
EVANGELIO DE JUAN CAPITULO 2
VERSICULO 4
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RV1960
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NVI1999
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BTX4
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Jesús
le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.
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Mujer,
¿eso qué tiene que ver conmigo? respondió Jesús. Todavía no ha llegado mi
hora.
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JESÚS
le dice: Mujer, ¿qué tengo en común contigo? Aún no llega mi hora.
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et dicit ei Iesus quid
mihi et tibi est mulier nondum venit hora mea
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KJV
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Jesus saith unto her,
Woman, what have I to do with thee? mine hour is not yet come.
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TCB
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Mujer.
Jua_19:26, Jua_19:27; Jua_20:13, Jua_20:15; Mat_15:28.
Que
tienes conmigo. Deu_33:9; 2Sa_16:10;
2Sa_19:22; Luc_2:49; 2Co_5:16; Gál_2:5, Gál_2:6.
Aun
no ha venido mi hora. Jua_7:6, Jua_7:30;
Jua_8:20; Jua_12:23; Jua_13:1; Ecl_3:1.
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COMENTARIOS:
ISAAC AMBROSE
“Esto
muestra que el trabajo que Jesús iba a hacer no debía hacerse para satisfacer
la importunidad, sino para perseguir el
gran trabajo. En las obras espirituales y religiosas, toda relación exterior
cesa: los asuntos milagrosos concernían únicamente a la divinidad; y en este
caso, "Oh mujer, ¿qué tengo yo que
ver contigo?" No debemos negar el amor y el deber a las relaciones;
pero en las cosas de Dios, el cariño natural debe pasar a espiritual; y como
estrellas en presencia del sol, no deben
aparecer. Pablo pudo decir: "De
ahora en adelante a nadie conocemos según la carne; sí, aunque a Cristo hemos
conocido según la carne, ahora ya no le conocemos más.”
GEORGE WHITEFIELD
“Pero,
¿qué diremos? ¿Nuestro Señor ignorará por completo este movimiento de su madre?
No; aunque él la consulta con: "Mujer,
¿qué tengo yo que ver contigo?" sin embargo, él insinúa que haría lo
que ella deseara con el tiempo; “Aún no
ha llegado mi hora”. Como si hubiera dicho: El vino está casi apagado, pero no del todo; cuando lleguen a un
extremo y se den cuenta de la falta de mi ayuda, entonces mostraré mi gloria
para que la vean y crean en mí.
Así,
señores, nuestro Señor se ha complacido con frecuencia en tratar conmigo y, no
lo dudo, también con muchos de ustedes. A menudo, cuando he encontrado su presencia,
por así decirlo, escondida de mi alma, y sus comodidades casi desaparecidas, me
he acercado a él quejándome de que no tenía visita ni muestra de su amor, como
de costumbre. A veces ha parecido hacer oídos sordos a mi petición y, por así
decirlo, "¿Qué tengo yo que ver
contigo?" que me ha hecho andar triste todo el día; ¡Tan tonto fui y
desleal delante de él!
Porque
siempre he descubierto que él me amaba, como lo hizo con Lázaro, aunque se
quedó dos días después de saber que estaba enfermo. Pero cuando ha llegado mi
hora extrema y mi voluntad quebrantada, entonces ha alzado de nuevo la luz de
su bendito rostro; ha manifestado su gloria, y me ha avergonzado por no
creerle, que muchas veces ha convertido mis aguas en vino. No te desanimes, si
el Señor no parece prestar atención inmediatamente a la voz de tu oración,
cuando clamas a él.”
WARREN WIERSBE
“Su
declaración simplemente significa: ¿Por
qué quieres que yo intervenga en este asunto? Estaba dejando en claro para
su madre que él ya no estaba bajo su supervisión (es probable que José ya había
muerto), pero que desde ese punto en adelante haría lo que el Padre quería que hiciera. Ya había dado algún
indicio de eso varios años antes (Lucas 2:40-52).
En
este punto Juan presenta uno de los elementos clave de su relato, la idea de la
hora. Jesús vivía según un calendario celestial, preparado para él por el
Padre. (Ve Juan 7:30; 8:20; 12:23; 13:1; 17:1; y nota también las palabras de
Jesús registradas en Juan 11:9,10.) Al estudiar el Evangelio de Juan se puede
observar cómo se desarrolla este concepto de la hora.”
SAN JUAN CRISOSTOMO
“Para
haceros idea de cuánta veneración sentía por su madre, leed el pasaje en que
san Lucas cuenta cómo estaba sometido a sus padres, y aquel otro del Evangelio
de san Juan en el que aparece la preocupación que mostró por ella incluso en la
cruz. Cuando los padres no obstaculizan la voluntad de Dios ni se oponen a
ella, la sumisión a ellos es un deber necesario, y los hijos que no la muestran
se exponen a un gran peligro. Más si los padres pretendieran de sus hijos cosas
imposibles o se opusieran en cosas tocantes a la vida espiritual, lo que no
estaría exento de peligro sería prestarles obediencia. Por ese motivo le
respondió Él así en esta ocasión, y en otra dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?. Todavía no tenía de Él
la opinión adecuada y, como lo había dado a luz, creía, como es costumbre de
las demás madres, que podía mandarle lo
que quisiera, cuando, en realidad, debería haberlo venerado y adorado como a su
Señor. Razón por la cual hubo de escuchar esa respuesta.
Os
ruego que ahora tratéis de imaginar cómo, mientras la multitud se apiña en
torno a Jesús y una muchedumbre se afanaba en escucharlo para aprender su
doctrina, su madre se acerca, abriéndose paso entre la multitud, para
interrumpir sus palabras y hacer con El un aparte, no contentándose con que eso
suceda en casa, sino pretendiendo que salga afuera para hablar a solas con
ella. Fue en tales circunstancias cuando El gritó: ¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? No pretendía ofender a su
madre, sino todo lo contrario: quería preocuparse de ella del mejor modo
posible, no permitiendo que ella alimentara, respecto a El, un sentimiento bajo
y mezquino.
Si
se preocupaba de los demás y no perdonaba medio alguno para lograr que tuvieran
de El la opinión adecuada, con mucha más razón debía preocuparse también así
por su madre. Es, además, algo probable y verosímil que, a pesar de aquellas
respuestas, su madre no se conformara y pretendiera aún imponerle su autoridad
materna, razón por la cual El tuvo que replicar así a quienes le estaban
hablando de ella. Por último, no habría podido elevarla desde las ideas
vulgares que tenía hasta otra más alta si ella hubiera debido esperar que la honrara
siempre como un hijo y que nunca se comportara con ella como su Señor. Por lo
que en esa ocasión le respondió: Mujer, ¿qué
hay entre tú y yo?
Hay
aún otra razón no menos importante: que los milagros cumplidos por El no
resultaran sospechosos. Debían rogarle no su madre, sino quienes se hallaban
necesitados.
¿Por
qué? Porque lo que se obtiene gracias a la petición hecha por los padres,
aunque sea mucho, por lo común no es agradecido por los beneficiados. Pero si
son los mismos necesitados los que suplican, queda el milagro por encima de
toda sospecha, es grande la alabanza y muy notable el provecho que de él se
sigue.
Si,
por poner un ejemplo, un médico excelente, al llegar a una casa donde hubiera
varios enfermos, no escuchara ni a los enfermos ni a sus familiares y se dejara
aconsejar sólo por su propia madre, se haría sospechoso a los enfermos y
malquisto de ellos, y ni los menesterosos ni quienes los asistieran pensarían
poder obtener de él ninguna cosa importante. Para enseñarle que en adelante no
debía comportarse de ese modo, Jesús le dijo: Mujer, ¿qué hay entre tú y yo? Se preocupaba así, ciertamente, del
honor de su madre, pero más aún de la salvación de su alma y del bien de tantos
en razón de los cuales había asumido la condición carnal.
Por
consiguiente, esas palabras no eran las de un hijo que respondiera con
arrogancia a su madre, sino que, muy por el contrario, estaban inspiradas por su deseo de hacer el bien también a su madre y
del de proveer a que sus milagros tuvieran la dignidad conveniente. Por lo
demás, que El tenía en gran honor a su madre es cosa que puede probarse, entre
otros muchos, por el hecho de que, mientras parece querer censurarla, a través
incluso de su indignación aparece la reverencia que siente por ella.
Aún no ha llegado mi hora… o sea, todavía no
soy conocido por éstos y ni siquiera saben que falta el vino. Deja, al menos,
que lo adviertan. Además, no eres tú quien debe pedir eso, porque, siendo mi
madre, haces sospechoso el milagro. Habría sido mejor que los mismos que se
encuentran necesitados hubieran acudido a hacerme esta petición. No porque eso sea para mí una condición
imprescindible, sino para que ellos adviertan el milagro que yo tendré la
satisfacción de realizar. Pues quien se sabe menesteroso, cuando obtiene lo que
desea lo estima como una gran gracia. Pero si todavía no ha advertido su
necesidad, ni siquiera tendrá clara y plena conciencia del beneficio recibido.
Pero
-me preguntaréis- entonces ¿por qué, después de haber dicho Aún no ha llegado
mi hora, cumplió lo que su madre le había pedido? Para demostrar a sus enemigos
y a cuantos lo consideraban sometido a la hora y al tiempo que no lo estaba en
modo alguno. De haberles estado sometido, ¿cómo habría podido realizar esa obra
si aún no había llegado su hora? Quiso, además, honrar a su madre para que no
pareciera que se le resistía tajantemente, para que no tomara cuerpo la
calumnia de que era incapaz de hacer nada extraordinario y no avergonzarla en
presencia de tantas personas, pues ella, de hecho, le había enviado ya a los
siervos.
También
cuando dijo a la cananea: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los
cachorros, conmovido luego por su insistencia, le concedió lo que pedía. Y
aunque al principio le había dicho: Yo no he sido enviado sino a las ovejas
perdidas de la casa de Israel, liberó a su hija.
De
estos ejemplos debemos extraer la enseñanza de que, a menudo, la perseverancia
nos hace dignos de recibir las gracias, aunque seamos indignos de ellas.
También por eso esperó su madre y, sabiamente, le envió a los siervos, para que
fueran más los que le suplicaran.”
GARY BURGE
“En
español parece que Jesús esté utilizando un tono áspero, pero es una cuestión
de formas, ya que utiliza el mismo tratamiento («mujer») para aludir a la mujer
samaritana (4:21), la mujer sorprendida en adulterio (8:10), su madre en la
cruz (19:26), y María Magdalena en el sepulcro (20:15). No obstante, es
ciertamente poco común que se dirija de este modo a su madre cuando podría
haber optado por otras formas de hacerlo. En cierto sentido, María se afirma en su relación maternal según los
criterios humanos (Lc 2:51), pero Jesús está redefiniendo esta relación: él no
puede actuar bajo su autoridad, sino que
ha de seguir el curso que Dios ha determinado para él.
La
respuesta de Jesús no es grosera, sino sencillamente inflexible. La expresión
«¿eso qué tiene que ver conmigo?» es, literalmente, «¿qué tenemos en común?» o,
parafraseando, «¿de qué manera puede este asunto que te interesa a ti ser de
interés recíproco para ambos?». La orientación de la actividad de Jesús procede
de otro lugar: «Todavía no ha llegado mi hora».
La
palabra griega hora se utiliza a lo largo de este Evangelio para apuntar a la crucial
obra de Jesús en la cruz (5:28; 7:30; 12:23; 13:1). Teniendo en cuenta que
Jesús va a actuar a favor, no solo de los comensales de esta boda, sino de todo
el mundo, la petición de María para que Jesús actúe recibe un giro irónico. Su muerte en la cruz va a aportar mucho más
que vino.”
A.W PINK
“Una
vez más, el empleo de este término "mujer"
denota la omnisciencia. Con profética
previsión, anticipó la horrible idolatría que iba a atribuirle honores divinos.
Sabía que en los siglos siguientes, los hombres le darían el título de Reina de
los ángeles y Madre de Dios. Por lo tanto, se negó a utilizar un término que de
alguna manera apoyaría el monstruoso sistema de mariolatría. Cristo nos
enseñaría aquí que María era sólo una mujer "Bendita entre las mujeres" (Lucas 1:28), pero no "bendita
más que las mujeres.”
LA HORA DE JESÚS: SIETE PISTAS EN EL
EVANGELIO DE JUAN (A.W PINK – EDWING P.)
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"Aún no ha
llegado mi hora" (Juan 2:4) se convirtió en la más
solemne consigna de su vida, marcando las etapas por las cuales se acercó a
su muerte.
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1 PISTA
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Jua 2:4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo,
mujer? Aún
no ha venido mi hora.
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“Su
muerte mostraría una gloria inmarcesible, mucho más que el vino”
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2 PISTA
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Jua 7:30 Entonces procuraban prenderle; pero
ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora.
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“Ni
satanas, ni todos los poderes malignos del mundo pudieron con Él. Nuestro
Jesús, nuestro Campeón y Capitán de nuestra salvación! Invicto por siempre!
Tú los vences amado Señor!”
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3 PISTA
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Jua 8:20 Estas palabras habló Jesús en el
lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no
había llegado su hora.
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“Rey
Eterno, Salvador glorioso, las huestes infernales no pudieron ni podrán
contigo! En ti tenemos victoria, por ti somos más que vencedores, Aleluyah!”
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4 PISTA
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Jua 12:23 Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora
para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
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“Oh
mi amado Señor! Tu deseo de salvarme era grande e infinito! Cuanto amor!
Gracias Jesús Rey nuestro porque fuiste a la Cruz por mi, con gozo, con amor,
para tu Gloria, y mi salvación”
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5 PISTA
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Jua 12:27 Ahora está turbada mi alma; ¿y qué
diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.
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“Nuestro
Capitán de salvación eterna no le temía al látigo romano ni al clavo en la
cruz… estaba turbada su alma por la ira de Dios que caería sobre Él. Jesús
bebió la copa que nosotros nos merecíamos beber! Oh amado Rey ¿Por mi lo
hiciste? ¿Cómo puedo pagarte si no es dándote mi alma, mi cuerpo, mi mente y
mi corazón? Todo te pertenece de mí porque tú lo compraste con tu sangre
preciosa… Gracias Señor.”
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6 PISTA
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Jua 16:32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos
cada uno por su lado,
y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
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“Tus
desconocidos sufrimientos”, es la notable expresión de la liturgia griega;
había una cámara secreta en la congoja de nuestro Maestro que estaba oculta
del conocimiento y participación humanos. Allí Jesús es “dejado solo”. En
este caso Jesús fue más que nunca un “don inefable”. Todas las desconocidas
alegrías, por Él dadas son,
Mas en desconocidas
agonías, Su dolor las compró.” (Spurgeon)
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7 PISTA
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Jua 17:1 Estas cosas habló Jesús, y
levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo,
para que también tu Hijo te glorifique a ti”
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“La
hora de tu sacrificio amado Jesús! Sacrificio y ofrenda divina, perfecta y
santa por nuestros pecados. Bendito seas mi Rey y Salvador por darme el
privilegio de ser participe de tu carne y de tu sangre.”
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Esta "hora" fue la hora de Su humillación.
Era
la "hora" de Su sufrimiento. Pero, ¿por qué debería Cristo
referirse a esta "hora" cuando María buscaba dictarle? Ah,
seguramente la respuesta no está lejos de buscar. Esa terrible "hora" que esperaba, era el
momento en que estaría sujeto a la voluntad del hombre, porque entonces sería
entregado en manos de los pecadores. Pero hasta entonces, no iba a ser
ordenado por el hombre; en cambio, estaba en los negocios de su Padre,
buscando solo hacer Su voluntad. “La
hora suprema” de Jesús fue la de la cruz. Lo que los malvados destinaron
como muerte y vergüenza fue transmutado a vida y gloria.”
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CHARLES SPURGEON
“El
Salvador tenía una hora para todo; una hora de sufrimiento y una hora de
trabajo; e hizo todo puntualmente, puntualmente al minuto. Esa fue una de las
bellezas de su vida: “Aún no ha llegado
mi hora”. Quizás quiso decir: "Aún
no ha llegado mi hora de realizar este milagro"; y nadie lo
apresuraría. Amados, no es fácil estar familiarizado con Cristo, como confío en
nosotros, y sin embargo mantener siempre una humilde deferencia a su sagrada
voluntad. Nunca recemos como si fuéramos dictadores, o sus iguales. Debemos mantener
nuestro lugar, por muy cerca que estemos del amado seno de nuestro Señor. Él
todavía está en el cielo y nosotros estamos en la tierra. Él es el Amo,
nosotros somos los sirvientes; y si somos tan favorecidos como lo fue su madre,
no debemos ir tan lejos como ella.”
Fue una reprimenda suave,
absolutamente necesaria por la presciencia de todo lo que vendría después.
Puede imaginarse fácilmente cómo se lo tomó María. Ella conocía la dulzura de
Cristo, su amor infinito, cómo durante 30 años nunca había salido nada de él
que hubiera contristado su espíritu. De modo que bebió la reprimenda y
retrocedió suavemente, pensando mucho más de lo que dijo, porque siempre fue una mujer que guardaba estas
cosas y las ponderaba en su corazón. Dice muy poco, pero piensa mucho, y
vemos en su conducta posterior, con respecto a este mismo milagro, que pensaba
mucho en lo que Jesús le había dicho.”
LUIS PALAU
“Aún no ha venido mi hora… Dios tiene una hora señalada para cada acontecimiento.
En la vida hay momentos de actuar y momentos de esperar. Y cuanto más cerca uno
vive del Señor, más sensible se vuelve uno a la voz del Espíritu Santo, y
comprende cuándo debe moverse y cuándo esperar. Además uno aprende a
comportarse con más prudencia, las acciones se vuelven más precisas y el
momento de actuar más adecuado. Jesucristo siempre actuaba a la perfección
porque estaba en perfecta armonía con el Padre.”
JUAN CALVINO
“Las palabras griegas Ti emoi kai soi
significan literalmente, ¿Qué para mí y
para ti? Pero la fraseología griega es de la misma importancia que la del
latin: ¿Quid tibi mecum? (¿Qué tienes tú que ver conmigo?) El viejo
traductor indujo a mucha gente a equivocarse, al suponer que Cristo había
afirmado que no era asunto suyo, o de su madre, si el vino se quedaba corto.
Pero de la segunda cláusula podemos fácilmente concluir cuán alejado está esto
del significado de Cristo; porque asume esta preocupación, y declara que le
corresponde hacerlo, cuando agrega: Mi
hora aún no ha llegado. Ambos deben estar unidos: que Cristo comprende lo que es necesario que él haga y, sin embargo, que no
actuará en este asunto por sugerencia de su madre.
Ciertamente es un pasaje
notable; porque ¿por qué le niega absolutamente a su madre lo que libremente
concedió después, en tantas ocasiones, a todo tipo de personas? Una vez más,
¿por qué no está satisfecho con una simple negativa? ¿y por qué la reduce al
rango ordinario de mujer, y ni siquiera se digna a llamarla su madre? Este
dicho de Cristo advierte abierta y manifiestamente a los hombres que se cuiden
de que, elevando demasiado supersticiosamente el honor del nombre de madre en
la Virgen María, le transfieran lo que
pertenece exclusivamente a Dios. Cristo, por tanto, se dirige a su madre de
esta manera, a fin de dar una instrucción perpetua y general a todos los tiempos,
de que su gloria divina no debe ser oscurecida por el excesivo honor que se le rinde
a su madre.
Es bien sabido cuán
necesaria se volvió esta advertencia, como consecuencia de las supersticiones
groseras y vergonzosas que siguieron después. Porque María ha sido constituida Reina del Cielo, Esperanza, Vida y Salvación
del mundo; y, en suma, su furor y locura llegó tan lejos que despojaron a
Cristo de su botín y lo dejaron casi desnudo. Y cuando condenamos esas
horribles blasfemias contra el Hijo de Dios, los papistas nos llaman malignos y
envidiosos; y, lo que es peor, nos calumnian maliciosamente como enemigos
mortales en honor de la Santísima Virgen.
Como si no tuviera todo el
honor que se le debe, a menos que se convirtiera en Diosa. Los papistas, por
tanto, ofrecen un doloroso insulto a María cuando, para desfigurarla con falsas
alabanzas, le quitan a Dios lo que le pertenece.”
JOHN MACARTHUR
“La hora oscura de la cruz
precedería la revelación total de su glorioso reino mesiánico donde abundaría
el vino, emblema de la alegría y la felicidad:
Vienen
días—afirma el Señor—, en los cuales el que ara alcanzará al segador y el que
pisa las uvas, al sembrador. Los montes destilarán vino dulce, el cual correrá
por todas las colinas. Restauraré a mi pueblo Israel; ellos reconstruirán las
ciudades arruinadas y vivirán en ellas. Plantarán viñedos y beberán su vino;
cultivarán huertos y comerán sus frutos (Amos. 9:13-14, NVI; cp. Isaias.
25:6; Jerem. 31:12; Joel. 3:18).”
JOHANNES OECOLAMPADIUS
“Aún no ha llegado mi hora, es decir, de revelarme. Uno puede sorprenderse de esto porque un poco más
tarde Cristo realizó un milagro y, sin embargo, niega que haya llegado su hora.
Me estás pidiendo que les proporcione lo
que no tienen. Aún no es hora de darme a conocer a todos. Por eso habla de
su hora como aquella en que daría a conocer su gloria con muchos milagros.
Porque este milagro se considera algo insignificante. Por difícil que sea, acepta
hacerlo. En consecuencia, dijo esto para que fuera evidente que evitó la
vanagloria desde el principio, que es algo que vemos hacer a Cristo en casi
todos sus milagros, evitando la apariencia de un glorioso.
Otra persona, a quien le
agrada la vanagloria, se habría jactado de sus gloriosas obras con muchas
palabras y habría estado prometiendo montañas de oro y cómo estaba a punto de
hacer tal y tal cosa. Y, sin embargo, Cristo finge una negativa, y sin que los
demás se den cuenta, realiza este milagro para que los demás, cuando se vea el
milagro, consideren quién fue el autor de tal milagro. Así vemos que todas las
cosas se hacen por una razón.”
ALEXANDER MACLAREN
“Que su Hijo ya no la
llamara 'madre', sino 'mujer', le decía que los viejos tiempos de estar
sometidos a ella habían pasado para siempre, y que la antigua relación se
fusionó con la nueva de Mesías y discípulo. Pensamiento amargo, que muchos
padres tienen que saborear todavía, cuando sus hijos tienen perspectivas más
amplias y un nuevo sentido de vocación.
Pocas madres son capaces de aceptar
lo inevitable como lo hizo María, la 'hora' de Jesús no debe serle prescrita,
pero Su propia conciencia del momento adecuado debe determinar Su acción. No se
nos dice qué le dio la señal de que había dado la hora, ni qué tan pronto llegó
ese momento. Pero el dicho declara gentil
pero decisivamente Su libertad, Su infalible exactitud y cierta intervención en
el momento adecuado.
Podemos pensar que se
demora, pero siempre ayuda, 'y eso desde
temprano'. La dulce humildad y la fuerte confianza de María se manifiestan
maravillosamente en su dirección hacia los sirvientes, que es exactamente lo
contrario de lo que podría haberse esperado después de la ducha fría administrada
a su ansia de incitar a Jesús. Su fe se había apoderado de la pequeña chispa de
la promesa en ese 'todavía no', y la
había avivado en una llama. 'Entonces Él
intervendrá, y puedo dejar que Él decida cuándo'. ¡Cuán firme, aunque
ignorante, debe haber sido la fe que no flaqueó ni siquiera ante la amarga
lección y el aparente rechazo, y cómo nos avergüenza nuestra más débil
confianza en nuestro Señor, si él alguna vez retrasa nuestras peticiones!”
JOHN TRAPP
“¿Es conveniente prescribir
al único Dios sabio? o llamar al rey por correo? Los chinos azotan a sus dioses
falsos de madera si no acuden a la llamada.”
JOHN GILL
“Lo que quiere decir es que
su tiempo de hacer milagros en público aún no había llegado; y por lo tanto,
aunque estaba dispuesto a hacer este milagro, eligió hacerlo de la manera más
privada; para que sólo unos pocos, y no las personas principales en la fiesta,
lo supieran: por tanto, la reprimenda no se debió tanto a la moción en sí, como
a lo impropio de la misma; y así lo tomó su madre.”
GRANT OSBORNE
“La reacción de Jesús en el
versículo 4 es sorprendente. A primera vista parece grosero e irrespetuoso,
pero se debe considerar el contexto. En primer lugar, llama a María “mujer”.
Cuando Jesús la deja bajo el cuidado de Juan en 19:26 también la llama “mujer”,
y hay un trato de mucho amor en esa escena. Él no está siendo grosero aquí, y
cuando combinamos esto con lo siguiente (“¿eso qué tiene que ver conmigo?”), él
está claramente tratando de distanciarse de ella y de la situación. La pregunta
es, literalmente, “¿Y esto que tiene que ver conmigo y contigo?” Es utilizado
por los demonios en Marcos 1:24; 5:7, para decir:
“Aléjate. Deja de
interferir”. Jesús estaba renuente a hacer algo. No es falta de respeto, sino
falta de relación; él no se quiere involucrar, como enseña la NVI “¿Por qué me
involucras?”.
La razón se encuentra en
“Todavía no ha llegado mi hora”. En Juan la “hora” se refiere al tiempo del
destino, los eventos de la pasión (7:30; 8:20; 12:23; 17:1). Jesús es reacio a
comenzar en este momento la serie de eventos que culminarían en la cruz. Había
esperado tener una breve pausa y disfrutar de la boda con sus discípulos. No
quería iniciar el camino tumultuoso que Dios ya había designado para él de
antemano. Pero la mayor fiesta de bodas (las bodas del Cordero) estaba
esperando, pero no quería una declaración pública a través de un milagro
mesiánico que tuviera lugar en ese momento.
Vemos aquí el lado humano de
Jesús, incluido su consentimiento a petición de su madre. María muestra la
confianza de una madre en su hijo cuando ignora su leve reprimenda y
simplemente les dice a los sirvientes que estaba con las jarras de vino vacías,
“Hagan lo que él les ordene”. Ella es una discípula modelo, deja todo a Jesús y
confía en su sabiduría En cierto sentido, Jesús dice: “No quiero hacerlo, pero
lo haré”. Las acciones posteriores de Jesús muestran que la confianza de María
estaba en el lugar adecuado. Este drama va desde la renuencia de Jesús a uno de
los mayores milagros mesiánicos en los evangelios.”
J.C RYLE
“[Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer?].
Este notable versículo ha atraído naturalmente una gran atención. Al
interpretarlo, es muy importante evitar los extremos en los que algunos autores
protestantes, y casi todos los católicos romanos, han caído en sus
interpretaciones.
Por
un lado no debemos hacer mucho hincapié en la expresión “mujer”. Es sin duda un
error suponer, como indican Calvino y otros, que conlleva reprobación alguna o
es de alguna manera incoherente con la reverencia y el respeto. Esa misma
expresión fue empleada por nuestro Señor cuando se dirigió a su madre por
última vez en la Cruz y la encomendó afectuosamente al cuidado de Juan. Le
dijo: “Mujer, he ahí tu hijo” (Juan 19:26). La virgen María era una mujer con
equivocaciones como todas las demás mujeres creyentes, pero no debemos cargar
sobre ella más culpa que la que la Escritura menciona.
Por
otro lado, es inútil negar que las palabras de nuestro Señor fueran
intencionadas —como dicen Crisóstomo, Teofilacto y Eutimio— para reprender a
María. Ella aquí se equivocó como en otras ocasiones, quizá por su deseo
afectuoso de honrar a su Hijo. Las palabras que tenemos delante tenían el
propósito de recordarla que debía en lo sucesivo dejar a nuestro Señor escoger
sus propios momentos y modos de actuación. Había pasado la etapa de sujeción a
ella y a José. Por fin había comenzado la etapa de su ministerio público. Al
llevar a cabo ese ministerio, ella no debía pensar que iba a indicarle lo que
debía hacer. La gran contradicción de este versículo con la enseñanza de la Iglesia
católica romana acerca de la virgen María es demasiado palpable como para
explicarla más.
Ella
no carecía de errores y de pecado, como se han atrevido a afirmar autores
católicos romanos, y no había que orar a ella y adorarla. Si nuestro Señor no
quiso permitir a su madre siquiera sugerirle que obrara un milagro, bien
podemos suponer que todas las oraciones católicas romanas a la virgen María, y
especialmente las que tienen que ver con dar órdenes a su hijo, son de lo más
ofensivas y blasfemas a sus ojos.
La
expresión griega traducida como “¿qué
tienes conmigo, mujer?” se debería traducir literalmente: “¿Qué nos importa a ti y a mí?”. “Mis
pensamientos —como dice Bengel— son una cosa y los tuyos otra”. Es la misma
frase que se emplea en forma interrogativa en Mateo 8:29; Marcos 1:24; 5:7;
Lucas 8:28 y, en forma imperativa, en Mateo 27:19.
[Aún no ha venido mi hora]. Lo más
sencillo y razonable en cuanto a estas palabras es pensar que hacen referencia
a la “hora” de Cristo o al momento de obrar un milagro. Es como la expresión
“mi tiempo aun no se ha cumplido” (Juan 7:8). Nuestro Señor no le dijo a María
que no obraría un milagro; pero quería que supiera que no debía esperar que Él
hiciera obras portentosas para agradar a sus parientes según la carne. Él solo
debía obrar un milagro, en esta o en otra ocasión, cuando hubiera llegado el
momento oportuno, el tiempo señalado en el consejo de Dios.
Hay
una curiosa idea afirmada por Agustín, Wordsworth y otros de que nuestro Señor
aquí se refería a la hora de su crucifixión y que quería decir: “Aún no ha
llegado mi hora de reconocerte y honrarte públicamente como mi madre, pero lo
haré un día en la Cruz”. Esta, sin embargo, parece una interpretación muy poco
probable de estas palabras.”
GARY BAUMLER
“La
respuesta de Cristo indica que sabía que María quería que obrara un milagro, en
caso de ser necesario. De otra manera no hubiera tenido razón para desanimarla
cuando le dijo: “Mujer, ¿eso qué tiene
que ver conmigo? … Todavía no ha llegado mi hora” (NVI).
La
respuesta de Jesús literalmente significa algo más de lo que parece. Lo que él
realmente estaba preguntando era: “¿Cuál es el interés común que tenemos en que
yo actúe aquí?” María quería cubrir una necesidad inmediata y evitar la
vergüenza cuando le habló como madre. Jesús necesitaba revelarse a sí mismo
como el Mesías para fortalecer la fe de sus discípulos, y cuando se dirigió a
ella le habló como su Salvador. El
propósito de cada uno era diferente en esencia, aunque el de él también iba a
satisfacer el de ella. La hora de actuar también era un poco diferente;
Jesús debía actuar a la hora que había establecido para él el Padre que está en
los cielos, y en el momento indicado Jesús obrará un milagro. También en el
tiempo establecido por el Padre, tres años después, Jesús dará su vida por los
pecadores perdidos.”
LEON MORRIS
“Si
Jesús llamó a María “mujer” y no “madre” puede ser para destacar que había una
nueva relación entre ellos, ahora que Él empezaba su ministerio público. Y
aunque el uso de este vocativo sea cariñoso, las otras palabras de Jesús
indican que había una clara barrera entre ellos. Lo normal es que María pensara
que las costumbres familiares e íntimas que habían vivido juntos en Nazaret iban
a durar toda la vida. Pero una vez Jesús empieza su ministerio público, ya no
es solo el hijo de María, sino que es “el Hijo del Hombre” que iba a traer a la
Tierra las realidades del Cielo (1:51). Ahora tenía que haber entre ellos una
nueva relación. Y María no podía presumir que sabía qué era lo que Jesús debía
hacer en aquella situación.
Edgar
J. Goodspeed tiene un comentario muy bueno sobre este pasaje en BT, 3 [1952],
pp. 70-71). Cree que en lengua inglesa no existe una traducción lo
suficientemente cercana de gunai, y aconseja que no se traduzca. Cree que las palabras de
Jesús sugieren “su independencia de acción”, y traduce «No intentes decirme lo que tengo que hacer. Aún no ha llegado mi hora
de acción». Ver también la nota de Harry M. Buck (BT, 7 [1956], pp.
149-50). Sugiere la siguiente traducción: «Mujer,
¿por qué tiene que preocuparnos este asunto?». Quizá es mejor la teoría de
Goodspeed.”
FRANCIS MOLONEY
“La
pregunta inicial de Jesús y sus palabras sobre «la hora» indican que existe una
distancia entre él mismo y su madre y que «la ley que sigue en su acción le es
impuesta por otro» (Schnackenburg, Cospel 1, 329). Entre Jesús y Dios existe un
mundo al que no pertenece la madre de Jesús. Sus palabras en el v 4 informan
claramente a su madre de que esta es la situación. Se trata de un reproche
cortés que mantiene a la madre en su lugar.”
SAMUEL P. MILLOS
“No ha llegado mi hora… No ha llegado, no significa que no vaya
a llegar esa hora. Todavía más, el pronombre personal mi hora, podría entenderse como la hora definitiva de su muerte,
cuando ya los milagros que hacía cesarían porque habría terminado su tiempo de
misión en la tierra, quiere decir esto que Jesús estaría apuntando a su hora
final de entrega de su vida. Pero, aunque pudiera entenderse así, es forzar un
poco el entorno inmediato en donde va a transformar el agua en vino.
Quedamos,
pues, en la interpretación de que no había llegado su hora, aún para hacer el
milagro. Lo que es evidente, es que Jesús actúa en todo conforme a la voluntad
del Padre. Cristo es el siervo enviado, el Hijo del Hombre, cuyo programa en totalidad
y en plenitud es el programa de Dios para Él y no opera correspondiendo a las
circunstancias de los hombres.”
ALFRED WIKENHAUSER
“Ültimamente
algunos comentaristas, tomando pie de 7,30; 8,20; 12,13.27; 13,1; 17,1,
sostienen que «hora» significa el momento de la muerte y de la exaltación de
Jesús (Cullmann, Gáchter, Braun).
Pero
para dar consistencia a esta interpretación se haría necesario explicar el
texto en forma bastante artificiosa; habría que ampliar la frase más o menos en
estos términos: Ahora no ha llegado todavía el momento de mi muerte; pero, una
vez que regrese al Padre, escucharé todas tus peticiones. Es, pues, preferible
no entender así la «hora» de Jesús.
Pero,
la explicación dada, ¿no resulta desmentida por el v. 5? En efecto, María no se
preocupa en absoluto de la negativa que recibe, sino que cuenta con que su
petición será escuchada; por eso da a los servidores la consigna de hacer todo
lo que su Hijo ordene.
En
qué forma prestará ayuda, ella no lo sabe, pero no le cabe la menor duda de que
no rehusará hacerlo; así tenga que apelar a un milagro, no tiene que
extrañarles. Y la madre de Jesús no se engaña, ya que el Hijo, no obstante la
negativa inicial, atiende la súplica. ¿Llega la hora que antes no había
llegado?
Un
episodio análogo de la vida de Jesús puede darnos al respecto una respuesta satisfactoria.
Ante la mujer pagana que le pedía auxilio para su hija, poseída del espíritu
maligno, en un principio Jesús la rechaza y por cierto en forma áspera,
apoyando su rechazo en que él no ha sido enviado más que para las ovejas
descarriadas de la casa de Israel, de suerte que hacer un milagro en favor de
una pagana venía a ser casi inconcebible con la misión recibida del Padre. Más,
al ver que ella, sin hacer caso de la repulsa, persiste en su petición, vencido
por la fuerza de la fe atiende la súplica.
Hay
que decir que también en nuestro caso la humildad de María, que suplica modestamente
sin pretender exigir, como también su profunda confianza, que no se rinde ante
la negativa, movieron al hijo a obrar desde ahora un milagro. En otras palabras, la madre de Jesús
apresuró, con sus súplicas, la hora de la revelación de su gloria (v. 11).
Jesús,
por su parte, al plegarse no obró en contradicción con los planes del Padre
celestial, sino, por el contrario, en plena unión con él. Así fue como Jesús
obró el primer milagro con ocasión de una alegre fiesta familiar, y no, como se
hubiera podido esperar, en el ejercicio de su actividad mesiánica.
Contra
este modo de interpretar la respuesta de Jesús surgen dos serias objeciones:
1)
María no entendió las palabras de su hijo como negativa a su petición, como lo
demuestra el encargo que ella da a los servidores.
Y
si al dar el encargo a los sirvientes se sirve de las palabras con que el
faraón envía los egipcios hambrientos a José: «lo que él os diga, hacedlo» (Gen
41,55), es porque quiere expresar así su convicción de que Jesús proveerá de
vino a los huéspedes de la fiesta, en la misma forma en que aquel patriarca
proveyó de grano a los egipcios.
2)
La idea de que la confiada petición movió a Jesús a obrar su primer milagro, se
presta a ciertas dificultades de orden teológico. En efecto, en el curso de
toda su actividad mesiánica, Jesús está y permanece atado al querer del Padre
celestial, que todo lo tiene determinado, incluso la hora del primer milagro.
Para
hacer frente a estas dificultades se busca entender la segunda parte de la
respuesta de Jesús como una pregunta retórica (tentativa renovada recientemente
por H. Seemann, J. Michl, Boismard).
El
sentido de este versículo tan discutido sería entonces: No hay necesidad de que
te intranquilices, o de que me hagas notar la falta de vino; yo prestaré ayuda.
¿Acaso no ha llegado mi hora? (es decir: ¿acaso no ha llegado la hora de mi
acción mesiánica, o sea, de la revelación de mi gloria mediante el cumplimiento
de mi primer milagro?). Desde el punto de vista filosófico, es perfectamente posible
entender esta corta frase como una pregunta. Entre los padres y escritores
antiguos, más de uno la entendieron así: Gregorio de Niza, Teodoro de Mopsuesta
y un autor anónimo en el comentario de Efrén de Siria al Diatessaron de
Taciano.
Este
intento de solución merece ciertamente mayor atención de la que se le ha
prestado hasta ahora, si bien es dudoso que logre dar explicación a todas las
dificultades que presenta la obscura respuesta de Jesús.”
WILLIAM HENDRIKSEN
“Cuando
el Señor dijo “mujer” no se expresó rudamente.
Por el contrario, fue un acto de cariño de su parte el usar esta palabra para hacer
ver a María que ya no debía seguir
pensando en él como si fuera únicamente su hijo; pues cuanto más lo concibiera
como hijo, más sufriría cuando él sufriera. María debía empezar a mirar a Jesús como su Señor. Las
palabras “aún no ha venido mi hora”
indican claramente el conocimiento que Cristo tenía de que estaba cumpliendo
una obra encomendada por el Padre, cuyos detalles se iban cumpliendo según el
decreto eterno de manera que para cada acción existía un momento determinado.”
MATTHEW HENRY
“Parece
más natural el interpretar aquí la «hora»
de Jesús como el «tiempo u oportunidad de
Dios para Él en cada momento» (comp. con Jua_7:6, donde es significativo el
uso del término kairós = oportunidad, en vez de khronos = tiempo). Podría
resultar extraño el hecho de que, a renglón seguido, Cristo obrase el milagro
que su madre le sugería, pero también aquí nos puede ayudar el paralelo con Jua_7:6,
pues Jesús lo hizo después, por su propio impulso, cuando previó que «este
principio de Sus señales» serviría para confirmar la fe de Sus discípulos (v.
Jua_2:11).
Su
madre le indujo a que hiciese algo cuando comenzaba a faltar el vino, pero Él esperó
a que la necesidad llegase al extremo. Esto nos enseña que el momento extremo
para el hombre es el momento propicio para la oportunidad de Dios. Su «hora»
llega cuando nos vemos reducidos al máximo aprieto y ya no sabemos qué hacer.
La dilación de la gracia no ha de ser tomada como negativa a la oración.”
WILLIAM MACDONALD
“María
quería ver a Jesús glorificado, pero Él tenía que recordarle que su hora para
esto no había llegado. Antes de aparecer ante el mundo como el Cristo vencedor,
tenía que ascender primero al altar del sacrificio, y esto lo cumplió en la
cruz del Calvario.”