EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1
VERSICULO 14 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. |
Y
el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su
gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de
gracia y de verdad. |
Y
el Logos se hizo carne y tabernaculizó entre nosotros, y contemplamos su
gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad. |
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TR+ |
INA27+ |
VUL |
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CONJ οG3588 T-NSM λογοςG3056 N-NSM σαρξG4561 N-NSF εγενετοG1096 V-2ADI-3S
καιG2532 CONJ εσκηνωσενG4637 V-AAI-3S ενG1722 PREP ημινG1473 P-1DP καιG2532
CONJ εθεασαμεθαG2300 V-ADI-1P τηνG3588 T-ASF δοξανG1391 N-ASF αυτουG846 P-GSM
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N-GSM πληρηςG4134 A-NSF χαριτοςG5485 N-GSF καιG2532 CONJ αληθειαςG225
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et
Verbum caro factum est et habitavit in nobis et vidimus gloriam eius gloriam
quasi unigeniti a Patre plenum gratiae et veritatis |
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KJV |
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And the Word was made
flesh, and dwelt among us, (and we beheld his glory, the glory as of the only
begotten of the Father,) full of grace and truth. |
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TCB |
|||
Aquel
Verbo fue hecho carne. Jua_1:1; Isa_7:14; Mat_1:16, Mat_1:20-23;
Luc_1:31-35; Luc_2:7, Luc_2:11; Rom_1:3, Rom_1:4; Rom_9:5; 1Co_15:47;
Gál_4:4; Flp_2:6-8; 1Ti_3:16; Heb_2:11, Heb_2:14-17; Heb_10:5; 1Jn_4:2,
1Jn_4:3; 2Jn_1:7.
Y
vimos su gloria. Jua_2:11; Jua_11:40;
Jua_12:40, Jua_12:41; Jua_14:9; Isa_40:5; Isa_53:2; Isa_60:1, Isa_60:2;
Mat_17:1-5; 2Co_4:4-6; Heb_1:3; 1Pe_2:4-7; 2Pe_1:17; 1Jn_1:1, 1Jn_1:2.
Como
del unigénito del Padre.
Jua_1:18; Jua_3:16, Jua_3:18; Sal_2:7; Hch_13:33; Heb_1:5; Heb_5:5; 1Jn_4:9.
Lleno
de gracia. Jua_1:16, Jua_1:17;
Sal_45:2; 2Co_12:9; Efe_3:8, Efe_3:18, Efe_3:19; Col_1:19; Col_2:3, Col_2:9;
1Ti_1:14-16. |
COMENTARIOS:
WARREN WIERSBE
“¿Cómo
fue que el Verbo se hizo carne? Mediante el milagro del nacimiento virginal
(Isaías 7:14; Mateo 1:18-25; Lucas 1:26-38). Tomó sobre sí la naturaleza humana
sin pecado y se identificó con nosotros en todo aspecto de la vida desde el
nacimiento hasta la muerte. "El Verbo" no era un concepto abstracto
de la filosofía, sino una verdadera persona a quien se podía ver, tocar y oír.
El cristianismo es Cristo, y Cristo es Dios.
La
revelación de la gloria de Dios es un tema importante en el Evangelio. Jesús
reveló la gloria de Dios por medio de su persona, sus obras y sus palabras.
Juan anotó siete maravillosas señales (milagros) que abiertamente declaraban la
gloria de Dios (Juan 2:11). La gloria del Antiguo Pacto de la Leyera una que
menguaba, pero la gloria del nuevo pacto en Cristo es una gloria que va en
aumento (ve 2 Corintios 3). La Ley podía revelar el pecado, pero no podía jamás
quitarlo. Jesucristo vino con plenitud de gracia y verdad, y esta plenitud está
disponible para todo el que confía en él (Juan 1:16).”
ISAAC AMBROSE
“¡Oh!
¡Qué variedad hay en Jesús! variedad de tiempo, él es Alfa y Omega; variedad de
belleza, es blanco y rubicundo; variedad de calidad, es un león y un cordero,
un sirviente y un hijo; variedad de excelencia, él es hombre y Dios. ¡Oh! ¿Por
dónde comenzaremos en esta visión de Jesús? "¿Quién contará su
generación?" Todos los evangelistas nos exhiben al Salvador, pero cada uno
de ellos en su método particular. Marcos describe no toda la genealogía de
Jesús, pero comienza su historia en su bautismo. Mateo busca su original de Abraham.
Lucas lo sigue hasta Adán. Juan asciende aún más, hasta la generación eterna de
este "Verbo que se hizo carne.”
JOHN OWEN
“Cuando
este Verbo se hizo carne, y vino y habitó entre nosotros, versículo 14, vino al
mundo que fue hecho por él, aunque no le conocieron, versículo 10; y no vino
sino a los suyos, versículo 11. Para este fin, entonces, Dios hizo todas las cosas
por y para él.
…Y
hecho carne tomó Cristo la forma de siervo, para ser obediente hasta la muerte,
el muerte de cruz". El final de su misión al venir por nosotros, fue "llevarnos
a Dios", en su amor y gracia aquí, y el disfrute eterno de él en el más
allá. Todas estas cosas, digo, insiste la Escritura con frecuencia y en gran
medida, para exponer la excelencia del amor de Cristo, para hacerlo admirable y
amable para nosotros.”
JOHN FLAVEL
“Para
explicar este misterio más particularmente, consideremos;
Primero,
la naturaleza humana se unió a la segunda
persona milagrosa y extraordinariamente, quedando enmarcada sobrenaturalmente
en el vientre de la Virgen, por el poder del Altísimo, Lucas 1:34,35. Por
lo cual se puede decir verdadera y propiamente ser fruto de la matriz, no de
lomos de hombres, ni por hombre. Y esto era necesario para eximir a la
naturaleza asumida de la mancha y contaminación del pecado de Adán, del cual
escapó por completo; por cuanto él no lo recibió, como todos los demás, en el
camino de la generación ordinaria, en la que se propaga el pecado original;
pero siendo este extraordinariamente producido, fue una cosa sumamente pura y
santa, Lucas 1:35.
Y
de hecho esta santidad perfecta y resplandeciente, en la que se produjo, era
absolutamente necesaria, tanto para su unión con la Persona divina, como para
el diseño de esa unión; que era tanto para satisfacernos como para
santificarnos. Las dos naturalezas no podrían unirse en la persona de Cristo,
si hubiera habido la menor mancha de pecado sobre la naturaleza humana. Porque
Dios no puede tener comunión con el pecado, y mucho menos unirse a él. O,
suponiendo tal conjunción con una naturaleza pecaminosa, siendo él mismo un pecador,
nunca satisfaría los pecados de otros; ni ninguna cosa impía podría jamás santificarnos.
"Por tanto, nos convenía un Sumo Sacerdote santo, inocente, sin mancha,
apartado de los pecadores, Heb. 7:26.
En
segundo lugar, como se produjo milagrosamente, se asumió integralmente; es
decir, Cristo tomó un alma y un cuerpo
humanos completos y perfectos, con todas y cada una de las facultades y
miembros pertenecientes a ellos. Y esto era necesario (como bien han
observado Agustin y Fulgencio) para que así pudiera curar toda la naturaleza de
esa lepra del pecado, que se ha apoderado e infectado de todos los miembros y facultades.
"Él asumió todo, para santificarlo todo"; como lo expresa Damasceno.
Él diseñó una recuperación perfecta, santificándonos enteramente en alma,
cuerpo y espíritu; y por lo tanto asumió el todo para ello.
Si
Jesucristo ha asumido nuestra naturaleza, entonces está sensiblemente conmovido
por las debilidades que lo acompañan, y por eso tiene piedad y compasión por
nosotros, bajo todas nuestras cargas. Y, de hecho, este fue uno de los extremos
de su asunción, para que pudiera tener compasión de nosotros, como usted lee,
Heb. 2:17,18. "Por lo cual debía ser
en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo
sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues
en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que
son tentados.". ¡Oh, qué consuelo es esto para nosotros, que el que es
nuestro Sumo Sacerdote en el cielo, tiene nuestra naturaleza en él, para
permitirle tener compasión de nosotros!”
GEORGE WHITEFIELD
“Nuestro
amado Señor, aunque es Dios, siendo lo más perfecto y glorioso, tuvo el agrado
de arrojar un velo de carne sobre esta, su gran gloria, cuando vino a hacer de
su alma una ofrenda por el pecado. Y para que el mundo lo conociera y creyera
en él como el Salvador de todos los hombres, realizó muchos milagros.”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“Luego
de haber afirmado que quienes lo recibieron son hijos de Dios y nacidos de
Dios, nos señala la causa de este honor inefable: el hecho de que el Verbo se hizo carne y de que el dueño asumiera la
condición de esclavo. Siendo Hijo de Dios, se hizo del hombre para lograr
así que los hombres llegaran a ser hijos de Dios. Un ser sublime que entra en contacto
con un ser humilde, no por ello padece daño ninguno en su reputación, sino que
eleva en su dignidad a ese ser humilde. Tal es lo sucedido con Cristo. Con su
abajamiento, en nada ha disminuido El su naturaleza divina, sino que nos ha
elevado a nosotros, que desde siempre vivíamos en la ignominia y en las
tinieblas, siendo ahora elevados hasta una gloria inefable.
No
comete el rey ninguna acción vergonzosa cuando benigna y afablemente habla con
un pobre mendigo, sino que convierte a éste en ilustre y famoso ante todos. Y
si en el campo de las efímeras dignidades humanas, la familiaridad concedida a
quien se halla en una condición social más humilde en nada perjudica la
reputación, tanto menos perjudicará a aquella inmortal y bienaventurada sustancia
que nada tiene en sí de efímero, nada que ahora sea y luego no, sino sólo
perfecciones y prerrogativas siempre inmutables e inalterables por toda la
eternidad. Por eso no debéis turbaros ni quedar dudosos cuando escuchéis que «el Verbo se hizo carne». No es que
degenerara en carne, sólo pensarlo sería una impiedad, sino que, permaneciendo
lo que era, asumió la condición de siervo.”
GARY BURGE
“Juan
1:14 es uno de los versículos más importantes de la Biblia. El Verbo no solo
parecía ser humano, sino que se hizo carne. Esta afirmación dejó atónita a la
mentalidad griega que concebía la separación entre el Espíritu divino y el mundo
(carne, sarx) como un axioma. Pero la segunda expresión es igualmente
sorprendente para el judío. Este Verbo habitó (skenoo) entre nosotros y reveló
su gloria (doxa). El verbo que se traduce como «habitar» se emplea en el
Antiguo Testamento griego para aludir al tabernáculo de Dios.
En
otras palabras, Cristo es el lugar de la morada de Dios con Israel cuando habitó
con su pueblo en el tabernáculo en el desierto (Éx 25:8–9; Zac 2:10). De ahí
que la gloria de Dios, otrora limitada al tabernáculo (Éx 40:34), sea ahora visible
en Cristo (Jn 1:14b.).
Sin
embargo, cabe observar dos cosas. (1) Esta experiencia de la gloria es concreta.
No se trata de una visión mística y de una iluminación interior. La gloria de
Dios adoptó una forma tangible y palpable (20:20–29; 1Jn 1:1ss.). (2) Esta
gloria no fue simplemente una demostración de poder. Para Juan, la ironía más
profunda es que la gloria ha de ser hallada en el sufrimiento y la humillación,
porque, en este Evangelio, la cruz de Cristo se describe una y otra vez como la
glorificación de Jesús (Jn 12:23–24; 13:31). Naturalmente, sus señales y
milagros mostraron su gloria (2:11; 11:4), pero es en la cruz donde
encontraremos la misteriosa e insondable gloria de Dios.”
A.W PINK
“El
Infinito se volvió finito. Lo invisible se volvió tangible. El Trascendente se
hizo inminente. Lo que estaba lejos se acercó. Aquello que estaba más allá del
alcance de la mente humana se convirtió en aquello que podía estar en deuda
dentro del ámbito de la vida humana. Aquí se nos permite ver a través de un
velo que, al ser descubierto, nos hubiera cegado. "La palabra se hizo carne:" Se convirtió en lo que antes no
era. No dejó de ser Dios, sino que se
hizo Hombre.
"Y la palabra se hizo carne". El
simple significado de estas palabras es que nuestro Divino Salvador asumió la
naturaleza humana. Se convirtió en un Hombre real, pero sin pecado, un Hombre
perfecto. Como hombre, era "santo,
inocente, sin mancha, apartado de los pecadores" (Heb. 7:26). Esta
unión de las dos naturalezas en la Persona de Cristo es uno de los misterios de
nuestra fe "Indiscutiblemente,
grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne" (1
Ti. 3:16). Debe expresarse con cuidado. "La palabra" era Su
título Divino; "se hizo carne"
habla de su santa humanidad.”
CHARLES SPURGEON
“Creyente,
puedes testificar que Cristo es “el Unigénito del Padre”, así como “el Primogénito
de entre los muertos”.
Tú
puedes decir: “Él es divino para mí, aunque sea considerado sólo humano para
todo el mundo en derredor. Él ha hecho para mí lo que sólo Dios podía hacer.
Sometió mi obstinada voluntad, derritió mi corazón rebelde, abrió las puertas
de bronce, y rompió las barras de hierro.
“Él
transformó mi lamento en alegría, y mi aflicción en gozo; se llevó cautiva mi
cautividad, e hizo que mi corazón se regocijara con gozo inefable y glorioso.
Que otros piensen de Él como quieran; pero para mí Él tiene que ser “el
Unigénito del Padre”. ¡Bendito sea Su nombre!
“Y
Él está “lleno de gracia”. Si Él no lo fuese, yo nunca hubiera sido salvado. Él
me atrajo cuando luchaba por huir de Su gracia; y cuando, por fin, me acerqué
temblando como un culpable condenado ante Su trono de misericordia, me dijo:
“Ten ánimo; tus pecados te son perdonados.”
“Él
es también “lleno de verdad”. Todas Sus promesas han sido verdaderas: ninguna
ha fallado.
“Soy
testigo de que jamás un siervo tuvo un señor como el mío; jamás un hermano tuvo
un pariente como lo ha sido Él para mí; jamás una esposa tuvo un esposo como
Cristo ha sido para mi alma; jamás un pecador tuvo mejor Salvador; jamás un
doliente tuvo mejor Consolador como lo ha sido Cristo para mi espíritu.
“¡Él
es todo lo que necesito! En la vida Él es mi vida, y en la muerte Él será la
muerte de la muerte. En la pobreza, Cristo es mi riqueza; en la enfermedad, Él
es mi gran Médico; en la oscuridad, Él es mi estrella, y en la claridad Él es
mi sol. Él es el maná del campo en el desierto, y servirá el festín en la
Tierra Prometida.
“Jesús
es para mí todo gracia y no ira; todo verdad y no falsedad: y Él está “lleno de
gracia y de verdad”, infinitamente lleno. Oh alma mía, esta noche, bendice con
todas tus fuerzas al “Unigénito del Padre”.
El
Rey de los santos es incomparable en hermosura: en su apariencia, sí, pero de
manera especial en su mente y carácter. El verbo hebreo yāpə̄yāpî̄ā de yaphah en el
Salmo 45:2 constituye un doble comparativo: hermoso dentro de lo hermoso; la traducción
más ajustada sería “el más hermoso de lo hermoso eres tú”. Jesús es tan
enfáticamente hermoso que para describir su hermosura es preciso doblar los
términos, extenderse en la descripción, y aún así, las palabras se agotan antes
de alcanzar a describirle.
Muchas
personas ha habido, entre los hijos de los hombres, que por la gracia de Dios
han sido hermosos en carácter y conducta, pero aún así todos ellos han tenido
un defecto u otro. Sin embargo todos los aspectos del carácter de Jesús son perfectos
y están en proporción armoniosa. Es hermoso en todo y desde todas las
perspectivas, pero nunca más que cuando lo contemplamos en unión conyugal con
su Iglesia; entonces el amor da un arrebato de gloria deslumbrante a su
encanto.
En
el hombre majestuoso se unen la belleza y la elocuencia, y ambas habitan
perfectamente en el justo y elocuente Señor Jesús. En él, la gracia en el
carácter y en la expresión alcanzan su punto culminante. Sobre Cristo fue
derramada la gracia de la manera más copiosa, pues al Padre le agradó que en él
habitase toda plenitud, y ahora la gracia derramada sobreabunda en sus labios
para alegrar y enriquecer a su pueblo.
El
testimonio, las promesas, las invitaciones, los consuelos de nuestro Rey salen
de su boca con tantos significados que si contrastamos esa catarata de la
gracia con el discurso de Moisés vemos que este último cayó como gotas de
lluvia y se destiló como rocío. Quien mantiene una comunión personal, íntima y
constante con el Amado, quien ha escuchado su voz, sentirá que “jamás hombre
alguno ha hablado como este hombre habla”. Bien dijo acerca de él la novia:
“sus labios, como lirios que destilan mirra fragante”. Una palabra suya derritió
el corazón de Saulo de Tarso haciendo de él un apóstol; otra palabra suya
levantó a Juan el Teólogo cuando al verle cayó como muerto en la Isla de
Patmos. Y cuántas veces una sola frase salida de sus labios ha transformado
nuestra medianoche en aurora, y nuestro invierno en primavera.”
MARK FRANK
“El
Verbo Hecho carne, el más hermoso de los hijos de los hombres:
1.
Hermoso en su concepción: fue
concebido en pureza y un ángel, espíritu puro y hermoso anunció su venida.
2.
Hermoso en su nacimiento (la palabra
que utiliza la versión griega o Septuaginta es ὡραῖος que transmite la idea de
algo “radiante”, una flor abierta en su esplendor); que fue señalado por una
fulgurante y hermosa estrella; y tuvo lugar “tempestivus”, en el momento
oportuno: “cuando vino el cumplimiento de los tiempos”. Y todas las cosas son
hermosas en su tiempo y sazón.
3.
Hermoso en su infancia: Creció “en
sabiduría, en estatura y en gracia”, y los doctores de la ley estaban
maravillados con él.
4.
Hermoso en su apariencia: de otro
modo –dice San Jerónimo–, de no haber tenido en su naturaleza y personalidad
algo extraordinario y admirable; de no haber reflejado en su rostro alguna
hermosura celestial desconocida, ni los apóstoles ni las multitudes que iban
tras él le habrían seguido tan fácilmente, como reconocieron los propios
fariseos.
5.
Hermoso en su transfiguración: con
sus vestidos blancos como la luz, o como la nieve, y su rostro resplandeciente
como el sol; hasta el punto de arrebatar el alma de Pedro que “sin saber lo que
se decía”, incapaz de apartar sus ojos de aquel rostro esplendoroso, pretendía
quedarse en el monte definitivamente y no descender de nuevo al valle.
6.
Hermoso en su pasión. Nihil
indecorum, ninguna fealdad derivó de su desnudez; todo lo contrario, sus
heridas y las marcas sangrientas de los látigos y azotes arrancaron de labios
de Pilato un ecce homo: “¡He aquí el hombre!”. La dulzura de su rostro y lo
regio de su porte en medio de escupitajos y bofetadas, escarnios y golpes; su
gallardía ante la cruz, y la manera solemne de entregar su espíritu denotaban
una majestad tan sublime y un resplandor celestial tan brillante en medio de
las intensas tinieblas que cubrían la tierra, que el centurión que lo ejecutaba
no pudo sino caer de rodillas en tierra y glorificarle exclamando: “En verdad
este hombre era Hijo de Dios”.
7.
Hermoso en su resurrección: con una
belleza tan sutil que los ojos mortales, aún los de sus propios discípulos,
fueron incapaces de reconocerlo hasta que se reveló a ellos.
8.
Hermoso en su ascensión: hasta tal
punto que sus discípulos se quedaron largo tiempo ensimismados mirándole cómo
ascendía, y finalmente tuvieron que venir ángeles del cielo a reprenderlos y
regresarlos a la realidad de la tierra.”
JOHN WESLEY
“Gracia y verdad - Todos somos por
naturaleza mentirosos e hijos de ira, para quienes tanto la gracia como la
verdad son desconocidas. Pero somos hechos partícipes de ellos cuando somos
aceptados por el Amado. Todo el versículo podría parafrasearse así: Y para
elevarnos a esta dignidad y felicidad, el Verbo eterno, con una condescendencia
más asombrosa, se hizo carne, se unió a nuestra naturaleza miserable, con todas
sus enfermedades inocentes.
Y
no nos hizo una visita transitoria, sino que habitó entre nosotros en la
tierra, mostrando su gloria de una manera más eminente, que incluso en la antigüedad
en el tabernáculo de Moisés. Y nosotros, que ahora estamos registrando estas
cosas, contemplamos su gloria con una atención tan estricta, que podemos
testificar, fue en todos los aspectos una gloria tal como llegó a ser el
unigénito del Padre.
Porque
brilló no solo en su transfiguración y en sus continuos milagros, sino en todos
sus temperamentos, ministraciones y conducta a lo largo de toda la serie de su vida.
En todo, parecía lleno de gracia y verdad: él mismo era muy benévolo y recto;
hizo esos amplios descubrimientos de perdón a los pecadores, que la
dispensación mosaica no pudo hacer: y realmente exhibió las bendiciones más
sustanciales, mientras que eso fue solo una sombra de las cosas buenas por
venir.”
DAVID GUZIK
“Lleno de gracia y de verdad: La gloria
de Jesús no era principalmente una descarga de adrenalina y ciertamente no era
algo secundario. Estaba llena de gracia y de verdad.
“Amados,
noten aquí que ambas cualidades en nuestro Señor están a su plenitud. Él es
‘lleno de gracia.’ ¿Quién podría serlo más? En la persona de Jesucristo la
gracia inconmensurable de Dios es atesorada.” (Spurgeon)
“Estas dos ideas deberían permanecer en nuestra mente y dirigir nuestras vidas. Dios es gracia, y verdad. No una sin la otra. No la otra separada de la una, En su gobierno no puede haber una disminución de los sencillos y severos estándares de la Verdad; y no hay desviación del propósito y la pasión de la Gracia.” (Morgan)
COMENTARIO BIBLICO MUNDO HISPANO
“Aunque
no figura en la Biblia, frecuentemente en los escritos judíos y cristianos se
encuentra el término shekinah, que
significa morada y se usaba para describir la presencia visible del Señor.
Puesto que la presencia de Dios siempre estaba acompañada por su gloria, el
término shekinah llegó a significar la gloria de Dios. Su morada entre los
hombres se efectuó en la carne de Jesús.
Entonces,
Juan pudo testificar que ellos mismos habían visto con sus propios ojos la
gloria, o shekinah, de Dios en la
persona de Jesús. El verbo contemplamos, en el texto griego (theaomai), indicaba vista con los ojos
físicos. Vincent agrega que el verbo significa una contemplación calma y
continua de un objeto que permanece ante el espectador. Juan estaba afirmando
que habían visto esa gloria con sus propios ojos en la persona de Jesús.
El
verbo contemplamos está en el tiempo aoristo, indicando un evento particular, o
un resumen de toda la vida de Jesús. ¿A qué se refería Juan con esta
declaración? ¿Sería la gloria que los tres discípulos vieron en el monte de la
transfiguración? Indudablemente, Juan consideraba que los milagros revelaban la
gloria de Cristo (2:11; 11:4, 40), pero en un sentido más profundo es la
vergüenza de la cruz la que manifiesta su verdadera gloria (12:23–26; 13:31).”
BRIAN BAILEY
“Cristo
el Verbo es eterno. El Verbo fue hecho carne. Jesús es el Verbo encarnado de
Dios. Por esto, las Santas Escrituras no pueden ser destruidas, porque ellas
son Cristo y esto sería equivalente a destruirlo a Él. Por esto, Cristo pudo
decir en Mateo 5:18:
“Porque de cierto os digo que hasta que pasen
el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo
se haya cumplido”. La voluntad de Dios es que Su Palabra se haga carne en
nosotros.
En
otras palabras, Él quiere que Su Palabra se vuelva parte de nosotros, para que
tengamos la verdad en nuestro ser interior (Sal. 51:6). Esto es lo que
significa tener las leyes de Dios escritas en nuestro corazón y mente: “El Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros” (Jer. 31:33). El Verbo es Cristo, Emanuel, que significa: “Dios con nosotros” (Mt.1:23). Él vino a
morar con Su pueblo.
Juan
dice que él vio la gloria de Cristo, la gloria como del Unigénito del Padre.
Jesús es la imagen manifiesta del Padre (He. 1:3). Cuando los discípulos lo
contemplaron, era como ver al Padre, pues Jesús es igual a Su Padre. Jesús dijo
a Felipe, en Juan 14:9: “El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre...”
JUAN CALVINO
“La
palabra Carne expresa el significado del evangelista con más fuerza que si
hubiera dicho que se hizo hombre. Tenía la intención de mostrar en qué
condición mezquina y despreciable descendió el Hijo de Dios, por nuestra
cuenta, de lo alto de su gloria celestial. Cuando la Escritura habla con
desprecio del hombre, lo llama carne.
Ahora bien, aunque hay una distancia tan grande entre la gloria espiritual del
Verbo de Dios y la inmundicia abominable de nuestra carne, el Hijo de Dios se
rebajó a sí mismo para tomar esa carne, sujeto a tantas miserias. La palabra
carne no se toma aquí por naturaleza corrupta (como a menudo la usa Pablo),
sino por hombre mortal.”
JOHN MACARTHUR
“No
solo se hizo hombre el Hijo eterno, también habitó entre los hombres durante
treinta y tres años. Habitó traduce una forma del verbo skēnoō, que literalmente significa “vivir en una tienda”. La humanidad de Jesucristo no fue una mera
apariencia. Él tomó todos los atributos esenciales de la humanidad y fue “hecho
semejante a los hombres” (Fil. 2:7), “por cuanto los hijos participaron de
carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la
muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (He. 2:14).
Como prosigue a explicar el escritor de Hebreos, “debía ser en todo semejante a
sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a
Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (He. 2:17). Y montó su
tienda entre nosotros.
En
el Antiguo Testamento Dios acampó con Israel mediante su presencia gloriosa en
el tabernáculo (Éx. 40:34-35) y después en el templo (1 R. 8:10-11), y se
reveló en algunas apariciones pre-encarnadas de 13:3-23; Dn. 3:25; 10:5-6; Zac.
1:11-21). Dios volverá a acampar por toda la eternidad con su pueblo redimido y
glorificado:
Y oí una gran voz del cielo que decía:
He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos
serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron (Ap. 21:3-4; cp. 12:12; 13:6).
Aunque
Jesús manifestó la gloria de Dios con una claridad nunca antes vista durante su
vida terrenal, todavía estaba velada por su carne humana. Pedro, Jacobo y Juan
vieron una manifestación física de la gloria celestial de Jesús en la
transfiguración, cuando “resplandeció su
rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mt.
17:2; cp. 2 P. 1:16-18).
Esa
fue una visión previa de la gloria sin velo que se verá cuando regrese (Mt.
24:29-30; 25:31; Ap. 19:11-16) y de la plenitud de su gloria celestial como la
única luz de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:23). Pero los discípulos vieron que
Jesús manifestó la naturaleza santa de Dios principalmente en atributos divinos
como la verdad, sabiduría, amor, gracia, conocimiento, poder y santidad.
Jesús
manifestó la misma gloria esencial del Padre porque, como Dios, poseen la misma
naturaleza (10:30). A pesar de las afirmaciones de los falsos maestros a través
de los siglos, monogenēs (unigénito)
no implica que Jesús fuese creado por Dios y por lo tanto no es eterno. El término
no se refiere al origen de una persona, pero sí la describe como la única en su
clase. Así, Isaac podría haberse llamado apropiadamente el monogenēs de Abraham (He. 11:7) porque, aunque Abraham tuvo otros hijos,
solo Isaac era el hijo del pacto.
Monogenēs distingue a Cristo como al único Hijo de Dios a
diferencia de los creyentes, quienes son hijos de Dios en un sentido distinto (1
Jn. 3:2). B. F. Westcott escribe: “Cristo es el Hijo unigénito, el único a
quien el título pertenece en un sentido completamente único y singular, a
diferencia de aquel título en el cual hay muchos hijos de Dios.”
La
relación única de Jesucristo con el Padre es un tema principal del Evangelio de
Juan (cp. 1:18; 3:35; 5:17-23, 26, 36-37; 6:27, 46, 57; 8:16, 18-19, 28, 38,
42, 54; 10:15, 17, 30, 36-38, 12:49-50; 14:6- 13; 20-21, 23, 31; 15:9, 15,
23-24; 16:3, 15, 27-28, 32; 17:5, 21, 24-25; 20:21).
La
manifestación en Jesús de los atributos divinos reveló su gloria esencial como
Hijo de Dios, “porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”
(Col. 2:9). Los dos atributos más íntimamente relacionados con la salvación son
la gracia y la verdad. Las Escrituras enseñan que la salvación se alcanza
completamente por creer la verdad de Dios en el Evangelio, por medio de la cual
se recibe su gracia salvadora.”
WOLFGANG MUSCULUS
“Debemos
tener cuidado de no pensar que el Verbo se hizo carne de la misma manera que
leemos que el agua se ha convertido en vino en Juan 2. Porque allí el agua se
convirtió en vino de tal manera que el
agua dejó de existir y solo había vino. Pero aquí el Verbo no se hizo carne
de tal manera que el Verbo, es decir, Dios, dejó de existir y ahora no era más
que carne. Dios no lo quiera. Porque no puede ser que Dios se convierta en un
ser humano y luego Dios deje de existir. La sustancia divina del Verbo no
admite ni mutación ni fin, ya que es
inmutable e infinita. Además, la carne de Cristo no se transforma en Verbo
dejando de lado su propia naturaleza. Dios no lo quiera también.
De
lo contrario, así como Cristo está privado de su divinidad, así también aquí
está privado de su humanidad, de modo que ya no sería un verdadero ser humano,
no sería verdaderamente concebido, no nació verdaderamente, no sufrió y murió verdaderamente,
y en consecuencia, no sería verdaderamente resucitado de entre los muertos. Por
lo tanto, es necesario que entendamos que el Verbo se hizo carne de ninguna
otra manera, excepto que el Verbo asumió
y se vistió de naturaleza humana de tal manera que no se despojó de la
naturaleza divina.”
JOHANNES BRENZ
“Y
el Verbo se hizo carne. Es decir, el Hijo de Dios se hizo hombre. No creas que
fue sin un propósito que él dice carne y no ser humano. De hecho, el evangelista
da la razón por la cual un ser humano se convierte en hijo de Dios por la fe. Porque, dice, el Hijo de Dios
se hizo carne, es decir, se hizo debilidad, despreciable, maldición, pecado,
pobre, hambriento, sediento, mortal y condenado para que seamos fortalecidos,
gloriosos, bendecidos, justos, ricos, lleno, inmortal y salvos.
Porque
¿qué otra cosa es la carne sino la debilidad, el polvo y, por así decirlo, el
heno, y su gloria como la flor del campo que crece por la mañana y por la tarde
se echa en el horno? Porque, ¿qué es un ser humano sino falsedad y vacío? En
consecuencia, el Hijo de Dios, vistiéndose de carne y de humanidad, se vistió
de abatimiento exterior, falsedad y vacuidad. Pero lo hizo para que seamos
hechos gloria, verdad y plenitud.”
HEINRICH BULLINGER
“y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre… El apóstol tiene mucho cuidado de que la Palabra de Dios no sea
vil por su asunción de humanidad. Por tanto, por una especie de antítesis,
opone la debilidad de la carne a la gloria divina. Es como si estuviera
diciendo: Habéis oído que la Palabra de Dios habitó entre nosotros y se hizo
similar a nosotros en todos los sentidos, excepto el pecado. Pero que nadie desprecie
al Verbo encarnado. Porque el mismo que estuvo expuesto al abuso fue también participante
de la gloria divina, no como un honor sino por su misma naturaleza.
Para
establecer más autoridad, agrega kai
etheasametha; lo hemos visto, no solo de pasada, sino que lo hemos considerado
cuidadosamente, lo hemos observado y hemos examinado su gloria. En su epístola
el apóstol dice lo mismo: Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, que hemos mirado y nuestras manos han tocado, que os anunciamos. El
apóstol Pedro también dice: No siguiendo fábulas artificiales os hemos dado a
conocer el poder y el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo, sino que observamos con nuestros ojos su
majestad.
Porque
recibió de Dios Padre honor y gloria, la voz que le llega desde la excelente
gloria: Este es mi hijo amado. Por lo
tanto, la gloria es la majestad divina que se reveló en el Verbo encarnado a
través de milagros, a través de enseñanzas vivificantes, a través de la muerte,
a través de la resurrección y ascensión al cielo y a través del envío milagroso
del Espíritu Santo, pero especialmente en esa maravillosa manifestación, cuando
tanto en el Jordán como en el monte Tabor, una clara revelación del cielo le
mostró que era el mismo Hijo de Dios.
Por
lo tanto, aquí se agrega una interpretación, La gloria como del unigénito del
Padre. Y esto significa que hemos observado su gloria, y no cualquier gloria,
sino la gloria exhibida por el Padre, que
lo hace verdaderamente conocido como el único y natural Hijo de Dios.”
COMENTARIO TEMATICO VINE
“La
afirmación de que él «se hizo carne»
declara lo voluntario, de parte de Aquel que es el Verbo, del hecho de su encarnación.
Más adelante en el Evangelio, como también en la Primera Epístola de Juan,
aprendemos que este acto voluntario fue igualmente el envío por parte del
Padre. Los consejos de la gracia fueron diseñados y puesto en práctica en forma
mutua; esto también es cierto respecto al Espíritu Santo, cuya parte en la
encarnación se declara en Mateo 1:18-20 y Lucas 1:35.”
JOHN TRAPP
“Se
puso nuestro pésimo traje de lepra, para expiar nuestro orgullo y robo, al tratar
de alcanzar la Deidad, y sanarnos de nuestra lepra espiritual.”
CHARLES SIMEON
“En
cuanto a que estaba "lleno de gracia
y de verdad,” escuche sólo cualquiera de sus discursos; escuche sus
agradables invitaciones incluso al mayor de los pecadores; véalo conversando
con publicanos y rameras, y permitiéndoles tener el acceso más libre a él; he
aquí que él "anda haciendo el bien", sanando a todos los que venían a
él, incluso a cientos y miles en un día, y proclamando a todos ellos las buenas
nuevas de una salvación plena y gratuita; y luego di si no estaba también lleno
de gracia, como una fuente desbordante, "de cuya plenitud recibirán todos
los que creyeron en él."
Si
necesitábamos algún testimonio expreso sobre su carácter, lo tenemos de aquellos
“cuyos oídos oyeron, cuyos ojos vieron y cuyas manos tocaron esta Palabra de
vida”: “vieron su gloria, como la gloria del unigénito de los Padre: ”lo vieron
en sus milagros (“por los cuales manifestó su gloria”); lo vieron en su
transfiguración; en las atestaciones audibles que recibió repetidamente del
cielo; en las perfecciones de la sabiduría, el poder, la santidad que mostró; y
finalmente en su resurrección y ascensión gloriosa a la diestra de Dios: lo
vieron en todas estas cosas, resplandeciendo como "el resplandor de la gloria de su Padre, y la imagen expresa de su
persona."
¿Seremos
indiferentes entonces a Aquél que bajó del cielo? ¿Cómo lo veremos en el día
del juicio, cuando lo veremos en el mismo cuerpo que asumió en la tierra? ¡Cómo
te reprochará por rechazar ese estupendo esfuerzo de su amor! ¡Cómo desearíamos
siquiera que se nos hubiera permitido perecer como los ángeles caídos, en lugar
de quedarnos para contraer esa culpa más agravada de pecar contra un Dios en
nuestra propia naturaleza, y rechazar la salvación que Él murió para
comprarnos!
Si
pudiéramos suponer que el Salvador ahora es capaz de llorar, como lo hizo una
vez por la Jerusalén impenitente, creo que ahora debe estar llorando por muchos
de nosotros, para ver cómo hemos ignorado su amor, y que el único efecto de
ello es para agravar nuestra condena. Despertemos de este fatal estupor; Sigámoslo
en nuestro corazón a esos reinos de gloria donde ahora habita; y luchemos
incesantemente por la consecución de ese reino, donde estaremos con él, y como
él para siempre.”
GRANT OSBORNE
“En
mi opinión, esta es la única oración más grande jamás escrita en la historia
del lenguaje humano, la declaración teológica más profunda jamás escrita.
Ningún ser humano finito podría jamás entrar en el reino de Dios y unirse a su
familia. Solo podría suceder si Dios mismo entrara en el reino de la humanidad
y proporcionara la redención. Aquí Juan explica cómo fue posible esto: “El
Verbo se hizo carne”, no solo el punto culminante de este prólogo, sino también
el de la historia. Dios se ha hecho carne en el Verbo y entró en este mundo. El
Creador se ha convertido en una criatura y “he hizo su morada entre nosotros.”
Por otra parte, por “hacerse carne” Jesús tomó sobre sí la naturaleza humana en su totalidad, la plena realidad del ser humano. Entró en el reino de la oscuridad y se convirtió en luz en la oscuridad. Es imposible para las mentes finitas comprender la encarnación. Pensar en Dios verdadero revestido de naturaleza humana, plenamente Dios y plenamente humano, es un misterio más allá de nosotros. Al igual que a la trinidad, no la comprendemos totalmente, aunque completamente nos regocijamos al aceptarla.”
J.C RYLE
“[Y aquel Verbo fue hecho carne]. Esta
frase significa que el Verbo eterno de Dios, la segunda persona de la Trinidad,
se hizo hombre, como uno de nosotros en todas las cosas excepto en el pecado.
Esto lo cumplió naciendo de la virgen María de una manera milagrosa, por medio
de la operación del Espíritu Santo. Y el fin por el que se hizo carne fue poder vivir y morir por los pecadores.
La
expresión “el Verbo” muestra
claramente que “el Verbo” que “era con Dios y era Dios” tenía que ser
una persona. No se podía decir razonablemente de nadie que no fuese una persona
que “se hizo carne y habitó entre nosotros”. No debemos preocuparnos de si S.
Juan hubiera podido encontrar otro nombre para la segunda persona de la
Trinidad igualmente adecuado. Ciertamente no habría sido exactamente correcto
decir que “Jesús fue hecho carne”,
porque el nombre de Jesús no fue dado a nuestro Señor hasta después de su
encarnación. Ni tampoco habría sido correcto decir que “en el principio era Cristo”, porque el nombre de Cristo pertenece a
los tiempos posteriores a la Caída del hombre.
Esta
es la última vez que Juan emplea esta expresión —“el Verbo”— acerca de Cristo en su Evangelio. A partir del momento
de su encarnación, por lo general habla de Él como “Jesús” o “el Señor”.
[Fue hecho]. Una mejor traducción de esta
expresión quizá habría sido “llegó a ser”. En cualquier caso debemos esmerarnos
en recordar que no significa “fue creado”. El credo de Atanasio dice exactamente:
“El Hijo es solo del Padre, no hecho, ni
creado, sino engendrado”.
Pero
hay algunos puntos en cuanto a este asunto de la encarnación de Cristo a los
que debemos aferrarnos y que nunca debemos olvidar:
(a)
En primer lugar, recordemos con cuidado que, cuando “el Verbo se hizo carne”, fue así por la unión de dos naturalezas
perfectas y diferentes en una persona. La forma de esta unión no podemos explicarla,
pero debemos creer firmemente en el hecho. “Cristo —dice el credo de Atanasio—
es Dios y Hombre. Dios, de la sustancia del Padre, engendrado antes de todos
los siglos; y Hombre, de la sustancia de su madre, nacido en el mundo; perfecto
Dios y perfecto Hombre. Quien, aunque sea Dios y Hombre, sin embargo, no es
dos, sino un solo Cristo; uno, no por conversión de la Divinidad en carne, sino
por la asunción de la Humanidad en Dios”.
Estas
palabras son muy importantes. El Verbo no se hizo carne transformando su
naturaleza en otra o abandonando una naturaleza para tomar la otra. En todos
nuestros pensamientos acerca de Cristo, cuidémonos de no dividir su persona y
de afirmar con fuerza que tiene dos naturalezas diferentes y perfectas. Merece
la pena recordar los antiguos renglones latinos sobre esta cuestión, citados
por Gomarus. Dice “el Verbo se hizo carne”
como si dijera: “Soy lo que era, es
decir, Dios; no era lo que soy, es decir, hombre; ahora soy ambas cosas, es
decir, tanto Dios como hombre”.
(b)
En segundo lugar, cuando “el Verbo se
hizo carne”, no cesó ni por un momento de ser Dios. Sin duda le agradó
velar su divinidad y esconder su poder, y más especialmente en algunas etapas.
Se vació de marcas externas de gloria y fue llamado “el carpintero”. Pero nunca
dejó de lado su divinidad. Dios no puede dejar de ser Dios. Vivió siendo
Dios-hombre y así sufrió, murió y resucitó.
Está
escrito que Dios adquirió la Iglesia con su propia sangre. Era la sangre de
alguien que no era solo hombre, sino Dios.
(c)
En tercer lugar, cuando “el Verbo se hizo
carne” se hizo verdadero hombre conforme a nuestra naturaleza, como
nosotros en todas las cosas, y desde aquel momento no ha dejado de ser un
hombre. Su humanidad no era diferente de la nuestra, y aun glorificada sigue
siendo nuestra humanidad. Igual que era un Dios perfecto, también era un hombre
perfecto que resistió la tentación, cumplió la Ley a la perfección, soportó la
contradicción de los pecadores, invirtió noches en oración, mantuvo su voluntad
sujeta a la voluntad del Padre, sufrió, murió y finalmente ascendió al Cielo
con su carne, sus huesos y todas las cosas que pertenecían a su naturaleza
humana. Está escrito que “debía ser en
todo semejante a sus hermanos”.
Más
aún, no dejó de lado su humanidad cuando dejó el mundo. Aquel que ascendió al
monte de los Olivos y está sentado a la diestra de Dios para interceder por los
creyentes es alguien que sigue siendo hombre además de Dios. Nuestro Sumo
Sacerdote en el Cielo no es solo Dios, sino hombre. La humanidad de Cristo así
como la divinidad están ambas en el Cielo. Alguien de nuestra naturaleza,
nuestro hermano mayor, ha ido como precursor nuestro a preparar un lugar para nosotros.
(d)
Por último, cuando “el Verbo se hizo
carne”, no tomó sobre sí carne pecaminosa. Está escrito que fue enviado “en semejanza de carne de pecado”
(Romanos 8:3). Pero no debemos ir más lejos que esto. Cristo fue hecho pecado
por nosotros (cf. 2 Corintios 5:21). Pero “no
conoció pecado” y fue santo, inofensivo, intachable, separado de los
pecadores y sin sombra de corrupción. Satanás no encontró nada en Él. La
naturaleza humana de Cristo podía ser débil, pero sin pecar. Las palabras del artículo
15 nunca se deben olvidar: Cristo fue “enteramente exento [de pecado], tanto en
su carne como en su espíritu”.
GARY BAUMLER
“El
Verbo nació en la carne y “habitó entre nosotros”. Vivió en esta tierra junto
con los otros seres humanos. De una manera significativa, el idioma griego dice
que él estableció su tabernáculo o tienda entre nosotros. Para el que estudia
la Biblia, esta frase fortalece el significado de este pasaje.
Es
difícil que uno no pueda ver un paralelo con el Tabernáculo que Dios le mando a
su pueblo Israel construyera en el desierto. Refiriéndose a esa tienda, el
señor le dijo a Moisés: “Me erigirán [los israelitas] un santuario, y habitaré
en medio de ellos” (Éxodo 25:8). Cuando terminaron de nube cubrió el
Tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el Tabernáculo” (Éxodo
40:34).
Por
consiguiente, cuando Jesús nació, el Señor (Yahvé o Jehová) vino a morar en persona
entre nosotros. Él era Emanuel, que significa: Dios con nosotros, y “vimos su
gloria”. Esto no quiere decir que una luz resplandeciente brilló alrededor de
Jesús y del establo en Belén como sucedió con la presencia de Dios en el
Tabernáculo. No, la Biblia nos dice que la gloria de Dios brilló desde los
cielos, para que los pastores la vieran; pero en el establo encontraron a un
bebé cuya apariencia externa no era diferente de la de los demás bebés.
Sin
embargo, este niño vino a ser “la luz verdadera que alumbra a todo hombre”.
Este pequeñito vino a revelar la gloria de Dios de una manera en que los seres
humanos la pudiéramos mirar sin ser cegados y creyéramos. Después de haber
esperado tantos años Dios nos iba a permitir ver su gloria al darnos a su único
Hijo, Jesucristo. Y Jesús iba a revelar la gloria de Dios por medio de su obra
de salvación.”
JON PAULIEN
“Jesús es la Palabra final de Dios para la raza humana. Aunque pueden quedar temas que deben resolverse antes que el universo sea limpiado de pecado, nunca habrá una revelación más clara del carácter de Dios para la raza humana que aquella de la que disponemos en la vida y muerte de Jesucristo. El amor de Dios, su misericordia y justicia, y su actitud hacia las personas y hacia el pecado pueden ser comprendidos más claramente en las acciones y en la muerte de Jesús. Para el autor del cuarto Evangelio, hay un tema que domina sobre todos los demás: Cristo y éste crucificado.”
XAVIER LEON DUFOUR
“y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre… Juan señala el origen y la irradiación de esa gloria que
contemplaron los testigos privilegiados.
La
gloria de Dios, según el Antiguo Testamento, es Dios mismo en cuanto que se
hace presente, santo, majestuoso, poderoso; es
Dios en epifanía. Esta manifestación se había impuesto a Israel a través de
las hazañas de YHWH viniendo en ayuda de su pueblo; también se había expresado
en el esplendor de la creación o en las visiones de los profetas. Pues bien,
con Juan, la gloria divina se concentra en el hombre Jesús; irradia de él, es «su» gloria.
Para
captar el sentido que toma aquí el término doxa,
conviene referirse a los tres únicos textos que en el cuarto evangelio hablan
de «ver la gloria» de Cristo. En 12:39-41, Juan opone a la actitud fiel del profeta
Isaías que «tuvo la visión (espiritual) de su gloria» el comportamiento de los
judíos, que no la reconocieron a través de los «signos» que había realizado
Jesús y que les invitaban a creer en él (20,31).
En
11:40 Jesús le dice a Marta que «verá la gloria
de Dios», no ya solamente por el milagro como tal, sino porque ese signo
anuncia la glorificación de Cristo. Finalmente, desde el comienzo de su ministerio
en el signo de Cana, Jesús manifestó su «gloria» a los discípulos, de forma que
la vida pública de Jesús de Nazaret queda enmarcada precisamente por estos dos
signos: el vino de Cana y la reanimación de Lázaro. Por decirlo brevemente, los
signos realizados por Jesús simbolizan su gloria, o también, por los signos es
como toma cuerpo la gloria del Logos.”
LEON MORRIS
“Juan
no dice “el Verbo se hizo hombre”, ni “el verbo tomó forma de cuerpo”. Escoge
la expresión que expresa lo que quiere transmitir de la manera más directa
posible. Es muy probable que estuviera rodeado de pensadores de tipo doceta, gente
que estaba dispuesta a aceptar que Jesús de Nazaret era el Cristo de Dios, pero
que negaban su humanidad. Creían que todo era “apariencia”, que solo parecía
que era humano. Dios no podía contaminarse teniendo un contacto tan directo con
la raza humana. Pero el término que Juan usa no deja lugar a dudas. Queda muy
clara la deidad del Verbo. Pero, igual de clara queda la autenticidad de su
humanidad.
Fijémonos
que ésta es la primera vez que Juan indica que el Verbo y Jesús son la misma
persona. Hasta este punto, lo más probable es que el lector pensara que “el
Verbo” se refería a un principio cósmico supremo, o algo por el estilo. Pero
tan solo con una frase breve y aplastante Juan pone al descubierto el concepto
principal del cristianismo: que el mismísimo Verbo de Dios se hizo carne para poder ofrecernos la salvación.
“Gracia”
es uno de los conceptos cristianos más preciosos, y casi es un misterio que
Juan lo use tres veces en el prólogo, y no lo vuelva a usar en el resto del
Evangelio. Significa, básicamente, “lo que causa gozo” o “encanto”. También se
ha traducido por “buena voluntad”, “amabilidad”, con el matiz de que la persona
que ha recibido el favor no era merecedora de ello. En el lenguaje de la
creencia cristiana se entiende como la provisión de Dios para nuestra necesidad
espiritual a través de su Hijo, a quien envía para que sea nuestro Salvador. De
aquí derivan las ideas de las bendiciones que Dios da a los que se salvan, y la
actitud de gratitud que estos deberían tener hacia Dios por toda la bondad
recibida. Y la figura que mejor expresa esta idea de la gracia de Dios es el
Verbo hecho carne.
A
todo esto el autor añade el concepto de “verdad”, otra palabra importante y
característica de este evangelio. Aparece 25 veces, lo que demuestra que es un
tema de sumo interés para nuestro evangelista. Normalmente, pensamos que la
verdad es simplemente lo opuesto de la mentira, y así usa Juan esta palabra en
muchas ocasiones (por ejemplo, 8:45). Pero para él tiene un significado mucho
más amplio. Igual que “vida” y “luz”, términos que ya hemos explicado, “verdad”
es una palabra estrechamente relacionada con Jesús. Tanto, que se vio con el
derecho de decir “Yo soy (...) la verdad” (14:6).”
NACAR – COLUNGA
“Juan
afirma el hecho de la encarnación del Verbo, pero no indica el momento
histórico en que esto se realizó. De ahí el que algunas posiciones heréticas lo
señalasen, v.gr., en el bau-tismo. Lucas es el que lo precisa en el relato de
la “anunciación.” Y, aunque Juan tampoco dice como haya de representarse la
encarnación del Verbo, evidentemente no se trata de una transformación de la
divinidad en la humanidad que asume; estaría contra ello todo el evangelio del
hombre-Dios. Es una unión estable e indesunible.
Una
vez proclamada explícitamente la encarnación del Verbo, el evangelista hace ver
que fue un hecho real, pero no desconocido, sino que presenta un doble
testimonio de este hecho histórico. El primero es el de un grupo “nosotros”,
que son ciertamente los apóstoles, y probablemente un grupo mayor: discípulos y
aquellos que en Palestina fueron testigos. El autor del evangelio se incluye,
por tanto, en el grupo de estos testigos. Este mismo testimonio lo traerá en la
primera epístola (1:1-3a). Alega este testimonio porque el Verbo encarnado
“habitó entre nosotros”. Por eso ellos son un testimonio irrebatible.”
COMENTARIO BÍBLICO SIGLO XXI
“Juan
se esfuerza para aclarar que la estupenda venida del Verbo a la vida humana
tuvo una plena certificación testimonial. Juan había sido testigo ocular de la
gloria de la vida terrenal de Jesús (14b). Esto es más probable que suponer que
nosotros se refiera a los cristianos
en general y que la gloria sea la gloria de Jesús después de la resurrección.
El
contexto requiere que haya habido algunos que realmente vieron la gloria del
Verbo encarnado. Puede suponerse una alusión a la transfiguración, pero lo más
probable es que la gloria se refiera a todo el ministerio de Jesús. La
particularidad de la gloria se ve en la descripción del único que ha recibido
ese tipo de gloria que podría ser otorgada sólo por un Padre amoroso a un Hijo
amado. El carácter único de Cristo se ve así desde el comienzo del Evangelio.
Pero no se trata sólo de su venida del Padre sino de que él es la fuente de
gracia y de verdad que es lo más significativo. Juan quiere que veamos en el
ministerio de Jesús una expresión de la gracia de Dios y una revelación de su
verdad.”
SAMUEL P. MILLOS
“Dios
no se humilla al hacerse hombre, simplemente se limita, asumiendo la condición
de la criatura, pero se humilla al hacerse siervo, esclavo en la más absoluta
dimensión de la palabra, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz
(Fil. 2:7-8). La encamación hace a Dios compartir naturaleza con el hombre y
hacerse solidario por medio de ella del destino humano, en su aspecto de forma
de esclavo, sometido a todas sus limitaciones, experiencias, tentaciones y
angustias. Él se convierte en ciudadano del mundo, miembro de una determinada nación,
heredero de una familia y vinculado a ella (Ro. 1:1-4). Por otro lado, el
pecado del mundo es puesto sobre Él y se le demanda la responsabilidad penal
del mismo haciéndolo, en su condición de hombre, sacrificio expiatorio por el
pecado (2 Co. 5:21).
No
podría expresar a los hombres el mensaje del amor sin hacerse hombre, para que
por su pobreza el hombre pueda ser enriquecido (2 Co. 8:9). Retirar la
maldición de la muerte requería ser hecho maldición, sólo posible desde su
naturaleza humana (Gá. 3:13). El texto central de la encamación es precisamente
este que se considera: "Y el Verbo fue hecho carne". Este eterno
Verbo que estaba junto a Dios (v. 1), Creador de todas las cosas (v. 3),
acompaña a los hombres sumidos en tinieblas para hacerse luz en su mundo y en
su interior (vv. 4, 5, 9). Se hace hombre pero no depone su ser divino, por lo
que puede damos vida, la vida de Dios e introducimos en su comunión de Hijo con
el Padre (1 Jn. 1:1-4). No se trata de una mera apariencia por la que Dios el
Verbo se presenta de otra forma ante los hombres, sino una verdadera inserción de
Dios entre los hombres por medio de la encarnación y nacimiento virginal de
María.
La
encarnación exige el nacimiento de mujer, bajo el área supervisada de la ley
(Gá. 4:4). Alguien podría preguntarse porque razón usa la vía de la encamación,
ninguna razón ni bíblica ni humana responde a esto, simplemente hemos de
entender que la encarnación y el nacimiento fue la forma elegida por Dios para
hacerse hombre (Mt. 1:18-25; Le. 1:26-38). "El verbo fue hecho carne'', se
trata del inicio de una nueva experiencia de vida pero en modo alguno se trata
del comienzo absoluto del Verbo, que por ser Dios no tiene principio ni fin. La
condición divina de Jesús no se inicia en el nacimiento, sino que como Juan
enseña en lo que antecede tiene una preexistencia eterna.”
SAN AGUSTIN
“El
Verbo, pues, se hizo carne y vivió con nosotros, y su nacimiento es el colirio
que limpia los ojos de nuestro corazón, y así ya pueden ver su grandeza a
través de sus humillaciones. El Verbo hecho carne, que vivió entre nosotros, es
quien nos curó los ojos. ¿Qué es lo que dice a continuación el evangelista? Y vimos su gloria. Nadie puede ver su
gloria si no es curado por las humillaciones de su carne.
¿Por
qué no podíamos verla? Atención, mis hermanos, y comprenderéis lo que quiero
decir. El polvo y la tierra que en los
ojos del hombre cayera, fué lo que les lesionó y obstaculizó la contemplación
de la luz. A estos ojos se les da después una untura con el polvo de la
tierra para que sanen, porque también fué la tierra la causa de sus heridas.
Los colirios y las medicinas no son más que tierra. El polvo hizo perder la
vista y el polvo se la devolverá. La carne fué la causa de tu ceguera y la
carne será la que la haga desaparecer.
El
consentimiento en los afectos carnales hizo que el alma fuese carne, y de ahí
vino la ceguera del corazón. El Verbo
se hizo carne: he aquí el médico que te preparó el colirio. Vino el Verbo de
esta manera para extinguir por su carne
los vicios de la carne y destruir con su muerte el imperio de la muerte.
Por eso, gracias a lo producido en ti por el Verbo hecho carne, puedes decir
tú: Hemos visto su gloria. ¿Qué gloria
es ésta? ¿Es la gloria de ser hijo del hombre? Esto más bien es humillación que
gloria. ¿Hasta dónde alcanza la vista del hombre curado por la carne? Hemos
visto, dice, su gloria, la gloria del que
es el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”
WILLIAM HENDRIKSEN
“La
relación de las dos naturalezas entre sí siempre será un misterio muy por
encima de nuestra comprensión; pero seguramente nunca se encontrará una fórmula
más adecuada que la que se halla en el Credo de Calcedonia: “Nosotros, pues, siguiendo a los santos
Padres, todos de común acuerdo, enseñamos a los hombres a confesar al sólo y
único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en divinidad y perfecto
en humanidad … a ser reconocido en dos naturalezas inconfundibles, inmutables,
indivisibles, inseparables (ἀσυγχύτως, ἀτρέπτως, ἀδιαιρέτως, ἀχωρίστως); sin
que tal unión elimine en modo alguno la distinción entre las naturalezas, antes
bien preservando la propiedad de cada naturaleza, y concurriendo en una Persona
y una subsistencia, no partida o dividida en dos personas, sino uno y el mismo
Hijo unigénito, Dios el Verbo, el Señor Jesucristo; como los profetas desde el
principio han declarado acerca de él, y el mismo Señor Jesucristo nos ha
enseñado, y el Credo de los santos padres nos ha transmitido”.
El
vocablo carne (σάρξ) tiene varios significados en el Nuevo Testamento. En
nuestro pasaje se refiere a la naturaleza humana, considerada no necesariamente
como pecaminosa (8:46), aunque sí por un tiempo bajo la maldición debida al
pecado que descansa sobre ella, de manera que hasta que el rescate se hubiera
pagado ella está sujeta al cansancio, el dolor, la miseria y la muerte (4:6, 7;
11:33, 35; 12:27; 13:21; 19:30). Fue esta clase de carne la que el Verbo asumió
en su amor incomprensible y condescendiente.
Ahora
bien, leemos con relación al Hijo unigénito, que está lleno de gracia y de verdad. De gracia,
porque cuando hablaba, sus mensajes estaban llenos de ese favor inmerecido hacia
los culpables (p. ej., publicanos y pecadores), y los mismos atributos se
revelaban en sus milagros de curación, de hecho, en toda su vida y muerte, las
cuales han de ser consideradas como un sacrificio expiatorio cuyo único
propósito era el merecer para su pueblo la gracia de Dios. De verdad, porque él mismo era la realidad
definitiva en contraste con las sombras que le habían precedido. ¡Ciertamente
era grande la gloria del unigénito!”
COMENTARIO BIBLIA TEXTUAL IV EDICION
“tabernaculizó... La necesidad de dotar a
la lengua castellana con un vocablo capaz de traducir el verbo griego skenóo (cuyo significado se describe
sucintamente) es la siguiente:
a.
Justificación lingüística: Más común
que skenóo es el verbo skenéo
(derivado de skené). Aunque skenóo es también bastante común en obras del
griego clásico, su significado primario es vivir (o acampar) en una tienda.
También se utiliza con referencia a otro tipo de habitación y, ocasionalmente,
es traducido como habitar una tienda o tender una tienda.
En
la LXX, la simple palabra skenóo es
poco común cuando se compara con la compuesta kataskenóo, la cual debería ser
estimada como el verdadero término de la LXX para expresar el verbo que adolece
nuestro idioma, y que generalmente se traduce como habitar o acampar (en el
inglés, por ejemplo, el problema ha sido solucionado mediante la traducción to
tabernacle).
b.
Justificación teológica: La necesidad
surge para dar sentido pleno al pasaje que nos ocupa: Kai o lógos sarx egéneto kai eskénosen en emín, cuya traducción,
según las limitaciones actuales, es: Y el Logos se hizo carne y habitó entre
nosotros. Teológicamente, este enunciado está conectado con el concepto de la
shekinah en el VP, y sugiere que la tabernaculización (¿?) del Logos encarnado
ha de ser considerada como una expresión que establece que su estadía terrenal
no fue para Él sino un episodio entre su pre y post existencia como Señor
exaltado, no solo en relación al elemento transitorio de su paso por el
Planeta, sino como la manifestación del Eterno en la dimensión del tiempo y del
espacio.
Para
expresar esta idea, las versiones castellanas del NP utilizan verbos tales como
habitar, morar, o fijar, aún cuando estos comunican una idea de permanencia que
el contexto no propone (Jua_16:28). En este orden de ideas, el verbo acampar
sea quizá el que mejor trasmite el concepto de transitoriedad, pero lo hace en
detrimento de la fuerza y riqueza del sentido teológico propuesto por skenóo
como tipo cumplido del Tabernáculo del Éxodo, de las cuales cosas no podemos
ahora referirnos en detalle. Siendo así, la traducción más cercana de nuestro
idioma sería asentó tabernáculo entre nosotros. No obstante, esta construcción
disgrega al sujeto del objeto, porque el griego se esfuerza por incluir al
Logos y su acción como en el solo skené, como si dijera: "Jesucristo y su
obra".
Queda
entonces claro que ninguna de estas alternativas lingüísticas alcanzan a llenar
las exigencias teológicas para traducir fielmente el verbo eskénosen dentro de
una sola palabra, capaz de definir su acción sin separarlo del sujeto,
determinando interinidad y, claro está, limitando su conjugación al singular de
la tercera persona. A fin de suplir esta omisión, y como quiera que la palabra
tabernáculo ya ha sido designada por la Academia como traducción del sustantivo
latino tabernacûlum, y este del griego skené, la BTX propone el fonetismo
tabernaculizar, y así lo aplica como traducción de eskénosen para que el pasaje
se lea: Y el Logos se hizo carne y tabernaculizó entre nosotros.”
MATTHEW HENRY
“Y
el Verbo se hizo carne (v. Jua_1:14). Estas palabras declaran la encarnación
del Hijo de Dios mejor que con todo lo dicho hasta ahora. Ahora que había
venido la plenitud de los tiempos, Dios envió a Su Hijo hecho de una mujer
(Gál_4:4). Vemos:
(A)
La naturaleza humana con que el Verbo se
cubrió: El Verbo se hizo carne; es decir, hombre mortal con toda la
humillación que la carne débil comporta: «Por
cuanto los hijos han llegado a tener en común una carne y una sangre, Él
también participó igualmente de lo mismo» (Heb_2:14). Así que Juan nos
asegura que el mismo Verbo que era Dios (v. Jua_1:1), ahora se hizo carne; se
sometió voluntariamente a las miserias y necesidades de la naturaleza humana.
Carne connota también al hombre pecador y, aunque Cristo no cometió jamás nada
impropio, fue hecho pecado por nosotros (2Co_5:21).
Así
entendemos lo de Rom_8:3: «… Dios,
enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y en lo concerniente
al pecado condenó al pecado en la carne». El Hijo de Dios se hizo hombre
sin dejar de ser Dios, de la misma manera que un hombre puede hacerse ingeniero
sin dejar de ser hombre. Y así como la Palabra de Dios vive y permanece para
siempre (1Pe_1:23), así también el Verbo de Dios, una vez hecho hombre, permanecerá para siempre Dios-Hombre.
(B)
La morada que esa carne proporcionó al
Verbo: «Y acampó (lit.) entre nosotros». De la misma manera que
el Arca de la Alianza, sobre la que reposaba la presencia de Dios (La shekinah, cuyo parecido con el eskénosen de Jua_1:14 es notable) velaba
dicha presencia al mismo tiempo que la revelaba, así también el Immanuel o «Dios con nosotros», plantó también su
tienda de campaña en medio de nosotros, haciéndose compañero nuestro de
peregrinación por el desierto de esta vida, para nacer, trabajar, sufrir y
morir con nosotros y por nosotros.
Habitó
entre nosotros, gusanos miserables que nos habíamos rebelado contra Dios. Y así
como los judíos debían ir a la puerta del tabernáculo para implorar desde allí
la bendición y la propiciación de Dios, así nosotros podemos acercarnos con
toda confianza al trono de la gracia (Heb_4:16), una vez que nuestro gran sumo
sacerdote hizo propiciación por nosotros en la Cruz.
(C)
Los rayos de gloria que se filtraron a
través del velo de esa carne: «Y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad». El Sol es fuente de luz, incluso cuando está cubierto por las
nubes o eclipsado. Así tambien Cristo, aun velado por la carne humana, era el
resplandor de la gloria del Padre (Heb_1:3). Y hubo algunos que, en este mundo,
vieron a través de ese velo:
(a)
¿Quiénes fueron los testigos de esta
gloria? Vimos, nosotros, Su gloria. Otros hombres descubren sus debilidades
a los más íntimos, pero Cristo descubrió Su gloria precisamente a los más
íntimos. Ellos vieron Su gloria, mientras que otros sólo veían el velo de Su
carne.
(b)
¿Qué evidencia tuvieron de ello?
Vimos; no nos lo contaron, sino que fuimos testigos de primera mano, testigos
oculares. El verbo griego (el mismo de 1Jn_1:1) indica una visión fija y
atenta. No cabe duda de que Juan hace aquí particular referencia a la gloria de
la Transfiguración del Señor (de la que fue testigo privilegiado, con su
hermano Jacobo y con Pedro—comp. con 2Pe_1:17-18—).
(c)
¿Qué calidad tuvo esa gloria? «… como
del unigénito del Padre». La gloria del Verbo hecho carne era la que competía
únicamente al Hijo Unigénito del Padre y no podía ser otra. Los creyentes son
hijos de Dios por el favor especial de adopción y la gracia especial de la
regeneración; son, de algún modo, copartícipes de la naturaleza divina (v.
2Pe_1:4), pero Cristo es de la misma naturaleza que el Padre, consustancial al
Padre. Ésa era la gloria que manifestó cuando habitó entre nosotros.
(d)
¿Qué beneficio obtuvieron aquellos entre
quienes el Verbo hecho carne acampó? En el tabernáculo del Antiguo Pacto,
estaba la Ley; en éste, está la gracia; en el tabernáculo, todo era tipo y
figura; en Cristo está la verdadera realidad, pues Él estuvo entre nosotros «lleno de gracia y de verdad», las dos
grandes cosas de las que más necesita el hombre caído. Él estaba lleno de
gracia y por tanto, cualificado para interceder por nosotros; lleno de verdad
y, por tanto, cualificado para enseñarnos. Tenía la plenitud del conocimiento y
la plenitud de la compasión.”
WILLIAM MACDONALD
“El verbo se hizo carne… cuando Jesús
nació como Bebé en el establo en Belén. Él siempre había existido como Hijo de
Dios con el Padre en el cielo, pero ahora quiso venir al mundo en un cuerpo
humano. Habitó entre nosotros. No fue sólo una breve aparición, acerca de la
que pudiese haber algún error o malentendido. Dios verdaderamente vino a esta
tierra, y vivió aquí como Hombre entre los hombres. La palabra «habitó»
significa que «habitó en tabernáculo» o «plantó Su tienda». Su cuerpo era la
tienda en la que vivió entre los hombres durante treinta y tres años.
Y vimos su gloria. En la Biblia, «gloria» se refiere a menudo a la luz
resplandeciente, fulgurante, que se veía cuando Dios estaba presente. También
se refiere a la perfección y excelencia de Dios. Cuando el Señor Jesús estaba
aquí en la tierra, veló Su gloria en un cuerpo de carne. Pero hubo dos formas
en las que Su gloria fue revelada. Primero, Su gloria moral. Por eso nos
referimos a la irradiación de Su vida y carácter en perfección.
No
había en él ninguna falta ni imperfección. Fue perfecto en todos sus caminos.
Todas las virtudes se manifestaron en Su vida con un equilibrio exquisito.
Luego hubo el resplandor visible de Su gloria en el Monte de la Transfiguración
(Mat_17:1-2). En esa ocasión, Pedro, Jacobo y Juan vieron Su rostro
resplandeciendo como el sol, y Sus vestiduras brillando como luz fulgurante. A
estos tres discípulos se les dio una visión anticipada del esplendor que tendrá
Jesús cuando vuelva a la tierra y reine por mil años.
Cuando
Juan dijo: Vimos su gloria, es indudable que se estaba refiriendo primariamente
a la gloria moral de Jesús. Él y los otros discípulos fueron testigos de la
maravilla de una vida absolutamente perfecta vivida en esta tierra. Pero es
probable que Juan incluya aquí el incidente del Monte de la Transfiguración.
La gloria que vieron los discípulos les indicó que Él era
verdaderamente el Hijo de Dios. Jesús es el unigénito del Padre, es decir,
Cristo es el Hijo único de Dios. Dios no tiene otro Hijo como Él. En cierto
sentido, todos los verdaderos creyentes son hijos de Dios. Pero Jesús es el
Hijo de Dios - único en su clase-. Como Hijo de Dios, Él es igual a Dios.
El
Salvador se manifestó lleno de gracia y
de verdad. Por una parte, lleno de bondad hacia los que no la merecían; por
otra, absolutamente veraz y recto, no excusando jamás el pecado ni aprobando el
mal. Ser absolutamente lleno de gracia y al mismo tiempo completamente recto es
algo que sólo es posible para Dios.”
MARTIN LUTERO
“Estas
palabras ocasionaban un deleite especial a los padres de la Iglesia y entonaban
alabanzas a Dios cada vez que las leían en sus libros por el gran honor
conferido al hombre al bajar de los cielos y asumir nuestra carne y nuestra
sangre. En Heb_2:16, leemos: «Porque ciertamente no viene en auxilio de los
ángeles, sino en auxilio de la descendencia de Abraham». Se hizo carne y
sangre. ¿Quién puede expresarlo más adecuadamente? Los ángeles son mucho más
santos que los pobres pecadores y sin embargo El adoptó nuestra naturaleza y se
encarnó en la carne y sangre de María.
Este
hecho provocó el asombro maravillado de san Bernardo y ha dado origen a
profundos pensamientos reflejados en especial en sus devociones. Afirmó que
esta había sido la causa de la caída y expulsión de los cielos del archibribón
Lucifer. Según sugiere san Bernardo, quizá Lucifer tuvo conocimiento de la
eterna resolución de Dios según la cual se haría hombre en un momento dado y no
ángel. Esto provocaría su insolencia contra Dios.
Evidentemente,
sabía que era más bello y de apariencia más perfecta que cualquier hombre y por
ello envidiaría a la humanidad el alto honor que representaba la asunción
humana por parte de Dios. Ofendió a él y a sus compañeros y más al considerar
la asunción por parte de Dios de la naturaleza humana y no la de los ángeles.
De ahí que Lucifer y sus huestes fueran expulsados del cielo y arrojados al
infierno.
Si
un emperador colocara a un mendigo a la cabecera de la mesa y reservara los
asientos del fondo a los grandes señores y nobles, reyes, príncipes, eruditos y
sabios consejeros, seguramente se sentirían ofendidos y humillados. Nosotros,
seres humanos de la tierra, no podemos hacer menos que el hijo mayor de quien
leemos en Luk_15:25-30.
Su
hermano, el hijo pródigo, el rebelde y jugador, había vuelto y como bienvenida
el padre había hecho matar el ternero más gordo para el hijo mimado que había
dilapidado su vida con prostitutas y perdidas, mientras jamás había dado ni un
cabrito al que se había quedado a su lado y siempre había obedecido sus
órdenes. Cuando el hermano mayor asistió al espectáculo de la fiesta, se irritó
y sintió celos.
San
Bernardo pensaba que Lucifer y sus compañeros se sintieron afectados de forma
parecida cuando supieron que Dios tomaría forma humana y no de ángel. En
realidad, si lo pensamos un poco, llegaremos a la conclusión de que hubiera
sido mucho más razonable y honorable para Dios adoptar la forma de sus más
nobles criaturas, los ángeles, que la pecadora naturaleza humana afectada por
el veneno de la serpiente, el diablo, en el paraíso.
La
asunción de la naturaleza humana y la unión de Dios con el hombre en la persona
de Cristo es comparable a sentar una sucia cerda a la mesa y expulsar de ella a
gente santa y piadosa. Además, san Bernardo afirmó que los buenos ángeles
cantaron alegres diciendo: «Si esta disposición contenta a Dios, nuestro Señor
y Creador, también nos contenta a nosotros» y permanecieron en los cielos y
reconocieron a Cristo como su Señor y Dios. Esto se verifica en Mat_28:6 donde
un ángel dice a María Magdalena y otras mujeres: «Venid y ved el lugar donde
yace el Señor».
Aunque
estas ideas expresadas por san Bernardo no constituyen un artículo de fe,
parecen plausibles. Resulta enojoso para nuestra naturaleza ver a Dios mismo
tomar la pobre, débil y corrupta naturaleza humana y desdeñar la santa y
gloriosa naturaleza angélica. Estas son las reflexiones que surgen del corazón
y de la mente de san Bernardo ante este texto que provoca la delicia de sus
meditaciones.
Por
mi parte, afirmo que a los queridos padres también les asombró que la divina
majestad asumiera este saco de gusanos de la humana naturaleza, excepto el
pecado y la culpa de la muerte. Comía, bebía, dormía, se despertaba, etc., pero
no nació con pecado como nosotros. Resulta tan indescriptible e inexplicable
que nadie que crea en ello dejará de maravillarse. Cielos, tierra y todas las
criaturas se llenan de asombro ante el pensamiento de que Dios considere a los
hombres más nobles y estimados que los ángeles, aunque en comparación, aquellos
resulten criaturas realmente desgraciadas.
Es
lógico que produjera envidia la preferencia de Dios por la humana naturaleza
sobre la angélica. De ahí que debamos meditar en ésta nuestra enorme gloria.
Los ángeles de los cielos se alegran con la encarnación a la vez que le rodean
y le sirven constantemente y por eso, estuvieron alrededor de la tumba cuando
resucitó.
De
ahí que lo santos padres tuvieran buenas razones para tener en cuenta las
palabras «Y se hizo hombre». No sería nada fuera de lo común que estalláramos
en lágrimas de felicidad. Incluso aunque yo no me salvara —¡que Dios no lo
permita!— seguiría llenándome de gozo el pensamiento de que Cristo, que es de
mi carne, sangre y alma, está sentado en los cielos a la diestra de Dios Padre
y que tal honor le ha sido conferido en mi naturaleza, carne y sangre.
Más
tarde san Bernardo deliberó sobre estas palabras y emitió unas consoladoras
reflexiones a partir de ellas: «Ahora veo que Dios mi Señor, no está enojado
conmigo porque es de mi carne y sangre y se halla sentado a la diestra del
Padre celestial como Señor de todas las criaturas. Si, por el contrario, su ira
estuviera sobre mí, no hubiera tomado mi carne ni mi sangre». Nosotros también
consideramos las palabras «Y se hizo hombre» con un asombro reverente y lo celebramos
cantando con notas largas como se hace en la iglesia. Esto es justo porque todo
nuestro consuelo y alegría contra el pecado, la muerte, el diablo, el infierno
y la desesperación se resuelve con ellas y con nada más.”
SAN CIRILO
“Uniéndose
el Verbo a la carne, animada por el alma racional, según la sustancia, de un
modo inefable e ininteligible, se hizo hombre y fue llamado Hijo del hombre, no según la voluntad
sola o su beneplácito, ni tampoco por haber tomado su persona. Pueden,
ciertamente, reunirse varias naturalezas en una verdadera unión, pero aquí no
hay más que una persona como resultado de las dos: Cristo y el Hijo, no dejando
de existir por su unión la diferencia de naturalezas.”
ORIGENES
“Lo
que se dice respecto de Jesucristo a continuación: "lleno de gracia y de
verdad", se debe entender en dos sentidos. Porque puede referirse a la
humanidad y a la divinidad del Verbo encarnado. De tal modo, que la plenitud de
la gracia se refiera a la humanidad, en virtud de que Jesucristo es cabeza de
la Iglesia y el primogénito de toda criatura. Porque el ejemplo mayor y
principal de la gracia, por la cual, sin otros méritos precedentes, el hombre
se hace Dios, se demuestra primeramente en El mismo. Puede también entenderse
esta plenitud de gracia por el Espíritu Santo, cuya operación de siete formas o
dones enriqueció la humanidad de Jesucristo. La plenitud de la verdad se
refiere a la divinidad.”
W. PARTAIN – B. REEVES
“Juan
afirma la deidad de Jesús y la humanidad de Cristo. En Luc_24:39 y otros textos
la palabra carne se refiere al cuerpo, pero en este texto (Jua_1:14) la palabra
carne significa humanidad (Mat_16:17; Mat_24:22; Rom_3:20; 1Co_1:29; Gál_1:16).
Al afirmar su humanidad él refuta a los gnósticos (docetistas) que decían que
Cristo no ocupó un verdadero cuerpo de carne sino que solamente parecía ser
humano.
La humanidad de Cristo se observa en
los siguientes textos: 4:6, 7 (cansancio); 6:53 (tenía carne y sangre); 8:40
(querían matarle); 11:33, 35 ("se estremeció en espíritu y se conmovió...
lloró"); 12:27 ("está turbada mi alma"); 13:21 ("se
conmovió en espíritu"); 19:28 ("tengo sed").
¡Cristo llegó a ser hombre para
morir por nosotros! "Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y
sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte,
al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los
que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre" (Heb_2:14-15). Logró este propósito al morir por nosotros
(10:5-12).
Cristo, siendo Dios, tuvo que ser
hombre también para poder ser nuestro Mediador o sumo sacerdote (mediador)
(Heb_2:18; Heb_4:15; Heb_7:26; 1Ti_2:5).
Esta gran verdad fue enseñada por
Pablo: "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la
Deidad" (Col_2:9); "ya conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (2Co_8:9).
Cristo llegó a ser hombre y murió
por nosotros para dejarnos un ejemplo perfecto de cómo humillarnos para que
Dios nos exalte (Flp_2:5-11). "Cristo Jesús, el cual siendo (existiendo)
en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres" (Flp_2:6-7). Es importantísimo que se entienda que la expresión
se despojó a sí mismo se refiere a la encarnación de Cristo, y que de ninguna
manera dejó de ser igual a Dios. En seguida se presenta el estudio de Flp_2:5-7
para recalcar esta verdad.
Flp_2:5 -- " Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". Mat_11:29,
"Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón". Cristo Jesús es el perfecto ejemplo de la humildad enseñada
en los vers. 1-4. El dejó su habitación celestial y su gloria inefable para
nacer en un pesebre, tomando la forma de hombre. Fue criado en Nazaret, una
ciudad despreciada por los de Judea (Jua_1:46), era galileo y algunos de sus
apóstoles también eran galileos. Llevó una corona de espinas, murió sobre una
cruz romana como malhechor, y fue sepultado en un sepulcro ajeno. De esta
manera nuestro Señor Jesucristo tomó la forma más humilde de la humanidad para
salvarnos y para dejarnos el ejemplo perfecto de la humildad.
2:6 -- " el cual, siendo en
forma de Dios". La Deidad de Jesús se enseña claramente en este texto (los
vers. 6-11).
-- " siendo". Esta palabra
enfatiza la realidad de la existencia (Hch_16:20, "siendo judíos";
Gál_2:14). Por eso, indica lo que se expresa más ampliamente en Jua_1:1. La
Biblia de las Américas está muy equivocada en la traducción de esta palabra
(hupárkon), pues esta versión dice existía en lugar de existiendo (gerundio,
tiempo presente). Cristo no dejó de existir en forma de Dios cuando tomó la
forma de siervo.
-- " forma". La palabra
"forma" viene de MORPHE que solamente aparece en este texto (vers. 6,
7) y en Mar_16:12, "se apareció en otra forma a dos de ellos". Según
los léxicos significa "forma, figura" (Mckibben-Stockwell-Rivas);
"la forma en la cual una persona o cosa se ve; la apariencia externa... la
forma en la cual él apareció a los habitantes del cielo" (Grimm-Thayer);
"forma, apariencia externa, figura" (Arndt-Gingrich).
Pero Thayer admite que otros
eruditos (como Lightfoot y Trench) dicen que "MORPHE forma difiere de
SCHEMA figura, forma, apariencia, como aquello que es intrínseco y esencial
difiere de lo que es externo y accidental" y agrega que "la
distinción es rechazada por muchos". (La palabra SCHEMA traduce la palabra
"condición" o forma, LBLA, del ver. 8).
El Diccionario Expositivo de Vine
dice, " MORPHE denota la forma o rasgo distintivo especial o
característico de una persona o cosa. Se usa con un significado particular en
NT, sólo de Cristo, en Flp_2:6-7, en las frases 'siendo en forma de Dios' y
'tomando forma de siervo'. Una excelente definición de esta palabra es la dada
por Gifford: ' MORPHE es así propiamente la naturaleza o esencia, no en
abstracto, sino tal como subsiste realmente en el individuo, y retenida en
tanto que el individuo mismo existe... Así, en el pasaje ante nosotros MORPHE
THEOU es la naturaleza divina real e inseparablemente subsistente en la Persona
de Cristo... Para la interpretación de 'la forma de Dios' es suficiente decir
que (1) incluye toda la naturaleza y esencia de la Deidad, y que es inseparable
de ellas, ya que no podrán tener existencia real sin ella; y (2) que no incluye
en sí misma nada 'accidental' o separable, tal como modos particulares de
manifestación, ni condiciones de gloria o majestad, que pueden en un momento
estar junto con la 'forma', y en otro momento separados de ella... El verdadero
significado de MORPHE en la expresión 'forma de Dios' queda confirmada por su
repetición en la frase correspondiente, 'forma de siervo'. Se admite
universalmente que las dos frases son directamente antitéticas, y que por ello
'forma' tiene que tener el mismo sentido en ambas' (Gifford, The Incarnation,
págs. 16, 19, 39). La definición anteriormente mencionada se aplica a su
utilización en Mar_16:12, en cuanto a las maneras particulares en que el Señor
se manifestó a Sí mismo".
The Expositor's Greek Testament dice
que la palabra MORPHE se refiere a la naturaleza de Cristo, es decir, que El
era divino (y llegó a ser humano). Cita 2Co_8:9 como el paralelo más cercano a
Flp_2:6 y dice que en ambos Pablo se refiere al "contraste inefable entre
el estado celestial y el estado terrenal".
Por lo tanto, vemos que algunos
eruditos dicen que MORPHE significa la forma esencial e intrínseca de Cristo
como Dios y también como hombre, y otros eruditos dicen que la palabra
significa simplemente su apariencia. Lo importante es que se afirme enfáticamente
la Deidad de Cristo, antes y después de llegar a ser hombre. Los que definen la
palabra "forma" como figura o apariencia no niegan la Deidad de
Cristo, sino solamente aplican la palabra al "aspecto" (Jua_5:37) o
gloria (Jua_17:5) de su estado preencarnado.
Nadie puede negar que había
contraste entre su estado celestial y su estado terrenal. Recuérdese sobre todo
que el punto principal de Pablo es la humillación de Cristo. La encarnación de
Cristo es el ejemplo supremo de la humillación, y Pablo habla de ella para que
sirva de ejemplo para los cristianos (ver. 5, "Haya, pues, en vosotros
este sentir que hubo también en Cristo Jesús.").
"Siendo en forma de Dios"
se refiere, pues, o al estado divino (su Deidad) y o a la gloria que Cristo
tenía con el Padre "antes que el mundo fuese" (Jua_17:5).
Posiblemente la palabra se refiera a las dos cosas, porque los dos conceptos no
chocan. Hay un contraste aquí entre "forma de Dios", MORPHE THEOU y
"forma de siervo" MORPHE DOULOU. Cuando Cristo llegó a ser hombre, no
se despojó a sí mismo de su Deidad; no dejó de ser Dios. En el cielo Cristo
tuvo el aspecto de Dios (Jua_5:37); en la tierra, sin embargo, tuvo el aspecto
de un siervo. Su conducta era la de un siervo, aunque demostraba ampliamente
que era Dios.
-- "no estimó el ser igual a
Dios... "Jesucristo siempre era y siguió siendo igual a Dios aquí en la
tierra (Jua_5:18) porque El es Dios (Dios el Hijo). Véanse Rom_9:5; Col_2:9;
Tit_2:13; 2Pe_1:1; 1Jn_5:20.
-- " como cosa a que
aferrarse". Cristo no estimó el ser igual a Dios en cuanto a la majestad
celestial como cosa a qué aferrarse o asirse fuertemente como a un premio o
tesoro demasiado precioso para ser dejado aun por un tiempo corto, es decir,
Cristo no rehusó humillarse. Al contrario, estaba dispuesto a llegar a ser un
hombre para morir por nosotros. Muchos (como los "testigos" del
Atalaya) quieren robar a Jesús de su Deidad. Dicen que El no es todopoderoso, y
que no es eterno (estos son atributos de la Deidad). Pero nuestra salvación
depende de la verdad afirmada tantas veces en la Biblia de que Cristo es
eterno, y que cuando llegó a ser hombre (aceptó la naturaleza humana), no dejó
de ser Dios (no dejó ni su naturaleza divina, ni sus atributos divinos). Un
mero hombre no podía salvarnos.
2:7 -- " se despojó a sí
mismo". Este texto se refiere simple y sencillamente a la encarnación de
Cristo (Mat_1:23; Jua_1:14; Col_2:9). En el resto del versículo Pablo emplea
dos gerundios para explicar claramente cómo Cristo se despojó a sí mismo:
"tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres". "Se
despojó a sí mismo"; ¿cómo? "tomando forma de siervo". ¿Cuándo?
cuando fue "hecho semejante a los hombres".
Como dice Lenski, "'Se despojó
a sí mismo' es un pensamiento incompleto que nos deja con una pregunta. Pablo
completa el pensamiento, pero no con una declaración acerca de algo que Cristo
se hubiera despojado (vaciado) fuera de sí mismo, sino por un participio
(gerundio) que define el acto de despojarse: 'en que él tomó la forma de
siervo', e inmediatamente dice cuándo todos estos actos ocurrieron: 'cuando
llegó a ser semejante al hombre', cuando se encarnó. Todos los aoristos...
expresan acción simultánea" (énfasis mío, wp).
Vine dice la misma cosa al comentar
sobre la palabra KENOO (despojarse): "Las cláusulas que siguen al verbo
dan la exégesis de su significado, especialmente las frases 'forma de siervo',
y 'semejante a los hombres'" (énfasis mío, wp).
También Lange dice la misma cosa:
"Es el llegar a ser hombre, o sea, la encarnación, que se indica, como
declara lo que sigue, y ya que LABON (que es contemporánea con EKENOSE como en
Efe_1:9; Efe_1:13) debe entenderse como un límite modal del verbo (EKENOSE),
este despojamiento de sí mismo es la encarnación del Señor".
Dejó el ambiente celestial, la majestad
y gloria que tenía con el Padre (Jua_17:5) y llegó a ser hombre. ¿Cómo se vio
Jesús aquí en la tierra? Como hombre, como inferior a los ángeles. ¿Por qué
aceptó esta forma humilde? Para dar su cuerpo por nuestros pecados
(Heb_2:14-15; Heb_10:4-10).
Pero su humillación no afectó en lo
más mínimo su Deidad. Se refiere únicamente a su gran humillación en la
encarnación, de que vino a ser hombre para poder morir por nosotros y así
salvarnos de los pecados. Dios no podía morir por nosotros, porque Dios no
puede morir. Los ángeles no podían morir por nosotros. El hombre no podía morir
por sus propios pecados porque todos los hombres han pecado (Rom_3:23). La
sangre de animales no puede quitar los pecados (Heb_10:4). Entonces, ¿cuál era
la solución? Dios llegó a ser hombre para poder morir por nosotros No había y
no hay otro plan de salvación. Los que rechazan el sufrimiento vicario de
Cristo terminantemente rechazan la salvación de sus almas.
La gran verdad de la humillación de
Jesucristo, una verdad tan sublime, es usada por los "testigos de Jehova"
como arma contra Cristo para atacar su Deidad y blasfemar su santo nombre.
(Todo "testigo" se arrepentirá de su blasfemia cuando muera).
Cristo no menospreció en ninguna
manera la exaltación que gozaba con el Padre, pero su misión terrenal era de
tanta importancia que estaba dispuesto a hacer este sacrificio.”
WILLIAM BARCLAY
“Bien
se podría decir que este es el versículo más importante de todo el Nuevo
Testamento. Debemos por tanto pasar un tiempo considerable estudiándolo para
penetrar más de lleno en sus riquezas.
Ya
hemos visto que hay algunas grandes palabras que le bullen a Juan en la mente y
dominan su pensamiento y son los temas con los que se elabora todo su mensaje.
Aquí tenemos otras tres de esas palabras.
(1)
La primera es gracia. Esta palabra
contiene siempre dos ideas básicas.
(a)
Siempre incluye la idea de algo que es
totalmente inmerecido, que no podríamos nunca ganarnos o conseguir por nosotros
mismos. El hecho de que Dios viniera a la Tierra a vivir y a morir por
nosotros no fue nada que la humanidad hubiera merecido, sino un acto de puro
amor por parte de Dios. La palabra gracia subraya al mismo tiempo la pobreza
desesperada de la humanidad y la ilimitada generosidad de Dios.
(b)
Siempre incluye la idea de belleza.
En griego .moderno quiere decir encanto. En Jesús vemos el atractivo
irresistible de Dios. Se había pensado en Él -en términos de fuerza, de
majestad y de juicio; como un poder capaz de aplastar toda oposición y derrotar
toda rebelión; pero en Jesús nos encontramos con la sencilla amabilidad de
Dios.
(2)
La segunda es verdad. Esta palabra es
una de las notas dominantes del Cuarto Evangelio. Nos la encontramos una y otra
vez. Aquí no podemos más que reunir y resumir lo que Juan tiene que decir
acerca de Jesús y la verdad.
(a)
Jesús es la encarnación de la verdad.
Él dijo: «Yo soy la verdad» (14:6). Para ver la verdad tenemos que mirar a
Jesús. Aquí hay algo infinitamente precioso para todas las almas y mentes
sencillas. Son los menos los que pueden captar las ideas abstractas; la mayor
parte de nosotros tenemos que ver las cosas para entenderlas. Podríamos pasar
mucho tiempo pensando y discutiendo, y no nos acercaríamos a una definición
satisfactoria de lo que es la belleza; pero, si podemos señalar a una persona
en la que brille esa cualidad y decir: "¡Eso es belleza!», todos estaremos
de acuerdo y lo veremos claro. Desde que la humanidad empezó a pensar en Dios
se viene intentando definir Quién y Qué es... y sus mentes diminutas no
consiguen llegar a una definición satisfactoria. Pero ahora podemos dejar de
pensar por nosotros mismos, y mirara Jesucristo y decir: «¡Así es como es
Dios!» Jesús no vino para hablar de Dios, sino para mostrar cómo es Dios, para
que la persona más sencilla pudiera conocerle tan íntimamente como el más
grande de los filósofos.
(b)
Jesús es el comunicador de la verdad.
Les dijo a Sus discípulos que, si seguían con Él, conocerían la verdad (8:31).
Le dijo a Pilato que el objeto de Su venida a este mundo había sido dar
testimonio de la verdad (18:37). La gente se agolpará para escuchar a un
maestro o predicador que pueda ofrecerles alguna dirección en el embarullado
negocio de la vida y el pensamiento. Jesús es el único Que, en medio de las
sombras; puede aclarar las cosas; el único Que, en las múltiples encrucijadas
de la vida, nos puede indicar el verdadero camino; el único Que, en los
confusos momentos de la decisión, nos permite escoger correctamente; el único
Que, entre las muchas voces que reclaman nuestra atención y nuestra lealtad,
nos dice lo que debemos creer.
(c)
Aunque Jesús ya no está corporalmente en
la Tierra, nos ha dejado Su Espíritu para que nos guíe a toda la verdad. Su
Espíritu es el Espíritu de la verdad (14:17; 15:26; 16:13). No se limitó a
dejarnos un libro de instrucciones y un cuerpo de doctrina. No tenemos que
buscar en un libro de texto difícil de entender para descubrir lo que tenemos
que hacer. Todavía, hasta el día de hoy, podemos preguntarle a Jesús lo que
tenemos que hacer, porque Su Espíritu está con nosotros en cada paso del
camino.
(d)
La verdad es lo que nos hace libres
(8:32). Siempre hay un cierto poder libertador en la verdad. Los niños
adquieren a menudo ideas fantásticas y erróneas acerca de las cosas cuando
piensan por sí mismos; y a menudo les producen miedo. Cuando se les dice la
verdad, se emancipan de sus temores. Puede- que una persona tenga miedo de
estar enferma; si va al médico, aunque el diagnóstico sea malo, se librará por
lo menos de los temores vagos que antes la asediaban. La verdad que Jesús nos
trae nos libera de la alienación de Dios; nos libera de la frustración, de
nuestros temores y debilidades y derrotas. Jesucristo es el mayor libertador
del mundo.
(e)
La verdad puede causar resentimiento.
Hubo quienes trataron de matar a Jesús porque les había dicho la verdad (8:40).
La verdad puede que condene a una persona; puede que le indique lo muy
equivocada que estaba. «La verdad -decían los filósofos cínicos- puede ser tan
irritante como. la luz para los ojos doloridos.» Los cínicos declaraban que el
maestro que no ha molestado nunca a nadie, nunca le ha hecho a nadie ningún
bien. Puede que la gente cierre los oídos y las mentes a la verdad, que maten
al que se la dice... pero la verdad permanece. Nadie ha destruido jamás la
verdad por negarse a escuchar la voz que se la presentaba; y la verdad acabará
por alcanzarle, más, tarde o más temprano.
(f)
La verdad se puede rechazar (8:45).
Hay dos razones principales para no creer: porque es demasiado buena para ser
verdad, o porque se está demasiado ligado a medias verdades de las que no se
puede soltar. En muchos casos una media verdad es el peor enemigo de -la verdad
total.
(g) La verdad no es nada abstracto, sino algo que hay que hacer (3:21). Es algo que hay que conocer con la mente, aceptar con el corazón y poner por obra en la vida.”
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