EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1
VERSICULO 10 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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En
el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. |
El
que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él,
pero el mundo no lo reconoció. |
Estaba
en el mundo, y el mundo se hizo por Él, pero el mundo no lo conoció. |
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TR+ |
INA27+ |
VUL |
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no εγνω G1097:V-2AAI-3S conoció |
in mundo erat et mundus
per ipsum factus est et mundus eum non cognovit |
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KJV |
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He was in the world, and
the world was made by him, and the world knew him not. |
|||
TCB |
|||
En
el mundo estaba. Jua_1:18; Jua_5:17;
Gén_11:6-9; Gén_16:13; Gén_17:1; Gén_18:33; Éxo_3:4-6; Hch_14:17;
Hch_17:24-27; Heb_1:3.
Y
el mundo por él fue hecho.
Jer_10:11, Jer_10:12; Heb_1:2; Heb_11:3.
El
mundo no le conoció. Jua_1:5; Jua_17:25; Mat_11:27; 1Co_1:21; 1Co_2:8;
1Jn_3:1. |
COMENTARIOS:
SAN JUAN CRISOSTOMO
“Y el mundo no le conoció. Con la palabra
«mundo» el evangelista designa la
gran masa de gente corrompida y apegada a las cosas de esta tierra, o sea, una
multitud vil, turbulenta y necia. Los amigos de Dios y todos los hombres dignos
de admiración lo conocieron incluso antes de su encarnación.
El
mismo Cristo dice a propósito del patriarca estas palabras textuales: Vuestro padre Abraham exultó al ver mi día.
Lo vio y gozó de él. Y discutiendo
con los judíos, dice a propósito de David: Entonces
¿por qué David, inspirado por Dios, lo llama Señor, diciendo: «Dijo el Señor a
mi Señor, siéntate a mi derecha»?. Y discutiendo con ellos, en otras
circunstancias, cita también a Moisés.
Por
lo que hace a los demás profetas, de ellos nos habla el Apóstol. San Pedro nos
dice que todos los profetas, comenzando por Samuel, lo habían conocido y que lo
habían anunciado mucho antes de su venida. Así lo afirma con estas palabras: Y
todos los profetas que han hablado a partir de Samuel anunciaron estos días.
Después, El apareció y habló personalmente a Santiago y a su padre, así como a
su abuelo, prometiéndoles que les daría muchas cosas y cumpliendo tales
promesas.
Entonces
-objetará algunos de vosotros- ¿por qué el mismo Cristo dijo: Muchos profetas
quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron y oír lo que vosotros oís y
no lo oyeron?. A ésos ¿no les fue dado conocerlo? Cierto que sí.
Trataré
de demostrároslo basándome, precisamente, en ese texto con el que algunos
pretenderían probar que a aquéllos no les fue permitido conocerlo.
Muchos,
se dice, quisieron ver lo que vosotros
veis. Ellos vieron anticipadamente su venida entre los hombres y los beneficios
que esto reportó. Si no hubieran tenido conocimiento de todo ello, no habrían
deseado verlo cumplido con sus propios ojos. Pues nadie puede desear las cosas
de las que no tiene ningún conocimiento.
Por
tanto, conocieron al Hijo de Dios y previeron que habría de venir entre los
hombres. ¿Cuáles son las cosas que no supieron y que no oyeron? Las que hoy
vosotros veis y escucháis. Pues si ellos oyeron su voz y lo vieron, no lo
vieron, sin embargo, en la carne ni mientras vivía en medio de los hombres y
conversaba con ellos con toda naturalidad.
Queriendo
dar a entender esto, El no dijo simplemente «ellos quisieron verme», sino: desearon
ver lo que vosotros veis. Y tampoco dijo «desearon escucharme», sino: desearon
oír lo que vosotros oís. De suerte que, aunque esos tales no vieron su
encarnación, sabían que lo que tanto deseaban llegaría a cumplirse. Y creían en El aun sin haberlo visto
encarnado y hecho hombre.
Por
eso, cuando los paganos nos pongan esta objeción: ¿qué hacía Cristo cuando no
se ocupaba del género humano?, ¿por qué, tras habernos olvidado durante largo
tiempo, vino a procurarnos la salvación sólo al final de los tiempos?, les
contestaremos que El estaba en el mundo ya antes de su venida entre los
hombres, que desde la eternidad pensaba en las obras que habría de realizar y que era conocido por todos aquellos que
eran dignos de conocerlo.
Y
si entonces decís que no era conocido, pues no lo era por todos, sino sólo por
los hombres probos y virtuosos, por la misma razón deberíais decir que tampoco
ahora es adorado por los hombres, pues muchos de ellos no tienen noticia de El.
Por tanto, no puede dudarse de que El fue conocido desde las épocas más remotas
por muchos hombres y aun por todos cuantos llegaron a alcanzar la fama merced a
sus virtudes heroicas.
Hablando
de quienes no lo conocieron, el evangelista hace una alusión a la causa de su
ignorancia. No dijo simplemente que nadie lo conoció, sino que el mundo no lo conoció, o sea, los
hombres apegados a las cosas terrenas que no son capaces de conocer nada fuera
de ellas. Es de ese modo como Cristo suele referirse también a ellos. Por
ejemplo, cuando dice: Padre santo, el
mundo no te ha conocido. Por tanto, el mundo no sólo ignora al Hijo, sino
también a su Padre, como tuvimos ocasión de señalar ya antes. Nada ofusca tanto la mente como el excesivo
apego a las cosas de la tierra.
Sabiendo
esto, separaos del mundo, rechazad cuanto podáis las cosas carnales, pues todo
ello puede comprometer no un negocio de escasa importancia, sino el mayor de
los bienes posibles. El hombre que está excesivamente apegado a los bienes de
esta tierra, no puede comprender bien las
cosas del cielo. Por eso importa que quien se hallare sometido a aquellas
cosas, procure librarse de ellas. Dice Cristo: No podéis servir a Dios y a
Mammona. Es, en efecto, inevitable que cuando seguimos a uno de ellos
terminemos por detestar al otro.”
GARY BURGE
“¿Cómo
puede entonces la luz iluminar a todo el mundo? ¿Ilumina acaso la llegada de
esta luz verdadera a cada corazón? Puede que Juan tenga en mente el potencial
acceso que tiene todo el mundo a esta fuente de iluminación. ¿O es quizá esta
distribución del conocimiento de Dios (revelación general) lo que hace que
todas las personas sean responsables, como sostiene Pablo en Romanos 1? Otra
opción es pensar en el significado principal del verbo photizo que es
«iluminar», «exponer», «traer a la luz». Lo que aquí está en juego es el modo
en que actúa la objetiva revelación del Verbo: la luz invade las tinieblas,
resplandeciendo sobre todas las personas y poniéndolas al descubierto,
mostrando quienes son en realidad. Nadie está exento, y a lo largo de este
Evangelio la revelación divina divide a quienes oyen: algunos huyen porque sus
obras son malas (3:19–20), mientras que otros reciben la revelación porque sus
obras son verdaderas (3:21). En cualquier caso, la luz brilla sobre todos,
forzando una distinción (8:12; 9:39– 41).
A
pesar de la presencia del Logos en el mundo (1:10a), a pesar de haber creado el
mundo (1:10b) y de haber dejado las marcas de la revelación general, el mundo
no le reconoció. «Vino a lo que era suyo [neutro plural, su lugar o casa], pero
los suyos [ahora masculino plural, su pueblo] no lo recibieron». El centro de
la revelación se ha dirigido al judaísmo, el entorno espiritual del nacimiento
del Mesías. Y la gran ironía de esta historia del Evangelio es que incluso
aquí, donde la disposición y receptividad deberían haber sido entusiastas, solo
hubo rechazo.
Como
en la descripción que Lucas hace de la natividad en Belén, no había lugar, y como en la parábola de los arrendatarios de la
viña, estos repudiaron su visita (Mr
12:1–12). Juan ha hecho, pues, una sorprendente afirmación. Aunque la revelación
se haya dirigido primeramente a Israel, el hogar natural de la verdad de Dios, el Verbo ha venido para el mundo entero, no
solo para el judaísmo.”
A.W PINK
“Él estaba en el mundo". ¿Quien fue?
Nada menos que Aquel que lo hizo todo.
¿Y cómo fue recibido? El gran Creador estaba a punto de aparecer: ¿no correrá
por todo el mundo un estremecimiento de alegre expectación? No viene a juzgar,
sino a salvar. No debe aparecer como un Déspota altivo, sino como un Hombre
"santo, inofensivo, sin mancha";
no para ser ministrado, sino para ministrar. ¿No recibirá tal Uno una calurosa bienvenida? Por
desgracia, "el mundo no lo conoció".
Llenos de sus propios planes y búsquedas, no pensaban en él. Inefablemente trágico
es esto, pero sigue algo aún más patético. (En el sig. Verso).”
CHARLES SPURGEON
“Este
es un verso triste. Era un extraño en su propia casa. Era un desconocido en
medio de su propia obra. Los hombres que él había creado no hicieron nada de
él. "El mundo no le conoció"; no lo reconocí.”
DAVID GUZIK
“El mundo no le conoció: Esto es extraño.
Dios vino al mismo mundo que creó, a las criaturas que creó a su imagen, y sin
embargo el mundo no le conoció. Esto muestra cuán profundamente la naturaleza
caída del humano rechaza a Dios, y que muchos rechazan (no le recibieron) a la
palabra de Dios y la Luz.
A lo suyo vino: “Podríamos traducir las palabras introductorias, ‘él
vino a casa’. Es una expresión exacta utilizada para el discípulo amado cuando,
en respuesta a las palabras de Jesús desde la cruz, llevó a María ‘a su casa’ (Juan 19:27; cf. 16:32).”
COMENTARIO BIBLICO MUNDO HISPANO
“En el mundo estaba introduce tres ideas
en cuanto al Verbo de Dios. Primero, el verbo estaba es del tiempo imperfecto,
indicando una presencia continua.
Segundo, y el mundo fue hecho por medio de él repite el concepto del v. 3,
recordando que todo lo que existe en el
mundo “llegó a existir” por su intervención personal. Tercero, Juan llega a
la culminación de su argumento: pero el
mundo no le conoció.
Nótese
la progresión del argumento. El Verbo de Dios vino personalmente al mundo, creó
el mundo y todo lo que en él hay, pero trágicamente el mundo no le conoció.
Obsérvese el cambio en el significado del término mundo empleado tres veces en
este versículo. Primero, se refiere al mundo habitado; segundo, se refiere al
mundo terrenal y todo lo que en él está; tercero, se refiere a la humanidad
caída y, sin embargo, el objeto del amor de Dios (3:16).
No le conoció merece una atención especial. El verbo es de tiempo
aoristo, indicando una acción decisiva, de una vez. Se refiere a un
conocimiento más que intelectual; Juan tiene en mente un conocimiento íntimo y personal,
que incluye un compromiso. La razón por esta falta de conocimiento, como se
aclara luego, no es falta de oportunidad, ni conocimiento intelectual, sino se
debe a la voluntad contraria, rebelde,
el eterno no querer (ver 5:40; también Isa. 29:16; 51:13; Ose. 8:14).”
BRIAN BAILEY
“Cristo
estaba en el mundo. En otras palabras, la Luz del mundo estaba en el mundo.
Cristo vino como hombre para ministrar al mundo que había sido hecho por Él. A
medida que usted estudie estos versículos, y piense acerca de Dios mismo
descendiendo a la tierra como hombre para salvar a Su propia creación, no podrá
sino maravillarse ante la humildad de Cristo y del Padre. Después de todo, fue
el Padre quien dio a Su Hijo para que se convirtiera en hombre para poder
salvarnos.
Cristo
creó y formó esta tierra. Él hizo a Adán y Eva, aun así Él se humilló a Sí
mismo para estar en el mundo y estar sujeto a Su creación. Él estuvo sujeto, si
podemos decir así, a los tres reinos: el reino animal, vegetal y mineral. Él
estuvo sujeto al frío, al calor, a los elementos de la naturaleza y al hombre.
Sin embargo, tristemente, el mundo que Él había creado no le reconoció. Ellos no
reconocieron a su Creador.
Se
necesita una extraordinaria revelación de Dios para que alguien sepa que Cristo
es el Hijo divino de Dios. Algo que tenemos que comprender es el enorme
privilegio que Dios nos ha dado al revelarnos la identidad de Cristo. Incluso
los discípulos de Cristo, cuando el Maestro les preguntó:
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
hombre?” Ellos respondieron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros,
Jeremías, o alguno de los profetas”.
Luego
Cristo preguntó: “Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?” Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente”. A esta declaración, Jesús respondió: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne
ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt. 16:13-17).
Es
imposible para cualquier persona conocer quién es Cristo a menos que el Padre le de una revelación. Piensen,
por lo tanto, acerca del tremendo
privilegio que tenemos de saber quién es Cristo.
Debemos
estar muy agradecidos con el Señor por el tremendo privilegio de tener aclarado
nuestro entendimiento para saber que Jesús es el Hijo de Dios. Sólo piense,
entre todos los billones de personas que están sobre la faz de la tierra hoy en
día, Él ha extendido soberanamente Su mano y nos ha dado una revelación
personal de Jesús como el Hijo de Dios, igual como lo hizo con Pedro. ¡Que
siempre estemos agradecidos por Su misericordia y bondad hacia nosotros!.”
JUAN CALVINO
“¿Qué puede ser más irracional que sacar agua de un arroyo y nunca pensar en la fuente u origen de la que fluye ese arroyo? De ello se deduce que no se puede encontrar una excusa adecuada para la ignorancia del mundo al no conocer a Cristo, antes de que se manifestara en la carne; porque surgió de la indolencia y la impía estupidez de quienes tuvieron la oportunidad de verlo siempre presente por su poder. Todo se puede resumir diciendo que Cristo nunca estuvo de tal manera ausente del mundo, sino que los hombres, despertados por sus rayos, deberían haber levantado la mirada hacia él. De ahí se sigue que la culpa debe imputarse a ellos mismos.”
DESIDERIO DE ERASMO
“Él
estaba en el mundo como el talento del artesano está en su artesanía, como el timonel
en aquello que guía. Incluso entonces la luz brillaba en el mundo, revelando de
una manera u otra a través de las cosas que fueron creadas maravillosamente, el
poder, la sabiduría y la bondad de Dios. De esta manera, incluso entonces,
estaba hablando de cierta manera a la humanidad. Pero la mayoría, poniendo su
felicidad en las cosas visibles de este mundo, no reconoció a su Creador.
Por
eso el Señor solía llamarlos el mundo,
porque estaba enseñando asuntos eternos mientras ellos estaban cegados por los
deseos terrenales. Tan grande era la oscuridad de sus mentes que el mundo no
reconoció al Creador del mundo, sino que adoraron serpientes, toros, cabras,
puerros y cebollas; de hecho, lo que es aún más vil que estos, adoraban leños y
piedras, con desprecio por aquel de quien habían recibido todo lo que eran o
poseían.
Acostumbrados
a la oscuridad, aborrecieron la luz; cegados por el pecado, abrazaron la muerte
en lugar de la vida. Además, cuando se mostró al mundo de una manera más
familiar, viviendo en un cuerpo humano y habitando entre seres humanos, no fue reconocido
por aquellos que se habían entregado totalmente a este mundo.”
ALBERT BARNES
“Las
pruebas que proporcionó de que debían recibirlo fueron: 1er. Los que vieron
mientras estuvo en el mundo los milagros que obró y sus instrucciones; y, 2do.
El hecho de que el mundo fue hecho por él, fue notable que el mundo no supiera o
aprobara a su propio creador.”
JOHN TRAPP
“Aquí
el evangelista continúa por donde lo dejó: reanuda y prosigue con su argumento
anterior, Jn 1:5. Y el mundo fue hecho por
él… Esta es la segunda vez que aquí se expone y se refuerza, para que podamos
observarlo y mejorarlo mejor. Vea versiculos similares, Apoc. 4:11 "Porque
tú creaste todas las cosas, y por ti son y fueron creadas", sin ayuda,
herramienta ni cansancio, Isa 60:18. Esa única palabra suya, fiat, hecho todo:
¿no admiraremos acaso su arquitectura?
Y el mundo no lo conoció… Aquí al hombre se le llama "el mundo", y en Mr
16:15, se le llama "toda criatura".
Este pequeño mundo no conocía a Cristo, porque Dios lo había escondido debajo
del hijo del carpintero; su gloria fue ocultada, su reino no vino por
observación. Y como el mundo no le conoció a él, por tanto no nos conoce a
nosotros, 1Jn 3:1. Los santos son príncipes en todos los países, Sal. 45:16,
pero oculta su brillo, como Melquisedec.”
MATTHEW POOLE
“Esto
no debe entenderse por todas las personas del mundo; porque Abraham, Isaac y
Jacob, y David, y muchas personas en particular, lo conocieron en este sentido;
pero la generalidad del mundo no lo hizo. Los paganos no lo hicieron (a quienes
a veces se les llama el mundo, distintivamente de los judíos, 1 Juan 2:2 1
Corintios 1:21), y la mayoría de los judíos no, aunque algunos sí.”
CHARLES SIMEON
“Su
nombre en verdad es conocido, pero se le considera sólo como un gran profeta.
La generalidad de aquellos que mantienen doctrinalmente su propia Deidad, nunca
se dan cuenta en la práctica del pensamiento de que "por él todas las
cosas subsisten” [Col 1:17.] Su propio pueblo "no lo recibe" [A los judíos se les llamaba “de Cristo”
porque los había separado de todas las demás personas, los había sacado de
Egipto, los había conducido por el desierto y su naturaleza humana derivaba de
la estirpe de Abraham, su padre. Su propio país se llamaba “la tierra de
Emmanuel” [Isaías 8:8].
Pero
somos suyos en un sentido aún más apropiado; porque nos compró con su sangre; y
hemos sido bautizados en su nombre; y nos profesamos seguidores suyos. Sin
embargo, "realmente no lo recibimos", como tampoco lo hicieron los
judíos mismos. No lo recibimos en el carácter que tiene en las Sagradas
Escrituras [Él es un Profeta para enseñarnos, un Sacerdote para expiar, como un
Rey para gobernar sobre nosotros y en nosotros. ¿Lo recibimos bajo estos
caracteres?]
No
lo recibimos para los fines y propósitos por los cuales vino [Él vino a
justificarnos con su sangre, a santificarnos por su gracia y a salvarnos con
una salvación eterna. ¿Lo recibimos para estos fines?] ¡Ay! ¡Qué desprecio es este que derramamos sobre
él! Podemos estremecernos ante las indignidades que le ofrecieron los judíos;
pero nosotros mismos no somos menos criminales que las personas que lo
crucificaron y lo mataron: ellos por ignorancia lo aprehendieron y ejecutaron
como un malhechor: nosotros, con los ojos abiertos, gritamos: "¡Salve,
Maestro!" y le traicionamos [Mateo 26:49.].
Pero
para que no continuemos tratándolo así, consideremos, El honor que confiere a
los que creen en él: un "recibir a Cristo" y un "creer en
él", están representados en el texto como precisamente de la misma
importancia. Por tanto, es superfluo añadir algo más en la explicación de los
términos. Los beneficios que se derivan de la fe son los objetos que luego
exigen nuestra atención.
Inefable es el honor de convertirse en hijo de
Dios; sin embargo, a todo el que cree en él, nuestro bendito Señor le da: 1.
Llevar esta relación con Dios: [“A los judíos les pertenecía la adopción” [Rom
9:4], En lo que se refiere a los privilegios externos de la misma. Pero
nosotros, al creer, “somos hechos partícipes de la naturaleza Divina” [2Pe
1:4]. Nos convertimos en hijos de Dios también por la regeneración como la
adopción: sí, la fe es a la vez el medio [Gálatas 3:26], y la evidencia [1Jn 5:1],
de nuestra filiación con Dios.
No
nos queda un intervalo de tiempo para dar pruebas de nuestra sinceridad, antes
de que Dios nos reconozca como suyos: pero en el instante en que creemos en
Cristo, somos “hijos e hijas del Señor Todopoderoso” [2Co 6:18]
2.
Disfrutar de los privilegios de esta relación- [Los hijos de un extraño no son
notados por nosotros, mientras que nuestros propios hijos son admitidos libremente
en nuestra presencia, y son el objeto de nuestra más tierna solicitud, nuestra
atención incondicional. Los alimentamos, los vestimos, los protegemos, les
proporcionamos todo aquello que se adapte a nuestras circunstancias y que
contribuya a su bienestar. En todos estos aspectos, los creyentes encuentran a
Dios como Padre para ellos. Pueden ir a su presencia, "llorando, Abba,
Padre! [Gálatas 4:6.]" y obtener de él todo lo que sea necesario para su
sustento o consuelo.]
3.
Poseer una herencia digna de esa relación- [Los padres consideran un deber
proveer para el mantenimiento futuro de sus hijos, y no meramente para su
subsistencia presente. Con este punto de vista, les han reservado fortunas que
heredarán después de la muerte de sus padres. Similar a esto es la provisión
hecha para aquellos que creen en Cristo. Son "engendrados de nuevo para
una herencia incorruptible, sin mancha y que nunca se desvanece" [1 P. 1:3].
“Siendo hijos, son herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo” [Rom
8:17.]. Tampoco se limitarán a dividir entre ellos la herencia de su Padre;
pero cada uno de ellos disfrutará de la totalidad, y su felicidad aumentará, en
lugar de disminuir, al comunicarla a otros.”
JOHN GILL
“Él
estaba en el mundo como la luz y la vida, dando vida natural y luz a las criaturas
en él, y llenándolo, a ellos, con diversas bendiciones de bondad; Cristo estuvo
en la promesa y el tipo antes, así como después de que los judíos se
distinguieran de otras naciones, como su pueblo peculiar; y con frecuencia era
visible en el mundo, en forma humana, antes de su encarnación, como en el
jardín del Edén a nuestros primeros padres, a Abraham, Jacob, Manoa y su esposa,
y otros.”
GRANT OSBORNE
“Ahora
se nos presenta la verdad sobre el mundo. El término kosmos (“mundo”) aparece
setenta y ocho veces en el evangelio de Juan, 105 veces en todos sus escritos
(Jn, 1-3Jn, y Ap). Esto es más de la mitad de todas las veces (186) en todo el
Nuevo Testamento. El mundo está dominado por el pecado y la rebelión, junto con
Satanás “el gobernante de este mundo”
(12:31; 14:30; 16:20). La hostilidad tipifica la reacción del mundo, sin
embargo, al mismo tiempo, es el destinatario del amor salvador de Dios (3:16),
y Jesús fue enviado para salvarlo (1:29; 3:17; 4:42; 6:33) Estos dos versículos
cubren las reacciones del mundo como un todo (v. 10) y del pueblo judío en
particular, (v. 11), insinuando que el pueblo judío es ahora parte del mundo.
El
Verbo entró en este mundo con la instrucción de experimentar el rechazo y morir
con la finalidad de salvarlo. Juan comienza el versículo 10 con la doble verdad
de su encarnación (“Él estaba en el mundo”) y el acto de creación (“el mundo fue
hecho a través de él”). Se podría esperar que el mundo de la humanidad amaría y
adoraría al único que los creó junto con su mundo (v. 3) y quien los amó lo
suficiente como para convertirse en uno de ellos. En vez de eso, se equivocaron
al no reconocerlo. El verbo detrás de “reconocer” (ginosko) no solo significa que se equivocaron al conocer quién era
él, sino que ellos rechazaron quién era él. “Conocerlo” requería
arrepentimiento y conversión, un cambio completo de la perspectiva de la vida.
No estaban dispuestos a dar ese paso. Ellos exigieron que Cristo se encontrara
con ellos en sus propios términos, y fueron reacios a aceptar al Verbo revelado
y al Salvador que ofrecía redención.”
J.C RYLE
“Podía
ser visto en sus obras y en su gobierno providencial de todas las cosas solo
con que los hombres tuvieran ojos para verle. Y, sin embargo, el mismo mundo
que había creado, la obra de sus manos, no le reconoció, ni creyó en Él, ni le obedeció.
No le conoció. En Atenas, Pablo encontró un altar “al dios desconocido”. Que la
expresión se aplica a Cristo antes de su encarnación y no después —según Lampe—
es opinión unánime de Orígenes, Crisóstomo, Agustín, Cirilo, Teodoreto, Beda,
Teofilacto y Eutimio.
Hay
una notable similitud entre la declaración de este versículo y el contenido de
la última parte del capítulo 1 de la Epístola a los Romanos. En realidad, la
línea argumental por la que S. Pablo muestra que los gentiles son culpables —en
el capítulo 1 de esa Epístola— y que los judíos son igualmente culpables e
inexcusables —en el capítulo 2— es solo una plena exposición de lo que S. Juan
afirma aquí brevemente en dos versículos.”
GARY BAUMLER
“Fue
a su país, a “lo suyo”; y “los suyos”. Pero los de su propio pueblo, que por
haber recibido la revelación de Dios debía haber estado esperándolo, “no le
recibieron”. Lo que se dijo anteriormente acerca de las tinieblas, que no
entienden la luz, resultó en una verdad del pueblo escogido de Dios, Israel, al
no reconocer ni recibir al Verbo en medio de ellos. El pueblo que había
recibido la promesa rechazó el cumplimiento de la promesa.
Sin
embargo, el rechazo no fue universal. Otros, incluyendo a algunos que no eran
de su propio pueblo, recibieron al Verbo, y a todos los que “lo recibieron… les
dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.
Esto
describe la vida que encontramos en la Palabra o Verbo, la vida como amados
hijos de Dios. La luz que todo el mundo necesita es la luz que Dios hace
resplandecer para sus hijos. Cuando recibimos al Verbo, Jesucristo, tenemos el
derecho y el poder de convertirnos en miembros de la familia de Dios y de reclamar
las bendiciones que le corresponden a esta familia.”
XAVIER LEON DUFOUR
“Según
el v. 10 el Logos estaba en el mundo, presencia que resulta lógica después del
v. 9. Su presencia en la creación en su conjunto y en los hombres que se
encuentran en él no debe comprenderse de una forma panteísta; por eso es
oportuno recordar que el mundo fue creado por el Logos. Pues bien, ocurre algo
sorprendente: el mundo (que aquí designa a los hombres), a pesar de tener una
relación vital con su Creador, no reconoció en la creación la presencia de la
Palabra de Dios (cf. Rom 1,20-21).
El
imperfecto «estaba» insinúa la
condición paradójica del Logos: «estaba» constantemente «junto a Dios» (1,1) y
«estaba» también en el mundo creado por él. ¿No podría decirse que su presencia
a Dios es también presencia al mundo? La afirmación del fracaso del encuentro
del Logos con los hombres no está en contradicción con lo que se declaró antes,
a saber, que la tiniebla no detuvo a la luz; pero el autor intenta subrayar la
paradoja del rechazo que opone a la criatura a su Creador; le gusta proceder
por medio de vivos contrastes: la corrección se hará en los vv. 12-13.”
LEON MORRIS
“No le conoció” va más allá del conocimiento
intelectual. También recoge la idea de no llegar a conocerlo de una forma
cercana, íntima: conocer y amar como un amigo, tener una buena relación. El
tiempo verbal es aoristo, que quizá indica una única acción; el mundo perdió aquella
gran oportunidad. No supo reconocer o conocer al Verbo cuando estuvo en la
tierra. El mundo no le conoció. Y nunca lo hace. La reacción característica del
mundo hacia el Verbo es la indiferencia
total.”
NACAR – COLUNGA
“Pero
el mundo “no conoció” a esta Luz: a Dios Verbo. Los seres humanos debieron
conocerlo. Las obras les llevaban a su conocimiento y servicio (Sab 13:1-9; Rom
1:19-23). Pero este “conocimiento” no es un simple conocimiento intelectual;
hay que valorarlo en el sentido semita:
un conocimiento que entraña una vida y
una actitud moral y servicio a Dios. Así se lee en Jeremías: “Hacía
justicia al pobre y al desvalido. Esto es conocerme, dice Yahvé” (Jer 22:16;
cf. Os 4:1-6). Los hombres, teniendo motivos para conocer y servir a Dios, no
lo hicieron: “el mundo no le conoció.”
Pero
no sólo “el mundo”, sino que “vino a los suyos. Y no le recibieron”. La casi
totalidad de los Padres antiguos y la mayoría de los comentaristas modernos
interpretan esta expresión de Israel, pueblo especialmente elegido de Dios y
por título especialísimo suyo (Ex 19:5; Dt 7:6; 14:2; Is 19:25; 47:6; Jer 2:7,
etc.). Así se dice en Ezequiel: “Pondré en medio de ellos mi morada, y yo seré su
Dios y ellos serán mi pueblo” (Ez 37:27). De lo contrario, sería una repetición
del v.10.
Vino
la Luz a Israel con su Ley, con sus profetas, con sus enseñanzas; le anunciaron
un Mesías, y fueron rebeldes ¡tantas veces! a esta Luz de Dios, del Verbo. Y
vino el Verbo encarnado a ellos, a su pueblo, al pueblo que le esperaba, y cuando
llegó a ellos, Israel no le conoció, no lo recibió, y ¡crucificó! al Mesías.”
SAMUEL P. MILLOS
“El
Verbo eterno viene al mundo, que es su propiedad porque es el Creador. El
término KOSMOS
mundo, es uno de los más usados por
Juan. De un total de ciento ochenta y cinco veces en el Nuevo Testamento,
corresponden al Evangelio setenta y ocho, a sus epístolas veinticuatro y al
Apocalipsis tres. La palabra tiene varias acepciones en la Escritura,
especialmente en el Nuevo Testamento. Se usa para referirse a la tierra como
morada del hombre, uno de los sentidos de la palabra en los evangelios
sinópticos (Mt. 4:8; Mr. 8:36; Le. 4:5).
Se
usa también para referirse a la humanidad, esto es, el mundo de las personas,
que comprende su organización (3: 19; 2 Co. 5: 19). Para Juan el término se usa
mayormente en este sentido, que es el que debe dársele aquí puesto que es capaz
de reconocer o no al Verbo encarnado. De nuevo aparece el imperfecto nv, estaba. Aquel que eternamente era,
ahora aparece en el mundo de los hombres y estaba en él, también en un sentido
continuativo, vino y continuó estando, o de otro modo, estará continuamente ya
que aunque ha sido glorificado, permanece en la vida de los creyentes.”
SAN AGUSTIN
“¿Qué
sentido tiene: El mundo ha sido hecho por
El? Se da la denominación de mundo al cielo, a la tierra, al mar y a todo
lo incluido en ellos. En otro sentido, mundo son sus amadores. El mundo se hizo
por El, y el mundo no lo conoció. ¿No conocieron los cielos a su Creador ni
tampoco los ángeles ni las estrellas, cuando aun los mismos demonios lo
confesaron? Todo dio a porfía testimonio de El. ¿Quiénes, pues, no le
conocieron? Los que por su amor al mundo fueron llamados mundo.
El
amor hace que se habite con el corazón. Su amor del mundo les mereció llevar el
nombre de mundo, que es donde habitaban. Así es como se dice: Esta casa es
buena o. esta casa es mala. Ni en la mala censuramos los muros ni en la buena
los elogiamos. La calificación de buena o de mala afecta a quienes la habitan. En
este sentido llevan la calificación de mundo quienes por el amor habitan en él.
¿Quiénes son éstos? Los que aman el mundo. Su corazón fija allí su morada.
Quienes no aman el mundo, viven en él sólo corporalmente, pero con el corazón
viven en el cielo, según estas palabras del Apóstol: Nuestra conversación es en
los cielos. Esto es lo que significa que el mundo fué hecho por El, y el mundo
no lo conoció.”
ALFRED WIKENHAUSER
“No
obstante haber sido éste creado por medio del Logos, el mundo no lo conoció (es
decir, no quiso reconocerlo) ni aceptó creer en el Logos encarnado. Y es
precisamente éste su pecado (16,9). El mundo que no lo reconoció, es la masa de
los hombres que persisten en no dar entrada a la luz de la revelación. Cabe aquí
preguntarse cómo podía el mundo estar en capacidad de reconocer en el Verbo
encarnado a su Creador (o mediador de su creación). La realidad de este hecho
la conoce sólo el creyente. El Evangelio se limita a dar cuenta de la profunda
sensación de tragedia que envuelve al mundo a partir del momento en que éste se
negó a reconocer al Logos manifestado en carne, a pesar de que a él le debe la
existencia.”
WILLIAM HENDRIKSEN
“La
cláusula y el mundo llegó a existir por él se añade para mostrar que el mundo
debía haber reconocido a Cristo, la luz. (Cf. Versículo 3.) Pero, en su lugar,
se menciona una realidad patética: el mundo no le reconoció. El verbo ἔγνω es un aoristo constantivo. Como se desprende
de Mt. 7:23, el verbo γινώσκω no sólo
significa conocer, llegar a conocer, percibir, comprender, sino también
reconocer como propio. Y así también aquí: el paralelismo entre los versículos
5 y 11 demuestra que se trata de algo más que un mero reconocimiento intelectual.
El
mundo al que Cristo, la luz, vino, es representado por Israel, que era como un
círculo pequeño dentro de otro más amplio; como si Juan dijera: “Estaba en el
mundo, y el mundo llegó a existir por él, mas a pesar de ello el mundo no le
reconoció; vino, especificamente, a su propio hogar, y sin embargo su propio
pueblo no le dio la bienvenida”.
Israel
era, en un sentido muy especial, posesión de Dios (Ex. 19:5; Dt. 7:6). Durante
toda la antigua dispensación y también al principio de la nueva, Cristo vino a
su propio hogar. Pero su pueblo no le recibió. Véase 14:3 para el significado
del verbo παραλαμβάνω. El mejor comentario de la tragedia que aquí se cita se
encuentra en Is. 1:2, 3:
“Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque
habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El
buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende,
mi pueblo no tiene conocimiento.”
MATTHEW HENRY
“Esta luz, que es el Verbo, estaba en el
mundo (v. Jua_1:10), y a pesar de que el mundo fue hecho por medio de Él,
ese mundo no le conoció. Al hacerse hombre, dejó Cristo un mundo de bendición y
de gloria, y entró en este nuestro mundo de miseria y melancolía. Habitó en
este mundo, pero no era de este mundo. El mayor honor que pudo caber a nuestro
planeta es que el Hijo de Dios se hizo hombre y habitó aquí. Y el hecho de que
el Hijo de Dios se aviniese a morar en este mundo, debería hacernos menos
incómoda esta pasajera morada.
Sin
duda, Cristo podía esperar de este mundo la más respetuosa y afectuosa acogida,
pues era un mundo hecho por Él; y por eso mismo vino a salvarlo, porque era
suyo. Pero este mundo no le conoció. El buey conoce a su amo, pero el mundo es
más bruto que los más brutos animales, y no reconoció a su Hacedor. Pero,
cuando vuelva a juzgar al mundo todos le reconocerán.”
MARTIN LUTERO
“El
evangelista Juan añade que el Verbo, que desde la eternidad era igual al Padre
en poder y gloria, a través del cual todas las cosas se han hecho y que también
es la Luz y la Vida de la humanidad, asumió naturaleza humana, nacido de María,
vino al mundo, habitó entre los hombres en su vida temporal, fue como otro ser
humano en todas las cosas,adoptó la forma física de un hombre como vosotros y
como yo y soportó todas las fragilidades humanas, como dice san Pablo en Filip_2:7.
Significa
que comía, bebía, dormía, se despertaba, se cansaba, estaba cansado y se sentía
feliz. Lloraba y reía, tenía hambre y sed, frío y calor, hablaba, charlaba y
oraba, es decir, requería lo mismo que precisa todo ser humano para su
conservación. Trabajaba y sufría como los demás. Experimentó tanto la fortuna
como la desgracia. La única diferencia entre Él y los demás fue su
impecabilidad. Al ser Dios, se hallaba libre de pecado. Y sin embargo, era un
hombre a través del cual se creó e hizo el mundo. El amado Juan nos lo ha dicho
antes y aquí lo repite a propósito y deliberadamente.
Esta
es la carga de su mensaje: «Él estaba en el mundo y aunque el mundo se hizo por
Él, no lo conocía». Su vida era como la de cualquier otro. Durante treinta años
vivió con su madre, como cualquier otro hombre. Durante su adolescencia, su
conducta se desarrolló como la de otro joven de su edad, sometido a sus padres
y obedeciendo sus órdenes. A la edad de doce años hubo un atisbo de su futura
grandeza cuando estuvo en el templo escuchando y preguntando a los doctores de
la ley a los que desconcertaba con sus
respuestas y su profunda comprensión de las preguntas (Luk_2:46-47). Sin
embargo, no tardó en olvidarse, sólo María, según nos relata Lucas, «conservaba
cuidadosamente todas estas cosas en su corazón» (Luk_2:51). El mismo Lucas
también nos informa que fue con sus padres de Jerusalén a Nazaret y continuaba
sumiso a ellos y seguía progresando en sabiduría, en vigor y en gracia ante
Dios y ante los hombres (Luk_2:51-52). Unos pocos versículos antes, Lucas
relata: «Y el niño crecía y se fortalecía llenándose de sabiduría y la gracia
de Dios estaba sobre él» (Luk_2:40).
Ahí
está el Creador. Está en el mundo. Vive entre los hombres pero se halla bien
oculto. El mundo no lo conoció ni le prestó atención en especial hasta que cumplió
los treinta años cuando empezó a predicar, a sanar a los enfermos y a resucitar
a los muertos. Y como su madre, María la Virgen, era conocida por ser la simple
esposa de un carpintero, no se le ofreció más respeto que el recibido por una
mujer corriente. En mi opinión el mundo casi no advirtió su presencia y en la
práctica, fue completamente ignorante de que aquel chico sentado en el regazo
de su madre, lavado y bañado por ella como cualquier otro chico, era la Luz del
mundo, por quien se creó el mundo.
Hemos
de tomar nota de las palabras del evangelista. Anteriorrmente dijo: «Todas las
cosas por él fueron hechas» (Joh_1:3), no se detiene aquí sino que repite las
palabras con intento y premeditación: «Estaba en el mundo y el mundo fue hecho
por medio de él» (Joh_1:10). Así se propone fortalecer y reforzar el artículo
sobre el cual reposa nuestra fe por entero, es decir, que Cristo es, en su
naturaleza, autentico Dios y auténtico
hombre. Es como si quisiera decir: «El mismo niño se mece en la cuna, que
se alimenta de los pechos de María y más la obedece, es la Luz y la Vida del
hombre, Dios Creador de toda cosas porque el mundo fue hecho a través de Él».
Nosotros,
que somos llamados por el nombre de Cristo, hallemos nuestro principal artículo
de fe en esta verdad; no hay otra verdad tan certera ni tan verdadera como esta
que confiesa que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Esta es la única
fe salvífica. Si la razón se niega a creer que Dios podía ser hombre, dejala en
su error.
Pero
nosotros, los cristianos, lo creemos porque lo dice la Palabra de Dios. Nada es
imposible para la fe, que la razón se ofenda cuanto quiera. Es irrefutablemente
cierto que liberarse del poder del diablo y del pecado y la muerte, así como
recibir el don de la salvación, depende de la fe según la cual Cristo es
verdadero Dios, por quien se hizo el mundo, siendo a la vez verdadero hombre
nacido de María. Es exclusivamente esta fe y no otra, sea cual sea la etiqueta
que se le aplique, la que salva. Se lee en las Escrituras: «Y dará a luz un
hijo y llamarás su nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados»
(Mat_1:21). Y en Luke 2; Luke 11; «Que os ha nacido hoy en la ciudad de David,
un Salvador, que es Cristo el Señor». Y en Joh_3:18: «El que cree en él, no es
condenado».
Por
esta razón, el evangelista afirma y reafirma que Cristo nuestro Señor, es
verdadero Dios por naturaleza. La creación del sol, la luna, las estrellas, los
cielos y la tierra nunca se atribuyen a la obra de ningún ángel porque no es
tarea de ellos. Se trata de un trabajo divino, la creación es dominio del
verdadero Dios, que no es una pintura ni una talla, sino Dios en su naturaleza
y esencia.
Por
tanto, los textos: «Todas las cosas por medio de él fueron hechas» y «el mundo
fue hecho por medio de él» son el testimonio y la prueba más incontrovertible contra los
arrianos. Concedían que el Verbo era la exaltada, sublime y divina Persona en
la cual se unían dos naturalezas, la
divina y la humana, pero negaban que el Verbo fuera Dios en naturaleza y
esencia, nacido del Padre en la eternidad, afirmando que sólo se le llamaba
Dios. Arrio reconocía que Cristo era verdadero hombre y también confesaba que
era Dios, pero no admitía que fuera Dios por naturaleza, coigual con el Padre y
el Espíritu Santo; creía que Dios le había creado antes que a todas las
criaturas, incluso de los ángeles, haciéndole más glorioso, noble y sublime que
todos los ángeles, al que llamó Dios. Así actúa la razón cuando se trata de los
asuntos divinos.
Sin
embargo, escuchad lo que dice el evangelista: «Todas las cosas por medio de él
fueron hechas» y «La Luz estaba en el mundo y el mundo fue hecho por medio de
él». Como ya se ha dicho, ningún ángel o criatura puede reclamar el título de
Creador, sino sólo el único y verdadero Dios. Y, dado que las Sagradas
Escrituras asignan a Cristo, nuestro Señor el verdadero hijo de María, el
título de Creador del mundo junto con la
divina omnipotencia afirmando que el mundo fue hecho a través de El, se sigue
de forma incuestionable que es el verdadero y esencial Dios y Creador de todas
las cosas y que, por ello, las dos personas, la divina y la humana, se hallan
indisolublemente unidas en una misma persona, es decir, Cristo, pero, como
veremos más tarde, también es hijo y verdadero hombre.”
JAMIESON – FAUSSET – BROWN
“El
lenguaje aquí es casi tan maravilloso como el pensamiento. Obsérvese su
sencillez pulida, su sonoridad—resonando “el mundo” en cada uno de sus tres
miembros—la forma enigmática en que está investido, sorprendiendo al lector, y
poniendo a trabajar su ingeniosidad para resolver el estupendo enigma de Cristo
desconocido en su propio mundo. “El mundo”, en las dos primeras cláusulas,
evidentemente quiere decir el mundo creado, al cual vino, “en el mundo estaba”
(v. 10). Por su encarnación, él vino a ser un Habitante de él, y envuelto con
él. Sin embargo, “fué hecho por él” (vv. 3, 4, 5). Aquí, pues, es meramente
mencionado, en contraste en parte con el estar en él, pero aun más con el
recibimiento que él halló de parte de él. “El mundo que no le conoció”
(1Jo_3:1) es naturalmente el mundo inteligente de la humanidad.
Tomando
las dos primeras cláusulas como una sola afirmación, tratamos de comprenderla
pensando en el Cristo niño concebido en la matriz y nacido en los brazos de su
propia criatura, y en el hombre Cristo Jesús que respira su propio aire,
pisando su propio suelo, alimentado por sustancias a las cuales él dió el ser,
y el Creador de los mismos hombres que vino a salvar. Pero el comentario más
vivo de este versículo entero será alcanzado siguiendo (en su historia
incomparable) a aquel de quien habla, mientras camina entre todos los elementos
de la naturaleza, las enfermedades de los hombres y la muerte misma, los
secretos del corazón humano, y los “gobernadores de las tinieblas de este
mundo” en todo su número, sutileza, y malignidad, no sólo con absoluta
tranquilidad, como su Señor consciente, sino, como podríamos decir, con pleno
conocimiento de parte de ellos de la presencia de su Hacedor, cuya voluntad a cada
uno y a todos ellos era la ley. Y éste es la persona de quien se dice a
continuación, “el mundo no le conoció”. A lo suyo—su propia posesión, la
palabra (en griego) está en el género neutro.
Quiere
decir su propia tierra, ciudad, templo, derechos y posesiones mesiánicos. y los
suyos—“Su propio pueblo”, porque ahora la palabra está en el masculino plural.
Quiere decir los judíos, como el “pueblo peculiar”. Tanto ellos como sus
tierras, con todo lo que esto incluía, eran “suyos propios”, no tanto como parte
del “mundo que fué hecho por él”, sino como “heredero” de la herencia
(Luk_20:14).”
WILLIAM BARCLAY
“Juan
tenía en mente dos pensamientos al escribir este pasaje. (1) Estaba pensando en
el tiempo antes de que Jesucristo viniera al mundo en cuerpo y (2) la Palabra
creadora y ordenadora de Dios vino a esté mundo en la persona del hombre Jesús.
El Logos de Dios había estado activo en el mundo desde el principio del tiempo.
La Palabra creadora y dinámica de Dios había hecho que el mundo llegara a existir
al principio; y desde entonces siempre había sido la Palabra, el Logos, la Razón de Dios, el/la Que ha mantenido el
universo como un conjunto ordenado y al ser humano como una persona racional.
Si la humanidad hubiera tenido sentido para verle, el Logos siempre Se podía
reconocer en el universo.
La
Confesión de Fe de Westminster empieza diciendo que " las luces de la
naturaleza, y las obras de la creación y de la providencia manifiestan la
bondad, la sabiduría y el poder de Dios de tal manera que dejan sin
justificación posible la incredulidad humana.» Hacía tiempo que Pablo había
escrito que las cosas visibles del mundo están diseñadas por Dios de tal manera
que guían el pensamiento humano a las cosas invisibles, y que si la humanidad
hubiera mirado al mundo con los ojos y el entendimiento abiertos, su
pensamiento habría llegado inevitablemente a su Creador (Rom_1:19-20). El mundo
siempre ha sido tal que, mirado como es debido, conduciría hacia Dios a la
mente humana.
En
teología siempre se ha distinguido entre teología natural y teología revelada.
La teología revelada trata de las verdades que nos llegan directamente de Dios
en las palabras de los profetas, las páginas de Su Libro y, supremamente, en
Jesucristo. La teología natural trata de las verdades que el ser humano puede
descubrir mediante su propia mente e inteligencia en el mundo en que vive. Si
así es, ¿cómo podemos ver la Palabra de Dios, el Logos de Dios, la Razón de
Dios, la Mente de Dios en el mundo en que vivimos?
(1)
Debemos mirar hacia fuera. Siempre
fue una idea fundamental de los griegos que, donde hay un orden, tiene que
haber una mente. Cuando consideramos el universo vemos un orden maravilloso:
los planetas siguen regularmente sus cursos; las mareas se suceden conforme a
un plan; la siembra y la siega, el verano -y el invierno, el día y la noche
observan un orden riguroso. No cabe duda de que hay un orden en la naturaleza
y, por tanto, está igualmente claro que debe de haber una Mente detrás de todo
ello. Además, esa Mente tiene que ser superior a la mente humana, porque
consigue resultados que ésta nunca puede conseguir. La mente humana no puede
hacer que la noche siga al día, y viceversa; o que la semilla tenga poder para
germinar y crecer. La mente humana no puede hacer ninguna criatura viva. Si hay
orden en el mundo, tiene que haber una Mente; y, si en ese orden hay cosas que
están por encima de la mente humana, esa Mente que está detrás del orden de la
naturaleza tiene que estar por encima y más allá de la mente humana... Y así
llegamos inevitablemente a Dios. Mirar fuera de nosotros al mundo es
encontrarnos cara a cara con el Dios Que lo ha hecho.
(2)
Debemos mirar hacia arriba. Nada
demuestra el orden maravilloso del universo mejor que los movimientos de los
cuerpos celestes. Los astrónomos nos dicen que hay tantas estrellas como granos
de arena en las playas. Para decirlo en términos humanos, figuraos los
problemas de tráfico que habrá en el cielo; y, sin embargo, los cuerpos celeste
se mantienen en las rutas que se les han marcado y se conducen individual pero
disciplinada y armoniosamente. Un astrónomo puede predecir al segundo y a la
pulgada cuándo y dónde va a aparecer un cierto planeta, y puede decirnos cuándo
y dónde se va a producir un eclipse de Sol dentro de cientos de años, y cuántos
segundos va a durar. Se ha dicho que «ningún astrónomo puede ser ateo.» Cuando
miramos hacia arriba vemos a Dios.
(3)
Debemos mirar hacia dentro. ¿De dónde
nos hemos sacado la capacidad de pensar, de razonar y de saber? ¿De dónde el
conocimiento del bien y del mal? ¿Por qué sabe en lo más íntimo de su ser el
más empedernido degenerado cuándo está haciendo lo que no debe? Kant dijo hace
mucho que había dos cosas que le convencían de la existencia de Dios: el cielo
estrellado sobre su cabeza y la ley moral en el fondo de su conciencia. No nos
hemos dado a nosotros mismos ni la vida ni la razón que la guía y la dirige.
Debemos nuestra existencia a algún Poder fuera de nosotros mismos. ¿De dónde
vienen el remordimiento y el sentimiento de culpabilidad? ¿Por qué no podemos
hacer lo que nos dé la gana y sentirnos en paz? Cuando miramos hacia dentro
encontramos lo que Marco Aurelio llamaba "el dios interior,» y lo que
Séneca llamaba «el espíritu santo que reside en nuestras almas.» Nadie se puede
entender aparte de Dios.
(4)
Debemos mirar hacia atrás. Froude, el
gran historiador, decía que la totalidad de la Historia es una demostración de
la ley moral en acción. Los imperios surgen y desaparecen. Como escribió
Kipling:
«Mirad:
¡Toda nuestra pompa de ayer es igual que la de Nínive o Tiro!»
Y
es un hecho constatado de la Historia que la degeneración moral y el desastre
nacional van de la mano. "No hay nación -dijo George Bemard Shaw- que haya
sobrevivido a la pérdida de sus dioses.» Toda la Historia es la demostración
práctica de que hay Dios.
Así
que, aunque Jesucristo no hubiera venido a este mundo corporalmente, todavía le
habría sido posible a la humanidad ver la Palabra de Dios, el Logos de Dios, la
Razón de Dios en acción. Pero, aunque la acción de la Palabra estaba a la vista
de todo el mundo, la humanidad no La reconoció nunca.”
SERAFIN DE AUSEJO
“Su aparición, como la ve el evangelio joánico, obliga al mundo a tomar una postura definitiva, una conducta en que se descubre su verdadera significación. Que el Logos en persona aparezca ahora en la historia se fundamenta con la referencia a su relación originante respecto de ese mismo mundo. El mundo, en efecto, ha sido hecho por él, por lo que desde siempre es su campo de influencia. Así estaba ya preparado de algún modo para ser lugar de la revelación. Por lo mismo, sería lógico pensar, hubiera tenido que reconocer a su propio creador y señor. Pero -y es éste un dato que aquí aparece como enigmático- el mundo no le conoció.”
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