los hombres son "linaje de Dios" (Hch_17:28), pero Juan se refiere a los que son hijos por haber nacido otra vez (1:13; 3:3, 5;). Al nacer otra vez imitamos a Dios (Mat_5:45; Efe_5:1). El hijo pródigo entendía que no era digno de ser llamado hijo, pero el padre le perdonó y lo recibió como hijo; de esta manera el Padre nos da el derecho de ser hijos si recibimos a Cristo.

            Desde luego, esto es por la gracia de Dios, pues el hombre no lo merece. Dios nos da el derecho de ser sus hijos, como nos da la oportunidad para creer (Hch_14:27), nos da el privilegio de arrepentirnos (Hch_11:18), etc. Dios no está obligado a recibirnos como sus hijos. "Porque por gracia sois salvos" (Efe_2:8).”

WILLIAM BARCLAY

“Hay un sentido en el que una persona no es hija de Dios por naturaleza, sino que tiene que llegar a serlo. Tenemos que pensarlo en términos humanos porque son los únicos de que disponemos.

Hay dos clases de hijos. Están los que jamás hacen nada más que aprovecharse de su hogar. A lo largo de su juventud se apropian de todo lo que el hogar les ofrece sin dar nada a cambio. Puede que sus padres trabajen y se sacrifiquen para darles la mejor oportunidad posible en la vida, y lo toman todo como un derecho, sin darse cuenta nunca de lo que están recibiendo, y sin hacer el menor esfuerzo por merecerlo o compensarlo. Cuando se marchan de la casa paterna no hacen el menor esfuerzo para mantenerse en contacto. El hogar ha cumplido su misión, y ahí termina la cosa. No reconocen ningún lazo que tengan que mantener, ni ninguna deuda que tengan que pagar. Son los hijos de sus padres, y a ellos les deben la existencia y lo que son; pero no reconocen ningún vínculo de amor b intimidad. Sus padres se lo han dado todo por amor, pero los hijos no les han dado nada a cambio.

Por otra parte hay hijos que siempre son conscientes de lo que sus padres han hecho y hacen por ellos, y aprovechan todas las oportunidades que se les presentan para demostrarles su agradecimiento y tratar de ser la clase de hijos que sus padres querían que fueran. A medida que pasan los años están cada vez más cerca de sus padres, con los que desarrollan una relación de confianza y amistad. Hasta cuando salen del hogar el vínculo permanece, y son conscientes de una deuda que nunca podrán pagar.

En el primer caso, los hijos cada vez están más lejos de los padres; en el segundo, cada vez más cerca. Todos son hijos, pero de manera diferente. Los del segundo grupo llegan a ser hijos de una manera que los otros no alcanzan.

Podemos ilustrar esta clase de relación desde otro punto de vista, distinto pero parecido. A un famoso profesor le mencionaron el nombre de un joven que se presentaba como discípulo suyo. Este dijo: «Puede que asistiera a mis clases, pero no era uno de mis estudiantes.» Hay un mundo de diferencia entre asistir a las clases de un profesor y ser uno de sus estudiantes. Puede haber contacto sin comunión; puede- haber relación sin comunicación. «Todos somos hijos de Dios», se oye decir con frecuencia, y con razón si nos referimos a que todos Le debemos a Dios que nos haya creado y nos conserve la vida; pero sólo algunos llegan a ser hijos de Dios con la profundidad e intimidad de la verdadera relación entre Padre e hijos.”


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