EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1 VERSICULO
33 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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Y
yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo:
Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el
que bautiza con el Espíritu Santo. |
Yo
mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel
sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece, es el que bautiza con
el Espíritu Santo.” |
Y
yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar en agua, Él me dijo: Sobre
quien vieras que desciende el Espíritu y permanece sobre Él, ése es el que
bautiza en Espíritu Santo. |
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αγιω G40:A-DSN santo |
et ego nesciebam eum sed
qui misit me baptizare in aqua ille mihi dixit super quem videris Spiritum
descendentem et manentem super eum hic est qui baptizat in Spiritu Sancto |
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KJV |
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And I knew him not: but
he that sent me to baptize with water, the same said unto me, Upon whom thou
shalt see the Spirit descending, and remaining on him, the same is he which
baptizeth with the Holy Ghost. |
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TCB |
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Y
yo no le conocía. Jua_1:31; Mat_3:13-15. Éste
es el que bautiza con el Espíritu Santo. Jua_3:5, Jua_3:34;
Mat_3:11, Mat_3:14; Mar_1:7, Mar_1:8; Luc_3:16; Hch_1:5; Hch_2:4;
Hch_10:44-47; Hch_11:15, Hch_11:16; Hch_19:2-6; 1Co_12:13; Tit_3:5, Tit_3:6. |
COMENTARIOS:
ISAAC AMBROSE
“En
esto aparece la excelencia del oficio profético de Cristo, él es tal profeta
que ilumina a todo hombre que viene al mundo; es un profeta que bautiza con el
Espíritu Santo y con fuego; es tal profeta que hace arder los corazones de los
hombres en su interior cuando les habla; él es tal profeta que invita a sus
ministros: "Id, instruid a todas las naciones, y yo estaré con vosotros; y
os haré ministros capaces, no de la letra, sino del Espíritu"; Él es un
profeta que enseña interiormente, con claridad, experiencia y dulzura: ningún
hombre en el mundo puede decir esto o hacer esto, sino Jesucristo, el gran
profeta de la iglesia, a quien Dios resucitó, como Moisés, sin embargo, muy por
encima de Moisés. ¡Oh alma mía, considera si Dios te ha enseñado así!.”
JONATHAN EDWARDS
“Ése es el que bautiza con el Espíritu Santo…
Por eso a la religión verdadera se le llama el poder de la piedad, a diferencia
de las apariencias externas, que son su forma, 2 Tim. 3:5. "Teniendo
apariencia de piedad, pero negando su poder". El Espíritu de Dios, en
aquellos que tienen una religión sólida y sólida, es un Espíritu de poderoso y
santo afecto; y por lo tanto, se dice que Dios "les ha dado el Espíritu de
poder, de amor y de un sano juicio" (2 Ti. 1:7.) Y así, cuando reciben el Espíritu
de Dios en su santificación y influencias salvadoras, se dice que son "bautizados con el Espíritu Santo y con fuego";
por el poder y el fervor de esos ejercicios que el Espíritu de Dios excita en ellos,
y por los cuales sus corazones, cuando la gracia está en ejercicio, puede
decirse que arde dentro de ellos.
(Lucas 24:32).”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“San
Juan repite con frecuencia esa expresión: Ni siquiera yo lo conocía. Y no por
casualidad, sino con un motivo muy definido, porque Cristo era su pariente
según la carne. Se lee en el Evangelio de san Lucas: He aquí que tu paviente
Isabel ha concebido un hijo...10. Para que no pareciera que hablaba en favor de
Cristo a causa de su parentesco con él, repite a menudo: Ni siquiera lo
conocía. Por otra parte, fue realmente así. El pasó toda su vida en el
desierto, lejos de casa de su padre. Y ¿por qué, si no le conocía antes de que
descendiera sobre El el Espíritu Santo y le conoció justamente entonces, por
qué, digo, se negaba a administrarle el bautismo, diciendo: Soy yo quien debe ser bautizado por ti.
Eso era un claro signo de que Cristo era ya conocido, pero no desde hacía mucho
tiempo. Lo cual es explicable, pues los milagros acaecidos cuando Jesús era niño,
la llegada de los magos y otros semejantes, pertenecían a una época demasiado
lejana, cuando Juan mismo era también niño todavía. Durante el resto del tiempo
Cristo había permanecido por completo desconocido para él. Si le hubiera sido
conocido, Juan no habría dicho: He venido
a bautizar para que sea manifestado a Israel.”
JOHANNES BRENZ
“Leemos,
yo bautizo en agua para arrepentimiento,
pero el que venga después de mí los bautizará en Espíritu Santo y fuego. Ya
he hablado antes de la diferencia entre el bautismo de Juan y el bautismo de
Cristo. Juan bautiza en agua, es decir, toda la enseñanza o predicación de Juan
mortifica a causa de la Ley y prepara la conciencia para la vivificación
futura. Pero esta mortificación se exhibió y se ofreció no solo por la palabra
o la enseñanza, sino que también estaba conectada a través de un sacramento
(que es el bautismo) a la enseñanza. Juan, entonces, no es más que un ministro
de mortificación. Se diferencia de Moisés solo en esto, en que también reveló a
Cristo, que todavía estaba escondido en Moisés. Pero Cristo bautiza en el
Espíritu Santo; es decir, la enseñanza y la predicación de Cristo vivifica a causa
del evangelio, alegrando y apaciguando la conciencia ya preparada por la ley.
De manera similar, Cristo ofreció y suministró esta vivificación a los
creyentes no solo con una palabra, sino también mediante el sacramento del
bautismo, un sacramento conectado a una palabra. Por eso, Pablo llama al
bautismo un baño de regeneración. Y así Cristo es un ministro de la
vivificación, o más bien, él mismo es el dador de vida y el que justifica. Como
dice Pablo, Él mismo fue hecho para nosotros sabiduría de Dios, justicia,
santificación y redención.”
PHILIPP MELANCHTHON
“Este
texto ha torturado a muchos. ¿Por qué dice Juan que no conoció a Cristo hasta
que vio la paloma descender del cielo? El Espíritu descendió después del
bautismo. Pero Juan parece haber conocido a Cristo incluso antes del bautismo,
porque dice: Yo debería ser bautizado por ustedes. Hay quienes piensan que Juan
no conocía la divinidad de Cristo hasta entonces. Antes de eso conocía su
humanidad y sabía que él era el Salvador, aunque no sabía que era Dios. Mi
solución es que Juan está relacionando esta señal, a través de la cual el Padre
dio testimonio de Cristo el Hijo. Aunque conocía a Cristo por una revelación anterior,
no menciona esta revelación privada. Más bien, señala esta señal que los
profetas predijeron que sería una señal de Cristo: el Espíritu del Señor está
sobre mí.
Este,
entonces, es el significado: yo, Juan, no había conocido a Cristo, pero llegué
a conocerlo a través de la revelación de Dios, y el Padre dio este testimonio
de su revelación. Él reveló el Espíritu descendiendo sobre Cristo. Esta es la
señal de que me estoy relacionando contigo. Porque este es el signo por el cual
el Padre designó al Hijo. Él es el que bautiza en el Espíritu. Es decir, hace
una nueva criatura, una nueva luz, un nuevo corazón mediante la mortificación
del viejo. Debemos observar aquí en primer lugar que Cristo no es conocido por
carne, como leemos: Bendito eres Simón, hijo de Jonás. Segundo, Cristo fue
sellado y ungido por el Espíritu Santo para que nosotros también pudiéramos ser
ungidos y sellados; y su unción gotea por la barba de Aarón. Y así como el
Padre da testimonio del Hijo por el envío del Espíritu Santo, así Pablo llama
al Espíritu en nosotros prenda de gracia: porque el Espíritu nos da testimonio
de que somos hijos de Dios, clamando ¡Abba! ¡Padre!.”
JUAN CALVINO
“Sobre quien verás descender el Espíritu.
Aquí surge una pregunta difícil; porque si Juan no conocía a Cristo, ¿por qué
se niega a admitirlo en el bautismo? (Mat 3:14 “Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y
tú vienes a mí?”) A una persona a quien no
conocía, no le diría: “necesito ser
bautizado por ti'' (Mateo 3:14).
Algunos
responden que él lo conocía hasta el punto de considerarlo con la reverencia
debida a un distinguido Profeta, pero no sabía que era el Hijo de Dios. Pero esta es una mala solución de la dificultad,
porque todo hombre debe obedecer el llamado de Dios sin ningún respeto por las
personas. Ningún rango o excelencia de hombre debería impedirnos cumplir con
nuestro deber, y por lo tanto, Juan habría faltado al respeto a Dios y a su bautismo,
si hubiera hablado de esta manera a cualquier otra persona que no fuera el Hijo
de Dios. Se sigue que debe entonces haber conocido a Cristo previamente.
En
primer lugar, debe observarse que el conocimiento aquí mencionado es el que
surge de un conocimiento personal y prolongado. Aunque reconoce a Cristo cada
vez que lo ve, no deja de ser cierto que no se conocían entre sí según la
costumbre ordinaria de los hombres, porque el comienzo de su conocimiento
procedía de Dios. Pero la pregunta aún no está completamente respondida; porque
dice que la vista del Espíritu Santo fue
la marca por la que se le señaló. Ahora bien, todavía no había visto el
Espíritu cuando se dirigió a Cristo como el
Hijo de Dios. Por mi parte, acepto de buen grado la opinión de quienes
piensan que esta señal fue agregada para la confirmación, y que no fue tanto por
el bien de Juan como por el bien de todos
nosotros. Juan ciertamente lo vio, pero fue
más por los demás que por él mismo. Bucero cita apropiadamente ese dicho de
Moisés, y esto te será por señal de que
yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios
sobre este monte. (Éxodo 3:12).
Sin
duda, cuando salían, ya sabían que Dios conduciría y velaría por su liberación;
pero esto fue una confirmación a posteriori, como es la frase; es decir, desde
el evento, después de que haya tenido lugar. De la misma manera, esto vino como
una adición a la revelación anterior que le había sido dada a Juan.”
JOHN TRAPP
“No
se conoce a Cristo de una vez: pero como por escalones y escaleras, los hombres
subían al templo de Salomón; y como la trompeta en el monte sonaba más bajo al
principio, y luego más y más fuerte, hasta que por fin se oía en todo el
campamento; también lo es aquí. "La
senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su
esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud, Pr 4:18.”
GRANT OSBORNE
“En
1:33, Juan dice nuevamente que el Bautista “no lo conocía” hasta ese momento
cuando el Espíritu descendió y le reveló la verdad completa acerca de Jesús. Lo
dice de una manera muy interesante: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu
desciende y permanece es el que bautiza con el Espíritu Santo”. Esto significa
que el testimonio del Espíritu trasciende y profundiza el testimonio del
Bautista. Hay dos puntos sobresalientes aquí: el testimonio del Espíritu
trasciende el de Juan, y el bautismo de Jesús con el Espíritu trasciende el
bautismo de Juan con agua.
El
testimonio de Juan y su bautismo fueron en realidad ambos preparativos para eventos
mayores que llegarían con Jesús. Esto se hace evidente en 7:38–39, donde de los
creyentes en Jesús brotan “ríos de agua viva”, específicamente, el Espíritu
Santo. A través de él, el Espíritu fluye hacia toda la humanidad (véase
16:8–15), prueba de que la nueva creación realmente ha llegado.”
JOSE VILCHEZ
“En
éste río Jordán, aquel que creó todas las cosas, recibió la comisión de
bautizarte, de sumergirte en la presencia divina, él es el que te sumerge en el Espíritu Santo, él es el que te
restaura la identidad que tu tuviste desde Génesis en donde dice que Dios creó
al hombre a su imagen conforme a su semejanza, pero desafortunadamente si
continuamos leyendo el relato de Génesis vemos que el hombre pecó, se apartó,
el hombre transgredió y ese destello de santidad, ése destello divino se opacó,
sin embargo, Dios en su gran amor con que nos amó aún estando muertos en
delitos y pecados, envió a su Hijo al mundo para que él te sumerja y te
devuelva ésa imagen y te haga una vez más conforme
al Creador del universo, ¿Estas agradecido por eso? ¿Estás agradecido
realmente porque te escogió?
El
profeta Jeremías dijo que vendrían días cuando el pueblo de Dios no solo iba a
salir de Egipto, sino que iba a salir de todas las naciones, que los iba a
traer de todas las naciones y por lo menos en éste estudio de hoy yo quisiera
esa profecía de jeremías en el capítulo 16 que es el segundo éxodo, el éxodo
más grande de la historia, yo quisiera que por lo menos a nivel espiritual
comenzara el día de hoy, ¿Qué te parece si hoy le pides de todo tu corazón que
les haga parte de ése segundo éxodo? Que les saque de toda clase de exilio, ya
sea físico, ya sea espiritual, emocional, toda lejanía, todo destierro, que les
saque de ahí y les traiga a la casa del Padre, que les traiga al redil del buen
Pastor, que todo lo que vamos a estudiar a lo largo de éste viaje de las letras
rojas en el evangelio de Juan, cumplan el propósito de traerte de vuelta al
redil de las ovejas y que sea solo un rebaño y un solo Pastor.
Bendito
seas Padre por tanto amor Señor, por tanto amor derrochado, no hay una palabra
mejor para expresar tu amor, un amor derrochado, un amor generoso, un amor que
dio y que da todos los días, un amor que es misericordioso, un amor que todo lo
sufre, todo lo espera, todo lo cree, todo lo soporta; Padre te ruego que en
ésta serie ya no sea la erudición, el conocimiento, los datos, la información,
sino que sea la vivencia, la experiencia, que sean tus palabras, las palabras
del verbo, de aquel que tú manifestaste para hablarnos, para manifestar tu
gloria, que sean sus palabras las que nos hagan ser engendrados, no de carne,
no de sangre, no de voluntad de varón, sino de voluntad tuya Señor, que toda
planta que tu no hayas plantado sea desarraigada de nuestra mente, de nuestro
corazón y que a lo largo de éste estudio Señor se aclare cuál es la esencia de
ésa Palabra que se hizo carne; ¿Cuál es la esencia de su amor Señor, qué es lo
que vio tu siervo Juan en él para estar dispuesto a dar su vida por él, para sufrir
por él, para ser exiliado por él, para terminar en la isla de Patmos teniendo
esas visiones extraordinarias del apocalipsis, ¿Qué es lo que él vio y
experimentó? Permítenos sentir lo que él experimentó Señor para que al final de
éste estudio podamos llegar a la misma conclusión que él llegó, que no cabrían
en el mundo entero los libros que habrían de escribirse, que como dijo también
el rey Salomón, no hay límite para escribir tantos libros, es sin límite el
conocimiento, pero Padre, que lo que se escribió para que creamos, cumpla su
propósito, que tu palabra no regrese vacía y para que cumpliendo ese propósito
y darnos vida, Señor vivamos agradecidos por toda la eternidad, por tu gracia y
por tu amor, por los méritos de Jesús, amén.”
J.C RYLE
“[Y yo no le conocía]. La palabra griega
así traducida, tanto aquí como en el versículo 31, es literalmente: “No le había conocido”. Hay una
dificultad relacionada con la expresión que requiere explicación. S. Mateo nos
dice que, cuando nuestro Señor fue a ser bautizado por Juan, este le dijo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú
vienes a mí?” (Mateo 3:14) mostrando claramente por medio de estas palabras
que sabía quién estaba ante él. Y, no
obstante, aquí vemos que Juan dice: “Yo
no le conocía”. ¿Cómo reconciliar esta aparente incoherencia?
Algunos
piensan, como Crisóstomo, que “Juan está
hablando de momentos anteriores, y no del momento cercano a su bautismo”.
Otros
piensan, como Agustín, que significa: “No
supe hasta aquel día que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo, aunque hacía
tiempo que le conocía personalmente y le había reconocido como el Cristo de
Dios. Pero cuando vino para ser bautizado, se me reveló también que otorgaría a
los hombres el gran don del Espíritu Santo”.
Otros
creen, como Brentano y Beza, que significa: No
había conocido a Jesús de vista hasta el día cuando vino a ser bautizado. Sabía
que había nacido de la virgen María, pero no nos habíamos conocido
personalmente, al haber crecido yo en el desierto (cf. Lucas 1:80). Aquel
que me envió a bautizar sólo me había dicho que, cuando el Mesías viniese a ser
bautizado, lo reconocería por el descenso del Espíritu Santo. Cuando Él vino,
recibí una revelación secreta de Dios de que el Mesías estaba ante mí, y bajo
el poder de este sentimiento confesé que yo era indigno de bautizarle. Pero cuando
finalmente le bauticé, recibí una plena confirmación de mi fe obteniendo la
señal prometida del descenso del Espíritu Santo”. Aquellos que adoptan esta
opinión piensan en el caso de Samuel cuando recibió una revelación secreta
acerca de Saúl, que sirve como ejemplo (cf. 1 Samuel 9:15).
Otros
piensan, como Poole, que significa: “No
le conocía perfecta y claramente, aunque tuve la impresión, cuando le vi por
primera vez viniendo a ser bautizado, de que era mucho más grande que yo, y
bajo esa impresión puse reparos en cuanto a bautizarle. Después de su bautismo
vi claramente quién era”.
La
última explicación es quizá la más sencilla y la más probable. Que Juan en un momento no conociera a nuestro Señor
de vista en absoluto, que posteriormente le conociera imperfectamente y que
su conocimiento perfecto de Él, de su naturaleza, oficio y obra no llegara hasta el momento en que el Espíritu
descendió cuando tuvo lugar su bautismo son cuestiones que parecen muy
claras.
Parece
que el momento en que dijo “yo necesito
ser bautizado por ti” era el de conocimiento imperfecto, cuando comenzó a
darse cuenta del hecho de que Jesús era el Mesías y eso le hizo exclamar: “¿Y tú vienes a mí?”.
Crisóstomo
observa que esta expresión es una prueba de “que los milagros que dicen que pertenecen
a la infancia de Cristo son falsos e invención de aquellos que los proclaman.
Porque si hubiera comenzado desde sus primeros años a obrar milagros, ni Juan
lo habría desconocido ni la multitud habría necesitado un maestro que se lo
diera a conocer.
[El que me envió a bautizar con agua, aquél
me dijo]. Esta expresión indica que Juan el Bautista tenía muchas
revelaciones especiales de Dios respecto a su obra de las que no se nos dan
datos. Parece que fue enseñado e
instruido como uno de los antiguos profetas.
[El que bautiza con el Espíritu Santo].
La notable descripción de nuestro Señor ofrecida aquí por Juan el Bautista ha
recibido tres interpretaciones muy diferentes.
Algunos
piensan que significa: “Este es Aquel que instituirá el bautismo cristiano, con
quien el don del Espíritu Santo estará conectado. Su bautismo será como el mío,
un bautismo de agua. Pero no será solamente un bautismo de agua, como lo es el
mío, sino un bautismo acompañado por la gracia regeneradora del Espíritu”.
Algunos
creen que significa: “Este es aquel que bautizará con el Espíritu Santo en el
día de Pentecostés y otorgará dones milagrosos a la Iglesia”.
Otros
creen que significa: “Este es Aquel que
bautizará los corazones de los hombres, lo cual ni vosotros podéis hacerlo ni
hay ser humano alguno que pueda administrarlo. Él tiene la prerrogativa de dar
vida espiritual. Él es el dador del Espíritu Santo a todo aquel que cree en Él”.
Yo
soy decididamente de la opinión de que esta tercera idea es la correcta. Es la
única que parece responder a la majestad de la persona de quien se nos habla, a
la dignidad del que habla y a la solemnidad de la ocasión. Decir: “Este es
Aquel que instituirá el bautismo cristiano” parece una explicación poco
convincente e insuficiente de la expresión. Decir: “Este es Aquel que concederá
dones milagrosos el día de Pentecostés” es un poco mejor, pero presenta un
cuadro del oficio de nuestro Señor que se limita a una sola generación. Pero
decir: “Este es Aquel que, en cada época de la Iglesia, bautizará los corazones
de su pueblo por el Espíritu Santo, y que por este bautismo continuamente añade
a las filas de su cuerpo místico”, es decir algo que encaja exactamente en la ocasión
y describe la obra de nuestro Señor en el mundo de una manera digna.
Musculus
comenta en este versículo: “¿Qué es bautizar con el Espíritu Santo? Es
regenerar los corazones de los elegidos y consagrarlos a la comunión de los
hijos de Dios”. Por otra parte dice: “Es
Cristo solo quien bautiza con el Espíritu Santo; un poder que, como divino
que es, tiene en sus propias manos y nunca comunica a ministro alguno”.
La
idea que he afirmado es planteada con habilidad en el comentario de Bucero
sobre este pasaje. Él dice: “Por medio
del bautismo en agua somos recibidos en la Iglesia externa de Dios; por medio
del bautismo del Espíritu, en la Iglesia interior”. La opinión de alguien
que fue Regius Professor de Teología en Cambridge durante el reinado de Eduardo
VI, y amigo y consejero personal de Cranmer y de otros reformadores ingleses,
merece gran consideración. Demuestra, en cualquier caso, que la doctrina del
bautismo interior del Espíritu que solo Cristo da a cada creyente, y la
identificación de este bautismo con la conversión o el nuevo nacimiento, no son
ideas tan modernas y despreciables como a algunas personas les agrada pensar.
Lo
insostenible de la opinión, afirmada por muchos, de que el bautismo de Juan no
era el mismo que el bautismo cristiano es verdaderamente mostrado con mucha
habilidad por Lightfoot en su Harmony of the Four Evangelists (Armonía de los
cuatro Evangelistas). Si no era el bautismo cristiano, sería difícil demostrar
que algunos de los discípulos recibieran alguna vez el bautismo cristiano. No
existe la más mínima evidencia de que Andrés, Pedro y Felipe fueran bautizados
por Jesús.
La
familiaridad que Juan manifiesta con el Espíritu Santo y su obra merece una
atención especial. Decir, como hacen muchos, que el Espíritu Santo no fue
conocido hasta el día de Pentecostés es decir algo que no se puede demostrar.
El Espíritu Santo siempre ha estado en los corazones de los creyentes en cada
época de la existencia. Su abundante efusión es, sin duda, una señal destacada
de los días desde que Cristo vino al mundo. Pero el Espíritu Santo estuvo
siempre en los elegidos de Dios; y, sin Él, jamás hubo un alma salva.”
J. WALVOORD – R. ZUCK
“Dios
(el que… envió a Juan), le había
dicho que cuando ocurriera la señal de la paloma, la persona marcada por la
venida y presencia del Espíritu sería la que bautizaría con el mismo Espíritu
Santo. La limpieza efectuada por medio del agua es una cosa, pero la que hace
el Espíritu es de otro orden. Más tarde, en Pentecostés, cincuenta días después
de la resurrección de Jesús, el bautismo con el Espíritu Santo inició una nueva
era (Hch. 1:5; 2:1–3), la de la iglesia, “la
era del Espíritu” (cf. 1 Co. 12:13).”
LEON MORRIS
“Juan
no dice cómo ni cuándo recibió esa señal, pero dice que fue una señal de Dios, quien le había enviado a bautizar para que
el Espíritu descendiera y permaneciera en aquel al que estaba esperando. No
dice si la señal de la paloma estaba incluida en la relevación original, o si
simplemente reconoció lo que la paloma significaba cuando esta se posó sobre
Jesús. Pero lo que queda claro es que había recibido una señal divina, y que
sabía quién era Jesús gracias a aquella señal.
Esta
revelación divina hace de Juan el Bautista una figura especial: «los demás
discípulos para recibir la iluminación divina sobre la verdadera naturaleza de
Jesús, dependen primero de un testimonio humano» (Marsh, p. 132; cf. Mt.
11:11). Acto seguido, Juan lo describe como «el que bautiza en el Espíritu Santo». Esta información también
aparece en los Sinópticos; Jesús vino para que la gente pudiera volver a tener una relación con el Espíritu divino.
La idea del bautismo implica una abundante fuente de abastecimiento. Entonces, Juan
dice que el Espíritu ofrecerá a la gente recursos espirituales infinitos de parte de Dios. Esto no
había sido posible hasta el momento, porque ese tipo de calidad de vida solo se
halla a través de Cristo. Esa vida es un regalo de parte del Espíritu de Dios.
El bautismo en agua tenía una connotación negativa: ser purificado de algo. Pero el bautismo en el Espíritu tiene connotaciones
positivas. Se trata del ofrecimiento de una nueva vida en Dios.”
SAMUEL P. MILLOS
“En
este Evangelio, se subraya con insistencia el carácter sobrenatural, directo y
público del conocimiento de Juan. Dios da a Juan una señal inequívoca que le permitiría
identificar al Mesías y sería la manifestación del Espíritu en forma corporal
como paloma que descendía del cielo y se mantenía sobre Él. Esa es la razón por
la que el profeta podía decir que tras él vendría uno que bautizaría con
Espíritu Santo y fuego (Mt. 3:11).
El
apóstol Pedro recordaría la promesa de Juan en relación con el descenso del
Espíritu Santo sobre el primer grupo de gentiles que se incorporaban a la
Iglesia (Hch. 11: 16). Por la autoridad de Jesucristo el Espíritu desciende
para tomar posesión del nuevo santuario que es la Iglesia. Por tanto, todo
creyente a qmen el Espíritu une a Cristo y une también a los demás .cnstianos
como consecuencia del nuevo nacimiento, está bajo la bendita influencia del
Espíritu. El s1mbohsmo de ser bautizados con el Espíritu, pone de manifiesto
que todos los creyentes quedan bajo el Espíritu Santo de Dios. Además, el
Espíritu Santo se otorga como don divino a todo aquel que cree. Nadie puede ser
salvo sin haber recibido el Espíntu de Cristo, porque nadie es de Cnsto sin
tener su Espíritu (Ro. 8:9).”
JAMES SMITH
“Él es quien bautiza con el Espíritu Santo.
Juan da testimonio enfático de los dos grandes aspectos de la obra de Cristo:
(1) Él quitará el pecado; (2) Él bautizara con el Espíritu Santo. Lo uno se
corresponde con lo otro. Tenemos la misma base para esperar que Cristo nos
bautice con el Espíritu Santo como la que tenemos de que nos quite nuestros
pecados. Es cosa cierta que se trata de dos experiencias distintas, y que
debieran ser disfrutadas de una manera concreta por parte de cada creyente en
Jesús. Pentecostés es el resultado del
Calvario.”
COMENTARIO BIBLICO BEACON
“Esta
declaración ofrece un vivido contraste. En audaces declaraciones, Juan de
inmediato afirma su genuina ignorancia humana: Y yo no le conocía, y la
seguridad completa de revelación cierta y comprensible, Aquél me dijo. Entonces
aquí se nos presenta el contraste entre los dos bautismos: Uno con agua, el
otro con el Espíritu. El primero habla del orden antiguo—la ley, los profetas,
los ritos y ceremonias judías. Es a este orden al que en cierta manera
pertenecía el Bautista. Pero su bautismo de arrepentimiento (Luc_3:3) y
confesión (Mar_1:5) conducen a un orden nuevo y pleno centralizado en la
persona y obra de Jesucristo y que culminan en el bautismo con el Espíritu
Santo (cf. Luc_2:28; Hch_2:17). El bautismo de Juan, “es un bautismo con agua
solamente, que no puede purificar al pueblo de Dios. Sólo podía hacer conocer
la necesidad universal de la santificación. El bautismo de Juan únicamente
puede conducir los hombres a Cristo”. [[Koskyns, op. cit., p. 169.]]
Este
contraste entre lo antiguo y lo nuevo (este último siempre como el cumplimiento
perfecto y completo de todo el simbolismo que hay en el anterior) es una pauta
que ocurre a través de todo el Cuarto Evangelio. Aunque la declaración de
Jesús: “No he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mat_5:17) no aparece en
Juan como pasaje paralelo, su significado está demostrado una y otra vez por
palabras y por hechos.”
WILLIAM MACDONALD
“Dios
había revelado a Juan que el Mesías iba a venir y que cuando viniese, el
Espíritu descendería y permanecería sobre él (cf. Mat_3:16). Por ello, cuando
esto sucedió con Jesús, Juan se dio cuenta de que Él era quien bautizaría con
el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es una Persona, una de las tres Personas
en la Deidad. Él es igual con Dios Padre y Dios Hijo.
Mientras
que Juan bautizaba con agua, Jesús bautizaría con el Espíritu Santo. El
bautismo con el Espíritu Santo tuvo lugar en el día de Pentecostés (Hch_1:5;
Hch_2:4; Hch_2:38). Al mismo tiempo, el Espíritu Santo descendió del cielo para
morar en el cuerpo de cada creyente y también para hacer de cada creyente un
miembro de la iglesia, el cuerpo de Cristo (1Co_12:13).”
MATTHEW HENRY
“Véase
aquí cuán seguro era el fundamento sobre el que Juan apoyaba su testimonio. No
echó a correr sin ser enviado, sino que fue Dios quien le envió a bautizar;
tenía la garantía celestial para ello. Cuando el llamamiento de un ministro del
Señor es claro, sus actividades marchan sobre seguro, aun cuando no siempre le
acompañe el éxito. Juan fue enviado no sólo a bautizar con agua, sino a
manifestar al que había de bautizar con el Espíritu Santo. Gran consuelo es
para los ministros de Dios saber que quien les envía a predicar puede poner en
el corazón lo que ellos ponen en el oído y soplar el Espíritu sobre los huesos
secos a los que ellos profetizan con su predicación. Dios le había dado a Juan
una señal clara: «Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece en Él,
ése es…». Con esto, no sólo se le prevenía contra toda equivocación, sino que
se le confería denuedo y confianza para dar su testimonio con toda seguridad.
Nótese que la señal distintiva de Cristo era que el Espíritu Santo permanecería
sobre Él. Esa «permanencia» del Espíritu Santo sobre Jesús establece una
diferencia radical entre Él y cada uno de los creyentes, porque:
(a)
a Cristo le fue dado el Espíritu sin medida (Jua_3:34); a nosotros, según
medida (Efe_4:7). Como Cristo es la Cabeza de la Iglesia, posee la plenitud del
Espíritu y de los dones, como el blanco del espectro solar incluye en sí todos
los colores del iris; en cambio, los creyentes tienen diversos dones, según el
servicio que han de ejercitar en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, pero
ninguno tiene todos los dones (v. 1Co_12:29-30);
(b)
en consecuencia, nosotros no siempre somos conducidos por el Espíritu en todo
lo que decimos o hacemos, mientras que Jesús siempre era conducido por el
Espíritu, hasta el punto de ser el único ser humano que siempre y en todo fue
dirigido invariablemente por el Espíritu Santo, para santificarse a Sí mismo y
ofrecerse en sacrificio vivo al Padre, en obediencia perfecta y constante (v.
Jua_3:34;
Jua_4:34; Jua_9:30; Jua_10:36; Jua_17:19; Rom_12:1; Heb_9:14; Heb_10:6-10,
comp. con Flp_2:8, etc.).
Un
hecho sumamente curioso es que Jesús bautizaba con el Espíritu Santo, en el
interior, pero no con agua. Juan (Jua_4:2) tiene buen cuidado en decirnos que
«Jesús mismo no bautizaba sino sus discípulos», como comentaremos en su lugar.
Hemos de distinguir cuidadosamente entre el bautismo de agua (exhortación al
arrepentimiento que Juan ofrecía y administraba) y el bautismo cristiano
(símbolo de la fe en el Salvador). Por eso, vemos a Pablo en Éfeso, bautizando
en el nombre del Señor Jesús a un grupo de discípulos que habían sido
bautizados con el bautismo de Juan (Hch_19:1-6). Mat_3:13-17 nos detalla el
episodio del bautismo de Jesús a manos de Juan, para cumplir toda justicia, es
decir, todo el programa que Dios tenía acerca de Su Hijo como Redentor de la
Humanidad. El bautismo de Juan era para arrepentimiento de los pecados, y Jesús
no tenía ningún pecado del que arrepentirse (Jua_8:46). Por tanto, se puede
decir que Jesús recibió el bautismo de Juan solamente en el sentido de que se
humilló para bajar a las aguas del Jordán como si fuera pecador, y mostró ya
desde aquel momento que se solidarizaba con nosotros como nuestro Representante
y Sustituto (Heb_2:11-17).”
MARTIN LUTERO
“Fijémonos
en lo glorioso que es el bautismo y en el sublime espectáculo del bautismo de
Cristo. Los cielos se abrieron, se oyó la voz del Padre y el Espíritu Santo
descendió no como un fantasma, sino en la forma corpórea de una paloma. Tampoco
la voz del Padre fue una ilusión cuando pronunció las palabras desde el cielo:
«Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia»; unas palabras que fueron
reales y humanas. Y la paloma, en cuya forma el Espíritu Santo fue visto,
también fue real y natural. Y todo ello se realizó en honor y alabanza del
sacramento del santo bautismo porque no se trataba de una institución humana,
sino de algo sublime y sagrado. Eminentes personajes toman parte en ello: el
Padre que otorga y habla; el Hijo que recibe y es bautizado; el Espíritu Santo
que baja y se revela en forma de paloma; y el coro celestial de todos los
ángeles que danzan y cantan gozosos por la excelencia del acto. Además, las
puertas del cielo se abren de par en par. Si el bautismo fuera una institución
humana, esta escena no hubiera podido representarse.”
SAN AGUSTIN
“De
dos maneras visibles manifiesta el Señor al Espíritu Santo: por medio de la
figura de una paloma, cuando baja sobre el Salvador después de bautizado, y por
medio de fuego, cuando baja sobre los apóstoles el día que se encontraban
reunidos. En el primer caso se nos representa la sencillez; en el segundo, el
fervor. Por lo tanto, para que no sean engañados los que reciben la
santificación, se les manifiesta por medio de una paloma, y para que la
sencillez no permanezca fría se demuestra por medio del fuego. Y no llame la
atención que las lenguas estuviesen separadas. No queramos temer la disipación,
y conozcamos la unidad en la paloma.
Y
así debía darse a conocer el Espíritu Santo cuando venía sobre el Señor, con el
fin de que cada uno comprenda que cuando tiene el Espíritu Santo, debe ser
sencillo como la paloma y tener con sus hermanos verdadera paz, significada por
las caricias que se hacen las palomas. También se acarician los cuervos, pero
se pican, mas la picada de las palomas es inocente por naturaleza; además, los
cuervos se alimentan de carne muerta, y la paloma no tiene esta propiedad sino
que se alimenta de las semillas de la tierra. Y si bien es verdad que las
palomas parece que lloran cuando están en amores, no debe llamar la atención
que el Espíritu Santo quiera darse a conocer en forma de paloma, porque El
intercede por nosotros con gemidos inexplicables (Rom_8:26). Mas el Espíritu
Santo no gime en sí mismo, sino en nosotros, porque nos hace gemir. El que
conoce que vive bajo la presión de esta mortalidad terrena, y que está errante
lejos de Dios, en tanto que gime por esto, gime bien, porque el Espíritu Santo
le enseñó a gemir.
Mas
hay muchos que gimen por el bienestar de la tierra, o por verse abrumados de
daños, o por enfermedad corporal, o por otra cosa parecida; en este caso no
gimen con el gemido de la paloma. ¿De qué otra manera iba a representarse el
Espíritu Santo para significar la unidad, sino por la paloma (Cnt_6:8)? De esta
manera podría decir a su Iglesia una vez formada: mi paloma es una sola. ¿Y
cómo debió figurar la humildad sino por la ave sencilla y que gime? Allí
apareció toda la Beatísima Trinidad. El Padre en la voz que decía: "Tú
eres mi Hijo muy amado" (Luc_3:22), el Espíritu Santo en la forma de
paloma. Y en esta Trinidad fueron enviados los Apóstoles a bautizar en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mat_28:19).”
BIBLIA DE JERUSALEN (1998) COMENTARIOS
“Por cuanto el Espíritu reposa sobre él, Isa_11:2; Isa_42:1; Isa_61:1, Cristo podrá comunicarlo a los demás, realizando así la profecía de Eze_36:26-27, ver la alianza nueva de Jer_31:31. Pero esta efusión del Espíritu sólo tendrá lugar una vez que Cristo haya sido «glorificado», Jua_7:39; ver Jua_20:22-23, o «elevado» a la diestra de Dios, Hch_2:33, el día de Pentecostés, Hch_1:5; Hch_2:4.”
WILLIAM BARCLAY
“Aquí
podemos aprender mucho de lo que quiere decir la palabra bautismo. El verbo griego baptizein baptizein
quiere decir hundir o sumergir. Se puede decir de la ropa que se mete en tinte;
o de un barco que se hunde bajo las olas; o de un borracho que está empapado de
bebida. Cuando Juan dice que Jesús
bautizará con el Espíritu Santo quiere decir que Jesús puede traer el
Espíritu de Dios a nuestra vida de tal manera que todo nuestro ser quede inundado por el Espíritu.
Ahora
bien, ¿qué quería decir este bautismo para Juan el Bautista? Su propio bautismo
quería decir dos cosas: (1) Quería decir
limpieza. Quería decir que una persona era lavada de las impurezas que se
le hubieran adherido. (2) Quería decir
dedicación. Quería decir que entraba en una vida nueva, diferente y mejor.
Pero el bautismo de Jesús era el bautismo del Espíritu. Si recordamos la
concepción judía del Espíritu podemos decir que cuando el Espíritu toma
posesión de una persona suceden ciertas cosas.
(1)
Su vida se ilumina. Viene a ella el
conocimiento de Dios y de Su voluntad. Sabe cuál es el propósito de Dios, lo
que quiere decir la vida y cuál es su deber. Algo de la sabiduría y de la luz
de Dios ha venido a su vida.
(2)
Su vida se fortalece. El conocimiento
sin poder es algo desazonador y frustrante. Pero el Espíritu nos da, no sólo el
conocimiento de lo que es la voluntad de Dios, sino también la fuerza y el
poder para obedecerla. El Espíritu nos da una triunfante idoneidad para
enfrentarnos con la vida.
(3)
Su vida se purifica. El bautismo de
Jesús con el Espíritu había de ser un bautismo de fuego (Mat_3:11; Luc_3:16 ).
La escoria de cosas malas, la aleación de cosas inferiores, la mezcla de
impurezas se purifican en el crisol del bautismo del Espíritu Santo dejando a
la persona limpia y pura.
A
menudo nuestras oraciones sobre el Espíritu son una especie de formalidades
litúrgicas y teológicas; pero cuando sabemos lo que estamos pidiendo esas
oraciones se convierten en un clamor desesperado del corazón.”
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