domingo, 18 de junio de 2023

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 4 VERSICULO 15


 

 

EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 4 VERSICULO 15

RV1960

NVI1999

BTX4

La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.

Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.

Le dice la mujer: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacar.

TR+

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VUL

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dicit ad eum mulier Domine da mihi hanc aquam ut non sitiam neque veniam huc haurire

KJV

The woman saith unto him, Sir, give me this water, that I thirst not, neither come hither to draw.

TCB

Dame esa agua. Jua_6:26, Jua_6:34; Jua_17:2, Jua_17:3; Sal_4:6; Rom_6:23; Rom_8:5; 1Co_2:14; 1Jn_5:20; Stg_4:3.

 

COMENTARIOS:

JOHN PIPER

 “Ella no comprende. No lo prueba. Versículo 15: “La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla”. Me encantaría esa agua, porque esta cubeta es pesada. Para ella, el significado de esta agua es que podría terminar con su problema de tener que venir al pozo en el calor del día. ¡Igual que Nicodemo!

Así que debemos esperar. ¿Qué será necesario para traspasar su corazón? Jesús no se rendirá. Usted puede esperar hasta la próxima semana para probar y ver, para creer y recibirle. Pero quizás no tenga que esperar hasta la semana que viene. Venga al agua, usted que no tiene dinero, venga compre y beba (Isaías 55:1–3).”

WILLIAM SPURSTOWE

“La mejor forma para entender y describir la felicidad del cielo es comparándola con los goces y consuelos que nos brinda el Espíritu Santo aquí en la tierra. La Escritura los describe como fortísimo consuelo; plenitud de gozo; gozo inefable y glorioso; y abundante consolación. Y sin embargo toda la paz y todo el gozo del que los creyentes puedan ser partícipes en esta vida, es más bien comparable a una sola gota de agua en todo un océano; a un simple racimo de uvas en toda una viña; a una insignificante gota de miel en todo un panal, a la tenue luz del alba en un espléndido día de verano cuando de describir el gozo del cielo se trata.

Con todo, estas restringidas y limitadas muestras de agua, de uva y de miel de la Canaán celestial con las que el Espíritu Santo alegra el corazón de los creyentes en esta vida, son ya de por sí mucho más deseables que todos los goces y deleites de este mundo. Y nadie que las haya gustado es capaz de reaccionar distinto que la mujer samaritana cuando exclamó: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga yo sed ni venga aquí a sacarla”. Pues las tenues luces del alba celestial bastan para iluminar mejor el alma, llenarla de mayor serenidad y proporcionarle mayores goces que todo el esplendor del cénit solar de este mundo.

He leído acerca de un cristiano devoto que habiendo soñando sobre el cielo, al despertar las impresiones que el sueño le causó fueron tan fuertes que no reconocía su celda, no era capaz de distinguir la noche del día ni de diferenciar en su paladar el vino del aceite; tan solo anhelaba de nuevo su visión celestial diciendo: “Redde mihi campos floridos, columnam auream, comitem Hieronymum, assistentes angelos”, “Llevadme de nuevo a aquellos campos floridos y llenos de fragancia, quiero ver de nuevo las columnas doradas, a Jerónimo mi compañero y a los ángeles mis asistentes”. De modo que si el mero hecho de soñar con el cielo produce ya un éxtasis y un impacto tan fuerte que lleva a los sentidos corporales a perder su capacidad de captación de las cosas terrenas, ¿cuáles no han de ser los trances y complacencias de aquellos que disfrutan en toda su plenitud de las glorias del cielo?”

CHARLES SPURGEON

“Si dices: "Señor, deme esta agua", la tendrás. Y te diré por qué creo que la tendrás, porque, en primer lugar, no creo que un hombre corriente negaría dar agua. Si estuviera junto a un pozo y usted se acercara a mí y me dijera: "Señor, deme esta agua", yo diría: "Tanto como quiera de ella".

¿Quién no daría agua? Es el regalo más común. Incluso en Oriente, con todo el valor que se le atribuye al agua allí, el Salvador lo menciona como uno de los actos de benevolencia más comunes. "Cualquiera que dé de beber a uno de estos pequeños un vaso de agua fría sólo en nombre de un discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa". ¿Quién negará a otro un vaso de agua?

¡Entonces note que, de acuerdo con nuestro texto, el dar la gracia salvadora no es para el gran Redentor más que el dar agua a usted! La gracia es un regalo invaluable para que la recibas, pero para Jesús es un placer dársela. Si das agua, te queda un poco menos de agua, pero si Cristo da gracia, no tiene menos gracia. Todavía tiene tanta Gracia en la plenitud inagotable que habita en Su adorable Persona. Así como el sol es tan brillante a pesar de todo su brillo, y el océano todavía está lleno, a pesar de todas las nubes que exhala, Jesús es tan abundante como siempre en perdonar misericordia y poder salvador. Les digo que el que Jesucristo sea misericordioso está tan de acuerdo con Su naturaleza como lo es para ustedes y para mí ser lo suficientemente generoso como para regalar agua.

La bendición de las pobres almas necesitadas no es un trabajo para Jesús, y tampoco ninguna pérdida para Él, ni ningún impuesto sobre Él. Todo el dolor y el costo que Él ha soportado hace mucho tiempo, y el salvar al culpable es Su recompensa de Su aflicción. Ahora bien, si en este lugar la Gracia de Dios se hubiera comparado con el oro, esa metáfora habría sido adecuada para expresar su valor. Pero habrías dicho: "¿Quién regala oro?" Pero aquí se compara con el agua, agua que el hombre da gratuitamente, y que nuestro Señor Jesús nunca niega a quienes la buscan. No creo, entonces, que si un hombre común regala agua, y Cristo compara Su gracia con el agua, le permitirá decir: "Señor, dame esta agua", y luego no dártela! Amigo, no seas tan incrédulo como para pensar que el Señor Jesús es poco generoso y cruel, más bien pide el Agua Viva y se te dará.”

Todavía no podía ver la mujer el significado interno de las palabras del Salvador; el sentido exterior todavía la retenía. Necesitaba que se le despertara la conciencia, porque ese sería el camino hacia su corazón. Cristo tiene diferentes puertas para entrar en las almas de diferentes personas. En algunos, entra por el entendimiento; en muchos, por los afectos. Para algunos, viene por el camino del miedo; a otro, por el de la esperanza; y a esta mujer vino a través de su conciencia.”

SAN JUAN CRISOSTOMO

“La mujer creyó al punto, resultando ser mucho más sagaz que Nicodemo, y no sólo más sagaz, sino también más fuerte. Este, después de escuchar infinidad de cosas semejantes, no llamó a ningún otro ni él mismo tuvo fe. Esta, en cambio, cumple una función apostólica, en la medida en la que anuncia, convoca a todos junto a Jesús y arrastra hasta él a la ciudad entera. Aquél, luego de haber escuchado, dijo: ¿Cómo puede ser esto?

Cristo le pone el claro ejemplo del viento, y, aun así, no acepta sus palabras. Todo lo contrario la mujer: no reacciona así. Primero duda, pero después, sin reticencias, con una disposición excelente para aceptar sus palabras, al punto se apresura a acoger cuanto dice. Cristo añade: Habrá en él una fuente de agua que salte hasta la vida eterna e, inmediatamente, la mujer dice: Dame de esta agua para que no tenga sed y no venga aquí a sacarla.

¿Ves cómo es llevada poco a poco a la cima de las verdades de fe? Al principio creía que era un judío cualquiera que transgredía la ley; seguidamente, rechazado este pensamiento inculpatorio (no convenía que la persona que iba a instruirla resultara sospechosa) y después de que oyó hablar del agua viva, creyó que se refería al agua perceptible por los sentidos. Comprende, finalmente, que se refería a cosas espirituales.

Creyendo que esa agua podía sofocar la necesidad provocada por la sed, no obstante, aún no sabía bien de qué se trataba, dudaba todavía, y, aun creyendo que era algo superior a lo perceptible por los sentidos, no alcanzaba a entenderlo. Después de recapacitar, y aunque todavía no lo entiende en su totalidad (pues dice: Dame de esta agua para que no tenga sed y no venga aquí a sacarla), comienza a considerarlo superior a Jacob. «No necesito esta fuente si tú me das esa agua». ¿Ves cómo lo antepone al patriarca? Se trata, sin duda, de la manifestación de un alma bondadosa. Habiendo manifestado la gran opinión en que tenía a Jacob, vio a uno mayor y no se mantuvo en su anterior parecer.

No era mujer de fácil contentar y no admitía a la primera cualquier cosa que se le dijera. Bien se echa de ver por lo minucioso de sus preguntas. Pero de sus preguntas se deduce, igualmente, que tampoco era incrédula o impertinente. Cristo dijo a los judíos: El que coma de mi carne, no tendrá hambre; el que crea en mí, no tendrá sed, y, lejos de creer, se escandalizaron. La mujer, en cambio, no se comporta así. Permanece junto a él y le interroga. A los judíos les dijo: El que crea en mí, no tendrá sed.

A la mujer no le habló en los mismos términos, sino más en general: El que beba de esta agua no tendrá sed. Se trataba de una promesa de cosas espirituales y no visibles. Por eso, aunque eleva su ánimo con promesas, ella todavía persiste en la consideración de las cosas sensibles, pues no podía comprender aún con nitidez las cosas espirituales. Si le hubiera dicho «si crees en mí no tendrás sed», no habría entendido qué le decía, porque no sabía quién le hablaba ni a qué sed se refería.

¿Por qué no actuó Jesús así con los judíos? Porque habían visto muchos milagros. Esta, por el contrario, no había visto ninguno y oía por vez primera tales palabras.”

A.W PINK

“Note que ella ahora se apropia de Su palabra y dice: "Señor, dame de beber". El alivio del trabajo diario era, sin duda, el pensamiento más importante en su mente; sin embargo, y fíjense bien, ¡ahora estaba dispuesta a estar en deuda con un "judío" por eso! Todavía había mucha ignorancia; pero su prejuicio estaba siendo superado; su corazón estaba siendo ganado. Entonces, ¿cuál es el siguiente paso?

Hay que llegar a su conciencia. Debe crearse un sentido de necesidad. ¿Y cómo se logra esto? Por convicción de pecado. El primer pensamiento en conexión con la salvación, el significado principal de la palabra misma, es el de la liberación de algo. La salvación implica peligro, y el pecador no huirá a Cristo como Refugio de la ira venidera hasta que tenga el debido sentido (no meramente de miseria, sino) de culpa. No puede haber bendición hasta que haya convicción y confesión del pecado. No es hasta que descubrimos que nuestro caso es verdaderamente desesperado que nos acercamos a Cristo hasta entonces, intentamos prescribir por nosotros mismos. Aquí radica la fuerza de la siguiente palabra del Salvador.”

DAVID GUZIK

“La respuesta de la mujer samaritana era lógica, aunque no espiritual. Ella quería evitar el trabajo de ir al pozo todos los días. Fue como si respondiera “Jesús, si quieres hacer mi vida más fácil y más conveniente, entonces estoy dispuesta ¡Dámela!”

JOHN MACARTHUR

“Su respuesta es paralela a la de la multitud galilea, que respondió a la enseñanza de Jesús sobre el pan del cielo así: “Señor, danos siempre este pan” (6:34; cp. v. 26). Si el agua viva traía algo más, ella estaba lista para recibirlo con tal de que eliminara su viaje diario al pozo y le diera también la vida eterna.

En este punto, la mujer no parecía tener claro el asunto de la transformación espiritual. Jesús le había hablado sobre el agua de vida eterna y ella parecía dispuesta a aceptarla, pero no se habían establecido las condiciones. Esta mujer, como cualquier pecador perdido, necesitaba entender dos asuntos cruciales antes de poder recibir el agua de vida eterna; a saber, la realidad del pecado de ella y la identidad de Él como Salvador. En estos dos últimos puntos, Jesús trató estos dos asuntos.”

WOLFGANG MUSCULUS

“Todavía es una persona carnal y por eso no solo piensa en términos carnales, sino que también como charlatana y tonta se ríe burlonamente de las palabras de Cristo, como si fueran una referencia a la sed corporal. Y así vemos representada en este lugar la naturaleza de ciertos pseudocristianos carnales, que entienden la enseñanza del Espíritu en términos carnales.

Por eso, no buscan en Cristo bienes espirituales, sino carnales, como esta mujercita y los Cafarnaítas. Prometió la paz de un bien conciencia ante Dios, entienden una paz mundana. Prometidos el gozo del Espíritu en el Señor, piensan en un gozo de la carne. Prometidos una satisfacción del hambre y la sed, comprenden una satisfacción corporal. Cuando escuchan la predicación de la libertad del Espíritu, se apoderan de la libertad de la carne. Y porque ven que estas cosas no son dadas por Cristo a los que creen en él, se ríen de su evangelio.

Porque, de hecho, no comprenden las cosas del Espíritu ni se esfuerzan por alcanzarlas hasta que se convierten en personas espirituales. Ahora, queda claro por lo que sigue que esta mujer, todavía carnal y riéndose de las palabras de Cristo, era de los elegidos y salvos.

En este ejemplo vemos que a veces sucede que los elegidos, mientras vivan en tinieblas fuera del conocimiento de Cristo, estarán tan lejos de comprender o buscar la enseñanza del Espíritu que incluso se reirán de ello como algo ridículo y ridículo, tonto. Por lo tanto, debemos tener cuidado de no condenar demasiado rápido a las personas a quienes vemos burlándose de las enseñanzas de Cristo.”

J.C RYLE

“[La mujer le dijo, etc.]. Creo que en este versículo vemos las primeras chispas de bien en el alma de la mujer. Las palabras de nuestro Señor despiertan en su corazón un deseo de esa agua viva de la que le han hablado. Hace lo que nuestro Señor le ha dicho desde el principio que debía hacer. La mujer le “pide” que le dé esa agua.

[Dame esa agua […] no tenga yo sed […], sacarla]. Los motivos por que la mujer hace esta petición suelen explicarse de diversas formas.

Algunos —como Musculus, Calvino, Bucero, Brentano, Walter, Lightfoot, Poole y Dyke— piensan que esta petición fue con un espíritu burlón y sarcástico, como si dijera: “¡Sí que estaría bien un agua así, si pudiera conseguirla! Dámela si la tienes”.

Otros —como S. Agustín, Cirilo, Bullinger, Rollock, Hildersam, Jansen y Nifanius— piensan que la petición fue solo el deseo perezoso e indolente de alguien cansado de las labores de este mundo y que, sin embargo, no podía ver en lo que decía nuestro Señor más que las cosas de este mundo; como la petición de los judíos: “Señor, danos siempre este pan” (Juan 6:34). Es como si dijera: “Cualquier cosa que me ahorre las molestias de tener que venir a sacar el agua sería un gran favor”. Como dice Bengel: “Deseaba tener esta fuente de agua viva en su propia casa”.

Otros —como Crisóstomo, Teofilacto, y Eutimio— piensan que la petición fue en realidad la oración de un alma angustiada que se manifestó en algún débil deseo espiritual ante la mención de la vida eterna. “¿Tienes vida eterna que proporcionar? Dámela”.

Me aventuro a pensar que ninguna de estas interpretaciones es del todo correcta. El verdadero motivo de la petición fue probablemente la vaga sensación de un deseo que la mujer no habría atinado a describir. Es inútil analizar y examinar demasiado meticulosamente los primeros deseos torpes e imperfectos que surgen en las almas cuando el Espíritu comienza su obra de conversión. Es una necedad decir que los primeros impulsos del alma hacia Dios deben estar libres de todo motivo imperfecto y de cualquier presencia de debilidad.

Los motivos de la mujer al decir: “Señor, dame esa agua”, eran probablemente mixtos e indefinidos. El agua material le rondaba la cabeza; y, sin embargo, probablemente tenía deseos de vida eterna. Bástenos saber que pidió y recibió, buscó y encontró. Nuestro gran propósito debe ser persuadir a los pecadores para que acudan a Cristo y le digan: “Dame de beber”. Si les prohibimos que pidan nada hasta que lo hagan con un espíritu perfecto, no haremos bien alguno. Analizar los motivos específicos de los primeros anhelos de un alma hacia Dios sería tan necio como examinar la construcción gramatical del llanto de un niño. Si anhela lo más mínimo y dice “dame”, debemos estar agradecidos.”

FRANCIS MOLONEY

“Las palabras de Jesús se malinterpretan dándoles un sentido físico y egoísta. Así como «los judíos» rechazaron las palabras de Jesús en 2:20, de igual modo lo hace la samaritana en 4:15. En la conclusión de este primer momento de su encuentro con Jesús, también se le presenta como no creyente.

Sm embargo, hay un contraste entre «los judíos» y la samaritana. Es posible que la respuesta final de los dos personajes («los judíos» y la samaritana) sea la misma, pero en la mujer no encontramos la hostilidad de «los judíos».

En efecto, hay signos de un incremento de respeto, pues al principio se dirige a Jesús como «un judio» (v 9), pero, posteriormente, se dirigió a él como «señor» (w. 11-15). «Los judíos» desaparecieron del relato 2:13-22, pero regresarán, de forma manifiestamente hostil, en 5:16-18. La samaritana se mantiene en el relato. El hecho de que rechace la palabra de Jesús en los versos 7-15 no es el final de su intervención. Finalmente, se preguntará si Jesús era el Cristo (cf. vers. 25, 29b) y llevará a otros samaritanos hasta Jesús (v. 29a).”

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