EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 4
VERSICULO 15 |
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RV1960 |
NVI1999 |
BTX4 |
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La
mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí
a sacarla. |
Señor,
dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a
sacarla. |
Le
dice la mujer: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a
sacar. |
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αντλειν G501:V-PAN estar sacando |
dicit ad eum mulier
Domine da mihi hanc aquam ut non sitiam neque veniam huc haurire |
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KJV |
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The woman saith unto
him, Sir, give me this water, that I thirst not, neither come hither to draw. |
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TCB |
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Dame
esa agua. Jua_6:26, Jua_6:34; Jua_17:2,
Jua_17:3; Sal_4:6; Rom_6:23; Rom_8:5; 1Co_2:14; 1Jn_5:20; Stg_4:3. |
COMENTARIOS:
JOHN PIPER
“Ella no comprende. No lo prueba. Versículo
15: “La mujer le dijo: Señor, dame esa
agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla”. Me encantaría
esa agua, porque esta cubeta es pesada. Para ella, el significado de esta agua es
que podría terminar con su problema de tener que venir al pozo en el calor del
día. ¡Igual que Nicodemo!
Así
que debemos esperar. ¿Qué será necesario para traspasar su corazón? Jesús no se rendirá. Usted puede esperar
hasta la próxima semana para probar y ver, para creer y recibirle. Pero quizás
no tenga que esperar hasta la semana que viene. Venga al agua, usted que no tiene dinero, venga compre y beba
(Isaías 55:1–3).”
WILLIAM SPURSTOWE
“La mejor forma para entender y describir la felicidad del cielo es comparándola con los goces y consuelos que nos brinda el Espíritu Santo aquí en la tierra. La Escritura los describe como fortísimo consuelo; plenitud de gozo; gozo inefable y glorioso; y abundante consolación. Y sin embargo toda la paz y todo el gozo del que los creyentes puedan ser partícipes en esta vida, es más bien comparable a una sola gota de agua en todo un océano; a un simple racimo de uvas en toda una viña; a una insignificante gota de miel en todo un panal, a la tenue luz del alba en un espléndido día de verano cuando de describir el gozo del cielo se trata.
Con
todo, estas restringidas y limitadas muestras de agua, de uva y de miel de la
Canaán celestial con las que el Espíritu Santo alegra el corazón de los
creyentes en esta vida, son ya de por sí mucho más deseables que todos los
goces y deleites de este mundo. Y nadie que las haya gustado es capaz de
reaccionar distinto que la mujer samaritana cuando exclamó: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga
yo sed ni venga aquí a sacarla”. Pues las tenues luces del alba celestial
bastan para iluminar mejor el alma, llenarla de mayor serenidad y
proporcionarle mayores goces que todo el esplendor del cénit solar de este
mundo.
He
leído acerca de un cristiano devoto que habiendo soñando sobre el cielo, al despertar
las impresiones que el sueño le causó fueron tan fuertes que no reconocía su
celda, no era capaz de distinguir la noche del día ni de diferenciar en su
paladar el vino del aceite; tan solo anhelaba de nuevo su visión celestial
diciendo: “Redde mihi campos floridos,
columnam auream, comitem Hieronymum, assistentes angelos”, “Llevadme de nuevo
a aquellos campos floridos y llenos de fragancia, quiero ver de nuevo las
columnas doradas, a Jerónimo mi compañero y a los ángeles mis asistentes”. De
modo que si el mero hecho de soñar con el cielo produce ya un éxtasis y un
impacto tan fuerte que lleva a los sentidos corporales a perder su capacidad de
captación de las cosas terrenas, ¿cuáles no han de ser los trances y
complacencias de aquellos que disfrutan en toda su plenitud de las glorias del
cielo?”
CHARLES SPURGEON
“Si
dices: "Señor, deme esta agua", la tendrás. Y te diré por qué creo
que la tendrás, porque, en primer lugar, no creo que un hombre corriente
negaría dar agua. Si estuviera junto a un pozo y usted se acercara a mí y me
dijera: "Señor, deme esta agua", yo diría: "Tanto como quiera de
ella".
¿Quién
no daría agua? Es el regalo más común. Incluso en Oriente, con todo el valor
que se le atribuye al agua allí, el Salvador lo menciona como uno de los actos
de benevolencia más comunes. "Cualquiera
que dé de beber a uno de estos pequeños un vaso de agua fría sólo en nombre de
un discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa". ¿Quién
negará a otro un vaso de agua?
¡Entonces
note que, de acuerdo con nuestro texto, el dar la gracia salvadora no es para
el gran Redentor más que el dar agua a usted! La gracia es un regalo invaluable para que la recibas, pero para Jesús
es un placer dársela. Si das agua, te queda un poco menos de agua, pero si
Cristo da gracia, no tiene menos gracia. Todavía tiene tanta Gracia en la
plenitud inagotable que habita en Su adorable Persona. Así como el sol es tan
brillante a pesar de todo su brillo, y el océano todavía está lleno, a pesar de
todas las nubes que exhala, Jesús es tan abundante como siempre en perdonar misericordia
y poder salvador. Les digo que el que Jesucristo sea misericordioso está tan de
acuerdo con Su naturaleza como lo es para ustedes y para mí ser lo
suficientemente generoso como para regalar agua.
La
bendición de las pobres almas necesitadas no es un trabajo para Jesús, y
tampoco ninguna pérdida para Él, ni ningún impuesto sobre Él. Todo el dolor y
el costo que Él ha soportado hace mucho tiempo, y el salvar al culpable es Su recompensa de Su aflicción. Ahora
bien, si en este lugar la Gracia de Dios se hubiera comparado con el oro, esa
metáfora habría sido adecuada para expresar su valor. Pero habrías dicho:
"¿Quién regala oro?" Pero aquí se compara con el agua, agua que el
hombre da gratuitamente, y que nuestro Señor Jesús nunca niega a quienes la
buscan. No creo, entonces, que si un hombre común regala agua, y Cristo compara
Su gracia con el agua, le permitirá decir: "Señor, dame esta agua", y
luego no dártela! Amigo, no seas tan incrédulo como para pensar que el Señor
Jesús es poco generoso y cruel, más bien pide el Agua Viva y se te dará.”
Todavía no podía ver la
mujer el significado interno de las palabras del Salvador; el sentido exterior
todavía la retenía. Necesitaba que se le despertara la conciencia, porque ese
sería el camino hacia su corazón. Cristo tiene diferentes puertas para entrar
en las almas de diferentes personas. En algunos, entra por el entendimiento; en muchos, por los afectos. Para algunos, viene por el camino del miedo; a otro, por el de la esperanza; y a esta mujer vino a través de su conciencia.”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“La mujer creyó al punto, resultando ser mucho más sagaz que Nicodemo,
y no sólo más sagaz, sino también más fuerte. Este, después de escuchar
infinidad de cosas semejantes, no llamó a ningún otro ni él mismo tuvo fe.
Esta, en cambio, cumple una función apostólica, en la medida en la que anuncia,
convoca a todos junto a Jesús y arrastra hasta él a la ciudad entera. Aquél,
luego de haber escuchado, dijo: ¿Cómo
puede ser esto?
Cristo le pone el claro
ejemplo del viento, y, aun así, no
acepta sus palabras. Todo lo contrario la mujer: no reacciona así. Primero
duda, pero después, sin reticencias, con una disposición excelente para aceptar
sus palabras, al punto se apresura a acoger cuanto dice. Cristo añade: Habrá en él una fuente de agua que salte
hasta la vida eterna e, inmediatamente, la mujer dice: Dame de esta agua para que no tenga sed y no venga aquí a sacarla.
¿Ves cómo es llevada poco a
poco a la cima de las verdades de fe? Al principio creía que era un judío
cualquiera que transgredía la ley; seguidamente, rechazado este pensamiento
inculpatorio (no convenía que la persona que iba a instruirla resultara
sospechosa) y después de que oyó hablar del agua viva, creyó que se refería al
agua perceptible por los sentidos. Comprende, finalmente, que se refería a
cosas espirituales.
Creyendo que esa agua podía
sofocar la necesidad provocada por la sed, no obstante, aún no sabía bien de
qué se trataba, dudaba todavía, y, aun creyendo que era algo superior a lo
perceptible por los sentidos, no alcanzaba a entenderlo. Después de
recapacitar, y aunque todavía no lo entiende en su totalidad (pues dice: Dame de esta agua para que no tenga sed y no
venga aquí a sacarla), comienza a
considerarlo superior a Jacob. «No
necesito esta fuente si tú me das esa agua». ¿Ves cómo lo antepone al
patriarca? Se trata, sin duda, de la manifestación de un alma bondadosa. Habiendo manifestado la gran opinión en que
tenía a Jacob, vio a uno mayor y no se
mantuvo en su anterior parecer.
No era mujer de fácil
contentar y no admitía a la primera cualquier cosa que se le dijera. Bien se
echa de ver por lo minucioso de sus preguntas. Pero de sus preguntas se deduce,
igualmente, que tampoco era incrédula o impertinente. Cristo dijo a los judíos:
El que coma de mi carne, no tendrá
hambre; el que crea en mí, no tendrá sed, y, lejos de creer, se escandalizaron. La mujer, en cambio,
no se comporta así. Permanece junto a él y le interroga. A los judíos les dijo:
El que crea en mí, no tendrá sed.
A la mujer no le habló en
los mismos términos, sino más en general: El
que beba de esta agua no tendrá sed. Se trataba de una promesa de cosas
espirituales y no visibles. Por eso, aunque eleva su ánimo con promesas, ella
todavía persiste en la consideración de las cosas sensibles, pues no podía
comprender aún con nitidez las cosas espirituales. Si le hubiera dicho «si crees en mí no tendrás sed», no
habría entendido qué le decía, porque no sabía quién le hablaba ni a qué sed se
refería.
¿Por qué no actuó Jesús así
con los judíos? Porque habían visto
muchos milagros. Esta, por el contrario, no había visto ninguno y oía por
vez primera tales palabras.”
A.W PINK
“Note que ella ahora se
apropia de Su palabra y dice: "Señor,
dame de beber". El alivio del trabajo diario era, sin duda, el
pensamiento más importante en su mente; sin embargo, y fíjense bien, ¡ahora
estaba dispuesta a estar en deuda con un "judío" por eso! Todavía había mucha ignorancia; pero su
prejuicio estaba siendo superado; su
corazón estaba siendo ganado.
Entonces, ¿cuál es el siguiente paso?
Hay
que llegar a su conciencia. Debe crearse un sentido de necesidad. ¿Y cómo se logra esto? Por convicción de pecado. El
primer pensamiento en conexión con la salvación, el significado principal de la
palabra misma, es el de la liberación de
algo. La salvación implica peligro, y el pecador no huirá a Cristo como
Refugio de la ira venidera hasta que tenga el debido sentido (no meramente de
miseria, sino) de culpa. No
puede haber bendición hasta que haya convicción y confesión del pecado. No es
hasta que descubrimos que nuestro caso es verdaderamente desesperado que nos acercamos
a Cristo hasta entonces, intentamos prescribir por nosotros mismos. Aquí radica
la fuerza de la siguiente palabra del Salvador.”
DAVID GUZIK
“La respuesta de la mujer
samaritana era lógica, aunque no
espiritual. Ella quería evitar el trabajo de ir al pozo todos los días. Fue
como si respondiera “Jesús, si quieres hacer mi vida más fácil y más conveniente,
entonces estoy dispuesta ¡Dámela!”
JOHN MACARTHUR
“Su respuesta es paralela a
la de la multitud galilea, que respondió a la enseñanza de Jesús sobre el pan
del cielo así: “Señor, danos siempre este
pan” (6:34; cp. v. 26). Si el agua viva traía algo más, ella estaba lista
para recibirlo con tal de que eliminara su viaje diario al pozo y le diera
también la vida eterna.
En este punto, la mujer no
parecía tener claro el asunto de la transformación espiritual. Jesús le había
hablado sobre el agua de vida eterna y ella parecía dispuesta a aceptarla, pero
no se habían establecido las condiciones. Esta mujer, como cualquier pecador
perdido, necesitaba entender dos asuntos cruciales antes de poder recibir el
agua de vida eterna; a saber, la realidad
del pecado de ella y la identidad de Él como Salvador. En estos dos últimos
puntos, Jesús trató estos dos asuntos.”
WOLFGANG MUSCULUS
“Todavía es una persona
carnal y por eso no solo piensa en términos carnales, sino que también como
charlatana y tonta se ríe burlonamente de las palabras de Cristo, como si
fueran una referencia a la sed corporal. Y así vemos representada en este lugar
la naturaleza de ciertos pseudocristianos carnales, que entienden la enseñanza del Espíritu en términos carnales.
Por eso, no buscan en Cristo
bienes espirituales, sino carnales, como esta mujercita y los Cafarnaítas.
Prometió la paz de un bien conciencia ante Dios, entienden una paz mundana. Prometidos el gozo del Espíritu en el Señor, piensan en un gozo de la carne. Prometidos
una satisfacción del hambre y la sed, comprenden una satisfacción corporal. Cuando escuchan la predicación de la
libertad del Espíritu, se apoderan de la
libertad de la carne. Y porque ven que estas cosas no son dadas por Cristo
a los que creen en él, se ríen de su
evangelio.
Porque, de hecho, no
comprenden las cosas del Espíritu ni se esfuerzan por alcanzarlas hasta que se
convierten en personas espirituales. Ahora, queda claro por lo que sigue que
esta mujer, todavía carnal y riéndose de las palabras de Cristo, era de los elegidos y salvos.
En este ejemplo vemos que a
veces sucede que los elegidos, mientras vivan en tinieblas fuera del conocimiento
de Cristo, estarán tan lejos de comprender o buscar la enseñanza del Espíritu
que incluso se reirán de ello como algo ridículo y ridículo, tonto. Por lo
tanto, debemos tener cuidado de no
condenar demasiado rápido a las personas a quienes vemos burlándose de las
enseñanzas de Cristo.”
J.C RYLE
“[La mujer le dijo, etc.]. Creo que en este versículo vemos las
primeras chispas de bien en el alma de la mujer. Las palabras de nuestro Señor
despiertan en su corazón un deseo de esa agua viva de la que le han hablado.
Hace lo que nuestro Señor le ha dicho desde el principio que debía hacer. La mujer
le “pide” que le dé esa agua.
[Dame esa agua […] no tenga yo sed […], sacarla]. Los motivos por
que la mujer hace esta petición suelen explicarse de diversas formas.
Algunos —como Musculus,
Calvino, Bucero, Brentano, Walter, Lightfoot, Poole y Dyke— piensan que esta
petición fue con un espíritu burlón y
sarcástico, como si dijera: “¡Sí que estaría bien un agua así, si pudiera
conseguirla! Dámela si la tienes”.
Otros —como S. Agustín,
Cirilo, Bullinger, Rollock, Hildersam, Jansen y Nifanius— piensan que la
petición fue solo el deseo perezoso e
indolente de alguien cansado de las labores de este mundo y que, sin embargo,
no podía ver en lo que decía nuestro Señor más que las cosas de este mundo;
como la petición de los judíos: “Señor, danos siempre este pan” (Juan 6:34). Es
como si dijera: “Cualquier cosa que me ahorre las molestias de tener que venir
a sacar el agua sería un gran favor”. Como dice Bengel: “Deseaba tener esta
fuente de agua viva en su propia casa”.
Otros —como Crisóstomo, Teofilacto,
y Eutimio— piensan que la petición fue en
realidad la oración de un alma angustiada que se manifestó en algún débil deseo
espiritual ante la mención de la vida eterna. “¿Tienes vida eterna que
proporcionar? Dámela”.
Me aventuro a pensar que
ninguna de estas interpretaciones es del todo correcta. El verdadero motivo de
la petición fue probablemente la vaga sensación de un deseo que la mujer no
habría atinado a describir. Es inútil analizar y examinar demasiado
meticulosamente los primeros deseos torpes e imperfectos que surgen en las
almas cuando el Espíritu comienza su obra de conversión. Es una necedad decir
que los primeros impulsos del alma hacia Dios deben estar libres de todo motivo
imperfecto y de cualquier presencia de debilidad.
Los motivos de la mujer al decir: “Señor, dame esa agua”, eran probablemente mixtos e indefinidos. El agua material le rondaba la cabeza; y, sin embargo, probablemente tenía deseos de vida eterna. Bástenos saber que pidió y recibió, buscó y encontró. Nuestro gran propósito debe ser persuadir a los pecadores para que acudan a Cristo y le digan: “Dame de beber”. Si les prohibimos que pidan nada hasta que lo hagan con un espíritu perfecto, no haremos bien alguno. Analizar los motivos específicos de los primeros anhelos de un alma hacia Dios sería tan necio como examinar la construcción gramatical del llanto de un niño. Si anhela lo más mínimo y dice “dame”, debemos estar agradecidos.”
FRANCIS MOLONEY
“Las palabras de Jesús se
malinterpretan dándoles un sentido físico y egoísta. Así como «los judíos»
rechazaron las palabras de Jesús en 2:20, de igual modo lo hace la samaritana
en 4:15. En la conclusión de este primer momento de su encuentro con Jesús,
también se le presenta como no creyente.
Sm embargo, hay un contraste
entre «los judíos» y la samaritana. Es posible que la respuesta final de los
dos personajes («los judíos» y la samaritana) sea la misma, pero en la mujer no encontramos la
hostilidad de «los judíos».
En efecto, hay signos de un incremento de respeto, pues al principio se dirige a Jesús como «un judio» (v 9), pero, posteriormente, se dirigió a él como «señor» (w. 11-15). «Los judíos» desaparecieron del relato 2:13-22, pero regresarán, de forma manifiestamente hostil, en 5:16-18. La samaritana se mantiene en el relato. El hecho de que rechace la palabra de Jesús en los versos 7-15 no es el final de su intervención. Finalmente, se preguntará si Jesús era el Cristo (cf. vers. 25, 29b) y llevará a otros samaritanos hasta Jesús (v. 29a).”
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