EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 1
VERSICULO 38 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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Y
volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le
dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? |
Jesús
se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: ¿Qué buscan? Rabí, ¿dónde
te hospedas? (Rabí significa: Maestro.) |
Y
volviéndose JESÚS, y viéndolos que lo siguen, les dice: ¿Qué buscáis? Ellos
entonces le dijeron: Rabbí (que traducido significa Maestro), ¿dónde
moras? |
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TR+ |
INA27+ |
VUL |
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στραφειςG4762
V-2APP-NSM δεG1161 CONJ οG3588 T-NSM ιησουςG2424 N-NSM καιG2532 CONJ
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λεγειG3004 V-PAI-3S αυτοιςG846 P-DPM τιG5101 I-ASN ζητειτεG2212 V-PAI-2P
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οG3739 R-NSN λεγεταιG3004 V-PPI-3S ερμηνευομενονG2059 V-PPP-NSN
διδασκαλεG1320 N-VSM πουG4226 PRT-I μενειςG3306 V-PAI-2S |
στραφεις G4762:V-2APP-NSM Habiendo
sido vuelto δε G1161:CONJ pero ο G3588:T-NSM el ιησους G2424:N-NSM Jesús και
G2532:CONJ y θεασαμενος G2300:V-ADP-NSM habiendo visto αυτους G846:P-APM a
ellos ακολουθουντας G190:V-PAP-APM siguiendo λεγει G3004:V-PAI-3S está
diciendo αυτοις G846:P-DPM a ellos τι G5101:I-ASN ¿Qué ζητειτε G2212:V-PAI-2P
están buscando? οι G3588:T-NPM Los δε G1161:CONJ pero ειπαν G3004:V-2AAI-3P
dijeron αυτω G846:P-DSM a él ραββι G4461:HEB Rabí ο G3739:R-NSN cual λεγεται
G3004:V-PPI-3S está siendo llamado μεθερμηνευομενον G3177:V-PPP-NSN siendo
traducido διδασκαλε G1320:N-VSM Maestro που G4226:PRT-I ¿Dónde μενεις
G3306:V-PAI-2S estás permaneciendo? |
conversus
autem Iesus et videns eos sequentes dicit eis quid quaeritis qui dixerunt ei
rabbi quod dicitur interpretatum magister ubi habitas |
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KJV |
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Then Jesus turned, and
saw them following, and saith unto them, What seek ye? They said unto him,
Rabbi, (which is to say, being interpreted, Master,) where dwellest thou? |
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TCB |
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Y
volviéndose Jesús. Luc_14:25; Luc_15:20;
Luc_19:5; Luc_22:61. ¿Qué
buscáis? Jua_18:4, Jua_18:7; Jua_20:15,
Jua_20:16; Luc_7:24-27; Luc_18:40, Luc_18:41; Hch_10:21, Hch_10:29. Rabí.
Jua_1:49; Jua_3:2, Jua_3:26; Jua_6:25; Mat_23:7, Mat_23:8. ¿Dónde
moras? Jua_12:21; Rut_1:16; 1Re_10:8;
Sal_27:4; Pro_3:18; Pro_8:34; Pro_13:20; Cnt_1:7, Cnt_1:8; Luc_8:38;
Luc_10:39. |
COMENTARIOS:
WARREN WIERSBE
“Cuando
Jesús les preguntó: "¿Qué buscáis?"
los estaba obligando a definir sus propósitos y metas. ¿Estaban buscando un
dirigente revolucionario para derrocar a Roma? ¡Entonces sería mejor que se
unieran a los zelotes! Ni en sueños Andrés y Juan se dieron cuenta de cómo sus vidas serían transformadas por el
Hijo de Dios.
"¿Dónde moras?" puede significar: Si estás ocupado en este momento, podemos
volver más tarde. Pero Jesús les invitó a pasar el día con él (era como las
10 a.m.) y sin duda les dijo algo de su misión, revelándoles lo que ellos
tenían en su corazón y contestando sus preguntas. Ambos quedaron tan
impresionados que buscaron a sus hermanos y los trajeron a Jesús.”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“¿Qué
buscáis? ¿Qué puede significar esa pregunta? El que conoce los corazones de
los hombres, Aquel a quien son patentes nuestros pensamientos ¿tiene, acaso,
necesidad de hacer preguntas? Pregunta, no para saber, pues ¿cómo habría de ser
ello posible?, sino para ganarse su amistad, al comenzar El el diálogo, y para
darles confianza y mostrarles que merecen ser escuchados. Era natural que,
tratándose de desconocidos, sintiesen ellos vergüenza y como temor, dado que
habían oído decir grandes cosas de ese maestro.
Para
librarles de todo eso, del temor y la vergüenza, les hizo una pregunta, a fin
de evitar que llegaran hasta la casa en silencio. Sin embargo, aunque no les
hubiera preguntado nada, ellos habrían hecho lo mismo, habrían continuado
siguiéndolo y, pisando sobre sus huellas, habrían llegado hasta su casa. ¿Por
qué les preguntó? Para obtener lo que he dicho antes, para que, estando, como
estaban, avergonzados y dudosos, cobraran confianza y serenidad.
Ellos
dieron muestra de su interés no sólo con seguirlo, sino también por las
preguntas que le dirigieron. Aunque no habían aprendido nada de El, ni le
habían oído predicar siquiera, lo llamaron maestro, declarándose así discípulos
suyos y revelando la razón por la que lo seguían. Os ruego que reparéis ahora
en su prudencia. No dijeron: enséñanos la
verdad de la fe u otras cosas importantes.
¿Qué
le dijeron? ¿Dónde moras? Como antes he dicho, lo que ellos querían era
hablar con El, escucharlo y aprender con sosiego. Por lo cual no postergaron el
asunto para otro momento, diciendo, por ejemplo: mañana volveremos, o: te escucharemos
cuando hables en público. Revelan su deseo de escucharlo, con permanecer allí a
pesar de lo tardío de la hora.”
A.W PINK
“Ninguna
alma sincera busca o sigue a Cristo en vano. "Buscad y hallaréis" es su propia bendita promesa. En
consecuencia, encontramos al Salvador dirigiéndose a estas almas inquisitivas. “¿Qué buscáis?", Les dice. A primera
vista, esta pregunta nos parece extraña. Algunos, quizás, la han considerado
casi un desaire; pero no puede ser eso.
Personalmente,
consideramos estas palabras de nuestro Señor como diseñadas para probar el motivo de estos dos hombres y ayudarlos a
comprender su propio propósito. Hay una gran variedad de motivos e influencias
que hacen que las personas se conviertan en seguidores externos y profesos de
Cristo.
En
los días de los que trata nuestro pasaje, muchos pronto "siguieron" a
Cristo porque la multitud corrió tras él y los llevó consigo. Muchos lo
"siguieron" por lo que podían conseguir, los panes y los peces, o la
curación de sus dolencias y la curación de sus seres queridos. Durante un
tiempo, muchos "Lo seguían", sin duda, porque era popular y hacía cosas
respetables. Pero algunos "lo siguieron" porque sintieron su profunda
necesidad de Él, y fueron atraídos por las perfecciones de Su Persona.
Así
fue entonces, y así es ahora. Cristo deseaba ser seguido inteligentemente o
nada, es decir, no aceptará la adoración formal o supersticiosa. ¡Lo que quiere
es el corazón, el corazón que lo busca para sí mismo! Por lo tanto, a estos dos
hombres se les hizo la pregunta que escudriñaba el corazón: "¿Qué buscais?" ¿Cuál sería, querido
lector, su respuesta a tal pregunta? ¿Qué buscas? La verdadera respuesta a esta
pregunta revela su estado espiritual. Que nadie suponga que no busca nada. Eso
era imposible. Cada corazón tiene su objeto. Si su corazón no está puesto en
Cristo mismo, entonces está puesto en algo que no es Cristo. "¿Qué
buscáis?" ¿Es oro, fama, facilidad y comodidad, placer o qué? ¿En qué está
puesto tu corazón? ¿Es un mayor conocimiento de Cristo, un conocimiento más
íntimo de Él, un caminar más cercano con Él? ¿Puedes decir, al menos en medida:
"Como el ciervo brama por las corrientes
de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.” (Sal. 42:1)?
Es
hermoso notar la respuesta de estas dos almas sinceras. "Maestro", dijeron, "¿Dónde moras?" (Juan 1:38). Parece
extraño que su respuesta a la pregunta del Señor haya desconcertado a tantos
que la han meditado. La mayoría de los comentaristas han pasado por alto el
sentido de estas palabras y no han visto ninguna conexión directa entre la pregunta
formulada por el Salvador y la respuesta que recibió. "¿Dónde moras?" Enfaticemos cada palabra
por separado.
"¿Dónde moras?" ¡Qué patético y
trágico! Que pregunta para hacer ¡el hijo de Dios! ¡Cómo sacó a relucir Su
humillación! No había necesidad de preguntar dónde vivían Caifás o Pilato,
porque todo el mundo lo sabía. Pero, ¿quién entre los hombres se preocupó de
saber, o podría haber dicho a estos dos hombres si se les pregunta, dónde
moraba Cristo?
"¿Dónde
moras?" No se trataba de una mera curiosidad ociosa. Eso mostró que
anhelaban estar con él. Lo que deseaban era compañerismo, como se habría hecho
más evidente si los traductores lo hubieran traducido como ¿Dónde permaneces? "Porque
permanecer siempre se refiere a la
comunión."
"¿Dónde moras?" preguntaron, en
respuesta a "¿Qué buscáis?"
Era no un "qué" sino un
"quién" en el que estaban
puestos sus corazones. No era una
bendición, sino el Bendito mismo lo que buscaban sus
espíritus.”
JUAN CALVINO
“Rabí. Este nombre se le daba comúnmente
a personas de alto rango o que poseían algún tipo de honor. Pero el evangelista
señala aquí otro uso de él que se hizo en su propia época, y fue que se
dirigían con este nombre a los maestros y expositores de la palabra de Dios.
Por tanto, aunque esos dos discípulos aún no reconocen a Cristo como único
Maestro de la Iglesia, sin embargo, movidos por el elogio que le ha otorgado
Juan el Bautista, lo consideran profeta y maestro, que es el primer paso hacia
recibir instrucción.
¿Dónde moras? Con este ejemplo se nos
enseña que desde el principio, en los rudimentos de la Iglesia, debemos sentir
tal gusto por Cristo que excite nuestro deseo de lucrarnos de Él; y luego, que
no debemos quedarnos satisfechos con una simple mirada pasajera, sino que debemos
buscar su morada para que nos reciba como huéspedes. Porque hay muchísimos que
huelen el evangelio solo a distancia, y así permiten que Cristo desaparezca
repentinamente y que todo lo que han aprendido acerca de él pase. Y aunque esas
dos personas no se convirtieron en ese momento en sus discípulos ordinarios, no
cabe duda de que, durante esa noche, les instruyó más plenamente, de modo que
poco después se volvieron completamente devotos de él.”
JOHN MACARTHUR
“Que buscais? Él no hizo esta pregunta
para obtener información, puesto que en su omnisciencia ya sabía lo que ellos
querían. El hecho de que fueran seguidores de Juan el Bautista indicaba que
estaban convencidos de su pecado y buscaban el perdón y la justificación del
Mesías. En vez de eso, el Señor les hace la pregunta para llevarlos a
considerar sus motivos; no les preguntó a quién estaban buscando, sino qué
estaban buscando. R. C. H. Lenski anota:
Las
primeras palabras de Jesús [en el Evangelio de Juan] son de una pregunta
magistral. Los lleva a mirar inquisitivamente a sus anhelos y deseos más
internos… Hay un promesa oculta en la pregunta “¿Qué están buscando?”. Jesús
tiene el tesoro más alto que podría buscar cualquier hombre, anhela dirigir
nuestra búsqueda para poder concedernos ese tesoro para nuestro enriquecimiento
eterno (The Interpretation of St. John’s Gospel [La interpretación del
Evangelio de San Juan] [Reimpresión; Peabody: Hendrickson, 1998], pp. 145-146).
Andrés
y Juan, tal vez intimidados por la presencia de Jesús, no respondieron
directamente la pregunta sino que hicieron otra: “Rabí—que traducido es,
Maestro—, ¿dónde moras?” . Rabí era un título de honor y respeto que traducido
es Maestro, como lo aclaró Juan para sus lectores gentiles (cp. vv. 41, 42;
9:7). La pregunta de Andrés y Juan no era solo para saber dónde residía Jesús.
Estaban pidiendo cortésmente una entrevista privada y amplia con Él. La
pregunta también señalaba su voluntad de convertirse en sus discípulos.”
JOHANNES OECOLAMPADIUS
“La
respuesta de los discípulos parece no estar relacionada con lo que se les
preguntó. Cristo dice: ¿Qué buscais? Y ellos Dicen: ¿Dónde moras? Pero considere
las palabras más profundamente. . . . ¿Dónde te estás quedando? Es decir,
venimos a entrar en una especie de compañerismo y amistad contigo. Te estamos
buscando para vivir contigo y ser tus
discípulos. Hasta este punto hemos sido discípulos de Juan; ahora somos tuyos. Qué feliz transición,
pasar de Juan a Cristo. Si hasta este punto has recibido enseñanzas básicas
sobre asuntos comunes, habiendo sido alimentado con leche, como leemos en
Hebreos, recibe algún alimento sólido que encuentres con Cristo; es el maestro de corazones y verdaderamente
hace que las personas sean enseñadas por Dios. Aferrémonos a él no solo de
boca, sino también con el corazón. Dicen: Deseamos ansiosamente permanecer
contigo. Y sin embargo, cuando hayamos recibido una muestra de su compañía, nos
abrazará por completo.”
HEINRICH BULLINGER
“Los
discípulos responden a la pregunta de Jesús: Rabí, o maestro, ¿dónde vives?
Llaman a Cristo instructor y maestro de gran erudición y conocimiento, indicando
y prometiéndole que quieren ser sus discípulos y pedirle instrucción en piedad
y verdadera felicidad.
Por
la misma razón le preguntan dónde vive, deseando ansiosamente, sin duda, tener
una compañía más íntima con él, entablar amistad con él, y así llegar a conocer
más a fondo el misterio de la redención y llegar a una parte de todas las cosas
buenas. El Señor ahora vive en el cielo. Vive en los piadosos, en los fieles,
en los que aman a Dios y guardan sus preceptos en el corazón. Por lo tanto, aquellos
que desean vivir con el Hijo de Dios deben tener cuidado de ser el tipo de
personas en las que él se deleita.”
ALBERT BARNES
“¿Qué buscáis? No se le pidió esto para
obtener información. Comp. Juan 1:48. No fue una dura reprimenda, prohibiéndoles
seguirlo. Comp. Mt 11: 28-30. Fue una especie indagación respetando sus deseos; una invitación a abrir la mente, a
manifestar sus deseos y a expresar todos sus sentimientos respecto al Mesías y
su propia salvación. Podemos aprender:
1er.
Que Jesús considera las primeras inclinaciones del alma a seguirlo. Se volvió
hacia estos discípulos e inclinará su oído a todos los que comiencen a
acercarse a él en busca de salvación.
2do.
Jesús está listo para escuchar sus peticiones y responderlas.
3er.
Los ministros del evangelio y todos los demás cristianos deben ser accesibles,
amables y tiernos hacia todos los que buscan el camino de la vida. De
conformidad con su Maestro, deben estar dispuestos a ayudar a todos aquellos
que los buscan en busca de guía y ayuda en la gran obra de su salvación.”
ALEXANDER MACLAREN
“¿Qué
buscáis?' Tal como está, en su superficie y en su aplicación principal, es la
pregunta más natural. Nuestro Señor oye pasos detrás de Él y, como cualquiera
haría, se vuelve con la pregunta que cualquiera haría: "¿Qué es lo que
quieres?" Esa pregunta derivaría todo su significado de la mirada con la
que fue acompañada y el tono en que fue pronunciada. Puede significar molestia
y repulsión grosera de una solicitud, incluso antes de que se presente, o puede
significar un deseo feliz de extender la solicitud y más de la mitad de una
promesa de otorgarla. Todo depende de la sonrisa con la que se le preguntó y de
la entonación de la voz que lo llevó a sus oídos.
Y
si hubiéramos estado allí, deberíamos haber sentido, como evidentemente sentían
estos dos, que aunque en forma de pregunta, en realidad era una promesa, y que
sacaba sus tímidos deseos, les hacía conscientes de lo que deseaban y les dio
la confianza de que su deseo sería concedido. Claramente, se había hundido muy profundamente
en la mente del evangelista; y ahora, al final de su vida, cuando su rumbo está
casi terminado, la voz inolvidable aún suena en su memoria, y vuelve a ver, con
una claridad soleada, toda la escena que había ocurrido ese día por los vados
del Jordán.
Las
primeras y las últimas palabras de aquellos a quienes hemos aprendido a amar
están profundamente grabadas en nuestro corazón. No fue un accidente que las
primeras palabras que pronunció el Maestro en Su oficio mesiánico fueran esta
pregunta profundamente significativa: "¿Qué buscáis?" Nos lo pide a
todos, nos lo pide hoy. Bueno, para aquellos que puedan responder: '¡Rabino!
¿Dónde moras? "¡Es a ti a quien buscamos!" Entonces, aventurándome a
tomar las palabras en esa aplicación algo más amplia, permítanme sugerirles dos
o tres direcciones en las que parecen apuntar.
Primero,
la pregunta nos sugiere esto: la
necesidad de tener una conciencia clara de cuál es nuestro objeto en la vida.
La mayoría de los hombres nunca han respondido a esa pregunta. Viven de la mano
a la boca, impulsados por las circunstancias, guiados por accidentes,
impulsados por pasiones y deseos irreflexivos, sabiendo lo que quieren por el
momento, pero nunca han intentado moldear el curso de sus vidas en un todo
coherente, de modo que se mantengan firmes ante Dios en Cristo cuando les pregunta:
"¿Qué buscáis?" y responderla.
Estas
vidas incoherentes, instintivas e irreflexivas que muchos de ustedes están
viviendo son una vergüenza para su hombría, por no decir nada más. Dios nos ha
hecho para algo más que para que seamos el deporte de las circunstancias. Es
una vergüenza para cualquiera de nosotros que nuestra vida sea como un pequeño
bote de pesca, con una mano torpe o débil en el timón, guiñando de un punto del
compás a otro y sin mantener un rumbo recto y directo. Les ruego, queridos
hermanos, que enfrenten esta pregunta: 'Después de todo, y en el fondo, ¿para
qué estoy viviendo? ¿Puedo formular los objetivos y propósitos de mi vida en alguna
declaración inteligible de la que no deba avergonzarme?
Algunos
de ustedes no se avergüenzan de hacer lo que les daría mucha vergüenza decir, y
prácticamente responden a la pregunta: "¿Qué buscan?" por actividades
que no te atreviste a llamar por sus propios nombres desagradables. Puede que
haya muchos de nosotros que vivamos para nuestras concupiscencias, nuestras
pasiones, nuestras ambiciones, nuestra avaricia, que vivamos en toda impureza e
impiedad. No sé. En todos nosotros hay muchos objetivos bajos y en mal estado
que no soportan que los saquemos a la luz del día. Te suplico que trates de
apoderarte de las cosas feas y sacarlas a la superficie, por mucho que intenten
esconderse en la agradable oscuridad y enrollar sus resbalosas vueltas en torno
a algo en la oscuridad.
Si
no se atreven a poner en palabras el objetivo de su vida, piensen si debería
ser el objetivo de su vida. ¡Ah, hermanos! Si nos hiciéramos esta pregunta y la
respondamos con rigor, no cometeríamos tantos errores en cuanto a los lugares
donde buscamos las cosas que buscamos. Si supiéramos lo que realmente estábamos
buscando, deberíamos saber dónde ir para buscarlo. Déjame decirte lo que estás
buscando, lo sepas o no. Buscas descanso
para tu corazón, un hogar para tu
espíritu; buscas la verdad perfecta
para tu entendimiento, la belleza
perfecta para tus afectos, la bondad
perfecta para tu conciencia. Estás buscando estos tres, reunidos en un rayo
de luz blanca, y lo estás buscando todo en una Persona.
Muchos
de ustedes no lo saben, por lo que van a cazar en todo tipo de lugares
imposibles por aquello que solo pueden encontrar en uno. A la pregunta:
"¿Qué buscáis?" la más profunda de todas las respuestas, la única
respuesta real, es: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente".
Si lo sabe, ¡sabrá dónde buscar lo que necesita! "¿Los hombres recogen
uvas de espinas?" Si estas son realmente las cosas que estás buscando, en toda
tu búsqueda equivocada, ¡oh! ¡Qué equivocada es la búsqueda! ¿Buscan los
hombres perlas en las conchas de berberechos o oro en los pozos de carbón? y
¿por qué debería buscar el descanso del corazón, la mente, la conciencia, el
espíritu, en cualquier lugar y en cualquier cosa que no sea Dios?
Él
pregunta a la gente, no porque no sepa antes que responderán, sino que, por un
lado, sus propias mentes pueden estar claras en cuanto a sus deseos y, por lo
tanto, pueden desear más sinceramente debido a la claridad; y que, por otro
lado, expresados sus deseos, sean más capaces de recibir el don que Él está dispuesto a otorgar. Así que
aquí se vuelve a estos hombres, cuyo propósito conocía bastante bien, y les
dice: "¿Qué buscáis?" En esto, Él está haciendo exactamente lo mismo
en un nivel inferior, y en una esfera externa, como se hace cuando Él designa
que oremos por las bendiciones que Él anhela otorgar, pero que condiciona
nuestras súplicas, solo porque por estas súplicas nuestro corazón se abre a la
capacidad de recibirlas.
Tenemos,
entonces, en las palabras que tenemos ante nosotros, así entendidas, la misericordiosa promesa de nuestro Señor
de dar lo que se desea con la simple condición de que el suplicante sea
consciente de sus propias necesidades y se dirija a Él en busca de las
provisiones. ¿Qué buscáis? Es un cheque en blanco que Él pone en sus manos
para que lo llenen. Es la llave de Su tesoro que nos ofrece a todos, con la
certeza de que si la abrimos encontraremos todo lo que necesitamos. ¿Quién es
el que se pone así ante todo un mundo de espíritus inquietos y buscadores, y
los enfrenta con la pregunta que es una prenda, consciente de su capacidad para
dar a cada uno de ellos lo que cada uno requiere? ¿Quién es este que profesa
poder dar pan a todos estos hombres, mujeres y niños aquí en el desierto?
Solo
hay una respuesta: el Cristo de Dios. Y ha hecho lo que promete. Ningún hombre
o mujer fue jamás a Él y respondió a esta pregunta, y presentó su petición por
un bien real, y fue rechazada. Nadie puede pedir a Cristo lo que Cristo no
puede otorgar. Nadie puede pedir a Cristo lo que Cristo no otorgará. En la región
más elevada, la región de los dones internos y espirituales, que son los
mejores dones, podemos obtener todo lo que queramos, y nuestro único límite no
es Su omnipotencia y voluntad ilimitadas, sino nuestros propios deseos pobres,
estrechos y marchitos. .
'Pide y recibirás; Busca y encontrarás.' Cristo está ante nosotros, si se me permite decirlo
así, como algunas de esas fuentes erigidas en alguna gran fiesta nacional, de
las que brotan para toda la multitud toda variedad de trago que deseen, y cada
hombre que va con su copa vacía la llena, y la llena con lo que desea. ¿Qué buscáis?
¿Sabiduría? Ustedes, estudiantes, pensadores, jóvenes que luchan con
dificultades y perplejidades intelectuales, '¿Qué buscáis?' ¿Verdad? Él nos da
eso.
Ustedes
otros, '¿Qué buscáis?' ¿Amor, paz, victoria, dominio propio, esperanza, alivio
para el dolor? Todo lo que desees, lo
encontrarás en Jesucristo. Las primeras palabras con las que rompió el
silencio cuando les habló a los hombres como el Mesías, fueron a la vez una
pregunta inquisitiva, sondeando sus objetivos y propósitos, y una promesa de gracia que lo comprometía a
una tarea que no estaba más allá de Su poder, por mucho que fuera más allá
de la de todos los demás, incluso la tarea de dar a cada hombre el deseo de su
corazón. ¿Qué buscáis? 'Busca y
encontrarás.”
GRANT OSBORNE
“El
doble significado continúa en el versículo 38. Jesús se da vuelta y pregunta:
“¿Qué buscan?” (Literalmente “¿Qué están
buscando?”). De nuevo hay mucho más significado del que aparece a simple
vista. Esto se pregunta nuevamente en 18:4,7 y 20:15, y siempre exige una
respuesta reflexiva con respecto a los deseos profundos que impulsan al
individuo. En un sentido real, él exige: “¿Qué es lo que realmente quieres en
la vida?”. La razón de buscar a Jesús está en el centro del propósito
evangelista de Juan.
Su
respuesta, “Rabí, ¿dónde te hospedas?” Parece evasiva a primera vista. No es
una gran respuesta. Sin embargo, tenga en cuenta que incluso aunque nunca antes
habían visto a Jesús, ya estaban dispuestos aceptarlo como su rabino sobre la
base del testimonio de Juan. Su pregunta también contiene mucho más de lo que
aparece a simple vista. A nivel terrenal, parecen decir solamente “¿Dónde te
hospedas?”. Pero el término menō
(“quedarse”) es un concepto importante en Juan e implica un deseo de “habitar”
o “permanecer”; lo veremos más tarde en el Tema de “residencia mutua” en 15:4–10. A nivel más profundo, están
expresando un deseo de seguir a Jesús y “permanecer” con él.”
J.C RYLE
“[Que traducido es]. Esta es una de cierta
clase de expresiones que demuestran que Juan escribió para lectores gentiles
más que para judíos. Un judío no habría necesitado este comentario parentético.
Este mismo comentario se aplica al versículo 41.
[¿Dónde moras?]. Esta cuestión parece
indicar un deseo de conversación y de comunión personal. Anhelamos saber más de
ti. Hemos sido conducidos a ti por la proclamación de Juan el Bautista. Nos gustaría
apartarnos de la multitud para ir contigo y preguntarte de una manera más
personal y tranquila, en tu morada, acerca de las cosas que están en nuestros
corazones”. Aplicar este texto, como muchos hacen, a que nuestro Señor mora
espiritualmente en los corazones quebrantados (cf. Isaías 56:12) puede producir
buena teología doctrinal y práctica. Pero no es de lo que trata el texto.”
J. WALVOORD – R. ZUCK
“Las
primeras palabras que los discípulos escucharon de Jesús fueron: ¿Qué buscáis?
En un sentido, Jesús estaba haciéndoles una simple pregunta y ellos
respondieron solicitando información acerca de dónde vivía. Sin embargo, parece
que el autor quiere implicar algo más. Quizá Jesús también estaba
preguntándoles: “¿Qué buscáis en la vida?”
El término que se traduce como moras (menō) es uno de los favoritos de Juan.
Esta
palabra gr. aparece por primera vez aquí en sus libros. De los 112 pasajes
donde aparece en el N.T., 66 son en sus escritos: 40 en el evangelio de Juan,
23 en 1 Juan y 3 en 2 Juan (William F. Arndt y F. Wilbur Gingrich, A
Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian
Literature. “Léxico Griego-Inglés del N.T. y otra Literatura Cristiana
Temprana”, Chicago: University of Chicago Press, 1957, pp. 504–5). Algunas
veces, como aquí, significa “permanecer o
morar” en un lugar; otras, “durar o
continuar”; pero más frecuentemente, tiene una connotación teológica: “permanecer, continuar, morar” (e.g., Jn.
15:4–7).”
GARY BAUMLER
“¿Qué
buscáis?” Tal vez hubiera sido lo más natural que les hiciera esa pregunta a
dos extraños que repentinamente hubieran decidido seguirlo y estar con él.
También era una pregunta profunda, hecha con la intención de hacer que los que siguen
a Jesús piensen en lo que esperan obtener de él. Pronto nos vamos a enterar de
algunos que querían obtener de Jesús lo que él no había venido a dar:
prosperidad terrenal, poder político y la liberación de la opresión del
gobierno romano. ¿Qué es lo que estos dos buscaban conseguir de Jesús?
Antes
de escuchar su respuesta, pensemos en cómo podríamos responder nosotros. Hasta
estos días vale la pena repetirle la pregunta de Jesús a todo aquel que lo
sigue. “¿Qué buscáis?” ¿Quieren que los ayude a sobrellevar las cargas diarias?
¿Quieren que su vida sea más fácil? ¿Quieren saber cómo deben enderezar su
vida? ¿Quieren el perdón de los pecados y la vida eterna? ¿Qué es lo que buscan
en Jesús? Si tienen ideas preconcebidas, es posible que se sientan
desilusionados.
Con
su respuesta, estos dos discípulos nos muestran cuál es la mejor manera de
responder a la pregunta. Le dijeron: “Rabí”, que literalmente significa “mi
gran Señor” y que Juan traduce como “maestro” para sus lectores que son
gentiles: “Rabí, ¿dónde vives?”
La
respuesta hizo que el centro de atención fuera Jesús. Ellos querían quedarse
con Jesús, aprender de él y recibir lo que él tenía para ofrecerles. Se habían
acercado porque Juan había identificado a Jesús como “el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo”. Querían estar con el Cordero de Dios y llegar a
conocerlo. ¿Es que cualquier discípulo puede
querer algo más?.”
SAMUEL P. MILLOS
“La
respuesta de ellos va precedida de una forma respetuosa hacia Cristo, al
llamarle Rabí. Especialmente en
arameo el título viene derivado del verbo rabab,
que significa ser grande. Este título
honorífico aparece a mediados del s. 1 a. C. Se aplicaba a jefes o maestros, y
llegó a ser identificativo de aquellos que eran doctores en la ley,
especialmente usado a partir aproximadamente desde los años veinte y hasta
doscientos d. C. Los discípulos de Juan el Bautista le llamaban de este modo (3:26).
Referido
a Jesús el título reviste importancia ya que Él mismo lo acepta como propio
para Él (13:13). En el Evangelio se aprecia un desarrollo en el uso del
término. Al principio tanto los Doce como otros, cual es el caso de Nicodemo,
llaman Rabí al Señor. Pero otros,
como puede ser la samaritana, el oficial del rey de Capemaum, o el ciego de
nacimiento le llaman Señor, en griego Kurie (4:11-19, 49; 5:7; 9:36). A
medida que el ministerio de Jesús se desarrolla, como al final del discurso
sobre el Pan de Vida, con el que se cierra el ministerio en Galilea, frente a
la demanda determinante de seguimiento de los Doce, Pedro le llama Señor, Kurie,
(6:68).
Incluso
las multitudes cambian Rabí, por Señor (comp. 6:25, con 6:34). El término
Señor, se usa en la LXX para
trasladar el nombre Jehová del Antiguo Testamento, por tanto, aplicar a Jesús
el título de Señor a Cristo representa
un reconocimiento de superioridad sobre
cualquier título humano. Es cierto que el término se usa también para
referirse a quien ejerce autoridad, como pudiera ser un dueño ante un esclavo.
A medida
que el Evangelio avanza, se hace evidente el cambio de Rabí a Señor,
especialmente a partir del tiempo de la resurrección de Lázaro (11:8), donde
tanto los Doce como sus allegados llaman a Jesús, Señor (cf. 11:12, 21, 27, 32,
34, 39; 13:6, 9, 25, 36, 37; 20:2, 13, 18, 20, 25, 28; 21:7, 12, 15, 16, 17,
20, 21). No es posible determinar las razones del cambio bíblicamente hablando.
Lo que es evidente es que ese uso señala una reverencia mayor hacia Cristo, que
es la lógica consecuencia de un conocimiento mayor de Él.
Jesús
supera en todo a los grandes maestros que se conocían, sus obras son no solo
mayores que las de ellos, sino algo más, manifiesta en ellas la omnipotencia
divina, ajena a cualquier hombre en la tierra. Luego de la resurrección de
Jesús el título Rabí desaparece totalmente para emplear sólo el de Señor. Estos dos discípulos de Juan,
usan el título Rabí para responder a la pregunta que Jesús les formula. Siendo
una palabra usada con determinado sentido en el arameo, Juan da la
interpretación de ella diciendo que es equivalente a Maestro, ya que escribía
para gente procedente en su mayoría del entorno heleno-romano.”
SAN AGUSTIN
“Ellos
no le siguen todavía como para quedarse con El. Ellos se quedaron con El, como
es evidente, cuando les llamó de la barca. Andrés era uno de estos dos, como lo
acabáis de oír, y hermano de Pedro. Y sabemos por el Evangelio que el Señor
llamó a Pedro y Andrés de la barca con estas palabras: Venid en pos de mí y yo haré que lleguéis a ser pescadores de hombres.
Desde ese momento se unieron ya con El
para no separarse jamás.
Ahora,
pues, le siguen estos dos, no como para no separarse ya de El, sino porque
quieren ver dónde mora y cumplir lo que está escrito: El dintel de sus puertas desgasten tus pies. Levántate para venir a él
siempre e instruyete en sus preceptos.”
WILLIAM HENDRIKSEN
“Así
pues, los dos discípulos le preguntan: ¿Dónde
estás alojado? No se nos ha revelado, y no es de gran importancia, si este
albergue temporal de Jesús era alguna casa de Betania del otro lado del Jordán,
o alguna cabaña de aquellos alrededores, hecha con ramas entrelazadas y
cubierta con telas. Lo importante es darse cuenta de que los dos discípulos deseaban
tener una oportunidad para conversar ininterrumpidamente con Jesús. Puesto que
esto era algo difícil de conseguir al aire libre, le preguntan a Jesús dónde se
aloja sugiriendo claramente que desean ser invitados a visitarlo. El testimonio
del Bautista ha despertado plenamente su interés, demostrando así que era un
verdadero heraldo.”
JAMES SMITH
“Jesús
no dijo: «¿A quién buscáis?» porque ya sabía que le buscaban a Él; sino: «¿Qué
buscáis?» ¿Qué es lo que buscáis en Mí?» ¡Ah, esto abre de par en par la puerta
de entrada; tanto hay en Jesús que vale la pena buscar! Algunos sólo buscan
contemplarle; otros buscan su sonrisa perdonadora. Hay otros que quieren saber
dónde mora, para poder morar con Él. ¿Qué buscas tú, alma mía? Busca su
sabiduría para conducirte. Busca su paz para poseerte, su poder para guardarte,
su Espíritu para morar en ti y transformarte en su imagen divina. Busca que su
voluntad pueda ser hecha en ti como lo es en el cielo, y que su presencia pueda
ser contigo una realidad permanente. Buscad, y hallaréis.”
CHARLES SPURGEON
“Los
dos primeros discípulos son los frutos de la predicación. ¿No podríamos esperar
encontrar que la mayor parte de nuestras conversiones sean el resultado del ministerio
público? “Los dos (discípulos) que habían oído a Juan, y habían seguido a
Jesús.”
Oh,
ustedes que predican el Evangelio, aférrense a esto: “¡He aquí el Cordero de
Dios!” Ustedes, jóvenes que se paran en las calles, hagan que ese sea su
tópico; y ustedes que ministran a la Iglesia de Dios, denles todas las
doctrinas del Evangelio, pero siempre regresen a esto como la aguja se regresa
a su polo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”
En
estas dos conversiones a través del ministerio público, es interesante observar
el proceso. Noten cuidadosamente la narración. Un espíritu de indagación fue
promovido en Andrés y su compañero, y comenzaron a seguir a Cristo, no
exactamente como discípulos todavía, sino como indagadores. Si puedo decirlo
así, siguieron la espalda de Cristo; no habían llegado a ver Su rostro todavía,
ni se habían sentado a Sus pies, pero siguieron Su espalda como lo hacen
algunos que, impresionados por la Palabra, tienen un deseo por Cristo, y tienen
el propósito de entregarse a una honesta investigación de Sus exigencias para
tener fe.
Mientras
van siguiendo detrás de Cristo, Él se vuelve y se coloca frente a ellos. ¡Oh, qué
venturoso giro fue para ellos! Fue un venturoso giro para Pedro cuando el Señor
se volvió y le miró; y, en este caso, mientras le iban siguiendo a Sus
espaldas, por decirlo así, Él se vuelve y les ve. Yo no podría decirles cuánto
amor había en Sus ojos. El amor de una madre hacia su primer hijo podría tal
vez pintar el amor de Jesucristo por estos primeros discípulos. Él era Dios, Él
era hombre, Él era el propio Hijo de Dios; pero nunca había sido un Maestro de
discípulos hasta aquel momento.
Ahora
salta a un rango que no había alcanzado antes. Ahora tiene a algunos que le
llamarán “Rabí,” y estarán anuentes a ser guiados por Su enseñanza. Los mira en
torno Suyo. Aun así, cuando la indagación es excitada por el ministerio, y los
hombres comienzan a investigar, Jesús los ve. Con un ojo de sincero afecto los
considera y los apoya en su búsqueda. Jesús les hizo la pregunta: “¿Qué
buscáis?,” una pregunta muy modesta. Adviértanla. Es la primera palabra del
ministerio de Cristo.
Es
la primera palabra que describe a Cristo hablando en público: “¿Qué buscáis?”
¿Y, no era una pregunta de muy grande alcance? “¿Qué es lo que buscáis?”
WILLIAM MACDONALD
“El
Salvador está siempre interesado en aquellos que le siguen. Aquí él mostró Su
interés volviéndose a los dos discípulos y preguntándoles: ¿Qué buscáis? Conocía la respuesta a la
pregunta; conocía todas las cosas. Pero quería que expresasen su deseo en
palabras. La respuesta de ellos, Rabí...,
¿dónde te hospedas?, mostraba que querían estar con el Señor y llegar a
conocerle mejor. No se sentían satisfechos con un mero encuentro con Él.
Anhelaban tener comunión con Él. Rabí es el término hebreo que significa
Maestro (literalmente, «mi grande»).”
MATTHEW HENRY
“Notemos
que Jesús no les dice: ¿A quién buscáis?, sino: «¿Qué buscáis?» ¿Buscaban el
perdón de los pecados mediante la obra del Cordero de Dios? ¿La salvación de
puro regalo, entrada libre en el reino de los cielos? Pues allí estaba Él para
darles lo que necesitaban. Todo ser humano busca algo en esta vida. Los
creyentes tenemos el privilegio, por pura gracia de Dios, de saber lo que nos
conviene buscar (v. Col_3:1-3). Cristo hace su pregunta con ternura, humildad y
mansedumbre, enseñándonos cómo hemos de conducirnos al instruir a otros para
que se lleguen a Cristo.
Ellos
le contestan, y comienzan con un saludo respetuoso: «Rabí (que traducido es,
Maestro)». Juan lo traduce para los lectores de lengua griega. Es un título
que, en su raíz hebrea, indica grandeza. También en esto, los discípulos
evolucionan en el tratamiento que dan a Jesús. Al principio le llaman
«Maestro»; después, le dirán: «Señor» (comp. con Jua_6:68). Es curioso notar
que después de la resurrección de Cristo, desaparece completamente el título
«Rabí» aplicado a Jesús, porque es ya notoriamente «Señor y Cristo» (Hch_2:36).
El
verbo que Juan usa, en el paréntesis, para «traducido» no es el exegésato de
Jua_1:18, donde se nos da la exacta interpretación que el Verbo hecho carne nos
hace de Dios, sino methermeneuómenon, que indica un «cambio» («metá»)
inevitable al pasar de un lenguaje a otro, y una interpretación puramente
humana: hermeneuómenon. Esta palabra se deriva de Hermes (Mercurio, para los
latinos), el dios mitológico que servía de intérprete de los dioses (v.
Hch_14:12, donde el original dice Hermen).
Después
del saludo, los discípulos le preguntan a Jesús: «¿Dónde te hospedas?» Con
ello, insinúan que desean tener una conversación con Él, para aprender de Él
con más detenimiento. Las palabras del Bautista habían despertado en ellos
tremendo interés, y no se contentan con hacerle unas cuantas preguntas en la
calle, sino recibir una enseñanza más completa en su domicilio, como todo discípulo
que quiere aprender una asignatura con un buen profesor. Todos cuantos tienen
comunión con el Señor desean aprender más y más de Él: sentarse continuamente a
Sus pies, pues esto es lo único necesario y la mejor parte, que no nos será
arrebatada.”
TEOFILACTO
“Véase
cómo el Señor vuelve su rostro a los que le siguen, y los mira. Porque si no se
le sigue por medio de alguna buena acción, nunca podremos llegar a ver su
rostro ni entrar en su casa.”
ALCUINO
“Y
no quieren gozar del magisterio de una manera transitoria, sino que le
preguntan dónde habita, para que en adelante puedan oír sus palabras aparte,
visitarle muchas veces e instruirse mucho mejor. En sentido espiritual quieren
saber en dónde habita Jesucristo, para que con el ejemplo de sus virtudes puedan
presentarse dignos de que habite en ellos. O el ver que Jesús marcha y
preguntar en seguida en dónde ha de parar, nos da a conocer que cuando nos
acordamos de su Encarnación, debemos rogarle con solicitud que nos muestre la
mansión de la eterna felicidad.
Por
lo cual, al ver Jesús que le piden bien, les patentiza libremente el
convencimiento de sus designios. Por esto sigue: "Y les dice venid y
vedlo", como diciendo: no puedo explicar mi morada con palabras, pero os
la enseñaré con obras; venid, pues, creyendo y obrando, y ved entendiendo.”
WILLIAM BARCLAY
“Así
es que los dos discípulos de Juan siguieron a Jesús. Puede que fueran demasiado
tímidos para acercarse a Él directamente; el caso es que Le iban siguiendo a
una distancia respetuosa. Entonces Jesús hizo algo muy característico: se
volvió y les dirigió la palabra. Es decir: se encontró con ellos a mitad de
camino. Les puso las cosas más fáciles. Les abrió la puerta para que pudieran
entrar.
Aquí
tenemos un símbolo de la iniciativa divina. Siempre es Dios el Que da el primer
paso. Cuando la mente humana empieza a buscar, y el corazón humano empieza a
anhelar, Dios, nos sale al encuentro mucho más que hasta la mitad del camino.
Dios no nos deja buscar y buscar hasta que Le encontremos, sino que nos sale al
encuentro. Como dijo Agustín, no podríamos ni haber empezado a buscar a Dios si
El no nos hubiera encontrado ya. Cuando acudimos a Dios, no descubrimos que Se
ha estado escondiendo para mantener la distancia; acudimos a Uno que Se detiene
a esperarnos, y que hasta toma la iniciativa de salir a buscarnos al camino.
Jesús
empezó por hacerles a aquellos dos la pregunta más fundamental de la vida:
" ¿Qué buscáis?» Era muy pertinente hacer esa pregunta en Palestina en el
tiempo de Jesús. ¿Serían legalistas que no buscaban más que conversaciones
sutiles y rebuscadas sobre los detalles más diminutos de la Ley como los
escribas y fariseos? ¿O serían ambiciosos oportunistas buscando la ocasión
propicia o el poder como los saduceos? ¿O nacionalistas en busca de un político
demagogo o un jefe militar que los guiara a sacudirse el yugo de los Romanos
como hacían los celotas? ¿O tal vez humildes hombres de oración buscando a Dios
y Su voluntad como " los reposados de la tierra»? ¿O serían simplemente
pecadores desorientados y confusos, buscando una luz en el camino de la vida y
el perdón de Dios?
Sería
bueno a veces que nos preguntáramos: " ¿Qué estoy yo buscando? ¿Cuáles son
mi propósito y mi meta? ¿Qué es lo que quiero encontrar en la vida?"
Hay
algunos que lo que buscan es seguridad.
Les gustaría tener una posición segura, con suficiente dinero para cubrir las
necesidades de la vida y reservar algo para los imprevistos que puedan surgir;
es decir, una seguridad material que elimine las preocupaciones esenciales sobre
las cosas materiales. No hay nada de malo en este deseo, pero no es muy
elevado, ni tampoco adecuado para inspirar toda la vida; además, en último
análisis, tampoco se puede estar a salvo de los azares y avatares de la vida.
Hay
algunos que buscan lo que llamarían hacer
carrera, algo que les proporcione poder, prominencia, prestigio,
oportunidades para aplicar las habilidades y los talentos que creen poseer y
realizar el trabajo para el que se consideran capacitados. Si lo que inspira
esta actitud son motivos de ambición personal, puede ser mala; pero si es el
deseo de servir a los semejantes y a la sociedad puede considerarse incluso
elevada. Pero no es suficiente, porque sus horizontes están limitados a este
tiempo y a este mundo.
Hay
algunos que lo que buscan es alguna clase
de paz, algo que les permita vivir en paz consigo mismos, con sus
semejantes y con Dios. En realidad lo que buscan esa Dios, y este objetivo sólo
Jesucristo lo puede satisfacer.
Los
discípulos de Juan le respondieron a Jesús que querían saber dónde paraba. Le
llamaron Rabí, -palabra hebrea que quiere decir literalmente Mi grande. Era el
título de respeto que daban los estudiantes y los buscadores del conocimiento a
sus maestros y a los sabios. Juan, el evangelista, estaba escribiendo para los
griegos. Suponía que no conocerían la palabra, y se la tradujo por el término
griego didáskalos, maestro. No era sólo por curiosidad por lo que aquellos dos
hicieron aquella pregunta. Lo que querían decir era que querían hablar con Él,
no sólo en el camino y de pasada, como meros conocidos ocasionales que pudieran
cruzarse algunas palabras; querían detenerse con El lo suficiente para hablar
de sus problemas y preocupaciones: La persona que quiera ser discípula de Jesús
no se dará, por satisfecha con una palabra de pasada, sino querrá tener un
encuentro personal con El, no como conocida sino como amiga, en Su propia casa.”
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