EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1
VERSICULO 13 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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Los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad
de varón, sino de Dios. |
Éstos
no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino
que nacen de Dios. |
Los
cuales no fueron engendrados de sangres, ni de voluntad de carne ni de
voluntad de varón, sino de DIOS. |
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TR+ |
INA27+ |
VUL |
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οιG3739
R-NPM ουκG3756 PRT-N εξG1537 PREP αιματωνG129 N-GPN ουδεG3761 CONJ-N εκG1537
PREP θεληματοςG2307 N-GSN σαρκοςG4561 N-GSF ουδεG3761 CONJ-N εκG1537 PREP
θεληματοςG2307 N-GSN ανδροςG435 N-GSM αλλG235 CONJ εκG1537 PREP θεουG2316
N-GSM εγεννηθησανG1080 V-API-3P |
οι G3739:R-NPM Quienes ουκ
G3756:PRT-N no εξ G1537:PREP procedente de αιματων G129:N-GPN sangres ουδε
G3761:CONJ-N ni εκ G1537:PREP procedente de θεληματος G2307:N-GSN cosa
deseada σαρκος G4561:N-GSF de carne ουδε G3761:CONJ-N ni εκ G1537:PREP
procedente de θεληματος G2307:N-GSN cosa deseada ανδρος G435:N-GSM de varón
αλλ G235:CONJ sino εκ G1537:PREP procedente de θεου G2316:N-GSM Dios
εγεννηθησαν G1080:V-API-3P fueron nacidos |
qui
non ex sanguinibus neque ex voluntate carnis neque ex voluntate viri sed ex
Deo nati sunt |
|
KJV |
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Which were born, not of
blood, nor of the will of the flesh, nor of the will of man, but of
God. |
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TCB |
|||
No
son engendrados. Jua_3:3, Jua_3:5; Stg_1:18;
1Pe_1:3, 1Pe_1:23; 1Pe_2:2; 1Jn_3:9; 1Jn_4:7; 1Jn_5:1, 1Jn_5:4, 1Jn_5:18. De
sangre. Jua_8:33-41; Mat_3:9; Rom_9:7-9. Ni
de voluntad de carne. Gén_25:22, Gén_25:28;
Gén_27:4, Gén_27:33; Rom_9:10-16. Ni
de voluntad de varón. Sal_110:3; Rom_9:1-5; Rom_10:1-3; 1Co_3:6; Flp_2:13;
Stg_1:18. Sino
de Dios. Jua_3:6-8; Tit_3:5; 1Jn_2:28,
1Jn_2:29. |
COMENTARIOS:
ISAAC AMBROSE
“Fue
un milagro que Dios nos mirara en nuestra sangre: ¡Oh milagro de misericordia!
Si la creación no puede existir sin un milagro, seguramente la nueva criatura
es un milagro en verdad. Tan contrarias son nuestras naturalezas perversas a
todas las posibilidades de salvación, que si la salvación no hubiera venido
hasta nosotros como milagro, nosotros hubieramos perecido en las ruinas de una
triste eternidad. De hecho, todo hombre que vive en estado de gracia es un milagro
perpetuo; y es que su razón se convierte en fe, su alma en espíritu, su cuerpo
en templo, su tierra en cielo, su agua en vino, sus aversiones de Cristo en
unión íntima con Cristo. ¡Oh, qué cadena de milagros es esta! Señor, "si
quieres, puedes limpiarme". Decid así, los que aún estáis en la sangre;
Señor, "Creo, ayuda mi incredulidad".
JOHN OWEN
“Esta
es la naturaleza de los Hijos de Dios, esta es su tendencia. "Todo lo que
es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable,
todo lo que es de buen nombre". Todos son engendrados en el alma por y en
la observancia de estas leyes del gobierno de Cristo. Dios nos Libera el alma del
poder de la lujuria, del servicio del pecado, el miedo a la muerte, al infierno
y al mundo, y nos guía en la verdad, hace fecunda nuestra alma entre la
humanidad y amable con Dios mismo.”
GARY BURGE
“El
versículo 13 plantea un interesante desafío. Algunos manuscritos consignan el
verbo del versículo 13a en singular: «quien
nació, no de sangre.», dando a entender que el sujeto de esta oración es
Jesús. Es decir, Jesús nació únicamente por la voluntad de Dios. La mayoría de
las traducciones, no obstante, retienen el plural, de modo que el versículo 13 se
hace eco del pensamiento del versículo 12. Aquellos que siguen al Verbo, quienes
creen y obtienen el poder divino, participarán también del nacimiento divino.
Esta es la concepción que tiene Juan de la conversión: Una fe consciente unida
a una transformación divina.
Una
cuidadosa lectura de 1 Juan muestra que «hijo
de Dios», «nuevo nacimiento» y «nacido de Dios» eran expresiones muy
comunes con que Juan describe el discipulado (1Jn 3:2, 9; 4:4, 7, 12–13). En
otras palabras, habrá una vigorosa transformación de aquellos que aceptan esta
luz, que se ponen del lado de la luz en lugar de las tinieblas, que se aferran
al Mesías en lugar de al mundo.”
RAYMOND BROWN
“El
Hijo soplará su Espíritu de nueva vida sobre ellos, del mismo modo que Dios
insufló el espíritu de vida sobre Adán. Habrá una nueva creación que sustituirá
a la anticua, que había rechazado a Dios. Los creyentes son aquellos que el
Padre ha dado a la Palabra, los predestinados por una predestinación que se
manifiesta en la realización de la obra buena de Dios.”
A.W PINK
“Esto
nos explica por qué unos pocos "reciben"
a Cristo. Es porque son nacidos de Dios. Así como el versículo 12 nos da el
lado humano, el versículo 13 nos da el Divino. El lado Divino es el nuevo
nacimiento: y el tener lugar del nuevo nacimiento "no es de sangre", es decir, no es una cuestión de herencia,
porque la regeneración no corre por las venas; "ni de la voluntad de la carne", ya que la voluntad del hombre
natural se opone a Dios, y él no tiene voluntad hacia Dios hasta que haya
nacido de nuevo; "ni de la voluntad
del hombre", es decir, el nuevo nacimiento no se produce por esfuerzos
bien intencionados del hombre. Solo es obra de Dios este nuevo nacer.”
DAVID GUZIK
“Juan
nos recuerda de la naturaleza del nacimiento. Los que lo recibieron son nacidos
de Dios, no de esfuerzo o logro humano.
“Son
‘no de sangres’. El plural es
curioso…El plural aquí podría señalar a la acción de ambos padres, o podría
referirse a la sangre como conformada por muchas gotas.” (Morris)
Este
nuevo nacimiento es algo que trae cambio a la vida. “El hombre es como un reloj
que cuenta con un nuevo resorte espiral, no solamente rostro y manos reparados,
sino nueva maquinaria interna, con trabajos recién ajustados, los cuales actúan
a un tiempo y una tonada diferente; y donde antes iba mal, ahora va bien,
porque está bien por dentro.” (Spurgeon).”
LUIS PALAU
“Notemos
tres declaraciones negativas y una positiva:
1.
“No son engendrados de sangre…” La
salvación no es hereditaria, no se transmite ni por familias, ni por sangre, ni
por razas. No nacemos automáticamente en la familia de Dios, nacemos
sobrenaturalmente. No somos hechos hijos de Dios como parte de la naturaleza
humana, porque nuestros padres hayan sido hijos de Dios. En el reino del Padre
sólo es posible entrar a través de Jesucristo.
2.
“… ni de voluntad de carne…” No es
por decisión personal ni por esfuerzo propio. Así como un niño no nace por
voluntad propia sino porque su padre y su madre se unieron, nadie tampoco puede
producir el nuevo nacimiento por esfuerzo propio. No podemos regenerarnos a
nosotros mismos. Uno podrá tener la intención y el deseo de un cambio radical
en su ser, pero por sí mismo no puede cambiar, por mucho que se esfuerce.
3.
“… ni de voluntad de varón…” El nuevo
nacimiento no se produce por intervención humana, por algo que otro ser humano
haga por nosotros. Ninguna persona—no importa la posición eclesiástica que ocupe—puede
impartir el nuevo nacimiento a otro. Ningún rito ni ceremonia puede producir la
regeneración espiritual. Un pastor podrá colocar sus manos sobre la cabeza de
una persona y bendecirla, podrá orar por ella, aun bautizarla, pero eso no
cambiará su vida. No es por voluntad de varón.
4.
“… sino de Dios.” Sólo somos
engendrados espiritualmente por voluntad divina, y no se trata de un proceso
físico sino espiritual. Nacemos por voluntad de Dios y ésta es una obra
sobrenatural. Por eso los hijos de Dios nos comportamos de una forma diferente.
Disfrutamos la vida de un modo distinto, y triunfamos sobre las tentaciones de
una manera real. Somos hijos sobrenaturales de Dios desde el momento en que
Cristo entra en nuestro corazón y para toda la eternidad.”
JUAN CALVINO
“Algunos
piensan que aquí se hace una referencia indirecta a la absurda confianza de los
judíos, y yo adopto de buen grado esa opinión. Tenían continuamente en la boca
la nobleza de su linaje, como si, por ser descendientes de un linaje sagrado,
fueran naturalmente santos. Y con justicia se hubieran glorificado en su
descendencia de Abraham, si hubieran sido hijos legítimos y no bastardos; pero
el resplandor de la fe no atribuye nada a la generación carnal, sino que
reconoce su obligación a la gracia de Dios únicamente para todo lo que es
bueno. Juan, por lo tanto, dice que aquellos entre los gentiles que antes eran
inmundos y que creen en Cristo no nacen como hijos de Dios desde el vientre,
sino que son renovados por Dios para que puedan comenzar a ser sus hijos. La
razón por la que usa la palabra sangre en plural parece haber sido que podría
expresar más plenamente una larga sucesión de linajes; porque esto era parte de
la jactancia entre los judíos de que podían rastrear su descendencia, por una
línea ininterrumpida, hacia arriba hasta los patriarcas.”
JOHN MACARTHUR
“No de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, sino de Dios. Esas tres declaraciones negativas
enfatizan el hecho de que la salvación no se obtiene por medio de la herencia
racial o étnica (sangre), deseo personal (carne) o un sistema construido por el
hombre (varón) (véase también Mt. 8:11-12; Lc. 3:8; Gá. 3:28-29).
La
gran verdad de la elección y la gracia soberana se presenta aquí apropiadamente
desde el mismo fundamento de la mención juanina de la salvación. Nuestro Señor
hablará de esta verdad en 6:36-47; 15:16; 17:6- 12. Como todos cargan con el
pecado de la incredulidad y el rechazo, la frase sino de Dios significa que la
salvación, esto es, recibir y creer en el Señor Jesucristo, es imposible para
todo pecador. Dios de manera sobrenatural puede otorgar el poder, y con este la
vida y la luz divina, al pecador en muerte y tinieblas.”
HULDRYCH ZWINGLI
“Es
como si estuviera diciendo: Este nacimiento no nace de carne y hueso, no por
voluntad o razón humana, no por libre albedrío y fuerza humana, sino de Dios.
También diría: Oh ustedes judíos, su nacimiento carnal no tiene ninguna ventaja
para este nacimiento celestial y regeneración espiritual. Ustedes se
enorgullecen de ser descendientes de Abraham, pero deben nacer de nuevo del
espíritu por medio de la fe. Porque no todos los israelitas son de Israel, sino
los que creen como Abraham mismo creyó.
Por
naturaleza, nacemos infelizmente de nuestro creador, Adán, y somos hijos de la
muerte y el infierno. Porque si somos niños, y es necesario nacer, entonces
debemos nacer de nuevo.
Dondequiera
que tenga lugar un renacimiento, no hay duda de que el nacimiento antiguo y
carnal debe ser completamente destruido y morir junto con todas las fuerzas y
obras humanas. Entonces se produce una renovación de un ser humano nuevo e
interior debido al conocimiento de la misericordia de Dios dada en Cristo. Por
sangre debe entenderse generalmente de toda reproducción natural, como nacer de
la carne de los antepasados y de los judíos, que tenían la promesa.”
ALBERT BARNES
“El
nuevo nacimiento es el comienzo de la vida espiritual. Antes, el pecador estaba
muerto en pecados (Efesios 2:1); ahora comienza a vivir de verdad. Y así como
el nacimiento natural es el comienzo de la vida, nacer de Dios es ser
introducido a la vida real, a la luz, a la felicidad y al favor de Dios.”
CHARLES SIMEON
“Samuel,
David, Ezequías, nunca habrían dejado que sus propios hijos perecieran, si
hubieran podido salvarlos con sus propios esfuerzos; tampoco Pablo, que “tenía
continuo dolor y pesar en su corazón por causa de sus hermanos. Es “solo de
Dios” que cualquier verdadero creyente “nace” [“Solo de Dios proviene todo don
bueno y perfecto" Santiago 1:17]. Si alguno de nosotros recibe la gracia
salvadora, se debe al ejercicio de su voluntad soberana y a la operación de su
gracia eficaz. De esto dan testimonio todas las Escrituras. "De su propia
voluntad nos engendra con la palabra de verdad [Santiago 1:18.]". Desde
toda la eternidad seleccionó los objetos de su elección, predestinándolos para
la adopción como hijos; para que por toda la eternidad sean “para alabanza de
la gloria de su gracia [Efesios 1: 4-6]”.
Examine
este asunto, mis amados hermanos. Aquí está el punto preciso de diferencia
entre los hijos de Dios y los hijos del maligno. Aquellos que nacen de la carne
solamente, pueden ser morales y externamente religiosos; pero el hijo de Dios
vive por la fe en el Hijo de Dios, recibiendo todas las bendiciones de su
plenitud y perfeccionándolas todas para su gloria. Este es un nuevo nacimiento:
y si fueran tan morales como el mismo Nicodemo, igual deben experimentarlo, a
riesgo de sus almas; y, a menos que naciereis así de arriba, no podréis entrar
en el reino de Dios.
Hermanos,
os ruego que aclaren bien esto en sus mentes: porque sólo para aquellos que
están en esta relación con su Dios hay “alguna herencia entre los santos en
luz”. Esforcémonos por manifestarlo, en nuestra vida y en nuestra conversación,
Dios tenía un único Hijo amado, a quien envió desde el cielo para morar en la
tierra. Y la Escritura nos informa completamente qué disposiciones ejerció y
qué conducta siguió. Y todo aquel que es nacido de Dios seguirá sus pasos y “andará
como andaba”.
Él
“ya no andará más según el curso de este mundo, según el Príncipe de la potestad
del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia”. Ya no será
del mundo, como tampoco lo fue Jesucristo del mundo. Él se elevará por encima
de ella. Él le será al mundo por crucificado;
y el mundo le considerará también como un objeto crucificado, que ya no tiene
ningún encanto para él, ni ningún poder sobre él.
También
su temperamento estará mortificado y subyugado. Tendrá la mansedumbre y la dulzura
de Cristo en todo su comportamiento; y, si no puede alcanzar perfectamente la
medida que hubo en Cristo Jesús, la aspirará y no se saciará con nada menos. En
una palabra, no vivirá para sí mismo, sino para Dios, haciendo que sea "su
comida y su bebida hacer la voluntad de su Salvador y Redentor". Ahora
bien, hermanos, esta es la forma en que vivirán, si son hijos de Dios. "Brillarás
como luces en un mundo oscuro"; y "tu luz brillará cada vez más hasta
el día perfecto". Una vez que logre esta conformidad con la imagen de su
Salvador, no necesitará que nadie le diga de dónde vino, o por quién ha sido
forjado. De buena gana darás toda la gloria a tu Dios; al que está sentado en
el trono, y al Cordero por los siglos de los siglos.”
J.C RYLE
“Se
dice de las personas que creen en el nombre de Cristo que no son nacidas “de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. La
interpretación de esta expresión que es dada normalmente por parte de los
comentaristas no me parece correcta ni nada parecido. El verdadero significado
de las palabras, en mi opinión, es el siguiente: Los creyentes no llegaron a
ser lo que son por la sangre (es decir, por ser descendientes de Abraham o por
relación sanguínea con personas piadosas: la gracia no pasa de padre a hijo.
Tampoco los creyentes llegaron a ser lo que son por voluntad de carne, es
decir, por medio de los esfuerzos y el empeño de su propio corazón natural. La
naturaleza nunca puede cambiarse a sí misma: “Lo que es nacido de la carne,
carne es”.
Tampoco
los creyentes llegaron a ser lo que son por voluntad de varón, es decir, por
medio de los actos y hechos de otros: ni los ministros ordenados ni nadie más
pueden conferir gracia a otro. El hombre no puede regenerar corazones. Los
creyentes llegaron a serlo solo y completamente por la gracia de Dios. Es a la
pura gracia de Dios que previene, llama, convierte, renueva y santifica a la
que deben su nuevo nacimiento. Son nacidos de Dios o, como dice el capítulo 3
más claramente, “nacidos del Espíritu”.
La
palabra que traducimos como “sangre” en singular es, en griego, plural:
“sangres”. Esta peculiaridad ha provocado algunas conjeturas en cuanto a que la
expresión hace referencia a la sangre derramada en la circuncisión y el
sacrificio y enseña la incapacidad de estas cosas para regenerar al hombre.
Pero esta idea parece inverosímil e improbable. Me parece que el uso del plural
tiene la intención de excluir toda la confianza carnal en la ascendencia o en
parentesco alguno. No era ni la sangre de Abraham ni la de David, Aarón, Judá o
Leví la que podía otorgar gracia o hacer a alguien hijo de Dios.
Esta
es la primera vez que se habla en la Escritura del nuevo nacimiento con estas
palabras. No dejemos de advertir lo cuidadosamente que es protegida esa
doctrina contra los errores y lo enfáticamente que se nos dice de dónde no
procede este nuevo nacimiento, así como de dónde sí procede. Es un hecho
notable que, cuando S. Pedro menciona el nuevo nacimiento, lo protege de manera
similar (cf. 1 Pedro 1:23); y cuando habla de que el “bautismo” nos salva,
añade cuidadosamente que es “no quitando las inmundicias de la carne” (1 Pedro
3:21). Ante todas estas precauciones, es curioso observar la pertinacia con que
muchos echan abajo toda la doctrina del nuevo nacimiento afirmando que todas
las personas bautizadas son nacidas de nuevo.
Debemos
tener cuidado y no interpretar las palabras “son engendrados” como si el nuevo nacimiento
fuera un cambio que tiene lugar en un hombre después de haber creído en Cristo,
y que es el paso siguiente después de la fe. La fe que salva y la regeneración
son inseparables. En el momento en que un hombre verdaderamente cree en Cristo,
por muy débilmente que sea, es nacido de Dios.
La
debilidad de su fe puede hacerle inconsciente del cambio, igual que un recién
nacido sabe poco o nada de sí mismo. Pero donde hay fe siempre hay nuevo
nacimiento, y donde no hay fe no hay regeneración.”
LEON MORRIS
“Muchos
de los estudiosos de los manuscritos latinos optan por traducir el verbo
“nacer” en singular, creyendo que se refiere al nacimiento virginal (En los
antiguos manuscritos latinos (MS b) encontramos el singular, y el verbo (solo
el verbo, el pronombre no) aparece en singular en syrc. Esta idea también
cuenta con algo de apoyo patrístico, sobre todo de Ireneo (traducción latina;
ver Adv. Haer. 3.16.2) y Tertuliano. Este último defendía vigorosamente la
conjugación en singular (De Carn. Chr., 19), y cree que el plural es una
invención de los heréticos).
Sin
embargo, en todos los manuscritos griegos y la mayoría de traducciones aparece
en plural, evidencia de tanto peso que hace que ésta sea la versión que
aceptamos. Podría ser posible que Juan deliberadamente usara palabras que
evocaran al nacimiento virginal, como Temple y Hoskyns sostienen (entre otros).
Así podría recordar a sus lectores que su existencia espiritual se basa en lo
que Cristo ha hecho por ellos.”
SAN AGUSTIN
“El
ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo supone nacimiento. Si no nacen, no
pueden ser hijos. Los hijos de los hombres nacen de la carne y de la sangre, de
la voluntad del hombre y de la unión matrimonial. ¿Cómo nacen los hijos de
Dios? No nacen éstos de las sangres, es decir, de la sangre del hombre y de la
sangre de la mujer.
La
palabra sangres (sanguina) no es palabra latina. El texto griego la usa en
plural, y el intérprete prefirió conservarla así en latín (aunque, según los
gramáticos, sea menos latina), con tal, sin embargo, que la explicación de la
verdad se adapte más a las capacidades deficientes. Con la palabra sangre en
singular no hubiera explicado suficientemente su pensamiento. Los hombres nacen
de las sangres, de la sangre del hombre y de la sangre de la mujer. Sigamos
usando así la palabra, sin temor a la censura de los gramáticos, con tal que
sirva para dar una explicación más verdadera y más cierta de la verdad.
Mas
para que nazcan los hombres de Dios fué preciso naciese Dios primero de los
hombres. Cristo es Dios, y Cristo ha nacido de los hombres. Sólo se procuró
madre en la tierra quien tenía ya Padre en los cielos. El mismo que, nacido de Dios,
es nuestro Creador, es también nuestro Reparador, nacido de una mujer. No te extrañe,
¡oh hombre!, ser hijo de Dios por la gracia, no te extrañe tu nacimiento de
Dios a semejanza de su Verbo.
Es el mismo Verbo quien consintió nacer primero del hombre con el fin de cerciorarte más de tu divino nacimiento. Ahora sí que puedes preguntarte a ti mismo por qué razón quiso Dios nacer del hombre. Es que fué tanto lo que me amó que, para hacerme inmortal, quiso nacer El mismo por mí a una vida mortal.”
WILLIAM HENDRIKSEN
“El
evangelista enseña que los verdaderos hijos de Dios no deben su origen a la
sangre (ascendencia física; por ejemplo, de Abraham), ni a la voluntad de la carne
(el deseo carnal, el impulso sexual del hombre o la mujer), ni a la voluntad de
varón (el instinto procreativo del hombre) sino sólo a Dios. Obsérvese el
arreglo ascendente de las tres expresiones. Las tres hacen resaltar el hecho de
que en ningún sentido los creyentes deben su nacimiento o situación a causas
físicas o biológicas. Nicodemo necesitaba esta lección; y también la mayoría de
los judíos, como se ve en los siguientes pasajes: 3:6; 8:31–59; Lc. 3:8; Gá.
3:11, 28.”
MATTHEW HENRY
“El
privilegio de la regeneración: Engendrados…
de Dios (v. Jua_1:13). Todos los hijos de Dios son nacidos de nuevo. Todos
los que son adoptados es porque han sido regenerados. El texto sagrado pasa a
decirnos cómo llega una persona a tal dignidad. Lo dice, primero, por
negaciones: «Los cuales no han sido engendrados de sangre (lit. de sangres), lo
que indica que el ser hijo de Dios no se hereda ni por parte de padre ni por
parte de madre (¡Dios no tiene nietos!), ya que los hijos de «los hijos de
Dios» necesitan ser salvos personalmente. Tampoco nuestro esfuerzo personal ni
nuestro mérito ni nuestra decisión puramente humana («voluntad de carne» comp.
con Jua_3:6) puede hacer que nazcamos de arriba. Finalmente la «voluntad de
varón», esto es, el afán procreador del marido es igualmente incapaz de
producir un «hijo de Dios».
Por
supuesto tampoco el lugar, la nación, ni el rito bautismal pueden hacer de un
ser humano un «cristiano». Todo esto tenía especial relevancia contra la
pretensión de los judíos, quienes se creían «hijos de Dios» por el solo hecho
de pertenecer racialmente al pueblo escogido y ser descendientes de Abraham, el
padre de los creyentes. Segundo, se nos dice positivamente que sólo el que nace
de Dios es hijo de Dios. Este nuevo nacimiento se debe a la Palabra de Dios
como agencia exterior, y al Espíritu Santo de Dios como a la única iniciativa
amorosa que obra internamente en nosotros este nuevo nacimiento. Los creyentes
genuinos son así hijos de Dios (comp. 1Jn_3:9; 1Jn_5:1).”
MARTIN LUTERO
“Estas
palabras constituyen la refutación evangélica de todos aquellos que alardean de
algo dentro de sí mismos. Sin embargo, por ricos o buenos que sean, ello no
contribuye en nada a ser hijos de Dios. Asimismo, el evangelista con estas
palabras demuestra clara y distintamente quiénes son realmente los hijos y
herederos de Dios y privilegiados al poder llamarle Padre. Por ello, debéis
desdeñar todo cuanto goce de alta estima y reputación en el mundo. Aunque todo
pueda originarse y nacer de Dios, no puede contribuir en nada al hecho de
convertirse en hijo de Dios. Todo cuanto somos y tenemos pertenece con toda
propiedad al infierno y está condenado a perecer. Nada servirá, sino el
renacimiento de Dios a través de la fe en el hijo de Dios que se hizo hombre.”
JAMIESON – FAUSSET – BROWN
“Una
filiación, pues, no de mero título y privilegio, sino de naturaleza, siendo
hecha consciente el alma de las capacidades, percepciones y emociones de hijo
de Dios, antes no conocidas.
no … de sangre, etc.—no de descendencia humana superior, no de generación humana alguna, no de hombre de manera alguna. Por esta negación elaborada triple de la fuente humana de esta filiación, una fuerza inmensa es dada a lo que sigue: “mas de Dios”. ¡La dádiva regia, cuyo Donador tiene que ser absolutamente divino! Porque ¿quién no adoraría a aquel que puede introducirlo en la familia, y despertar dentro de él, la misma vida de los hijos de Dios?.”
BEDA EL VENERABLE
“Debe
tenerse en cuenta también que en las Sagradas Escrituras, cuando se habla de
sangre en plural, suele significarse el pecado. Por eso en el Salmo dice:
"Líbrame de las sangres" (Sal_50:16).”
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