viernes, 10 de marzo de 2023

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1 VERSICULO 13

 



 

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1 VERSICULO 13

RV1960

NVI1999

BTX4

Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.

Los cuales no fueron engendrados de sangres, ni de voluntad de carne ni de voluntad de varón, sino de DIOS.

TR+

INA27+

VUL

οιG3739 R-NPM ουκG3756 PRT-N εξG1537 PREP αιματωνG129 N-GPN ουδεG3761 CONJ-N εκG1537 PREP θεληματοςG2307 N-GSN σαρκοςG4561 N-GSF ουδεG3761 CONJ-N εκG1537 PREP θεληματοςG2307 N-GSN ανδροςG435 N-GSM αλλG235 CONJ εκG1537 PREP θεουG2316 N-GSM εγεννηθησανG1080 V-API-3P 

οι G3739:R-NPM Quienes ουκ G3756:PRT-N no εξ G1537:PREP procedente de αιματων G129:N-GPN sangres ουδε G3761:CONJ-N ni εκ G1537:PREP procedente de θεληματος G2307:N-GSN cosa deseada σαρκος G4561:N-GSF de carne ουδε G3761:CONJ-N ni εκ G1537:PREP procedente de θεληματος G2307:N-GSN cosa deseada ανδρος G435:N-GSM de varón αλλ G235:CONJ sino εκ G1537:PREP procedente de θεου G2316:N-GSM Dios εγεννηθησαν G1080:V-API-3P fueron nacidos

qui non ex sanguinibus neque ex voluntate carnis neque ex voluntate viri sed ex Deo nati sunt 

KJV

Which were born, not of blood, nor of the will of the flesh, nor of the will of man, but of God. 

TCB

No son engendrados. Jua_3:3, Jua_3:5; Stg_1:18; 1Pe_1:3, 1Pe_1:23; 1Pe_2:2; 1Jn_3:9; 1Jn_4:7; 1Jn_5:1, 1Jn_5:4, 1Jn_5:18.

 

De sangre. Jua_8:33-41; Mat_3:9; Rom_9:7-9.

 

Ni de voluntad de carne. Gén_25:22, Gén_25:28; Gén_27:4, Gén_27:33; Rom_9:10-16.

 

Ni de voluntad de varón. Sal_110:3; Rom_9:1-5; Rom_10:1-3; 1Co_3:6; Flp_2:13; Stg_1:18.

 

Sino de Dios. Jua_3:6-8; Tit_3:5; 1Jn_2:28, 1Jn_2:29.

 

 

COMENTARIOS:

ISAAC AMBROSE

“Fue un milagro que Dios nos mirara en nuestra sangre: ¡Oh milagro de misericordia! Si la creación no puede existir sin un milagro, seguramente la nueva criatura es un milagro en verdad. Tan contrarias son nuestras naturalezas perversas a todas las posibilidades de salvación, que si la salvación no hubiera venido hasta nosotros como milagro, nosotros hubieramos perecido en las ruinas de una triste eternidad. De hecho, todo hombre que vive en estado de gracia es un milagro perpetuo; y es que su razón se convierte en fe, su alma en espíritu, su cuerpo en templo, su tierra en cielo, su agua en vino, sus aversiones de Cristo en unión íntima con Cristo. ¡Oh, qué cadena de milagros es esta! Señor, "si quieres, puedes limpiarme". Decid así, los que aún estáis en la sangre; Señor, "Creo, ayuda mi incredulidad".

JOHN OWEN

“Esta es la naturaleza de los Hijos de Dios, esta es su tendencia. "Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre". Todos son engendrados en el alma por y en la observancia de estas leyes del gobierno de Cristo. Dios nos Libera el alma del poder de la lujuria, del servicio del pecado, el miedo a la muerte, al infierno y al mundo, y nos guía en la verdad, hace fecunda nuestra alma entre la humanidad y amable con Dios mismo.”

GARY BURGE

“El versículo 13 plantea un interesante desafío. Algunos manuscritos consignan el verbo del versículo 13a en singular: «quien nació, no de sangre.», dando a entender que el sujeto de esta oración es Jesús. Es decir, Jesús nació únicamente por la voluntad de Dios. La mayoría de las traducciones, no obstante, retienen el plural, de modo que el versículo 13 se hace eco del pensamiento del versículo 12. Aquellos que siguen al Verbo, quienes creen y obtienen el poder divino, participarán también del nacimiento divino. Esta es la concepción que tiene Juan de la conversión: Una fe consciente unida a una transformación divina.

Una cuidadosa lectura de 1 Juan muestra que «hijo de Dios», «nuevo nacimiento» y «nacido de Dios» eran expresiones muy comunes con que Juan describe el discipulado (1Jn 3:2, 9; 4:4, 7, 12–13). En otras palabras, habrá una vigorosa transformación de aquellos que aceptan esta luz, que se ponen del lado de la luz en lugar de las tinieblas, que se aferran al Mesías en lugar de al mundo.”

RAYMOND BROWN

“El Hijo soplará su Espíritu de nueva vida sobre ellos, del mismo modo que Dios insufló el espíritu de vida sobre Adán. Habrá una nueva creación que sustituirá a la anticua, que había rechazado a Dios. Los creyentes son aquellos que el Padre ha dado a la Palabra, los predestinados por una predestinación que se manifiesta en la realización de la obra buena de Dios.”

A.W PINK

“Esto nos explica por qué unos pocos "reciben" a Cristo. Es porque son nacidos de Dios. Así como el versículo 12 nos da el lado humano, el versículo 13 nos da el Divino. El lado Divino es el nuevo nacimiento: y el tener lugar del nuevo nacimiento "no es de sangre", es decir, no es una cuestión de herencia, porque la regeneración no corre por las venas; "ni de la voluntad de la carne", ya que la voluntad del hombre natural se opone a Dios, y él no tiene voluntad hacia Dios hasta que haya nacido de nuevo; "ni de la voluntad del hombre", es decir, el nuevo nacimiento no se produce por esfuerzos bien intencionados del hombre. Solo es obra de Dios este nuevo nacer.”

DAVID GUZIK

“Juan nos recuerda de la naturaleza del nacimiento. Los que lo recibieron son nacidos de Dios, no de esfuerzo o logro humano.

“Son ‘no de sangres’. El plural es curioso…El plural aquí podría señalar a la acción de ambos padres, o podría referirse a la sangre como conformada por muchas gotas.” (Morris)

Este nuevo nacimiento es algo que trae cambio a la vida. “El hombre es como un reloj que cuenta con un nuevo resorte espiral, no solamente rostro y manos reparados, sino nueva maquinaria interna, con trabajos recién ajustados, los cuales actúan a un tiempo y una tonada diferente; y donde antes iba mal, ahora va bien, porque está bien por dentro.” (Spurgeon).”

LUIS PALAU

“Notemos tres declaraciones negativas y una positiva:

1. “No son engendrados de sangre…” La salvación no es hereditaria, no se transmite ni por familias, ni por sangre, ni por razas. No nacemos automáticamente en la familia de Dios, nacemos sobrenaturalmente. No somos hechos hijos de Dios como parte de la naturaleza humana, porque nuestros padres hayan sido hijos de Dios. En el reino del Padre sólo es posible entrar a través de Jesucristo.

2. “… ni de voluntad de carne…” No es por decisión personal ni por esfuerzo propio. Así como un niño no nace por voluntad propia sino porque su padre y su madre se unieron, nadie tampoco puede producir el nuevo nacimiento por esfuerzo propio. No podemos regenerarnos a nosotros mismos. Uno podrá tener la intención y el deseo de un cambio radical en su ser, pero por sí mismo no puede cambiar, por mucho que se esfuerce.

3. “… ni de voluntad de varón…” El nuevo nacimiento no se produce por intervención humana, por algo que otro ser humano haga por nosotros. Ninguna persona—no importa la posición eclesiástica que ocupe—puede impartir el nuevo nacimiento a otro. Ningún rito ni ceremonia puede producir la regeneración espiritual. Un pastor podrá colocar sus manos sobre la cabeza de una persona y bendecirla, podrá orar por ella, aun bautizarla, pero eso no cambiará su vida. No es por voluntad de varón.

4. “… sino de Dios.” Sólo somos engendrados espiritualmente por voluntad divina, y no se trata de un proceso físico sino espiritual. Nacemos por voluntad de Dios y ésta es una obra sobrenatural. Por eso los hijos de Dios nos comportamos de una forma diferente. Disfrutamos la vida de un modo distinto, y triunfamos sobre las tentaciones de una manera real. Somos hijos sobrenaturales de Dios desde el momento en que Cristo entra en nuestro corazón y para toda la eternidad.”

JUAN CALVINO

“Algunos piensan que aquí se hace una referencia indirecta a la absurda confianza de los judíos, y yo adopto de buen grado esa opinión. Tenían continuamente en la boca la nobleza de su linaje, como si, por ser descendientes de un linaje sagrado, fueran naturalmente santos. Y con justicia se hubieran glorificado en su descendencia de Abraham, si hubieran sido hijos legítimos y no bastardos; pero el resplandor de la fe no atribuye nada a la generación carnal, sino que reconoce su obligación a la gracia de Dios únicamente para todo lo que es bueno. Juan, por lo tanto, dice que aquellos entre los gentiles que antes eran inmundos y que creen en Cristo no nacen como hijos de Dios desde el vientre, sino que son renovados por Dios para que puedan comenzar a ser sus hijos. La razón por la que usa la palabra sangre en plural parece haber sido que podría expresar más plenamente una larga sucesión de linajes; porque esto era parte de la jactancia entre los judíos de que podían rastrear su descendencia, por una línea ininterrumpida, hacia arriba hasta los patriarcas.”

JOHN MACARTHUR

No de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Esas tres declaraciones negativas enfatizan el hecho de que la salvación no se obtiene por medio de la herencia racial o étnica (sangre), deseo personal (carne) o un sistema construido por el hombre (varón) (véase también Mt. 8:11-12; Lc. 3:8; Gá. 3:28-29).

La gran verdad de la elección y la gracia soberana se presenta aquí apropiadamente desde el mismo fundamento de la mención juanina de la salvación. Nuestro Señor hablará de esta verdad en 6:36-47; 15:16; 17:6- 12. Como todos cargan con el pecado de la incredulidad y el rechazo, la frase sino de Dios significa que la salvación, esto es, recibir y creer en el Señor Jesucristo, es imposible para todo pecador. Dios de manera sobrenatural puede otorgar el poder, y con este la vida y la luz divina, al pecador en muerte y tinieblas.”

HULDRYCH ZWINGLI

“Es como si estuviera diciendo: Este nacimiento no nace de carne y hueso, no por voluntad o razón humana, no por libre albedrío y fuerza humana, sino de Dios. También diría: Oh ustedes judíos, su nacimiento carnal no tiene ninguna ventaja para este nacimiento celestial y regeneración espiritual. Ustedes se enorgullecen de ser descendientes de Abraham, pero deben nacer de nuevo del espíritu por medio de la fe. Porque no todos los israelitas son de Israel, sino los que creen como Abraham mismo creyó.

Por naturaleza, nacemos infelizmente de nuestro creador, Adán, y somos hijos de la muerte y el infierno. Porque si somos niños, y es necesario nacer, entonces debemos nacer de nuevo.

Dondequiera que tenga lugar un renacimiento, no hay duda de que el nacimiento antiguo y carnal debe ser completamente destruido y morir junto con todas las fuerzas y obras humanas. Entonces se produce una renovación de un ser humano nuevo e interior debido al conocimiento de la misericordia de Dios dada en Cristo. Por sangre debe entenderse generalmente de toda reproducción natural, como nacer de la carne de los antepasados y de los judíos, que tenían la promesa.”

ALBERT BARNES

“El nuevo nacimiento es el comienzo de la vida espiritual. Antes, el pecador estaba muerto en pecados (Efesios 2:1); ahora comienza a vivir de verdad. Y así como el nacimiento natural es el comienzo de la vida, nacer de Dios es ser introducido a la vida real, a la luz, a la felicidad y al favor de Dios.”

CHARLES SIMEON

“Samuel, David, Ezequías, nunca habrían dejado que sus propios hijos perecieran, si hubieran podido salvarlos con sus propios esfuerzos; tampoco Pablo, que “tenía continuo dolor y pesar en su corazón por causa de sus hermanos. Es “solo de Dios” que cualquier verdadero creyente “nace” [“Solo de Dios proviene todo don bueno y perfecto" Santiago 1:17]. Si alguno de nosotros recibe la gracia salvadora, se debe al ejercicio de su voluntad soberana y a la operación de su gracia eficaz. De esto dan testimonio todas las Escrituras. "De su propia voluntad nos engendra con la palabra de verdad [Santiago 1:18.]". Desde toda la eternidad seleccionó los objetos de su elección, predestinándolos para la adopción como hijos; para que por toda la eternidad sean “para alabanza de la gloria de su gracia [Efesios 1: 4-6]”.

Examine este asunto, mis amados hermanos. Aquí está el punto preciso de diferencia entre los hijos de Dios y los hijos del maligno. Aquellos que nacen de la carne solamente, pueden ser morales y externamente religiosos; pero el hijo de Dios vive por la fe en el Hijo de Dios, recibiendo todas las bendiciones de su plenitud y perfeccionándolas todas para su gloria. Este es un nuevo nacimiento: y si fueran tan morales como el mismo Nicodemo, igual deben experimentarlo, a riesgo de sus almas; y, a menos que naciereis así de arriba, no podréis entrar en el reino de Dios.

Hermanos, os ruego que aclaren bien esto en sus mentes: porque sólo para aquellos que están en esta relación con su Dios hay “alguna herencia entre los santos en luz”. Esforcémonos por manifestarlo, en nuestra vida y en nuestra conversación, Dios tenía un único Hijo amado, a quien envió desde el cielo para morar en la tierra. Y la Escritura nos informa completamente qué disposiciones ejerció y qué conducta siguió. Y todo aquel que es nacido de Dios seguirá sus pasos y “andará como andaba”.

Él “ya no andará más según el curso de este mundo, según el Príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia”. Ya no será del mundo, como tampoco lo fue Jesucristo del mundo. Él se elevará por encima de ella. Él le será al mundo  por crucificado; y el mundo le considerará también como un objeto crucificado, que ya no tiene ningún encanto para él, ni ningún poder sobre él.

También su temperamento estará mortificado y subyugado. Tendrá la mansedumbre y la dulzura de Cristo en todo su comportamiento; y, si no puede alcanzar perfectamente la medida que hubo en Cristo Jesús, la aspirará y no se saciará con nada menos. En una palabra, no vivirá para sí mismo, sino para Dios, haciendo que sea "su comida y su bebida hacer la voluntad de su Salvador y Redentor". Ahora bien, hermanos, esta es la forma en que vivirán, si son hijos de Dios. "Brillarás como luces en un mundo oscuro"; y "tu luz brillará cada vez más hasta el día perfecto". Una vez que logre esta conformidad con la imagen de su Salvador, no necesitará que nadie le diga de dónde vino, o por quién ha sido forjado. De buena gana darás toda la gloria a tu Dios; al que está sentado en el trono, y al Cordero por los siglos de los siglos.”

J.C RYLE

“Se dice de las personas que creen en el nombre de Cristo que no son nacidas “de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. La interpretación de esta expresión que es dada normalmente por parte de los comentaristas no me parece correcta ni nada parecido. El verdadero significado de las palabras, en mi opinión, es el siguiente: Los creyentes no llegaron a ser lo que son por la sangre (es decir, por ser descendientes de Abraham o por relación sanguínea con personas piadosas: la gracia no pasa de padre a hijo. Tampoco los creyentes llegaron a ser lo que son por voluntad de carne, es decir, por medio de los esfuerzos y el empeño de su propio corazón natural. La naturaleza nunca puede cambiarse a sí misma: “Lo que es nacido de la carne, carne es”.

Tampoco los creyentes llegaron a ser lo que son por voluntad de varón, es decir, por medio de los actos y hechos de otros: ni los ministros ordenados ni nadie más pueden conferir gracia a otro. El hombre no puede regenerar corazones. Los creyentes llegaron a serlo solo y completamente por la gracia de Dios. Es a la pura gracia de Dios que previene, llama, convierte, renueva y santifica a la que deben su nuevo nacimiento. Son nacidos de Dios o, como dice el capítulo 3 más claramente, “nacidos del Espíritu”.

La palabra que traducimos como “sangre” en singular es, en griego, plural: “sangres”. Esta peculiaridad ha provocado algunas conjeturas en cuanto a que la expresión hace referencia a la sangre derramada en la circuncisión y el sacrificio y enseña la incapacidad de estas cosas para regenerar al hombre. Pero esta idea parece inverosímil e improbable. Me parece que el uso del plural tiene la intención de excluir toda la confianza carnal en la ascendencia o en parentesco alguno. No era ni la sangre de Abraham ni la de David, Aarón, Judá o Leví la que podía otorgar gracia o hacer a alguien hijo de Dios.

Esta es la primera vez que se habla en la Escritura del nuevo nacimiento con estas palabras. No dejemos de advertir lo cuidadosamente que es protegida esa doctrina contra los errores y lo enfáticamente que se nos dice de dónde no procede este nuevo nacimiento, así como de dónde sí procede. Es un hecho notable que, cuando S. Pedro menciona el nuevo nacimiento, lo protege de manera similar (cf. 1 Pedro 1:23); y cuando habla de que el “bautismo” nos salva, añade cuidadosamente que es “no quitando las inmundicias de la carne” (1 Pedro 3:21). Ante todas estas precauciones, es curioso observar la pertinacia con que muchos echan abajo toda la doctrina del nuevo nacimiento afirmando que todas las personas bautizadas son nacidas de nuevo.

Debemos tener cuidado y no interpretar las palabras “son engendrados” como si el nuevo nacimiento fuera un cambio que tiene lugar en un hombre después de haber creído en Cristo, y que es el paso siguiente después de la fe. La fe que salva y la regeneración son inseparables. En el momento en que un hombre verdaderamente cree en Cristo, por muy débilmente que sea, es nacido de Dios.

La debilidad de su fe puede hacerle inconsciente del cambio, igual que un recién nacido sabe poco o nada de sí mismo. Pero donde hay fe siempre hay nuevo nacimiento, y donde no hay fe no hay regeneración.”

LEON MORRIS

“Muchos de los estudiosos de los manuscritos latinos optan por traducir el verbo “nacer” en singular, creyendo que se refiere al nacimiento virginal (En los antiguos manuscritos latinos (MS b) encontramos el singular, y el verbo (solo el verbo, el pronombre no) aparece en singular en syrc. Esta idea también cuenta con algo de apoyo patrístico, sobre todo de Ireneo (traducción latina; ver Adv. Haer. 3.16.2) y Tertuliano. Este último defendía vigorosamente la conjugación en singular (De Carn. Chr., 19), y cree que el plural es una invención de los heréticos).

Sin embargo, en todos los manuscritos griegos y la mayoría de traducciones aparece en plural, evidencia de tanto peso que hace que ésta sea la versión que aceptamos. Podría ser posible que Juan deliberadamente usara palabras que evocaran al nacimiento virginal, como Temple y Hoskyns sostienen (entre otros). Así podría recordar a sus lectores que su existencia espiritual se basa en lo que Cristo ha hecho por ellos.”

SAN AGUSTIN

“El ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo supone nacimiento. Si no nacen, no pueden ser hijos. Los hijos de los hombres nacen de la carne y de la sangre, de la voluntad del hombre y de la unión matrimonial. ¿Cómo nacen los hijos de Dios? No nacen éstos de las sangres, es decir, de la sangre del hombre y de la sangre de la mujer.

La palabra sangres (sanguina) no es palabra latina. El texto griego la usa en plural, y el intérprete prefirió conservarla así en latín (aunque, según los gramáticos, sea menos latina), con tal, sin embargo, que la explicación de la verdad se adapte más a las capacidades deficientes. Con la palabra sangre en singular no hubiera explicado suficientemente su pensamiento. Los hombres nacen de las sangres, de la sangre del hombre y de la sangre de la mujer. Sigamos usando así la palabra, sin temor a la censura de los gramáticos, con tal que sirva para dar una explicación más verdadera y más cierta de la verdad.

Mas para que nazcan los hombres de Dios fué preciso naciese Dios primero de los hombres. Cristo es Dios, y Cristo ha nacido de los hombres. Sólo se procuró madre en la tierra quien tenía ya Padre en los cielos. El mismo que, nacido de Dios, es nuestro Creador, es también nuestro Reparador, nacido de una mujer. No te extrañe, ¡oh hombre!, ser hijo de Dios por la gracia, no te extrañe tu nacimiento de Dios a semejanza de su Verbo.

Es el mismo Verbo quien consintió nacer primero del hombre con el fin de cerciorarte más de tu divino nacimiento. Ahora sí que puedes preguntarte a ti mismo por qué razón quiso Dios nacer del hombre. Es que fué tanto lo que me amó que, para hacerme inmortal, quiso nacer El mismo por mí a una vida mortal.”

WILLIAM HENDRIKSEN

“El evangelista enseña que los verdaderos hijos de Dios no deben su origen a la sangre (ascendencia física; por ejemplo, de Abraham), ni a la voluntad de la carne (el deseo carnal, el impulso sexual del hombre o la mujer), ni a la voluntad de varón (el instinto procreativo del hombre) sino sólo a Dios. Obsérvese el arreglo ascendente de las tres expresiones. Las tres hacen resaltar el hecho de que en ningún sentido los creyentes deben su nacimiento o situación a causas físicas o biológicas. Nicodemo necesitaba esta lección; y también la mayoría de los judíos, como se ve en los siguientes pasajes: 3:6; 8:31–59; Lc. 3:8; Gá. 3:11, 28.”

MATTHEW HENRY

“El privilegio de la regeneración: Engendrados… de Dios (v. Jua_1:13). Todos los hijos de Dios son nacidos de nuevo. Todos los que son adoptados es porque han sido regenerados. El texto sagrado pasa a decirnos cómo llega una persona a tal dignidad. Lo dice, primero, por negaciones: «Los cuales no han sido engendrados de sangre (lit. de sangres), lo que indica que el ser hijo de Dios no se hereda ni por parte de padre ni por parte de madre (¡Dios no tiene nietos!), ya que los hijos de «los hijos de Dios» necesitan ser salvos personalmente. Tampoco nuestro esfuerzo personal ni nuestro mérito ni nuestra decisión puramente humana («voluntad de carne» comp. con Jua_3:6) puede hacer que nazcamos de arriba. Finalmente la «voluntad de varón», esto es, el afán procreador del marido es igualmente incapaz de producir un «hijo de Dios».

Por supuesto tampoco el lugar, la nación, ni el rito bautismal pueden hacer de un ser humano un «cristiano». Todo esto tenía especial relevancia contra la pretensión de los judíos, quienes se creían «hijos de Dios» por el solo hecho de pertenecer racialmente al pueblo escogido y ser descendientes de Abraham, el padre de los creyentes. Segundo, se nos dice positivamente que sólo el que nace de Dios es hijo de Dios. Este nuevo nacimiento se debe a la Palabra de Dios como agencia exterior, y al Espíritu Santo de Dios como a la única iniciativa amorosa que obra internamente en nosotros este nuevo nacimiento. Los creyentes genuinos son así hijos de Dios (comp. 1Jn_3:9; 1Jn_5:1).”

MARTIN LUTERO

“Estas palabras constituyen la refutación evangélica de todos aquellos que alardean de algo dentro de sí mismos. Sin embargo, por ricos o buenos que sean, ello no contribuye en nada a ser hijos de Dios. Asimismo, el evangelista con estas palabras demuestra clara y distintamente quiénes son realmente los hijos y herederos de Dios y privilegiados al poder llamarle Padre. Por ello, debéis desdeñar todo cuanto goce de alta estima y reputación en el mundo. Aunque todo pueda originarse y nacer de Dios, no puede contribuir en nada al hecho de convertirse en hijo de Dios. Todo cuanto somos y tenemos pertenece con toda propiedad al infierno y está condenado a perecer. Nada servirá, sino el renacimiento de Dios a través de la fe en el hijo de Dios que se hizo hombre.”

JAMIESON – FAUSSET – BROWN

“Una filiación, pues, no de mero título y privilegio, sino de naturaleza, siendo hecha consciente el alma de las capacidades, percepciones y emociones de hijo de Dios, antes no conocidas.

no … de sangre, etc.—no de descendencia humana superior, no de generación humana alguna, no de hombre de manera alguna. Por esta negación elaborada triple de la fuente humana de esta filiación, una fuerza inmensa es dada a lo que sigue: “mas de Dios”. ¡La dádiva regia, cuyo Donador tiene que ser absolutamente divino! Porque ¿quién no adoraría a aquel que puede introducirlo en la familia, y despertar dentro de él, la misma vida de los hijos de Dios?.”

BEDA EL VENERABLE

“Debe tenerse en cuenta también que en las Sagradas Escrituras, cuando se habla de sangre en plural, suele significarse el pecado. Por eso en el Salmo dice: "Líbrame de las sangres" (Sal_50:16).”


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